lunes, 30 de noviembre de 2015

Notas para comentar “Acaso” de Eloy Sánchez Rosillo




No sé si se me otorga nuevamente
el don de hacer poemas —no se sabe
nunca si es la verdad o si es tan sólo
nuestro deseo de encontrarla lo que
nos despierta la voz y nos remueve
en lo profundo del corazón—, mas dejo
sobre el papel estas palabras que hoy
vienen de no sé dónde y me aproximan
a las cosas del mundo, a los afanes
de mi antigua persona. Tanto tiempo
de sombras en mi vida, y de repente
llega otra vez la luz que me redime,
la misericordiosa claridad
que me salva por dentro y da a mi pecho
libertad y consuelo. Abro los ojos
y miro. ¿Rompe el alba? Se diría
que acaba la tiniebla. Y que amanece.

En el poemario La vida de Eloy Sánchez Rosillo, aparece en segundo lugar un poema lírico sobre el acto poético creador, que se titula Acaso. En él el autor recupera de su propia poesía la considera­ción de ese acto como un don que le puede ser concedido o no al poeta. Recupera igualmente la imagen del papel sobre el que se escribe, aunque incor­pora nuevas interpretaciones de ese momento único, sobre todo en lo que se refiere a la misión del poeta, a la ignorancia sobre la procedencia de la inspiración y a las funciones de la poesía, que recibe un interesante componente de consolatio, acorde con el concepto atribuido tradi­cionalmente a la filosofía y como síntoma de libertad, pero también como medio de redención y misericordia, conceptos innovadores que otorgan a la poe­sía cierto tono misional. También aparece la habitual alegoría de oscuridad frente a luz, pero esta vez la atribución a la propia realidad personal le concede un tono más íntimo y propio: las sombras de la vida (de su vida) son interrumpidas repentinamente cuando el poeta es redimido por la luz y la misericordiosa claridad. El símbolo de la luz aparece asociado a la escritura, que salva y consuela al poeta del paso del tiempo. La luz es un amanecer que lo rescata de la sombra (tiniebla), porque el poema es una forma de retar al tiempo, ya que queda en la memoria (lo que recuerda a Jorge Manrique).
            El poema Acaso, dentro de la obra a la que pertenece, es un pórtico a la metapoesía, ya que supone un intento de definir la concepción poética del propio Rosillo a través de sus poemas.
            En cierto sentido, el autor nos presenta un concepto romántico de la poesía como “don de hacer poemas” y al poeta como un elegido al que se le “ha despertado la voz” para conmover.

            Los principales rasgos de estilo que pueden señalarse en este poema son, en primer lugar, el autobiografismo, con la presencia del “yo” poético. Los tiempos verbales que utiliza son el presente, lo que indica el momento en que suceden los acontecimientos descritos pero también en que se contemplan y analizan dichos acontecimientos, así como la pasiva refleja (no se sabe nunca). Estamos ante una poesía antirretórica, como podemos observar por el uso de una sintaxis sencilla con predominio de oraciones simples y coordinadas, el final sentencioso (Y que amanece) que lo convierte en uno de los pocos poemas en la obra que acaban con la luz, las locuciones adverbiales que marcan fugacidad (de repente), los paréntesis explicativos que ralentizan el ritmo del poema y le dan un tono cotidiano (-No se sabe nunca…-), y la interrogación retórica (¿Rompe el alba?) y el hipérbaton (Llega otra vez la luz) como figuras del plano morfosintáctico. Los versos son endecasílabos sin rima con abundantes encabalgamientos (Tiempo/de sombras). Finalmente estamos ante un lenguaje poético claro y sencillo, con un carácter más lírico en un poemario en el que predomina el tono narrativo.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Imágenes para explicar Madame Bovary




(Trabajo de José Ángel Belchí)

         Las imágenes siguientes han sido compuestas y pensadas para realizar una exposición en Power Point sobre los diferentes temas que podemos encontrar en la obra de Flaubert, dentro de la asignatura de Literatura Universal de Bachillerato.












jueves, 26 de noviembre de 2015

Diferencias sociales en “Los santos inocentes” (2)




            Esta novela no contiene ningún trasfondo político, pues Delibes no ataca las estructuras sociales o al sistema político, sino a lo que este tiene de deshumanizado e injusto, de ahí que la novela encierre una denuncia moral de una situación de desigualdad que considera injusta. El autor nos ofrece una serie de imágenes sin ofrecernos respuestas. El mundo que nos relata es así, y somos los lectores quienes tenemos que construir nuestra reflexión.
            Delibes nos presenta una conciencia de propiedad enfrentada a una conciencia de vasallaje. La acción se desarrolla en un latifundio que pertenece a una sola persona, que no suele vivir allí, y que es mantenido y explotado por alguien de su confianza. Por eso es deficiente el aprovechamiento de cultivos y pastos. En él viven criados, con una nula calidad de vida y faltos de instrucción. El cortijo es utilizado para fiestas (como la Comunión) y cacerías con invitados ilustres. Esta es la imagen que refleja la novela, pero en lo que Delibes centra su mirada es en cómo esto favorece las diferencias entre el modo de vida de los señores y el de los criados. Hasta tal punto que estos últimos son concebidos como parte de la propiedad. Un ejemplo claro lo tenemos en la dependencia que tiene el señorito Iván de Paco el Bajo. Asimismo, los señores son conscientes de la situación social inmovilista (“unos abajo, otros arriba”, dice el señorito Iván).
            Los inocentes carecen de todo: no tienen propiedades, ni casa, hasta el punto de que no pueden decidir sobre el futuro de sus hijos. Son personajes que se ven abocados a la resignación. Su relación con los señores es de vasallaje, un pacto de fidelidad (tal como Paco el Bajo le dice a su hija Nieves: “Tú en estas cosas de los señoritos oír, ver y callar”). Se produce así un mundo de contrastes: ostentación frente a miseria, prepotencia frente a sumisión, abuso frente a resignación, degradación de la naturaleza frente a arraigo en ella. La incomunicación entre ambos mundos lleva al desenlace trágico. El señorito Iván abate a la milana, que está en su territorio (lo que muestra la conciencia de propiedad) y Azarías lo mata por el valor que le da a lo poco que posee. Además, estos personajes tienen dos barreras fundamentales: la falta de instrucción y la religión. La educación es concebida como una forma de caridad por los señores y no como una necesidad o un derecho. Los señoritos reducen la educación a una mera alfabetización (como se ve en el episodio de las firmas), mientras que los sirvientes ven la posibilidad de un futuro mejor (por ejemplo, Paco el Bajo quiere que sus hijos vayan a la escuela). Por otro lado, la religión aparece como una actividad ritual al servicio de los aristócratas y como una fiesta a la que los humildes no pueden asistir (lo vemos en el deseo frustrado de Nieves de hacer la comunión, de lo que unos culpan a la falta de preparación y otros al Concilio, que plantea un concepto del cristianismo menos preocupado por el contacto con el poder y más entregado al amor al prójimo).
            Las grandes diferencias sociales nos llevan, pues, a una situación maniquea: de un lado los poderosos, los que están arriba, los que tienen el dinero y el poder; de otro lado, los humildes, que forman una masa opaca y sin voluntad, obediente y temerosa; y en medio, don Pedro y doña Purita, que ni son aceptados por los señores, ni encajan entre los humildes. Son la conexión entre esos dos mundos antagónicos.

            La conciencia de Delibes está teñida de preocupación social, por ello es pesimista cuando contempla la desigualdad y su manera de denunciar es poner su mirada compasiva al servicio de los inocentes.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Los personajes de “Los santos inocentes”



            Una constante en la trayectoria de Miguel Delibes es la atención que presta a la caracterización de sus personajes. La galería de estos que aparece en Los santos inocentes revela su preocupación por el ser humano. Adorna la vida rutinaria, las ideas y pasiones de cada uno de ellos con anécdotas significativas de sus vidas. El resultado es la confrontación entre pasiones y modos de vida.

            Podemos hacer una doble clasificación de los personajes por un lado y, en orden de importancia, señalar personajes de primer, segundo y tercer plano, y por otro el enfrentamiento entre opresores y oprimidos.
            Los personajes del primer plano son Azarías y sus milanas, Paco el Bajo y el señorito Iván, que es el antagonista. Se enfrenta el mundo de los humildes, que se caracteriza por su inocencia, sumisión y amor a la naturaleza, con el mundo de los señores o nobles, que se caracteriza por la arrogancia y el desprecio hacia la naturaleza y hacia el prójimo.
            Azarías es un inocente retrasado mental, causa de sus conductas, es viejo e hipermarginado entre los pobres de los cortijos. Es un personaje mantenido por caridad. Físicamente, sus ropas raídas y sucias y su ausencia de calzado demuestran su pobreza excesiva; es descrito mediante el recurso de la animalización ya que masca saliva, eructa con frecuencia y arrúa como el jabalí, es sucio como demuestra el hecho de orinarse en las manos o ponerse una camiseta encima de otra y es un personaje de excesos, excesos para defecar, para comer, para no hacer nada. Psíquicamente presenta conductas instintivas y mecánicas (todos los días hace lo mismo), es ignorante (quita los tapones de las válvulas) y tiene alucinaciones con su hermano muerto. Tiene sentimientos humanos de miedo y ternura, como demuestra su amor hacia las milanas y la Niña Chica.
            Las milanas son carroña para otros personajes, pero para Azarías valen más que un humano (hay una humanización de las milanas y una animalización de la Niña Chica). Mata al señorito Iván porque para él la vida de la milana vale más que la de un hombre.
            Paco el Bajo representa la sumisión, como demuestran la humillación que sufre al ver a su hija Nieves sirviendo, la obligación de adular a los amos, la humillación que sufre al tener que firmar por orden del señorito Iván ante René, el francés, y asumir riesgos físicos. Tiene olfato para la caza y comparte la pasión por ella con el señorito Iván. Es un personaje de gran calidad humana, pues desea para sus hijosun mundo mejor (educación) y muestra gran comprensión y cariño hacia la Niña Chica y Azarías.
            El señorito Iván tiene una mentalidad feudal, que es fruto de su condición de amo. Es un personaje que tiene relaciones de dependencia con sus sirvientes (es incapaz de cazar sin Paco) y de mentalidad conservadora e inmovilista, que cree firmemente que debe existir la jerarquía de clases (“unos abajo y otros arriba”). Es autoritario (obliga a Paco a tratarlo de usted), paternalista (considera intolerable que Quirce no acepte su limosna), vanidoso (busca la adulación y si no la consigue humilla, como se ve en el trato a Nieves tras el desprecio de Quirce),  amante de la caza, pero no de la naturaleza, y cínico (como se ve en el caso de doña Purita).
            Los personajes del segundo plano son menos dibujados y no protagonizan el conflicto, como los anteriores, pero son necesarios para el sistema de oposiciones que se da en la historia. La familia de Paco (Régula y sus cuatro hijos –Nieves, la Niña Chica, Rogelio y Quirce-), la familia del señorito Iván (Señora Marquesa y Señorita Míriam) y don Pedro y doña Purita, encargados del cortijo.
            Pedro el périto es un personaje opresor que se convierte en oprimido a raíz del rapto-fuga de su mujer. Preso de los celos se ve impotente para enfrentarse al señorito Iván, que ha puesto sus ojos en doña Purita.
            Doña Purita es frívola y tiene como único objetivo el conquistar al señorito Iván.
            La señorita Míriam es el único personaje que tiene conciencia social entre los acomodados, como demuestra su comprensión ante Azarías, que no cree que no pueda servir para nada.
            La señora Marquesa es paternalista, aparenta falsa preocupación y falsa protección. Demuestra así su posición social ante los humildes.
            Quirce es símbolo de insumisión y antisedentarismo.
            Régula es uno de los personajes, junto con Paco, que mayor amor al prójimo demuestra y siempre está dispuesta para el servicio a los señores.
            La Niña Chica es, junto a Azarías, inocente. Es la imagen más impresionante de la degradación humana.
            Finalmente, los personajes del tercer plano tienen una presencia accidental, pero necesaria para comprender la complejidad social de la novela. Son el resto de sirvientes, los invitados y personajes ajenos al cortijo como el médico, el Hachemita, el mago o los educadores.

            Por otra parte, la novela nos presenta el enfrentamiento entre el mundo de los oprimidos, que representa Paco el Bajo, su familia y el resto de sirvientes, y el mundo de los opresores, que representa el señorito Iván y su familia. En medio queda don Pedro, que pasa de ser opresor (pone a Nieves a servir para que ayude a su mujer) a oprimido o víctima (con la fuga de su esposa).
            Los personajes oprimidos son puros, no contaminados por la civilización, poseen valores primarios positivos como el amor, la amistad, el respeto a la naturaleza, y negativos como el odio. Son auténticos, pues son la imagen de un hombre consciente de sus limitaciones y deseosos de que se le conozca tal cual es, son desheredados de la fortuna, tanto biológica como socialmente, viven en la miseria, solitarios y sin educación, pues su sabiduría reside en el conocimiento del medio.
            Los opresores son acomodados, deseosos de aparentar, con rasgos negativos como el egoísmo, la prepotencia, la intolerancia y el desprecio hacia cuanto les rodea. Son dueños del destino ajeno, de quienes por ignorancia o por resignación se ven abocados a permanecer como siervos.
            Rompen este esquema de opresores-oprimidos la señorita Míriam y René, el francés, que demuestran tener conciencia social, al defender a Azarías y al no comprender la humillación a la que somete el señorito Iván a sus sirvientes en el episodio de las firmas respectivamente. También Quirce, que se rebela contra la sumisión.


            Delibes muestra una ectitud maniquea, pues atribuye a los oprimidos todo rasgo de bondad e incluso disculpa los defectos o actitudes negativos que pudieran tener, y todos los rasgos de maldad a los opresores, e incluso hace que sus comportamientos positivos se vean como negativos, pues los hacen desde su propio interés.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Guía para el comentario filológico




            Debemos considerar cuatro etapas para realizar un comentario de este tipo: la lectura atenta, el análisis fonético-fonológico, el morfosintáctico y el léxico-semántico.

a) Lectura atenta del texto
La primera etapa de un comentario parece obvia: es la atenta lectura del texto. No realizarla es la fuente de un gran número de errores de interpretación.
b) Análisis fonético-fonológico
El análisis de las grafías es fundamental en algunas épocas y textos, por lo que un comentario de este tipo debe empezar por esta etapa. En textos en los que la lengua se sitúa entre el latín y el castellano debe realizarse ese estudio como desviaciones sufridas por el latín, frente al mantenimiento de rasgos de esa lengua.
Junto al análisis de grafías, se estudiarán los fenómenos de vocalismo tónico, vocalismo átono y consonantismo.
c) Análisis morfosintáctico
Se debe estudiar el plano morfológico y el sintáctico:
Con el primero no nos referimos al análisis morfológico tradicional o exhaustivo, sino que se trata de señalar los puntos en los que la morfología permite unas conclusiones que se puedan relacionar con lo dicho en fonología. Se realiza el análisis de los fenómenos morfológicos más destacables en nombre, adjetivo, pronombre, verbo, artículo, adverbio, preposición y conjunción.
Con respecto al plano sintáctico, nos referimos a períodos, oraciones, proposiciones, sintagmas, en los que buscamos caracteres generales.
d) Análisis léxico-semántico
Nos referimos a la época de las palabras (cultismos, semicultismos, neologismos, galicismos) y se realiza el estudio de los campos semánticos.


lunes, 16 de noviembre de 2015

Temas principales y secundarios en “Los santos inocentes” de Miguel Delibes




            El tema principal es la injusticia social que se acentúa por la sumisión con que es aceptada. La distancia entre amos y siervos se refleja en sus diferentes modos de vida, en el desprecio por los semejantes  de los amos y en los abusos cometidos por estos. No es fácil acabar con esta ideología inmovilista (“El que más y el que menos todos tenemos que actar una jerarquía, unos debajo y otros arriba, es ley de vida”, dice el señorito Iván), y más cuando vemos cómo es aceptada con sumisión por los inocentes. Solo Quirce, con su silencio y displicencia, tiene un principio de rebeldía. Ante esta situación solo queda la rebelión trágica, la venganza individual. El Azarías llega al crimen porque la pasión cinegética del señorito Iván choca con la suya, su amor por la milana. El hecho de ser un retrasado mental y constituir su venganza el resarcimiento de los humildes por las injusticias lo dejan exento de culpabilidad.
            Entre los temas secundarios encontramos cuatro claves temáticas en la narrativa de Delibes: la infancia, la naturaleza, el prójimo y la muerte.
            En el Libro I podemos hablar de la necesidad de afecto (Azarías busca el cariño que le falta en la grajeta y en la Niña Chica, a la que trata como un animal), el amor a la naturaleza (que suple la falta de amor anterior, ya que si antes se había producido un proceso de animalización en la Niña Chica, después se da uno de personificación en la milana), el miedo (Azarías percibe el miedo del búho cuando oye gritar al cárabo y lo desafía hasta huir) y la muerte (Azarías dignifica la muerte del búho, al que entierra, motivo recurrente en la novelística de Delibes).
            En el Libro II vemos el fracaso de los inocentes. En la inteligencia de Nieves y en el trabajo de sus hijos cifra Paco el Bajo sus esperanzas de redención, esperanzas frustradas cuando don Pedro pone a Nieves a servir en su casa. La vuelta al cortijo supone para Paco y su mujer la posibilidad de volver a ser jóvenes (relaciones sexuales), pero los bramidos de la Niña Chica acaban con el deseo. El ansia de Nieves por hacer la comunión cuando ve a Carlitos se desvanece cuando los señoritos se ríen de ella, pues no están dispuestos a dar oportunidades a sus siervos.
            En el Libro III encontramos el amor al prójimo entre los humildes. Azarías es expulsado de la Jara porque el señorito no soporta sus costumbres. Régula intenta corregir su suciedad y le compra una camisa para que se mude, Rogelio le ofrece una grajeta y Paco recoge los excrementos y aprovecha su fascinación por el cárabo para que defeque en el monte. Frente a estas actitudes compasivas, vemos las de otros personajes que no se portan bien con él: los sirvientes se ríen de sus alucinaciones y Quirce se burla de su pasión desmedida por la grajeta.
            En el Libro IV hallamos la pasión cinegética del señorito Iván. Es una pasión que tiene desde niño y su mayor preocupación es tener un buen secretario, que le haga cazar más que sus compañeros aristócratas de cacería. Las cacerías en batida o cazas aristocráticas no son para él caza, sino un juego, pues cogen perdices fáciles de cazar, que son previamente echadas en bandas, y luego lo celebran con güisqui. Esta caza es opuesta a la del hombre libre sobre una naturaleza libre y contra una pieza libre.
            El Libro V nos presenta la insumisión frente a la sumisión, en las figuras de Quirce y Paco respectivamente. Los accidentes de Paco demuestran la sumisión de este y el egoísmo del señorito Iván. El episodio en el que el señorito ordena cegar los palomos de reclamo es un desprecio feroz a la naturaleza. Lo novedoso del fragmento es la actitud de Quirce, único personaje humilde que desafía al señorito: no le acompaña en sus comentarios sobre las incidencias de la caza, no lo adula y no acepta su limosna al acabar la cacería, actitudes que provocan la indignación e incomprensión del señorito Iván y que provocan que este se vengue humillando a Nieves.
            Finalmente, en el Libro VI se reiteran los abusos del señorito Iván con la fuga-rapto de doña Purita, que demuestran el cinismo del personaje y que convierten a don Pedro en un personaje oprimido.

            La venganza es personal e irracional, a pesar de que Azarías prepara el instrumento trágico de la soga. Tras el crimen babea satisfecho porque ha vengado su afrenta personal, la muerte de la milana, aunque debe entenderse como una venganza colectiva de los oprimidos por las injusticias recibidas a manos de los opresores.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Principales direcciones del Estructuralismo


El movimiento del estructuralismo lingüístico se sitúa a comienzos del siglo XX y supone el arranque de la lingüística moderna. Su iniciador fue Saussure con su Curso de lingüística general (1916), obra publicada póstumamente por dos de sus discípulos que se basaron en apuntes de clase de los tres últimos años de Saussure en la Universidad de Ginebra.
El estructuralismo surge como una reacción frente a las investigaciones lingüísticas comparativistas de la gramática comparada, frente a las investigaciones diacrónicas de la gramática histórica y frente a las investigaciones positivistas de los neogramáticos.
El Estructuralismo propuso considerar los hechos del lenguaje como un sistema en el cual los diversos elementos ofrecen entre sí una relación de solidaridad y dependencia tal que forman una estructura. Saussure aportó la idea de que la lengua es «forma» y de que las unidades de la lengua solo pueden definirse mediante sus relaciones. El estructuralismo fundado por Saussure, que habla de «la estructura de un sistema», continuó desarrollándose en Europa y dando lugar a la aparición de diversas escuelas estructuralistas y diferentes grupos de investigadores a partir de los años 20, como La Escuela de Ginebra, El Círculo Lingüístico de Praga, y la Escuela de Copenhague.
Estos teóricos se mostraban preocupados por un tipo especial de intereses epistemológicos o metodológicos. A pesar de las diferencias que existen entre los diferentes grupos mencionados, tienen en común el fin de la investigación: analizar el sistema de la lengua, clasificar sus unidades y estudiar las relaciones que las unen. Salvo algunas excepciones, en general la metodología empleada es de tipo inductivo, con el que se pretende obtener una generalización.
Entre los investigadores que siguieron las enseñanzas de Saussure se encuentra, por ejemplo, el lingüista suizo Charles Bally (1865-1947), que además de sus trabajos sobre la subjetividad de la lengua francesa, estudió las diferencias y clases de lenguas. También fue el fundador de la Estilística moderna, campo en el cual entrevé la posibilidad de que exista una estilística general, una colectiva y otra individual (aunque él se centra en la colectiva). También en ese grupo de investigadores encontramos a otros lingüistas suizos, Sechehaye (1870-1946) y Henri Frei (1899-1980). Este último es conocido sobre todo por La gramática de los errores, donde analiza textos en francés “popular”.
Las notas más sobresalientes de ese grupo de estudiosos son: la insistencia en el carácter social del lenguaje y la preocupación por investigar los aspectos emotivos o afectivos del lenguaje.
Entre los discípulos de Saussure destaca el comparatista francés Antoine Meillet (1866-1936), cuya obra exhibe el efecto de las ideas del ginebrino sobre el método histórico-comparativo tradicional.
Otros lingüistas que se han ocupado de las teorías de Saussure y las han desarrollado han sido el alemán experto en lingüística céltica Leo Weisgerber, el germanista suizo Hans Glinz, el egiptólogo inglés Alan Gardiner o el lingüista francés Gustave Guillaume, que elaboró la teoría del psicosistema, considerada equivalente a la Psicolingüística.


viernes, 6 de noviembre de 2015

Contenido y estructura de “Los santos inocentes” de Miguel Delibes




            La novela se abre con Azarías, un campesino retrasado mental, que lleva a cabo tareas rurales sencillas en el cortijo de la Jara. Cuando el dueño lo expulsa, se va a vivir con su hermana, la Régula, casada con Paco el Bajo y madre de dos hijos (el Quirce y Rogelio) y dos hijas (Nieves y la Niña Chica, que sufre una parálisis cerebral que le hace emitir alaridos sobrecogedores y a la que Azarías calma diciéndole las mismas palabras que al búho o a la grajeta amaestrados: “Milana bonita”). Por otra parte, Paco el Bajo, insustituible ayudante del señorito Iván en sus cacerías, se quiebra al caer de un árbol. La nula consideración de aquel hace que Paco se lesione por segunda vez, ya que no le ha permitido guardar el reposo prescrito por el médico. Le sustituye el Quirce y posteriormente Azarías. En una ocasión en la que no consigue cazar nada, se le cruza una bandada de grajos entre los que va la milana. Cuando Azarías la llama y esta baja a posarse en su hombro, cae abatida de un disparo. Cuando vuelve a salir por la tarde se lleva a cabo la terrible venganza: Azarías mata al señorito Iván ahorcándolo con una cuerda.
            Miguel Delibes publicó el cuento La milana que con algunas variantes se corresponde con el Libro I de la novela de Los santos inocentes. La obra tiene dos fases de creación: los tres primeros libros están escritos en torno a 1963 (profundización en el paisaje del inocente) y los tres últimos cerca de su publicación en 1981 (el mundo de los señoritos se contrapone al de los humildes; los dos últimos capítulos preparan el desenlace trágico).
            La obra presenta unidad estructural. Estamos ante una novela que desde el punto de vista argumental se corresponde con una novela tradicional, de composición episódico-dramática, con planteamiento, nudo y desenlace. El desenlace (crimen) puede tener dos interpretaciones: lo que justifica y motiva el relato o un episodio más. A pesar de esa unidad estructural, es significativo el hecho de que alguno de los libros de la novela pueda separarse del conjunto y pueda ser publicado con identidad propia. De ahí el término “Libro” con el que denomina a cada una de las partes.
            Desde el punto de vista de la estructura externa, los dos primeros libros nos presentan a los personajes humillados, los que socialmente viven en la miseria, sufren las injusticias sociales, viven determinados (determinismo) biológica (subnormalidad) o históricamente (la pobreza es igual a sumisión) y los que existencialmente buscan afecto y la redención fracasada para sus hijos. El tercer libro sirve de engarce, pues Azarías se integra en la familia de Paco. El libro cuarto nos presenta el personaje antagónico, el señorito Iván, cuya concepción de la vida es muy diferente a la anteriormente descrita. Frente a la sumisión, la arrogancia y el paternalismo mal entendido, pues es un paternalismo aparente (como podemos ver, por ejemplo, en la marquesa preocupada por la educación de sus sirvientes) y la pasión por la caza, que también contrasta con el amor a la naturaleza de los personajes humildes. Los dos últimos libros reiteran temas, episodios y caracterizaciones. Los accidentes de Paco ponen a Azarías al servicio del señorito Iván y la muerte de la milana desemboca en el desenlace trágico. El señorito Iván muere a manos del inocente Azarías: ¿venganza o inocencia?
            Desde el punto de vista interno, Delibes es un autor preocupado por el perfil humano de sus personajes, especialmente Azarías, y por la naturaleza. Enfrenta en el marco de un cortijo, que reproduce una estructura semifeudal y arcaica, dos pasiones: la pasión de los señoritos por la caza, que lleva consigo el desprecio hacia los hombres y hacia la naturaleza, y la pasión real por la naturaleza de unos personajes que se integran en el medio en el que viven y son nobles en sus actitudes, como demuestra el amor de Azarías a la milana.

            Por lo que se refiere a la construcción de la narración, el narrador renuncia a la objetividad, pues su mirada compasiva se fija en los humildes. Se pone del lado de los desheredados para resaltar la idílica relación que hay entre ellos y el paisaje, especialmente con los animales, lo que justifica que la novela tenga la forma de un largo poema en versículos. De ahí la supresión de signos de puntuación que romperían el ritmo. Asimismo, se reiteran acciones habituales o cotidianas o maneras de vivir de los personajes. Al conjunto de acciones habituales se le incorporan anécdotas que ayudan a profundizar en personajes o paisajes y soportan, a su vez, los episodios básicos de la historia. Delibes trata de forma subjetiva el tiempo (más lento en los cuatro primeros libros) y utiliza diferentes formas de expresión que ponen de manifiesto su dominio del lenguaje. La historia se traza mediante fragmentos narrativos ágiles, mediante breves descripciones, en los que destaca el uso del epíteto y hay un predominio del diálogo. Mezcla el lenguaje rural, con el que demuestra ser un gran conocedor del paisaje (de la flora, de la fauna, etc.) y del mundo cinegético, y el literario. El acento lírico del relato se refuerza con el estribillo “milana bonita” con el que se cierra la novela.

martes, 3 de noviembre de 2015

Imágenes y símbolos en la poesía de Miguel Hernández



(Ejemplo de redacción para la PAU)

            Toda la poesía de Miguel Hernández está cargada de imágenes y símbolos que evolucionan dependiendo de las influencias literarias que recibe  en cada momento y de los momentos personales que vive el poeta. Podemos presenciar en sus primeras composiciones una gran abundancia de metáforas y de elementos paisajísticos relacionados con el ambiente levantino y oriolano, como el naranjo y el limonero (relacionados con la amada) y el olmo (relacionado con la soledad del poeta).
            Veremos una evolución hacia imágenes más próximas al surrealismo. Algunas de sus primeras composiciones están relacionadas también con elementos mitológicos (“lagarto”, “mosca”, “grillo”, por ejemplo) y con la sensualidad característica de un aprendiz de poeta (Soneto lunario).
            En Perito en lunas, formado por cuarenta y dos octavas reales de estilo gongorino, vemos abundantes metáforas y el deseo sexual. Igualmente muchos poemas pueden ser interpretados por su nombre como Toro, Palmera o Negros ahorcados por violación.
            En El rayo que no cesa el amor y el propio Miguel Hernández serán los elementos sobre los que va a girar el libro. Encontramos el primer símbolo del “rayo”, símbolo del amor que no cesa (“No cesará este rayo que me habita”). El poeta define el amor como un “carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida”. Aunque en poemas como Me tiraste un limón, y tan amargo haya símbolos del deseo sexual como el limón (el pecho femenino) y la sangre alterada del hombre, el tema del libro es de queja, de pena. Es aquí donde encontramos la celebérrima pena hernandiana, presente en sonetos como Una querencia tengo por tu acento. Otro de los temas del libro es la muerte, relacionada con un elemento muy simbólico: el toro, que lo impregna todo (“Como el toro he nacido para el luto”). La muerte estará relacionada con otro tipo de amor, que es la amistad, en la Elegía dedicada a Ramón Sijé.
            Tras el influjo de Pablo Neruda, Miguel Hernández comienza a escribir poesía impura, más comprometida y social.
            Es en Viento del pueblo y El hombre acecha donde en el poeta se despierta el poder transformador de la palabra, y la función social y política de la poesía. Así en el libro de Viento del pueblo, el amor a la tierra y los vientos de libertad vienen representados por los campesinos y obreros símbolos de fuerza. Es importante la representación como “leones” en el poema Vientos del pueblo.
            Aparecen también los “bueyes” como elementos resignados y humillados, y el “yugo” de El niño yuntero como símbolo de esa humillación. En este libro tratará el tema de la muerte en la Elegía primera dedicada a García Lorca y en Sentado sobre los muertos, donde expresa su rabia ante tanta muerte causada por la guerra.
            En El hombre acecha vemos un tono pesimista, funesto, de la vida y de la muerte. Es más trágica su visión que en Viento del pueblo. Los temas centrales de odio y muerte vienen acompañados de imágenes y símbolos de destrucción como el “tigre” en Canción primera, el “hambre” en el poema titulado del mismo modo, las “cárceles” en Las cárceles, las “cartas abandonadas” en Cartas, o trenes llenos de heridos y muertos en El tren de los heridos, que simboliza el paso arrasador de la muerte en la guerra. Aunque haya un solo dedo, este servirá para denunciar la tragedia. En la Canción del esposo soldado expresa su deseo de volver a ver a su amada y reencontrarse con ella.
            Cancionero y romancero de ausencias está relacionado con un período de desgracias para el poeta. Entre ellas encontramos la muerte de su primer hijo, protagonista de A mi hijo, No quiso ser o Ropas con su olor. La esposa también será protagonista y será representada por el “vientre” en poemas como Hijo de la luz y de la sombra y Menos tu vientre. Cuando nazca su segundo hijo, para alimentarlo solo habrá cebolla, cuyo jugo viene metaforizado por la leche de la madre en las estremecedoras Nanas de la cebolla.

            La esposa también va a estar unida a otro elemento, la boca, en la cual se sustentan las tres heridas del poeta: vida, amor y muerte, de su poema Llegó con tres heridas.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Notas para comentar “Desde aquí” de Eloy Sánchez Rosillo




   Esta extraña pendiente por la que voy bajando 
          discurre entre la niebla. Ya no recuerdo bien
          si hubo sol matinal en el ascenso, 
          ni si era aquella cima en la que luego estuve 
5        el centro mismo de la luz. Ahora 
          doy pasos con cuidado; todo es aquí confuso. 
          Me he perdido en el tiempo. Avanzo y retrocedo, 
          y no consigo asir las formas puras 
          del existir en las que me apoyaba 
10      cuando era firme el mundo y las cosas tenían 
          principio y fin, definición, contornos. 
          No hay ayer, ni presente, ni mañana. 
          ¿En qué lugar del tiempo va extendiéndose 
          la bruma que me envuelve? El antes es después, 
15      lo que pasó no ha sido, lo que aún 
          ha de venir acaso está ocurriendo. 
          ¿Quién soy? ¿Quién desde dentro de mí me desconoce? 
          ¿Fui niño un día, o fabulé una historia 
          que en los malos momentos a vivir me ayudara? 
20      Entreveo a lo lejos un verano 
          que no tuvo comienzo, y no termina 
          (siempre es verano cuando rememoro
          desde la oscuridad la luz primera): 
          una casa en el campo; estoy jugando 
25      junto a la acacia que da sombra a la puerta; 
          mi madre cose o lee cerca de mí y me mira 
          con los ojos más dulces y más limpios 
          yo haya visto nunca. Y de pronto no existen 
          aquella casa blanca, los almendros, la viña, 
30      las galeras cargadas con costales de trigo 
          bajo el fulgor de agosto, y no está ya mi madre 
          mirándome. Un muchacho escribe en un cuaderno 
          sus primeros poemas; es de noche; la luna 
          entra por la ventana de su cuarto; 
35      miradle trabajar: qué emoción en su pecho, 
          cómo en sus manos arde la vida que quisiera 
          decir en el papel. Mas va llegando 
          poco a poco la aurora a la ciudad, 
          y el cuarto que hemos visto está vacío; 
40      parece que jamás se hubiera hallado 
          en esta habitación aquel adolescente 
          que en la noche escribía. Una muchacha pasa 
          junto a mí, y se detiene; de ilusión están llenos 
          sus ojos tan azules, su sonrisa. Empezamos 
45      a andar por un camino. ¿A qué sitio nos lleva? 
          De súbito, transcurren muchos años. 
          ¿Dónde surge el amor? ¿Cuándo se extingue? 
          Un niño está sentado sobre esa alfombra; juega 
          con sus juguetes; grita y hace palmas 
50      al contemplar la innumerable tropa 
          de fieros monigotes que ha dispuesto 
          ante sí en rigurosa formación de combate. 
          Y yo asisto al milagro de su infancia; reímos 
          con la risa más neta, y, abrazados, 
55      hijo y padre rodamos por el suelo 
          mientras sucede lenta, lentamente, 
          una mañana de la primavera. 
          Pero en un solo instante se ha cerrado la noche; 
          crecen las sombras, y es invierno, y llueve, 
60      y no hay nadie en mi casa. ¿Qué ha pasado? 
          ¿Qué fue del niño aquel que con su risa 
          me unía a una verdad tan verdadera? 
          ¿Y qué ha sido de mí, de los seguros 
          convencimientos que me sostenían? 
65      Un extraño me habita. En los espejos veo 
          la mirada perpleja, interrogante, 
          de un rostro ajeno, de alguien que en nada se parece 
          al que fui alguna vez. No sé si estoy soñando, 
          no sé si estoy despierto, si imagino o recuerdo. 
70      Quizás siempre soñamos. Vivo en la incertidumbre. 
          Me he perdido en el tiempo. Doy pasos en la niebla 
          y a tientas voy bajando la pendiente insegura. 
          Todo acontece ahora deprisa, muy deprisa; 
          imágenes, sucesos entelequias, 
75      se apagan, se iluminan, van y vienen.
          ¿Qué es antes? ¿Qué es después? ¿Quién entrelaza,
          ordena y desordena las horas de mi vida?
          La realidad y el sueño y la memoria,
          ¿dónde empiezan y acaban?  (25 de julio de 1995)

            Se trata de un poema narrativo, que funciona como prólogo del poemario La vida (1996) de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948). En este texto se definen muchas claves de ese libro: los tópicos del tempus fugit y del ubi sunt?, el carácter autobiográfico a través de la presencia del “yo” poético y el simbolismo basado en la antítesis luz-sombra y en las estaciones del año, que representan el ciclo vital.
            Elpoema está escrito en presente histórico, en el que el “yo” poético recorre y recuerda su vida en una rápida sucesión de instantes. La vida es vista desde una cima (“El centro mismo de la luz”, que es juventud). Desde esa cima va descendiendo al recuerdo (“Esta extraña pendiente por la que voy bajando discurre entre la niebla”). La antítesis luz, amanecer (infancia y juventud) frente a niebla, sombra (madurez) es un símbolo en todo el poemario. La niebla anuncia que ve “a lo lejos” en su memoria la infancia rural, su adolescencia, su llegada a la ciudad, su encuentro con el amor y la experiencia de la paternidad. Entonces toma conciencia del paso del tiempo (tempus fugit):
-         La niñez se asocia al verano en una casa de campo, donde un niño juega bajo la sombra de una acacia y bajo la atenta mirada de su madre.
-         La adolescencia hace desaparecer la imagen vigilante de la madre y presenta a un joven escritor que le dedica sus primeros versos a la luna.
-         La llegada a la ciudad y la llegada del amor son recordadas con mayor rapidez que los momentos anteriores. Después da un salto en el tiempo (“De súbito transcurren muchos años”) para llegar a la imagen de la paternidad, en la que de nuevo aparece un niño jugando y el papel de la madre vigilante lo ejerce ahora el “yo”.
            Con el fin del recuerdo se acaba la luz (“Pero en un solo instante se ha cerrado la noche/crecen las sombras”). Es entonces cuando aparece el tópico del ubi sunt?, que también aparece en “Una fotografía” y “Envejecer”: “¿Qué fue de aquel niño que con su risa/ me unía a una realidad tan verdadera?”
            El otro símbolo presente es el del ciclo vital basado en las estaciones del año, los momentos del día y las luces o sombras:
           
Luz, amanecer
-         Infancia (primavera, verano
-         Juventud (verano)
Sombra, noche
-         Madurez (otoño)
-         Vejez (invierno)

            El poema se cierra con el anuncio de lo que serán los poemas restantes:

Me he perdido en el tiempo. Doy pasos en la niebla,
Y a tientas voy bajando la pendiente insegura.
Todo acontece ahora deprisa, muy deprisa.
            donde “ahora” es “recordar”.
           
            En cuanto a los rasgos de estilo, podemos enumerar los siguientes:

1)      Autobiografismo: presencia del “yo” poético
2)      Tiempos verbales: verbos en presente histórico para acercar el pasado (como “entreveo”, “juega”, “grita”) y perífrasis verbales de aspecto durativo (“estoy jugando”).
3)      Poesía antirretórica, que puede verse en:
-         Sintaxis sencilla con predominio de oraciones simples (“me he perdido en el tiempo”) y coordinadas (“se apagan, se iluminan, van y vienen”).
-         Uso de conectores adversativos para marcar la fugacidad (Pero en un solo instante se ha cerrado la noche”).
-         Locuciones adverbiales para marcar la fugacidad: “De súbito transcurren muchos años”.
-         Paréntesis explicativos que ralentizan el ritmo del poema y le dan un tono cotidiano: “siempre es verano cuando rememoro/ desde la oscuridad la luz primera”.
-         Figuras del plano morfosintáctico, como la repetición sintáctica (“¿Qué es antes? ¿qué es después?”), enumeraciones (“imágenes, sucesos, entelequias”), polisíndeton (“la realidad y el sueño y la memoria”), interrogaciones retóricas (“¿Qué fue del niño aquel?”), hipérbaton (“de ilusión están llenos sus ojos tan azules”) y derivación (“lenta”-“lentamente”).
4)      Versos alejandrinos blancos, sin rima, en los que la musicalidad se consigue mediante las figuras del plano morfosintáctico anteriores y los abundantes encabalgamientos (“Ahora/doy pasos”, “junto/a la acacia”, por ejemplo).

5)      Lenguaje poético claro y sencillo de tono cotidiano. Escasez de figuras semánticas: hay personificación en, por ejemplo, “La luna/entra por la ventana de su cuarto”.