domingo, 10 de febrero de 2013

Comentario Elegía a Ramón Sijé





ELEGIA A RAMÓN SIJÉ 
. 
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha 
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien 
tanto quería.) 
. 
Yo quiero ser llorando el hortelano 
de la tierra que ocupas y estercolas, 
compañero del alma, tan temprano. 
. 
Alimentando lluvias, caracoles 
Y órganos mi dolor sin instrumento, 
a las desalentadas amapolas 
. 
daré tu corazón por alimento. 
Tanto dolor se agrupa en mi costado, 
que por doler me duele hasta el aliento. 
. 
Un manotazo duro, un golpe helado, 
un hachazo invisible y homicida, 
un empujón brutal te ha derribado. 
. 
No hay extensión más grande que mi herida, 
lloro mi desventura y sus conjuntos 
y siento más tu muerte que mi vida. 
. 
Ando sobre rastrojos de difuntos, 
y sin calor de nadie y sin consuelo 
voy de mi corazón a mis asuntos. 
. 
Temprano levantó la muerte el vuelo, 
temprano madrugó la madrugada, 
temprano estás rodando por el suelo. 
. 
No perdono a la muerte enamorada, 
no perdono a la vida desatenta, 
no perdono a la tierra ni a la nada. 
. 
En mis manos levanto una tormenta 
de piedras, rayos y hachas estridentes 
sedienta de catástrofe y hambrienta. 
. 
Quiero escarbar la tierra con los dientes, 
quiero apartar la tierra parte 
a parte a dentelladas secas y calientes. 
. 
Quiero minar la tierra hasta encontrarte 
y besarte la noble calavera 
y desamordazarte y regresarte 
. 
Volverás a mi huerto y a mi higuera: 
por los altos andamios de mis flores 
pajareará tu alma colmenera 
. 
de angelicales ceras y labores. 
Volverás al arrullo de las rejas 
de los enamorados labradores. 
. 
Alegrarás la sombra de mis cejas, 
y tu sangre se irá a cada lado 
disputando tu novia y las abejas. 
. 
Tu corazón, ya terciopelo ajado, 
llama a un campo de almendras espumosas 
mi avariciosa voz de enamorado. 
. 
A las aladas almas de las rosas... 
de almendro de nata te requiero,: 
que tenemos que hablar de muchas cosas, 
compañero del alma, compañero. 
. 
(1 0 de enero de 1936)


El poema Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández puede encuadrarse en su etapa de plenitud y pertenece a su libro El rayo que no cesa, comenzado en 1934 y que se publicará en 1936. Según Cano Ballesta, en este libro se consolidó el gran tríptico temático del poeta: la vida, el amor y la muerte. El libro se compone sobre todo de sonetos y, junto a ellos, una de las más impresionantes elegías de la literatura española, así como uno de los más altos poemas de amistad que se ha escrito entre nosotros.
            El texto consta de 49 versos divididos en 16 estrofas. Las 15 primeras son tercetos encadenados, en endecasílabos, con rima consonante, de acuerdo con la fórmula ABA BCB CDC… la última estrofa es un serventesio con 4 versos endecasílabos consonantes (RSRS). La elección del endecasílabo es lógica: es capaz de contener una frase completa y, tanto musical como sintácticamente, está considerado el verso más perfecto.
            El texto tiene como núcleo temático la alabanza del amigo muerto y el dolor por esa muerte. A lo largo del poema aparecen subtemas como el entorno natural, el dolor y la rebeldía del poeta, la fraternidad o el posible retorno del amigo.
            En un primer momento, el poeta desea resucitar el cuerpo muerto del amigo, fundiéndolo con la naturaleza. El dolor y el desconcierto por la inesperada muerte de Ramón Sijé le lleva a continuación a adoptar una actitud de rebeldía, para finalizar con la ilusión por el retorno del ser amado.

            El texto está estructurado en siete apartados:

-          Versos 1-9: expresión hiperbólica del dolor del poeta, unida al deseo de fusión del cuerpo muerto con la naturaleza (revitalización)
-          Versos 10-12: Primera imprecación a la muerte. Enumeraciones degradatorias.
-          Versos 13-18: Segunda expresión hiperbólica del dolor del poeta (enlace paralelístico con el apartado primero). Se añaden al dolor las notas de soledad y desconcierto existencial.
-          Versos 19-21: Segunda imprecación a la muerte (enlace paralelístico con el apartado segundo). La anáfora marca la idea central de esta segunda imprecación: la llegada “temprana” de la muerte.
-          Versos 22-24: Se inicia la progresión temática. El inicial sentimiento de dolor del poeta da paso a una actitud inmisericorde, amplificada de nuevo con la anáfora.
-          Versos 25-33: Prosigue la progresión temática iniciada en el apartado anterior. Es el punto climático del texto: sentimientos de máxima y más rabiosa intensidad. La anterior actitud inmisericorde se transforma ahora en furiosa rebeldía.
-          Versos 34-49: Cese brusco de la progresión. La intensidad emotiva se aquieta, se remansa, ante la ilusionante idea del posible retorno del amigo. Datos ambientales y naturales.

            El verso 1 inicia el primer apartado estructural que se extiende hasta el verso nueve, abarcando en consecuencia los tres primeros tercetos. La composición se inicia con el pronombre personal “Yo” que anticipa el contenido fundamentalmente subjetivo, intimista, del texto, así como el carácter de protagonismo que adquiere Miguel Hernández. A lo largo del poema, en efecto, dos serán los protagonistas: Ramón Sijé y el propio Miguel Hernández. Ambos protagonistas se alternarán, pero en varias ocasiones el dolor y la rebeldía del poeta relegarán a un segundo plano el protagonismo del amigo.
            El primer verso presenta una acumulación de formas verbales (quiero ser llorando) que se mantendrá a lo largo del poema, lo que desemboca en el estilo verbal que da preferencia a la esencialidad sobre la acción narrativa. Esto dota al texto de un tono ornamental que permitiría calificarlo como post-culterano. El verbo quiero es en cierto sentido una forma coloquial y supone un alto componente de sencillez poética. Hay que recordar a propósito de esto la aproximación del poeta al grupo del 27, en concreto en lo que se refiere a la utilización de dos vías expresivas, la popular y la culta. Esta forma verbal correspondería a la primera vía de expresión, frente a otros tiempos verbales de nivel culto (desamordazarte y regresarte, en el verso 33, y pajareará, en el 36). El componente semántico de quiero nos lleva a la voluntad del poeta, a su deseo de lamentar la muerte del amigo, de rebelarse contra ella y de confiar en el posible retorno de Ramón Sijé. Esta voluntad adquiere rasgos de paroxismo, de locura, en el cuerpo central del texto, entre los versos 25 y 33. Ser, suprema expresión de la esencialidad, marca que el único sentido de la vida actual del poeta es el lamento por la desaparición de su amigo. Todo lo demás es accesorio, como expresará en los versos 13, 14 y 15. En tercer lugar encontramos el gerundio llorando que marca una acción durativa, por lo que el tema elegíaco y tópico de las lágrimas se sostendrá a lo largo del poema. El gerundio se verá completado en el verso 4 por alimentando. Si el primero connota dolor, el segundo expresa vida. Los dos gerundios marcan la lucha interna, el último combate entre la muerte y la vida. El primer verso se cierra con hortelano, con el que se inicia uno de los campos léxico-semánticos del texto: el de la tierra y la naturaleza. Será un mundo cercano, sencillo y con pinceladas costumbristas (hortelano, tierra, caracolas, amapolas).
            Ese tratamiento sencillo del entorno natural se romperá cuando, en los versos 25 a 33, encontremos una naturaleza épica (tormenta, piedras, rayos). Este es un motivo repetitivo en la producción lírica de Miguel Hernández, desde los inicios culteranos de Perito en Lunas hasta la poesía humana del Cancionero y Romancero de Ausencias. El carácter paradigmático de ese campo léxico-semántico parece tener una razón biográfica. El poeta fue arrancado de la escuela por su padre que lo convirtió en pastor, así que la naturaleza estuvo presente en su vida desde su infancia.
            El verso 2 se inicia con el sintagma la tierra. Por un lado, es un cliché temático inseparable de la elegía y, por otro, es el segundo componente del campo semántico mencionado. La proposición de relativo que conforma la segunda parte del verso está integrada por dos verbos antitéticos: ocupas y estercolas. El primero sugiere quietud y muerte. El segundo es producción de nueva vida desde la materia muerta. Ocupas no posee aquí connotaciones religiosas. Es importante la ausencia de lo divino en el texto, ya que el componente del consuelo religioso se soslaya en este poema. Estercolas es uno de los componentes del campo semántico natural. Las connotaciones escatológicas que podría presentar esta forma quedan ennoblecidas al pensar en la significación última de este verbo que es iniciar el tema del posible retorno a la vida del amigo.
            En este punto hay que destacar que los tiempos verbales serán el presente, el futuro y el gerundio y por este orden. Los gerundios sostienen a lo largo del poema ideas o sentimientos. Los futuros desplegados a partir del verso 34 tienen un valor de deseo imperativo (volverás, alegrarás). La función de los presentes corresponde con el sentido de actualización.
            El verso 3 presenta dos componentes temáticos. El primero es un término laudatorio hacia el difunto. Sería un tema tópico, aunque ese carácter queda rebajado por la profundidad emotiva del sintagma del alma. El segundo componente temático es la idea de muerte temprana sobre la que se explayará el poeta en los versos 19, 20 y 21. El término laudatorio compañero ha sido seleccionado por el poeta de entre varias posibilidades léxicas (amigo, camarada, compañero,…). Esta elección condensa dos significados: amistad y colaboración, ambivalencia que ya expresa Miguel Hernández en el prólogo en prosa que figura en el texto (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto, como del rayo, Ramón Sijé, con quien tanto quería). Esta ambivalencia es tan significativa que cierra el poema (verso 49), dotándolo de una estructura simétrica. La riqueza semántica del compañero queda intensificada con del alma. Puede tratarse de la revitalización de una frase hecha, la poetización de un cliché lingüístico popular o el embellecimiento de un elemento prosaico. Sería en este sentido una metaforización del “lo siento con toda mi alma” típico del registro popular. Puede tratarse también de un rasgo romántico, asociado a los valores pasionales de la lírica amorosa. No hay que olvidar que el amor es uno de los temas que subyacen a lo largo del poema (verso 45: mi avariciosa voz de enamorado). La segunda idea temática, tan temprano, obedece a la realidad de la muerte en efecto temprana de Sijé. Mediante la hipérbole de la partícula tan se amplifica ese carácter juvenil de la muerte del amigo.
            El segundo terceto se inicia con el gerundio alimentando, que continúa y completa la idea de producción de vida, de prolongación existencial que marcaba estercolas, aunque se produce una variante. Esa producción de vida ya no corresponde al cadáver de Ramón Sijé, sino al dolor de Miguel Hernández. Los dos personajes se fusionan y entre ellos la línea que separa la vida y la muerte se hace tenue, casi inexistente. El verso 4 retoma el campo semántico del mundo natural a través de varios componentes (lluvias, caracolas, órganos, amapolas), que coinciden en el plural, lo que denota una naturaleza engrandecida, desbordante. Lluvias indica vida, ya que  tradicionalmente esta se asocia al agua y las caracolas añaden la belleza a esa asociación. Esas ideas derivan hacia una expresión corporal que las resume y sintetiza (órganos). Los órganos que simbolizan vida contrastan con el cadáver que en el verso 2 solo ocupaba la tierra.
            La hipérbole para mostrar el dolor y la imprecación a la muerte ocupan los siguientes tercetos, en ellos todo lo que no es Sijé es accesorio (siento más tu muerte que mi vida).
            El campo léxico-semántico del entorno natural continúa en el verso 16 a través de la presencia de un vocablo rural o campesino, rastrojos, que se refiere a los residuos que quedan en el campo cuando se quema el trigo. Presenta por tanto connotaciones de destrucción y muerte. Esos despojos quemados son un paralelismo con el cadáver de Ramón Sijé. La connotación mortuoria prosigue hasta el final (difuntos), donde se generaliza y amplifica la idea de muerte. Ya no es una muerte personal o concreta, sino generalizada.
La soledad y el desamparo del poeta en el verso 17 enlazan con la temática de los versos 14 y 15. Hay un desvalimiento físico (sin calor) y psíquico o espiritual (sin consuelo). La sensación de vacío viene marcada por la repetición anafórica de sin. En el verso 18 concluye ese desvalimiento poetizado. Hay una marcha metafórica hacia el corazón y los asuntos. El primero es de tipo espiritual e indica un refugiarse en su dolorido sentir. El segundo elemento connota preocupaciones materiales. El protagonismo del poeta se refleja en el empleo de posesivos.
El séptimo terceto se inicia en el verso 19. Vuelven las imprecaciones a la muerte, aunque más metafórica, sin las connotaciones violentas del cuarto terceto. La característica principal es la anáfora en los versos 19, 20 y 21. La aliteración es la segunda característica estilística a tener en cuenta (temprano, muerte, madrugó, madrugada, rodando). Implícitamente se recoge una superstición del mundo rural: la muerte se identifica con el mal agüero de un ave que alza el vuelo ante el paso del caminante. En el verso 20 se redobla la anáfora por la nueva repetición de temprano y por la reiteración madrugó, madrugada. Prosigue el tratamiento metafórico de la muerte a través de la personificación de la madrugada para significar en última instancia que el amigo ha muerto muy joven.
En el verso 21 el poeta abandona los simbolismos metafóricos y se centra en el cuerpo muerto del amigo, aunque da paso al movimiento (estás rodando). La presencia del gerundio indica una acción mantenida, de forma que el cuerpo del amigo va en continuo movimiento hacia la nada.
En el octavo terceto se inicia el proceso de rebeldía y el paroxismo del poeta, que potencia la emotividad con la anáfora (No perdono a la). Miguel Hernández retoma el protagonismo, se constituye en un juez que valora la justicia o no de la muerte del amigo y que emite un veredicto condenatorio, marcando la ausencia de perdón. Es una ausencia que abarca todo, empezando por la muerte enamorada. Recordemos que esta idea estaba presente en los romances del siglo XV y llega hasta el XX: la muerte queda personificada en una mujer que se enamora del personaje y se lo lleva consigo. Y a pesar de las connotaciones poéticas del enamoramiento, sigue latiendo la idea de la destrucción. La ausencia de perdón en el verso 23 se generaliza y abarca la vida en general, una vida que no ha sido delicada para Ramón Sijé, que no ha tenido la atención de mantenerlo (desatenta). Ese “no perdón” continúa en el verso 24, afectando a todo lo material (tierra) y a todo lo abstracto (nada).
Los siguientes tres tercetos, que abarcan desde el verso 25 hasta el 33, suponen la continuación de esa rebeldía, que ahora adquiere rasgos de locura y de violencia. Esta se inicia con en mis manos, unas manos que portan elementos agresivos (tormenta, rayos, hachas). La naturaleza se transforma en terrorífica. El sustantivo rayos tiene relación con el título del libro al que pertenece el texto, El rayo que no cesa. Hay dilogía en el vocablo rayo en Miguel Hernández. Unas veces significa impacto amoroso, latigazo erótico; en otras ocasiones es un elemento portador de destrucción vital. Con una significación semejante encontramos el sustantivo hachas, que se identifica en Hernández con la violencia concreta del deseo de hacer justicia a su amigo. Estos dos sustantivos, completados en su connotación violenta por piedras, están en plural para magnificar el poder de destrucción que el poeta desea. La adjetivación (estridentes, hambrientas) se amolda al paroxismo que el autor poetiza. En el verso 27 aparece la personificación de la tormenta, que está sedienta de catástrofes y hambrienta (podemos suponer que de justicia).
A partir del verso 28 y hasta el 33 se sitúa el clímax del paroxismo. Vuelve la voluntad del poeta. Este sufre una metamorfosis. Se transforma en un animal alocado que escarba la tierra con los dientes, aunque en el verso 29 se muestra más racional y lógico, en un movimiento con cierta coherencia (parte a parte), para volver con dentelladas secas y calientes, por el contacto con la tierra y por la desatada emotividad del poeta.
La idea de profundización llega a su máxima significación gracias al empleo del infinitivo minar y el final del verso 31 marca el porqué de ese deseo de profundizar en la tierra (hasta encontrarte) al mismo tiempo que marca el fin de esa hondura alocada. La búsqueda del amigo acaba, ha sido encontrado, de ahí que el tono de los versos 32 y 33 no sea tétrico, sino afectivo (besarte y la paradójica noble calavera). En estos versos se acumulan verbos pronominales (besarte, desamordazarte, regresarte) que dan paso al protagonismo de Sijé.
La progresión emotiva, la rebeldía, las connotaciones de violencia cesan a partir del verso 34. El texto caminará ahora por derroteros más esperanzados. El eje temático de las cinco últimas estrofas es el deseo por parte del poeta del posible retorno a la vida del amigo (volverás, alegrarás). La naturaleza es ahora más entrañable, más cotidiana y realista (huerto, higuera, flores, almendras). El verso 34 es autobiográfico, ya que ese mi huerto y mi higuera existieron realmente. Escondido tras el tronco de esa higuera, Miguel Hernández pasaba ratos leyendo, para evitar las reprimendas de su padre. Este dato supone un diálogo sobre cosas compartidas entre los dos protagonistas, un señuelo para forzar el retorno de Sijé. Se inicia con el verso 34 un movimiento ascensional con connotaciones de vida (andamios, higuera, abejas), que se amplifica en el 35 con altos. Aparecen los oficios sencillos, el de albañil, ennoblecidos y ornamentados con de las flores.
 El verso 36 se inicia con un neologismo (pajareará), un término inventado por el autor, que tiene claras connotaciones de movimiento y libertad. El alma del amigo se mueve en las alturas frente al estatismo de su cadáver en estrofas anteriores. Y finaliza el verso con un sintagma laudatorio (alma colmenera). Esto supone la aparición de un tópico elegíaco, la alabanza al difunto. Hay una dilogía en ese calificativo. El primer significado, metafórico, es el de la colmena identificada con el trabajo y la riqueza vital. Pero tiene otro significado más real, ya que Sijé era efectivamente apicultor, lo que explica las alusiones a las abejas que encontramos en el poema.
El proceso de alabanza se intensifica en el verso 37, a través de angelicales, que no contiene connotaciones religiosas, sino de delicadeza y ascensión. Las ceras y labores son consecuencia de esa alma colmenera.
Aparece un nuevo elemento en los versos 38 y 39: la presencia de la novia de Ramón Sijé, a través del tópico de la reja como lugar de encuentro de los enamorados.
El verso 40 retoma el protagonismo de Miguel Hernández, ya que plasma su dolor a través de la sombra de mis cejas, para seguir con el combate amoroso entre los dos grandes amores de Sijé (su novia y la apicultura), que no se resuelve.
El verso 43 contiene la última imagen de connotaciones dolorosas del texto (terciopelo ajado). El dolor que puede presentar queda atenuado por la suavidad del terciopelo. Su valor cromático está relacionado con el rojo del corazón.
En esta estrofa hay una doble personificación. Por una parte, el corazón de Ramón Sijé y, por otra, la avariciosa voz del propio poeta. Ambas personificaciones tienen como objetivo fundirse con una naturaleza ennoblecida (almendras espumosas), con connotaciones culteranas. Se compara la flor blanca del almendro con la estopa. La antítesis blanco/rojo marca la dicotomía vida/muerte (terciopelo/espumosas). Hay en el verso 43 dos vocablos que parecen poner en duda la idea de seguridad marcada por los futuros de la vuelta del amigo: ya, que supone un final absoluto, y ajado, que se refiere a la ausencia de color y vida.
El verso 45 es la suprema muestra de uno de los temas del texto: la fraternidad, transformada en amor (mi avariciosa voz de enamorado).
La última estrofa se inicia en el verso 46. El núcleo temático es un requerimiento, una cita que Miguel Hernández le pide a Ramón Sijé. Es la lógica consecuencia del deseo del regreso. Aparece nuevamente la naturaleza poetizada (rosas, almendro, de nata), con el mantenimiento del blanco que simboliza la vida. El requerimiento abandona el mundo natural y desemboca en el deseo de comunicación (que tenemos que hablar de muchas cosas), en una sencillez prosaica, pero de gran eficacia semántica. Con la anáfora compañero del verso 49 reitera el tema de la amistad e insiste en su profundización con el sintagma del alma.

Este poema se considera una de las mejores muestras del género elegíaco en la literatura española. En este texto, Miguel Hernández despliega toda su sabiduría poética. Hay una perfecta combinación y dosificación de técnicas cultas, imágenes oníricas y rasgos de la lírica tradicional. La estructura formal, la utilización de figuras retóricas, no impide mostrar la autenticidad y sinceridad de este lamento, que constituye una de las cimas del tema de la fraternidad en nuestra literatura.

10 comentarios:

  1. Muchas gracias me ha ayudado mucho a orientarme sobre como hacer un comentario de texto.

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    1. Gracias por tu comentario y nos alegramos de que te haya servido. Un saludo

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  2. hola, necesitaria saber que tipo de lenguaje utiliza urbano o campecino , vinculado al mundo natural ao al de ciudad y cuales son las imagenes quer expresan la reveldia del yo lirico, gracias es para un trabajo

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    1. Hola. Muchas gracias por tu comentario. En primer lugar, en el poema hay referencias al mundo campesino (los dos poetas eran de Orihuela y se dedicaron a la apicultura, el pastoreo y la huerta). En el comentario se indica qué palabras hacen referencia a la naturaleza. Aún así, el lenguaje de Miguel Hernández recoge también vocablos cultos.
      Por otra parte, la rebeldía se muestra a través de la rabia por la muerte del amigo, especialmente en los verbos. Pero a partir del verso 34 esa rebeldía se suaviza. Si quieres destacar alguna de las imágenes sobre esa rebeldía, podrías utilizar la antítesis (entre la vida y la muerte), la hipérbole (para destacar la juventud de Sijé) y las metáforas.
      Espero que te sirvan estos elementos en tu trabajo.
      Un saludo.

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  3. Es todo una espiral aurea. Precioso poema!

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    1. Gracias por tu comentario. Realmente es así, un poema maravilloso.

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  4. Muchas gracias por tu comentario, tan completo. Me ha servido para comprender las últimas estrofas de esta maravillosa elegía, cuyo sentido último se me escapaba :)

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    1. Muchas gracias a ti. Nos alegra haberte servido de ayuda en esta, como bien dices, maravillosa obra. Un saludo.

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  5. Perfecto comentario para una poema perfecto

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