domingo, 5 de octubre de 2014

La renovación de la novela en el siglo XX: Proust, Kafka, Joyce y T. Mann



(modelo para la PAU)

El siglo XX es una época enormemente agitada. Por un lado, se suceden diversos  conflictos bélicos y se producen importantes avances científicos y tecnológicos, a pesar de lo cual aumentan las desigualdades sociales y la incomunicación. Por otro, surgen varias corrientes de pensamiento que influirán en la forma de entender el arte. Entre ellas destacan la teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud, que pone de relieve la importancia del inconsciente, y el Existencialismo de Jean Paul Sartre, del que se deriva la angustia vital y el sentimiento del absurdo cuando se intenta buscar un sentido a la existencia humana.
Todo ello influye en el desarrollo de la novela, el género literario más cultivado durante el siglo XX y uno de los más innovadores, dado que la novela se concibe como un género susceptible de sufrir una constante renovación.
Podemos señalar la existencia de dos grandes etapas. La primera de ellas sería la anterior a la Segunda Guerra Mundial, en la que la novela se adapta a los diversos movimientos vanguardistas y muestra una preocupación por los temas existenciales y religiosos. Es la etapa en la que con mayor intensidad se produce la renovación de las técnicas y las estructuras narrativas. Tras la Segunda Guerra Mundial se multiplican las tendencias y los subgéneros narrativos, aunque la renovación y la experimentación tienen menos relevancia.
Respecto de la renovación narrativa llevada a cabo en la novela anterior a la guerra (que es en la que nos centraremos) hemos de señalar, en primer lugar, la crisis de la narrativa realista del siglo anterior. Ahora se da cabida a historias más complejas y a técnicas más innovadoras, entre las que podemos destacar las siguientes:

·        El relato abandona el orden cronológico y aparece la narración desordenada de los hechos. Incluso, a veces, no hay un principio y un final, sino fragmentos desordenados de la vida de unos personajes que entrecruzan casualmente sus destinos como en la vida real.
·        Tampoco el tiempo transcurre de forma lineal, sino mediante saltos. Adquiere especial importancia la técnica del flash-back o salto atrás en el tiempo, también llamada analepsis. Si los saltos en el tiempo se dan hacia el futuro, hablamos de prolepsis.
·        También es importante el tiempo interior: el tiempo vivido en su interior por los personajes.
·        Se suele romper la estructura tradicional de la novela, según la cual esta debía tener un planteamiento, un nudo y un desenlace. Muchas novelas tendrán un final abierto, sin un desenlace explícito. En otras ocasiones, el final del relato supone una vuelta al comienzo del mismo, en una estructura circular.
·        En ocasiones, la narración de los hechos aparece acompañada de elementos que no son propiamente narrativos, como artículos periodísticos, informes policiales o judiciales, cartas, poesías, etc.
·        Una de las técnicas más novedosas es la del perspectivismo, que consiste en la aparición de distintas formas de considerar unos mismos hechos o circunstancias; es decir, distintos puntos de vista o perspectivas.
·        En la novela se pueden simultanear varias acciones que, protagonizadas por varios personajes, ocurren al mismo tiempo. Es lo que se conoce con el nombre de contrapunto.
·        La narración omnisciente en tercera persona suele dar paso al relato en primera persona por parte del protagonista de la novela. Ello permite que este dé rienda suelta a sus pensamientos, inquietudes y temores, a través del monólogo interior o fluir de la conciencia.
·        Son habituales los diálogos y las descripciones. Estas sirven para caracterizar a los personajes.
·        La narración en primera persona suele coincidir con la aparición del antihéroe. A diferencia de los héroes de la novela tradicional, los protagonistas de la novela contemporánea son seres contradictorios y problemáticos.
·        Es frecuente encontrar personajes colectivos, en los que se ejemplifica el sentir general de un grupo social o de un pueblo.

La renovación de la novela en Francia

La herencia renovadora del simbolismo en poesía se extiende a principios de siglo XX al ámbito de la novela, sobre todo con la obra de Marcel Proust, quien lleva a cabo una profunda renovación del género.

 Marcel Proust (1871-1922)

El que es considerado como el gran renovador de la novela francesa nació en París. La fortuna familiar le permitió vivir su juventud en los lujosos salones de la burguesía parisina, el teatro y la ópera, hasta que, tras la muerte de su madre en 1906, sufrió una profunda crisis y se dedicó por completo a la escritura de su obra En busca del tiempo perdido, un conjunto de siete libros con un sentido global: el relato de la infancia, la adolescencia, la juventud y el comienzo de la madurez del protagonista, un hombre que decide ir en busca de ese tiempo perdido para plasmarlo en una novela.
En los siete libros de que consta la obra -los cuatro primeros publicados en vida del autor y los tres restantes, de forma póstuma-, Proust evoca pormenorizadamente las peripecias vitales y sentimentales del protagonista en la sociedad aristocrática y burguesa que le rodea. Nos presenta la sociedad refinada de las clases altas parisinas, llena de prejuicios, envidias y amores homosexuales, pero el autor no profundiza en la crítica moral de un mundo que vivió intensamente. La intención de Proust es la de revivir el tiempo pasado a través de la memoria, pues para él no hay mayor felicidad que la del recuerdo porque los verdaderos paraísos son los paraísos perdidos.
La novela carece de un orden cronológico lineal porque la evocación está desordenada. El autor cuenta sus recuerdos tal y como le vienen a la cabeza, sin organización racional y con un tempo lento. Aparecen reflexiones sobre cualquier tema (el amor, la memoria, el tiempo, el arte, la muerte…). Además encontramos descripciones pormenorizadas de emociones y sensaciones, sutiles análisis psicológicos de los personajes y una estructura muy compleja y fragmentaria.
En busca del tiempo perdido no es una novela autobiográfica, aunque está escrita en primera persona y se basa en recuerdos del autor, es más bien la recreación de una sociedad en decadencia que sirve para provocar la reflexión sobre los sentimientos humanos, el paso del tiempo y la creación artística. A partir de Proust, muchos escritores utilizarán en sus novelas las rupturas temporales, la introspección, el ensayismo y la novela dentro de una novela.

 Otros novelistas franceses:

Podemos destacar a otros escritores como André Gide (1869-1951), autor de Los monederos falsos (1925); Jean-Paul Sartre (1905-1980), que planteó sus teorías existencialistas en La náusea (1938), y Albert Camus (1913-1960), quien centra sus temas en la rebeldía y el absurdo y los refleja en novelas como El extranjero (1942) y La peste (1947).
 En la segunda mitad del siglo XX se desarrolla en Francia la corriente estética del nouveau roman, que pretendía llevar al extremo el objetivismo y la despersonalización, concediendo a los objetos la misma importancia que a los personajes. Los autores más significativos de este periodo son:
  • Alain Robbe-Grillet (La celosía)
  • Nathalie Sarraute (Retrato de un desconocido)
  • Michel Butor (La modificación)

La renovación de la novela en lengua alemana

El desarrollo de las vanguardias a partir de la Primera Guerra Mundial supondrá una radical revolución en el arte y en la literatura. La narrativa buscará nuevos modos de reflejar la angustia del hombre contemporáneo.
El influjo de la tradición filosófica alemana y en especial del irracionalismo de Nietzsche contribuyen a la aparición de una novela intelectual y reflexiva. Buena muestra de ello es el género narrativo del bildungsroman (“novela de formación” o “novela de aprendizaje”). Con este término, acuñado en Alemania por el filólogo Johann Carl Simon Morgenstern en 1820, se alude a un tipo de novela en la que se relata el proceso de aprendizaje y formación moral, espiritual y psicológica de un personaje, en el transcurso de unos años durante los que se forjan su carácter y su visión del mundo. Un buen ejemplo de este tipo de novela, aunque muy anterior a la acuñación del término bildungsroman, es el Lazarillo de Tormes.
Relacionadas con este género narrativo estarían novelas como En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust; Retrato del artista adolescente, de James Joyce, y La montaña mágica, de Thomas Mann.

Thomas Mann (1875-1955)

Escritor alemán, que pasó la mayor parte de su vida en Suiza y Estados Unidos, y recibió el Premio Nobel de Literatura en 1929. Sus novelas se identifican con la novela-ensayo e intelectual, con la” narración de ideas”, porque en ellas la acción queda subordinada a la reflexión y la exposición de esas ideas. El tema fundamental de sus obras es la relación del artista y del intelectual con la sociedad, y la incapacidad del arte para aclarar y ordenar el mundo.
Las novelas de Mann se caracterizan por una reproducción precisa de los detalles de la vida moderna y antigua, por un profundo análisis de las ideas y los personajes, por un punto de vista distanciado e irónico, combinado con un profundo sentido trágico y por el análisis del contraste entre la vida de acción y la vida contemplativa. Sus héroes son con frecuencia personajes burgueses que sobrellevan un conflicto espiritual. Mann exploró también la psicología del artista creativo.
Sus obras más importantes son:
·        Muerte en Venecia (1912). Una novela corta en la que Mann expone sus ideas sobre el arte y que trata de la soledad irremediable del artista en su búsqueda de la belleza.
·        La montaña mágica (1924). En ella cuenta la historia de un estudiante de ingeniería que pasa siete años en un sanatorio antituberculoso donde traba relación con diversos personajes, cada uno con su particular forma de ser e ideología política. Mann retrata así la civilización europea de entreguerras, la decadencia de una sociedad mortalmente enferma. Al mismo tiempo, el narrador evoca algunos recuerdos de su infancia, gracias a la técnica del monólogo interior, unida al ritmo impuesto por un tempo lento.
·        El doctor Fausto (1947) es una obra en la que recrea ese mito y que narra la historia de un compositor que pacta con el diablo para alcanzar la gloria artística. En esta novela, Mann critica la corrupción de la cultura alemana de su tiempo y el nazismo, que desencadenaría la Segunda Guerra Mundial.

 Franz Kafka (1883-1924)

Las obras del escritor checo Franz Kafka son el máximo exponente literario de la angustia existencial de principios del siglo XX: el tema principal de sus obras es la angustia del hombre enfrentado al mundo absurdo en el que vive.
Franz Kafka logró plasmar en sus obras los graves problemas que afectarían al hombre del siglo XX: la deshumanización, la pérdida de la identidad, la angustia por una existencia a la que no se le encuentra sentido, la soledad, el vacío, la incomunicación…
En sus obras refleja sus propios conflictos internos, especialmente las dificultosas relaciones con su padre y su complejo de culpa, de ahí el ambiente opresivo, angustioso y absurdo en el que están inmersos muchos de sus personajes.
Dos son las características fundamentales que se aprecian en Kafka y en su obra. Por un lado, el pesimismo, que se deriva del sometimiento del individuo a los estamentos sociopolíticos y de la angustia por tener que vivir una vida sin esperanza y sin sentido. Y, por otro, la visión de un mundo absurdo, gobernado por poderes y leyes arbitrarias que funcionan sin la más mínima lógica. La obra de Kafka es un claro antecedente del teatro del absurdo que surgió a mediados del siglo XX.
Sus novelas fundamentales son:
·        El proceso. Novela inacabada, que fue publicada de forma póstuma en 1825. En ella se relata la angustia de un personaje que es detenido, interrogado y juzgado sin tener la más mínima idea de la causa y de los trámites que se siguen en su enjuiciamiento. Al final, tras ser condenado, muere sin saber quién lo condenó ni por qué. La obra puede ser entendida como una crítica a la justicia y a la burocracia, o como una parábola de la vida del ser humano.
·        La metamorfosis (1915). Es su obra más famosa, un breve relato que cuenta la transformación en insecto de un hombre que ve con tristeza cómo todos lo abandonan a su suerte. Plantea la pérdida de la identidad del hombre, la soledad, la angustia ante una muerte segura,… y nos sitúa ante una situación absurda típica de Kafka.

Otras novelas suyas que quedaron inconclusas y fueron publicadas de forma póstuma son El castillo y América. La primera cuenta la historia de un agrimensor que no consigue contactar con el dueño del castillo que lo ha contratado y que puede ser interpretada como una parábola del mundo caótico e incomprensible en el que vive encerrado el ser humano. La segunda narra la angustia existencial y la soledad de un emigrante que no logra integrarse en la sociedad americana. Esta última novela también es conocida con el título de El desaparecido, que parece ser el título que Kafka había pensado para ella en el momento de comenzar su escritura.

Otros escritores alemanes dignos de mención son:

  • Hermann Hesse (1877-1962), escritor que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1946 y que reflejó la crisis espiritual de su época en su obra El lobo estepario (1927). Otras obras suyas son Demian (1927) y El juego de los abalorios (1943). En esta última plantea una visión utópica de la vida humana, basada en la vida contemplativa, la meditación y el juego, y que está ambientada en la mítica Castalia, en el año 2400.

  • Robert Musil (1880-1942) obtuvo un gran éxito con Las tribulaciones del estudiante Troles (1906), retrato expresionista de la adolescencia y la incertidumbre vividas por un joven en un internado, en donde sufre una violencia continuada.

  • Stefan Zweig (1881-1942) es autor de obras narrativas muy leídas y traducidas a lo largo del siglo XX. Sus novelas cortas reflejan gran sensibilidad, como Carta de una desconocida (1927), Veinticuatro horas en la vida de una mujer (1929), o La novela de ajedrez (1941).

  • Hermann Broch (1886-1951) practica la novela de ideas en su trilogía Los sonámbulos (1931-1932), una visión alegórica de la pérdida de valores espirituales del hombre moderno. La muerte de Virgilio (1945) relata el final de la vida del poeta latino a través de un monólogo interior, y reflexiona sobre el valor de la obra de arte.

  • Joseph Roth (1894-1939) escribió con técnicas narrativas más tradicionales. Su obra más conocida es La marcha Radetzky (1932), que describe a una familia durante el ocaso del imperio austrohúngaro.

 La renovación en lengua inglesa

En la transición entre los siglos XIX y XX, tras el agotamiento del realismo y antes de la gran renovación de los años veinte, un importante grupo de narradores ensaya diferentes caminos. Uno de los más importantes será el de la novela de aventuras.
El realismo es sustituido por una tendencia a profundizar en la psicología y moral de los personajes y a acentuar la crítica social.

James Joyce (1882-1941)

Nació en Dublín y allí vivió hasta que se marchó a París a estudiar medicina, carrera que abandonaría por su dedicación a la lectura y la escritura. Pasó la mayor parte de su vida en Zurich, Trieste y París. Todas sus obras están ambientadas en el Dublín de su infancia y juventud.
Su obra más importante es Ulises (1922), una de las obras más novedosas e influyentes del siglo XX. Concebida como el reverso de la Odisea, nos cuenta, en dieciocho capítulos, un día cualquiera en la vida de un hombre cualquiera en la ciudad de Dublín. La mediocridad del ambiente y de los personajes que aparecen demuestra que nuestra civilización ha convertido en vulgares las grandezas de los héroes antiguos.
 Leopoldo Bloom (Ulises) es un hombre maduro, fracasado y hastiado de la vida. Una mañana, tras levantarse y desayunar con su mujer Molly (Penélope), sale a la calle (el mar). Asiste a un entierro, pasa por la redacción de un periódico para trabajar, vagabundea por la ciudad, almuerza en un restaurante donde unas camareras (las sirenas) coquetean con él, y, al atardecer, se encuentra en un burdel con el joven Stephen Dedalus (Telémaco).
Stephen Dedales intenta liberarse de las ataduras familiares y de la rutina cotidiana. Leopold, actuando como haría un padre con su hijo, aparta al muchacho de una prostituta (Circe) y se lo lleva a su casa (Ítaca), para invitarlo a tomar una taza de chocolate. Cuando el joven se marcha ya de madrugada, Bloom se va a la cama, en la que su esposa ha vivido un encuentro erótico con su amante. Molly, adormilada, teje y desteje pensamientos caóticos. Y la vida del matrimonio Bloom seguirá transcurriendo con la misma rutina monótona un día tras otro.
Joyce rompe con todas las técnicas narrativas tradicionales y realiza la más profunda revolución lograda en la novela, pues considera a esta como un experimento tanto en el plano formal como en el del lenguaje. Entre las novedades que aporta hay que señalar las siguientes: desordena el tiempo del relato; mezcla realidad e imaginación, acción y reflexión; utiliza a menudo el monólogo interior, sin ningún tipo de signos de puntuación; incorpora diferentes puntos de vista narrativos según el personaje que narre; presenta todo tipo de registros (desde el más culto al más vulgar) y recurre a elementos de diversa procedencia, como son el teatro, el periodismo (fragmentos teatrales, recortes de prensa), las citas latinas, religiosas y literarias, etc. La obra se convierte así en un verdadero rompecabezas para el lector y en uno de los mayores experimentos con las técnicas narrativas de la historia de la literatura.
Además del Ulises, escribió otras obras, entre las que destacamos Dublineses (1914), un conjunto de quince relatos sobre su juventud en la capital irlandesa, y Retrato del artista adolescente (1916). En esta última se inserta en el género de la “novela de formación” o “de iniciación”, para relatar, de forma autobiográfica, las vicisitudes del artista en busca de su inspiración y su creación.

 Otros escritores en lengua inglesa:

·        Henry James (1843-1916), un rico americano que vivió muchos años en Londres. Sus largas novelas, como Retrato de una dama (1881) o Las alas de la paloma (1902), se centran en las clases altas y profundizan en las diferencias entre la mentalidad americana y la europea, analizando la conciencia de los personajes. También destaca por sus novelas cortas, como Otra vuelta de tuerca (1898), estremecedora historia de fantasmas, o La lección del maestro (1892) sobre uno de sus temas preferidos: la creación artística.

·        Virginia Woolf (1882-1941) perteneció al Círculo o grupo de Bloomsbury, grupo de intelectuales británicos que durante el primer tercio del siglo XX destacaron en el terreno literario, artístico o social. Sus novelas continúan una línea de exploración psicológica y espiritual de la conciencia, junto con la preocupación por el paso del tiempo. Entre sus novelas destacan La señora Dalloway (1925), Las olas (1931) y Los años (1937).

·        Aldous Huxley (1894-1963). Autor de novelas intelectuales y satíricas. Sus dos obras más conocidas son Contrapunto (1928) -en la que introduce la técnica del contrapunto musical en la novela, mediante la alternancia de acciones simultáneas y de entrelazar historias de distintos personajes- y Un mundo feliz (1932), que representa una caricatura del mundo futuro, mediante la creación de un mundo utópico, en el que la vida transcurre en un ambiente de felicidad y de avances tecnológicos.

  • William Faulkner (1897-1962), considerado el principal renovador de la novela estadounidense. Se une a la vanguardia literaria en el uso de las técnicas narrativas y del lenguaje, aunque sigue una línea tradicional en cuanto a los contenidos, ya que es de la tradición de donde extrae los temas para los argumentos de sus novelas.
Algunas de sus obras más conocidas son: El ruido y la furia (1929), Mientras agonizo (1930) y Santuario (1931). Faulkner destaca por las innovaciones técnicas de sus novelas, entre las que destacan: el monólogo interior, el perspectivismo, los saltos en el tiempo narrativo y la incorporación de la narración oral. Además incorpora temas como la decadencia de la vida familiar, la preocupación por la historia (sobre todo, de la América sureña), el reflejo del costumbrismo localista y la obsesión por la frustración y el fracaso.

 La renovación en la novela española

Los primeros intentos de renovación en la novela española tienen lugar con los autores de la Generación del 98, especialmente con José Martínez Ruiz, Azorín, y Pío Baroja, aunque también son dignos de destacar los intentos innovadores de Miguel de Unamuno y Ramón María del Valle-Inclán.
Existe una fecha clave en la renovación de la narrativa española: 1902, cuando se publican Amor y pedagogía, de Unamuno, La voluntad, de Azorín, Camino de perfección, de Pío Baroja, y Sonata de otoño, de Valle-Inclán.
En todas ellas se observa una intención de romper con la narrativa realista, todavía imperante en los comienzos del siglo XX. Estas novelas de 1902 representan el punto de arranque de las innovaciones que tendrán lugar en la narrativa española de ese siglo.
Miguel de Unamuno (1864-1936) en su novela Niebla (1914) presenta al personaje de Víctor Goti, quien está escribiendo un tipo de novela al que él califica de nivola, porque se trata de un relato en el que no hay un argumento preestablecido, sino que se va haciendo a medida que avanza el relato; en cambio, sí que hay mucho diálogo y monólogos, y una mezcla de realidad y ficción. Así, afirma Víctor Goti, está inventando un género nuevo con las leyes que a él le placen.
Las principales características de la nivola unamuniana serían las siguientes:

  • Novela intimista, dramática, en torno al tema de la personalidad del ser humano.
  • Personajes que luchan por descubrir su propia identidad y por resolver sus contradicciones y agonías, con un fuerte contenido autobiográfico.
  • Escasez de narración y de descripción, las cuales están supeditadas al mejor conocimiento de los personajes.
  • Abundancia de diálogos y monólogos.
  • Novela abierta, con un final inacabado, abierto a la interpretación del lector, al que Unamuno gusta de implicar en el desarrollo de la novela.
  • Interpolación de historias, las cuales se van interrelacionando entre sí.

Pío Baroja (1872-1956) presenta un personaje que protagoniza acciones diversas situadas en ambientes distintos, en una técnica marcadamente impresionista. De ese modo, refleja la realidad de la vida humana, dando prioridad a esta frente a la ficción narrativa.
En sus novelas no hay una preocupación por el argumento y unos finales cerrados, sino más bien un relato episódico, dinámico y un tanto caótico, como es la vida misma.
Sus intentos renovadores se centran, fundamentalmente, en su primera etapa narrativa (hasta 1914, aproximadamente). A ella pertenecen, además de Camino de perfección, novelas como El mayorazgo de Labraz (1903), La busca (1904), Zalacaín el aventurero (1909) y El árbol de la ciencia (1911).

Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), conocido especialmente por la innovación teatral que significó la técnica del esperpento, realizó también una importante contribución a la renovación de la novela española con la publicación de la Sonata de otoño (1902) y la aparición de las tres restantes novelas que completan la serie: Sonata de estío (1903), Sonata de primavera (1904) y Sonata de invierno (1905).
Son cuatro novelas elaboradas con una técnica impresionista y simbolista, escritas en prosa poética, acompañada de frecuentes motivos pictóricos. En ellas, Valle-Inclán presenta una especie de memorias con tonos autobiográficos y en forma  fragmentaria, protagonizadas por el marqués de Bradomín, al que se califica como un “don Juan feo, católico y sentimental”.

José Martínez Ruiz (1873-1967), Azorín, cultiva una novela impresionista a la que algunos críticos han calificado de “antinovela”, y que presenta un relato de estructura fragmentaria, gracias a la presencia de escenas sueltas y aparentemente inconexas, que rompen el modo de relato tradicional.
Mediante un ritmo lento y pausado, plasma sensaciones o impresiones sobre sus personajes, acompañadas de minuciosas descripciones, a veces sobre objetos intrascendentes, de abundantes monólogos y de unas digresiones de tipo filosófico o existencial. Azorín se calificaba a sí mismo como “el pequeño filósofo”. Con todo ello, el ritmo de sus relatos suele ser bastante lento y pausado.
Buen ejemplo de su renovación novelística es la trilogía de su primera etapa narrativa, formada por La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904). En estas tres novelas, cargadas de un alto contenido autobiográfico, hace su aparición el que será su alter ego literario: Antonio Azorín.




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