La disconformidad con el arte y
la literatura de fines del siglo XIX llevan a una renovación de la literatura,
tanto en las formas como en el contenido, a la que contribuyen el movimiento
denominado Modernismo y un grupo de escritores que quedan englobados bajo el nombre de Generación del 98.
El Modernismo supone el
surgimiento de una estética nueva que se desarrolla sobre todo en la poesía y
cuyo impulso inicial viene de Hispanoamérica, con autores como José Martí y
Rubén Darío. Es España son modernistas Salvador Rueda, Francisco Villaespesa,
Eduardo Marquina, los hermanos Machado o el primer Juan Ramón Jiménez. Este
movimiento se desarrolla entre 1880 y 1914.
Las características principales
de la poesía modernista son la renovación y riqueza del vocabulario (con la
utilización de términos exóticos y elegantes, de gran sonoridad y con poder de
evocación, así como la adjetivación abundante), con abundancia de imágenes y
símbolos, la utilización de versos dodecasílabos y alejandrinos y del verso
libre, y una evasión de la realidad mediante referencias a lo exótico, lo
oriental, lo mítico, así como también la mirada hacia el mundo interior,
resuelta en ocasiones en pesimismo y tristeza. El Modernismo reacciona contra el retoricismo. Se nutre básicamente de dos
movimientos líricos surgidos en Francia, en la segunda mitad del siglo XIX: el
Parnasianismo y el Simbolismo.
El Parnasianismo es una escuela
literaria que tiende a la idea del “arte por al arte”. Según esta
tendencia artística encabezada por
Theóphile Gaurier, se desarrollaba una poesía de una confección perfecta,
separada de la realidad, y que reaccionaba contra los poetas sociales y el
hombre burgués. Los escritores buscaban la perfección a través de una poesía
descriptiva, basada principalmente en la temática grecolatina. Por su parte, el
Simbolismo es una corriente literaria subjetiva, que pretende superar la
realidad percibida por los sentidos y llegar a sus significados más profundos,
para lo que utiliza los símbolos (por ejemplo, el cisne con el significado de
belleza).
En el desarrollo del Modernismo, podemos
identificar una primera generación modernista en la que encontramos a José
Martí y Manuel Gutiérrez Nájera. La culminación del movimiento se produce en
1888, cuando Rubén Darío publica su libro Azul. La nueva estética se acentúa
en los versos de Prosas profanas (1896), donde abundan los motivos exóticos, el
lenguaje colorista y los versos rítmicos. Cantos de vida y esperanza (1905)
incluye poemas de gran brillantez formal y en él aparece el interés por temas
sociales.
En España la figura más destacada de los modernistas es Manuel Machado,
autor de poemas de amor galante y sensual. Destacan también en su poesía la
evocación de lugares, el arte y la preocupación religiosa. Por otra parte, Juan
Ramón Jiménez recibe influencias de la estética modernista en su primera etapa.
Como decíamos al comienzo, junto a los modernistas, surge un grupo de
escritores que buscan nuevas concepciones estéticas y formales. Hay en sus
obras un estilo sobrio, cuidado en el lenguaje, términos de sabor tradicional y
reflexiones ante el paisaje y en torno a lo religioso y existencial. Son los
autores de la Generación del 98. La denominación hace referencia al año del
“desastre” por la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Filipinas, Puerto Rico
y Guam), así como a la nueva mentalidad que la situación del país generó en
muchos intelectuales.
Como notas distintivas del 98 podríamos señalar en primer lugar el
patriotismo y el pesimismo nacional, de manera que estos autores reaccionan
ante la crisis de 1898 con una actitud de rebeldía frente a las deficiencias
del país. Por otra parte, se mira a Europa de la que se sienten separados, pero
volviendo los ojos a la España pobre y olvidada. Se valora sobre todo a
Castilla, con un pasado glorioso. Su paisaje, sus ciudades y su población
inspiran a estos escritores. En el aspecto religioso, salvo Azorín y Maeztu,
son heterodoxos y, si se abren al catolicismo, lo hacen de una forma
superficial. En el aspecto literario, se revaloriza la poesía de Berceo, Hita y
Manrique. Además, se pone el acento en la subjetividad, se expresan las
emociones que las cosas provocan en la intimidad del autor. Aparece la
influencia de Nietzsche o Schopenhauer. Adquieren también especial relevancia
las preocupaciones existenciales.
Los principales autores de esta generación son Miguel de Unamuno, Pío
Baroja, Valle Inclán, Manuel y Antonio Machado y Azorín.
De las obras de Antonio Machado destacan Soledades, galerías y otros
poemas (con versos íntimos que tienen un tono melancólico, y símbolos
como las galerías, el sueño y el agua; además plasma sus sentimientos y sus
recuerdos y acude a temas universales como el tiempo, el amor, la muerte y
Dios), Campos de Castilla (con un lenguaje poético comedido,
descripciones de las tierras de Soria, una reflexión crítica sobre España a
partir del paisaje castellano y el recuerdo de su esposa Leonor) y Nuevas
canciones (formado por apuntes y evocaciones del paisaje andaluz y
castellano, con composiciones breves que siguen la línea filosófica iniciada en
las obras anteriores).
Miguel de Unamuno cultivó la lírica, la novela, el ensayo y el teatro,
pero podemos destacar en su producción la novela y el ensayo. En la primera el
autor proyecta sus inquietudes y dota a sus obras de una profunda carga
intelectual. Busca la renovación de las técnicas narrativas a través sobre todo
de lo que denomina “nivola”. Este término puede aplicarse a Niebla.
En esta novela el protagonista (Augusto Pérez) va a Salamanca a ver a Unamuno,
quien decide matar a su personaje. Este se subleva, señalando que tiene tanto
derecho a vivir como su creador. También destaca en su producción la novela San
Manuel Bueno, mártir que trata el problema de la fe.
Por otra parte, en el terreno del ensayo, podemos recordar que hay dos
temas centrales del pensamiento de Unamuno: España y el ser humano. A propósito
del primero, el autor señala que hay que acudir a la verdadera tradición
española, a la “intrahistoria” (“la vida silenciosa de millones de hombres sin
historia”). Como expresión del alma española destaca la obra cervantina y así
escribe Vida de don Quijote y Sancho. Sobre el ser humano, el sentido
religioso y existencial o la muerte, habla en Del sentimiento trágico de la
vida.
Azorín es un prosista excepcional, con un lenguaje cuidado y pulcro,
que utiliza enunciados breves y sencillos, con un léxico preciso. El principal
tema presente en la obra de Azorín es el de la nostalgia y la melancolía por el
paso del tiempo. Entre sus novelas destaca La voluntad (entre la novela y el
ensayo, tiene descripciones detallistas y subjetivas del paisaje y las cosas).
En el terreno del ensayo encontramos principalmente dos temas: el paisaje
español y la reinterpretación de obras literarias clásicas. Podemos destacar el
título de Castilla, en el que intenta profundizar en la tradición
cultural española. También Ruta de don Quijote, en el que desea
despertar la curiosidad y el interés por la obra cervantina.
Pío Baroja, por otra parte, es autor de diferentes novelas que él mismo
ordenó en diversas trilogías. Zalacaín,
el aventurero pertenece a las novelas de ambiente vasco, y en ella las
guerras carlistas sirven para situar al hombre de acción que es el
protagonista. El árbol de la ciencia narra la vida y la angustia existencial
de Andrés Hurtado, el protagonista que tras su paso por la Universidad ejerce
como médico. Baroja presenta en esta novela una visión pesimista y crítica de
la vida española de la época.
Valle Inclán fue un excelente dramaturgo y un gran novelista. En su
obra destaca el esperpento, una estética personal y renovadora. Mediante el
esperpento, Valle Inclán realiza la deformación de la realidad. Su lenguaje es
rico, recoge diversos registros. Se produce la degradación de los personajes,
que son “cosificados”, como si fueran peleles. Valle Inclán utiliza la parodia
y aspectos trágicos, al igual que situaciones absurdas, que intensifica.
Las principales obras teatrales que escribió Valle Inclán son Comedias
bárbaras y Divinas palabras, de ambiente rural gallego, las farsas (que ya muestran la deformación
caricaturesca), y los esperpentos.
En este último punto se sitúa Luces de Bohemia. A través del
último peregrinaje nocturno del poeta ciego Max Estrella y su acompañante don
Latino de Híspalis, el autor nos muestra una visión esperpéntica de la vida de
la época.
En el terreno de la novela, la obra de Valle Inclán se sitúa en el
Modernismo y en el esperpento. Las Sonatas (de primavera, de estío, de
otoño y de invierno) narran los episodios amorosos del Marqués de Bradomín, un
personaje decadente “feo, católico y sentimental”. Tirano Banderas pertenece
a la técnica del esperpento. Trata sobre la figura de un dictador despótico que
sirve para ofrecer una visión deformada y grotesca de Hispanoamérica.
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