sábado, 4 de febrero de 2017

Novela "Ae Renasci"




(Artículo de Santi Jiménez Serrano)

Pedro García Jiménez es un autor murciano que acaba de publicar su segunda novela. La primera, El perfil, es un relato policiaco. La segunda, de ciencia ficción, es Ae Renasci. En ella presenta una realidad a unos miles de años de la nuestra, en el año 4101. He asistido al nacimiento y al desarrollo, al proceso de creación de esta segunda novela y me siento feliz por verla terminada y publicada con acierto.

Con respecto a El perfil, cambiamos de registro, de estilo, de siglo, de temática, de voz, pero hay un hilo, un nexo conductor que es el talento, la sensatez, el estudio minucioso, la inteligencia y la capacidad de soñar, de crear y de escribir pensando en lo que a él, un hombre culto, leído y con buen gusto, le gustaría leer y con eso consigue una lectura apasionante, que nos deja con ganas de más. Cuando lo leo, cuando hablo con él, me doy cuenta de que es un gran profesional, que no repara en documentarse concienzudamente. Algo que está presente en ambas novelas es el aire cinematográfico, los diálogos ágiles, una acción que no se detiene y unas descripciones que te sitúan de lleno en el lugar. Igual que en la propia vida, Pedro García Jiménez es un creador de ambientes. Cuando uno lee esta novela sucede como con la primera, ya quieres ver la película. 
El autor confiesa en varias ocasiones que escribe aquello que le gustaría leer. El gusto por la lectura lo vamos desarrollando a través de autores y obras que nos van calando. Y yo me preguntaba cuáles serían esos referentes en el caso de Ae Renasci.
El principal, sin duda, es Julio Verne. La aventura que viven los personajes está inspirada en la lectura de obras como Viaje al centro de la Tierra o Cinco semanas en globo, obras en las que el autor nos sumerge en una travesía  repleta de retos que los héroes culminan con extraordinarias hazañas. Pero si hablamos de novelas específicas del género de ciencia-ficción, 2001, una odisea del espacio, de Arthur C. Clarke,  es la que lo marca más directamente. Si en ella Clarke quiere dar una explicación al origen de la inteligencia humana, García Jiménez se permite imaginar sus consecuencias en un futuro a largo plazo. Tampoco podemos olvidar en este punto la magistral obra de H.G.Wells, La guerra de los mundos.

Y, ¿qué nos vamos a encontrar cuando estemos ante Ae Renasci? Antes de abrir el libro nos enfrentamos ya a un objeto bello, una pieza casi en blanco, haciendo honor a aquello de que “menos es más”, en blanco, como invitándonos a soñar, a crear. Deslumbrando, llamando la atención, por su sencillez y contundencia. Con esas letras semiborrosas que hacen que te fijes aún más. Porque no es lo mismo mirar que ver. En la contraportada de esta aventura futurista de ciencia ficción viene escrito: “Año 4101. Ae Renasci nos presenta un mundo en el que nuestro destino está más allá de las estrellas y donde es imprescindible como nunca antes cumplir la ley.
El sabotaje en un laboratorio precipitará al protagonista a una lucha contrarreloj para evitar un destino fatal, en una sociedad corrompida que nos muestra el contraste entre las maravillas tecnológicas y las debilidades humanas.
Una aventura fantástica que sobre pasa los límites de la evolución de la mente”.
Además en esta contraportada podemos disfrutar de un fragmento de una de sus ilustraciones.
Y antes de comenzar a leer la novela, encontramos esa puerta abierta a la esperanza que es la dedicatoria: “A los niños, porque construirán un futuro tan maravilloso como para desear imaginarlo”.


La obra se divide en un prólogo, un epílogo y siete capítulos entre ambos, que ocupan siete días. Cada uno es una aventura, una huida, una búsqueda. Al final de cada uno de ellos aparece una ilustración del propio novelista, otra puerta más a su imaginación, a ese mundo que nos presenta y son tan detalladas, tan cuidadas, tan conseguidas que realmente dudo de si no habrá usado el teletransporte él mismo. Yo he tenido la suerte de verlo dibujando a tinta con apenas cuatro trazos en un boceto previo, en riguroso directo alguno de ellos y puedo deciros que también es mago. Nos presenta naves, cabinas teletransportadoras y lugares y espacios tan minuciosa y ágilmente retratados que, impresionada, le comenté a su hijo mayor: “Es que parece que tu padre ha estado allí, que los ha visto” Y Sam me respondió: “Es que ha estado allí, los ha visto”, señalando con el dedo su propia cabeza.

Nos vamos a enamorar de los cuatro personajes principales que actúan y hablan casi a coro, a los que une una causa común, un misterio, y que dejan oír las reflexiones de este autor. A pesar de ese espíritu afín y esa armonía, ha logrado que cada personaje tenga entidad propia y nos dé razones para simpatizar con él.
El protagonista, Piort Galian es un hombre decidido, arriesgado, capaz. Patricia es una mujer fuerte a pesar de la historia que tiene detrás. El personaje del viejo Hunter, un anciano que conserva la ilusión, energía y valentía suficientes para emprender una aventura sin garantías. Un personaje que encarna el amor y la experiencia y que nos emociona por el vínculo que mantiene hacia su nieto, del que se muestra tan orgulloso.
Y por último y no menos importante, el joven Pit Dolphin. Dolphin es un auténtico crack y no deja de sorprendernos con un manejo increíble de las tecnologías, su ingenio, su descaro y su chispa en determinadas ocasiones. Yo me he enamorado irremediablemente de él, también en la novela. Del benjamín del grupo me he enamorado, pero es que además he deseado ser Patricia, el principal personaje femenino, de la que el protagonista, Piotr Galian dice en su presentación que es su única alternativa al abismo. Tampoco faltan gotas de poesía en la novela. Especialmente significativa es una escena en la que Patricia sale de la ducha y el protagonista nos confiesa que la falta de interés de ella despierta el suyo propio.

El autor explicaba que evidentemente todos los personajes tenían algo de él mismo, pero también es cierto que en este caso hay uno que está inspirado en uno de sus hijos, incluso el nombre con el que aparece en la novela es el apodo con el que sus amigos lo conocen. Dolphin actúa, reacciona y habla tal y como lo haría su propio hijo. Para acompañarlo en su aventura en la ficción, creó un superabuelo que contiene características de la personalidad de su padre y su suegro, los dos abuelos de la familia. Y rinde homenaje a otros bautizando a los personajes con los nombres de familiares o amigos.

En Ae Renasci corre el año 4101, como decíamos, y el mundo se ha desarrollado hasta límites insospechados tecnológicamente, sin embargo aparece una sociedad mansa, dormida, ajena a determinados hechos cruciales que suceden a sus espaldas, de los que se salvan quizá nuestros protagonistas. Pero al hilo de los avances tecnológicos, sorprende un poco que no aparezcan robots entre tanta nave, cabina de teletransporte, etc.

García Jiménez se ha permitido imaginar un futuro, pero no un futuro cualquiera. Ha querido imaginar un porvenir posible y para ello se ha basado en la propia historia de la humanidad desde sus orígenes. Siguiendo la evolución de nuestra especie ha dado continuidad a la curva ascendente de nuestros avances para presentar una sociedad del siglo XLII. La mayor parte de los logros científicos que se prometen en la novela son aún un sueño, pero no un imposible. Sin embargo, otros son ya una realidad en nuestros días. Quizás por este estudio, pero también por propia intuición, no ha incluido robots humanoides o cíborg. Estamos rodeados de robots desde el siglo XX, de cocina o de producción en cadena, pero son máquinas fabricadas para trabajos específicos. Por ejemplo, una tuneladora es un gigantesco robot que construye prácticamente sin supervisión humana. Avanza a través de la roca de una montaña y, metro a metro, instala hasta el último detalle del túnel. Es mucho más eficaz que una cuadrilla de cíborg albañiles, por muy eficientes que estos sean. En palabras del autor, el robot humanoide es solo un capricho de nuestra fantasía.

Ae Renasci es un libro apto para todos los públicos. Y cuando digo que es para todos los públicos, me refiero también a nuestros políticos, los cuales deberían tomar nota. Se nos presenta una sociedad bastante más saludable que la nuestra, sin delincuencia, sin paro, sin necesidad de usar dinero... Podemos leer en las páginas 15 y 16: “hemos decidido voluntariamente servir a la humanidad responsabilizándonos, de nuestra labor para beneficio de nuestra especie (…) Las prioridades de la población están por encima de cualquier cosa. (…) La estabilidad siempre es frágil. (…) La justicia es justa si es para todos.” Se trata de una sociedad donde el hombre vive “en paz y armonía con la naturaleza en un planeta sin pobreza ni desigualdad. En un mundo donde todos hablamos muchas lenguas pero un solo idioma”, tal y como leemos en la página 21.

Me preguntaba si en esa sociedad tan ideal, la gente se sigue casando o ha evolucionado realmente. También reflexionaba acerca de que desde que el mundo es mundo, el ser humano ha sentido la necesidad de creer en uno o varios seres superiores. En el siglo XLII, ¿seguiría esa necesidad?, ¿existirían las religiones?

El autor está convencido de que en el futuro se celebrarán uniones, porque el hombre es un animal de costumbres y celebrar con amigos y familiares forma parte de las tradiciones de nuestra especie. Aunque a colación de la otra pregunta, duda de que esas celebraciones sean religiosas. En la novela no se menciona ninguna expresión que incluya una divinidad. “¡Dios mío!”, “¡Santo cielo!” o “¡Por el amor de Dios!” no son expresiones utilizadas por ninguno de los personajes.

En este mundo de contrastes o contradicciones que vivimos a día de hoy, igual oímos hablar de una tendencia a la globalización, como nos llega noticia de que alguien pretende levantar nuevos muros, por no mencionar la existencia de aduanas, fronteras, nacionalismos, etc. ¿Qué pasa con todo esto de aquí a dos mil años?
La inutilidad de las fronteras es una de las reflexiones que plantea la novela. Ahora que está tan de moda la construcción de muros, esta obra señala la necesidad de darnos cuenta de que solo son barreras simbólicas. Los verdaderos límites están en nuestra mente. Las fronteras dividen, separan y aíslan. El racismo, la intolerancia, el desprecio por los que son diferentes nos lleva al aislamiento acabando con el concepto de comunidad que proporcionó el éxito a nuestra especie. Esas son las verdaderas fronteras, las de nuestra propia conciencia.

Un buen libro te cambia en cierta manera, no te deja indiferente, te hace aprender y disfrutar y esto sucede con Ae Renasci. Algunas frases podrían ser consideradas auténticas joyas y personalmente, me han desvelado verdades esclarecedoras, que han cobrado un significado especial, en momentos puntuales, como si fuesen respuestas que andaba buscando.
Por ejemplo, en la página 25 podemos leer: “Cuando lo de siempre no funciona solo hay un camino: cambiar. Aun a sabiendas de que no siempre el cambio es para mejorar.” O en la página 27 está escrito: “sólo tenía un camino, hacia adelante”. Solo son palabras escritas en un papel, pero no son vacías pues están respaldadas por los actos del autor, aunque esto el lector no lo sabe, por sus cambios de vida en busca de sus sueños. Y aquí estamos, con este libro entre las manos. También nos recuerdan estas páginas que la vida tiene un curioso sentido del humor y, a veces, ofrece señales inequívocas y contradictorias. Sin ir más lejos, en la página 55 leemos: “Un indicador en la pared nos anunciaba que ese era el camino que debíamos seguir: No Trespassing.” Además en inglés, más claro el agua.
Ciertamente, leyendo la novela he sentido la necesidad de subrayar frases que destilan humor, ingenio, belleza o invitan a la reflexión. Imagino que cada uno encontraréis esas palabras que os lleguen.

Finalmente, el autor señala que una de las mayores dificultades con que se ha encontrado es que, como creador de relatos tiene que describir los ambientes en los que se desarrolla la acción. Narrar las condiciones de un hábitat desconocido plantea una seria dificultad. Pero al mismo tiempo se convierte en un reto muy gratificante, que le ha llevado a ilustrar la novela plasmando su imaginación.

Por otra parte reconoce que para cualquier artista el aplauso del público es el mayor de los regalos. Pero no es solo la ovación de un foro, sino el pequeño reconocimiento, ese sincero del amigo que entusiasmado te felicita por el trabajo bien hecho, con la honestidad que supera al halago solo por el halago.


Por mi parte he acabado. Sinceramente, os invito a que leáis esta novela porque, sencillamente, vais a disfrutar de un viaje al futuro maravilloso y porque más que la pena, merece y mucho la alegría. A Pedro García Jiménez le pido que no deje de soñar, de afrontar nuevos retos y sobre todo, que no deje de compartirlos con nosotros.

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