Hay
dos teatros en clara oposición en España hasta 1936. El primero es tradicional,
conservador y no sometido a censura previa. El innovador, con una fuerte carga
crítica, fue censurado en su mayoría o no era entendido.
Partiendo
de esta doble vía trataremos en esta entrada de Benavente y Carlos Arniches,
señalando también cuál fue ese teatro innovador y social.
La
panorámica general podemos presentarla del siguiente modo:
Teatro conservador o teatro “visible”
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Teatro burgués: Benavente
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Linares Rivas
Martínez Sierra
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Teatro cómico: Carlos Arniches
y los hermanos Álvarez Quintero
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Teatro poético: Marquina,
Villaespesa, Pemán y los hermanos Machado
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Teatro innovador y social o teatro
“invisible”
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Intentos de renovación: Unamuno
y Azorín
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Teatro del 27
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Inicios: Dicenta
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Grau
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García Lorca
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Valle Inclán
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Teatro Español
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Teatro Moderno
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Teatro Europeo
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Tamayo y Baus
Bretón de los
Herreros
Hartzenbusch
Rivas
Zorrilla
Echegaray
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Dumas
Ibsen
Oscar Wilde
D’Annunzio
Pirandello
Bernard Shaw
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Cuando
comienza su carrera de dramaturgo, Jacinto Benavente encuentra en la escena
española los esquemas románticos. En Europa, sin embargo, a partir de 1850 hay
un teatro distinto.
Si
realizamos un somero repaso de los autores mencionados en el esquema anterior,
encontramos obras como la de Manuel Tamayo y Baus, Locura de amor. Esta obra, estrenada en 1855, es un drama histórico
al estilo romántico que trata de los celos que siente Juana la Loca hacia su
marido, Felipe el Hermoso. La obra de Bretón de los Herreros titulada Muérete y verás es una comedia en cuatro
actos publicada en 1840, cuya acción transcurre en la primera guerra carlista.
La obra plantea un tema muy querido durante el Romanticismo: el conocimiento
del comportamiento humano, presentando el fingimiento con que actuamos y,
finalmente, el desengaño. De José Echegaray son En el seno de la muerte (una leyenda trágica en tres actos y
escrita en verso, estrenada en 1879, cuya acción se sitúa en el siglo XIII y
que presenta un adulterio) y El loco Dios
(de 1907, escrita en prosa y dividida en cuatro actos, tiene como protagonista al
joven Gabriel Medina, que desea casarse con una viuda rica).
En
el teatro europeo encontramos en primer lugar la comedia social-burguesa de
Dumas. Por otra parte se representa a Ibsen, con un teatro simbólico, onírico,
mezcla de realidad y sueño. El teatro de Oscar Wilde es un teatro crítico.
D’Annunzio, por su parte, resucita la tragedia clásica con obras como La ciudad muerta (publicada en 1898,
gira en torno a las ruinas de Micenas, en Grecia). Pirandello presenta el
teatro dentro del teatro. Bernard Shaw escribe obras como Cándida, de 1898. La protagonista deberá elegir entre su marido y
el amor de un joven poeta.
Este
es el contexto en que se da la comedia burguesa de Jacinto Benavente. Se inicia
con la obra El nido ajeno. En ella
pone en escena la represión de la mujer casada. Fue un escándalo y la obra se
retiró inmediatamente del cartel.
Un
discípulo de Echegaray, Eugenio Sellés, a la hora de realizar la crítica, dijo:
“don Jacinto ha conseguido que triunfe un
teatro blanducho, sin vida, sin nervio”. Benavente pudo entonces seguir dos
caminos: mantener la carga crítica o renunciar a ella. Y claudicó. Giró hacia
un teatro no crítico, ganándose al público y a los empresarios. Entonces se le
protege y se le aplaude.
En
1922 se le concede el Premio Nobel de Literatura. Escribe posteriormente el
ciclo de las comedias burguesas, también llamadas comedias de salón (Rosas de otoño, Lo cursi y La noche del sábado). Después intenta
una nueva línea, la de los dramas rurales. Destacan en este grupo dos obras, Señora ama y La malquerida. La segunda es la historia de una pasión incestuosa.
Intentó en ellas plasmar el lenguaje campesino, pero no acertó en este sentido.
En
1907 se estrena Los intereses creados,
que no se sitúa en un tiempo y un lugar concretos. Leandro es un tipo idealista
y, junto a él, el criado Crispín es un pícaro que sabe que la vida se mueve por
una serie de intereses. La pareja está tomada de Cervantes y la comedia se
enmarca, por los prototipos de los personajes, en la Comedía del arte italiana.
Dentro
de las últimas obras de Jacinto Benavente encontramos Santa Rusia y Aves y pájaros.
Ambas son de tema político y muestran lo acomodaticio de su ideología. En la
primera, de 1933, defiende a Rusia. Está protagonizada por Lenin y en la obra se utiliza La internacional. La segunda, de 1940, fue calificada por Ruiz
Ramón como “una desgraciada y tendenciosa
falsificación de la guerra civil”.
Podríamos
preguntarnos si Benavente consiguió un teatro de corte europeo. Y fue, hasta
cierto punto, un teatro innovador, porque rompió con una tradición teatral
melodramática (la de los románticos y de Echegaray). Pero también, por el
contrario, fue un teatro calificado como “de peso muerto”, que no supo dar el
paso definitivo hacia un teatro moderno, a pesar de la mitificación del teatro
de Benavente.
Rodríguez
Méndez habla de la “dictadura benaventina” en el teatro español. Un dramaturgo
portorriqueño, René Marqués, dejaba constancia de esa misma “dictadura” en el
teatro hispanoamericano. Su obra más conocida es La carreta.
Por
su parte, Carlos Arniches fue reivindicado a partir de Pedro Salinas y Pérez de
Ayala. Esa reivindicación fue apoyada posteriormente por dramaturgos como Lauro
Olmo y Buero Vallejo.
Desde
1888 a 1943 se desarrolla la obra de Arniches. Póstumamente, en 1943, se
estrenó Don Verdades. Fue un fecundo
autor de comedias y sainetes y se le recuerda sobre todo como pintor de los
ambientes populares madrileños. Supo recrear el lenguaje castizo y creó un
género al que se denominó tragedia grotesca. Un ejemplo de lo que buscaba en su
teatro está en La señorita de Trevélez,
de 1916, en la que critica a la juventud burguesa desocupada que gasta bromas
pesadas, hiriendo a los demás.
Escribió
63 obras en solitario y más de cien en colaboración con otros autores. Uno de
los principales colaboradores fue Alfonso Paso. Recordemos que en el teatro
español anterior a 1936 era normal la colaboración. Había una gran demanda de
teatro y los autores se unían para sacar los estrenos adelante.
Relacionado
con esto, podemos recordar el fenómeno de las “parejas literarias” que se han
dado a lo largo de la historia, como Boscán y Garcilaso, Nicolás y Leandro
Fernández de Moratín, los hermanos Antonio y Manuel Machado, Miguel Hernández y
Ramón Sijé, Arniches y Alfonso Paso, Grau y Gual o los hermanos Serafín y
Joaquín Álvarez Quintero. Con el paso del tiempo, uno de ellos se mantiene como
autor vivo, mientras que el otro queda en un segundo plano o incluso
desaparece, con la excepción de los Quintero.
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