Hasta
llegar a las Coplas de Jorge Manrique
existe todo un complejo cultural sobre
la experiencia de la muerte que se había ido elaborando a través de los
tiempos. Podemos observar al menos seis factores que dieron lugar a ese
complejo y que son los siguientes:
1º)
La idea presente en el Eclesiastés Vanidad
de vanidades, todo es vanidad.
2º
El viejo tema también de origen bíblico que se resume en la fórmula Ubi sunt qui ante nos in hoc mundo fuere?
3º)
Con los dos temas anteriores aparece la meditación sobre la fugacidad de las
cosas y la estimación positiva o negativa del plazo de la vida. La Edad Media
resuelve esto con la actitud de contemptu
mundi o desprecio del mundo causante del memento mori.
4º)
El tan arraigado en la literatura medieval planto o llanto por la desaparición
de seres queridos o admirados, así como el elogio al sujeto arrebatado por la
muerte. El planto está motivado por la ruina o caída de algún hombre ilustre y
se vincula con el tema De casibus virorum
illustrium de Boccaccio.
5º)
La presencia de la muerte como personaje, que ofrece diferentes aspectos: la
igualación de grandes y chicos, el terror que produce la igualadora, que es
pintada con rasgos horripilantes, la danza macabra, la podredumbre de los
cadáveres o la intervención de la Fortuna.
6º)
La Fama o la memoria en forma de ejemplo que legan los que mueren, un tema
clásico que adquiere nuevos matices en el prerrenacimiento.
Por
separado o fundidos entre sí, esos factores componen un tema de validez
universal a finales de la Edad Media.
En
los siglos XIV y XV habrá dos visiones antitéticas del personaje de la muerte:
una idea medieval que, al menos en teoría, recibe a la muerte con resignación e
incluso con alegría, y una visión vitalista y gozosa que solo se ve turbada por
la inoportuna llamada a la danza de la muerte.
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