lunes, 1 de julio de 2013

Ciencia en la vida cotidiana



      Durante las últimas semanas anduve haciendo un curso en internet, de esos que probablemente no cuenten para nada en materia de puntos, traslados, expediente académico, pero que me hizo aprender y divertirme.
         El trabajo final debía versar sobre la aplicación del pensamiento científico en la vida cotidiana y a mí se me ocurrió que no había más cotidianeidad que un día de nuestra vida. Este es el trabajo que presenté:


UN DÍA CUALQUIERA

Cuando empecé el curso sobre Pensamiento Científico lo hice porque sentía una necesidad imperiosa por conocer. Pasaba por una época en que veía escandalizada cómo las supersticiones y el pensamiento acrítico parecían pasearse impunemente por el mundo que me rodeaba. Homeopatía, acupuntura, bebidas oxigenadas o hechas con agua de mar, movimientos antivacunas, creencias poderosas en el mal de ojo o nacer con gracia, curaciones milagrosas por imposición de manos…
Lo primero que me llamó la atención en los vídeos fue el hecho de que se me planteaba la historia de la ciencia de una forma global, mucho más ampliamente de lo que había visto nunca. Y eso rompió mis esquemas de forma muy gratificante. El contacto con otras mentalidades, gente variada, me hizo disfrutar intelectualmente. Pero hubo una frase chiquitita en uno de los vídeos, una de esas dichas casi de casualidad: “desde que nacemos la ciencia está presente en nuestras vidas”. Eso es. Y es tan así, que cuando releí el título del proyecto final, sea cual sea el resultado, apareció esa “lucecita”: ciencia aplicada a la vida cotidiana… ¿qué hay más cotidiano que un día de nuestra vida? Algo simple, en principio, y sin embargo tuve que estudiar, debatir, pensar cada uno de los detalles de un día cualquiera.
Hice una lista de acciones. Y ahí comenzó una andadura apasionante, porque ¿podía acaso imaginar siquiera Tales de Mileto que sería considerado el primero en observar un fenómeno como la electricidad? Desde aquel paño frotado con ámbar hasta mi despertador enchufado a la red hay historias apasionantes e increíblemente maravillosas de hombres que observaron, analizaron, comprendieron y explicaron a los demás los fenómenos eléctricos. Y es curioso que nunca me hubiera acercado a esa historia, cuando yo misma tuve que explicarles hace un año a mis alumnos cómo Mary Shelley acudía a los espectáculos teatrales que mostraban los experimentos con electricidad y supo recoger esos aspectos científicos en su Frankenstein.
El sonido de ese despertador es mi primer contacto con la realidad. Es un sonido desagradable, nada armónico, que llega hasta mi cerebro a través del oído. Es impresionante la perfección del oído, cómo las ondas producen vibraciones que se convierten en impulsos nerviosos que al final comprende el cerebro. Una va tomando conciencia de que es hora de levantarse, y avanzo lentamente hasta el baño. Una ducha. Vivo en un lugar seco, donde el agua es un bien escaso. Un compuesto más valioso que casi ningún otro. Desde siempre nos educan recordándonos que entre ducha y baño podemos ahorrar 50 litros, incluso más.
La ciencia y la tecnología han hecho mucho por esta zona. Seca y fácilmente inundable, hay toda una historia acerca de norias, presas, acueductos y canalizaciones de lluvias y ríos, desde el siglo II hasta el XXI.
En la ducha, usamos un jabón bastante avanzado, el gel. En la etiqueta siempre visible aparece el detalle de ph neutro. Nunca me había planteado lo del ph. Resulta que se refiere a “potencial hidrógeno”. Es una medida de acidez y se refiere a la concentración de iones hidronio. Lo de neutro es porque es un nivel ph 5,5, el de la piel humana. Eso se traduce grosso modo en que no provocará agresiones cuando entre en contacto con nuestra piel. Y pueden llevar componentes como aloe vera. Un descubrimiento el de esta planta. Tiene tres capas, la exterior es una protección, pero las otras dos se usan en farmacia. En la segunda contiene aloína que se usa en laxantes. La tercera, que es su reserva de agua, es de la que se extrae la pulpa utilizada en geles.
¿Y lavarse los dientes? Aún recuerdo cuando estudiaba la literatura latina. Catulo criticaba a los hispanos el sonreír en exceso para mostrar la blancura de sus dientes. El motivo era claro: los dientes entonces se lavaban con orina. Así que el sarcástico autor tenía el chiste hecho con esa costumbre. De todas formas, parece que fueron los egipcios los que de verdad inventaron un dentífrico, y a partir del siglo XIX, había antisépticos. En las pastas de dientes se regula especialmente la cantidad de flúor, porque previene la caries si no es en exceso.
Cuando ya estoy lista me preparo el desayuno, aunque me acompaña en los últimos años también el ibuprofeno, por los dolores de espalda, musculares. Es definido como un medicamento de los antiinflamatorios no esteroides y actúa, según dicen en medlineplus, deteniendo la producción de la sustancia que provoca el dolor o la inflamación.
Y mientras desayuno para poder trabajar sin problemas, me paro a pensar en lo fácil que es ahora estar bien alimentado. Y cómo se ha avanzado no solo en nutrición, también en higiene. Algo tan sencillo como tomar un vaso de leche sin riesgos. Mi madre era la pequeña de seis hermanos. Vivían en el campo, tenían un huerto, y llevaban a la casa leche recién sacada. Me contaba que entonces había que hervir varias veces la leche para poder consumirla. Ahora yo solo tengo que abrir el envase. Siempre miro un poco la apariencia. Si no estoy muy segura, de mi madre me quedó esa costumbre de hervirla si uno tiene dudas, pero sé que en el peor de los casos, si no está en perfecto estado, se cortará en ese punto de ebullición.
El caso es que ahora he sabido que la primera pasteurización se realizó el 20 de abril de 1864 y fue el propio Pasteur, junto con su colega Claude Bernard, quien llevó a cabo ese proceso. Eso sí, el método UHT (ultapasteurización), no  se empezó a desarrollar hasta los años 40 del siglo XX, y ya se consiguió el éxito al envasar los alimentos a partir de 1961.
Compruebo que aún no he salido de casa y ya he estado rodeada de adelantos científicos y tecnológicos. Y apenas he comenzado, porque ahora debo ir al garaje. Aún me separan cuarenta kilómetros del instituto donde trabajo. Tengo que usar el mando para abrir la puerta. Hay un código, un mini-idioma entre el mando y la puerta del garaje. Igual que existe entre la llave y el vehículo. Son diferentes a los infrarrojos de otros mandos a distancia como el de las televisiones, porque esos códigos puedo cambiarlos, mientras que los de electrodomésticos son fijos. Ahora he aprendido a “ver” si uno de esos mandos funciona. Como el ojo no puede percibirlos, un compañero de Tecnología me enseñó cómo hacerlo. Simplemente lo miro a través de la cámara de fotos de mi teléfono móvil. Pulso el botón de ese mando y entonces veo esa luz blanca parpadeando.
Mi coche funciona con gasoil. Sé que en el motor diesel no se produce una chispa como en el de gasolina. El gasoil entra pulverizado y mezclado con aire. Al aumentar la presión, el combustible se quema por compresión.  Hay un aumento de temperatura al comprimirlo de esa forma. Aún recuerdo lo que me costó estudiar esa parte en el manual que te daban en la autoescuela, cuando luchaba por obtener el permiso de conducir.
Cuando atravieso la ciudad para llegar hasta la autovía, debo pasar por tres cruces regulados por semáforos. Este aparato estoy acostumbrada a explicarlo en mis clases. Forma un código completo. Las tres luces, rojo, ámbar y verde no tienen sentido si no es en conjunto. Y tanto si se usan las tres, como si se limitan al rojo y al verde, deben estar colocadas siempre en la misma posición, ya sea en vertical o en horizontal. De esta forma, cualquier persona puede circular sin problemas. En especial los daltónicos. La luz roja arriba. O bien la luz roja a la izquierda. Un compañero de Biología me explicó hace tiempo que el daltonismo es una alteración genética que afecta a los conos, unas células sensoriales que permiten percibir los colores. Si los encargados de regular esos semáforos no piensan en esos detalles, no colocan siempre los colores de forma ordenada, podría provocarse algún accidente.
Ya en la autovía debo pasar por un puente sobre el río. Siempre me ha gustado ese puente por el arco que tiene en el centro, con varios tensores, en colores plateados y azules. Un ingeniero me habló de las juntas de dilatación en los puentes, varias, tantas como apoyos tenga ese puente. Están hechas con caucho, aunque a veces pueden estar delimitadas o ancladas por medio de una pieza metálica. Por eso al pasar por encima de ellas, sientes ese golpeteo metálico. Son elementos importantes en esos puentes, ya que permiten absorber los movimientos de las vigas, debidas a la dilatación o a las oscilaciones a las que las somete el tráfico rodante. Más que importantes, por tanto, son imprescindibles.
Y si tengo que observar la ciencia y la tecnología a diario, ¿qué decir en cuanto atravieso las puertas de mi lugar de trabajo? Hay un sistema de cámaras de seguridad, que registran todos los movimientos de las diferentes personas que están ahí cada día. Esas imágenes quedan grabadas durante veinticuatro horas. Si no hay que revisarlas, se borran.
Pero es que además, están todos los instrumentos que utilizamos en la enseñanza, y eso que la asignatura que imparto no parece necesitar muchos elementos. Pero solo en una enumeración somera, ya encuentro lápices, bolígrafos, libros, fotocopiadoras, impresoras, ordenadores, conexión a internet, pizarras digitales, teléfonos fijos y móviles. La verdad es que cuando preparo las clases con el libro de texto, me gusta señalar y hacer las anotaciones en él con el lápiz, por aquello de no estropearlo demasiado. Casi todos sabemos que la mina es de grafito, mezclado con arcilla, pero fue gracias a un compañero de Física que conseguí comprender algo tan sencillo. El rozamiento entre el lápiz y el papel es lo que hace que el grafito se rompa, y esos trocitos se adhieren al papel. Más curioso aún me pareció el hecho de mirar esa realidad aumentada. No es un continuo. En las zonas donde el grafito no llega a adherirse, se puede ver que no se ha llegado a pintar. Y el bolígrafo es sorprendente, solo una bolita (ahora sé que normalmente es de acero) que rueda sobre el papel descargando la tinta.
Y está el papel, la imprenta, las ondas hasta repetidores, la fibra óptica, los cables...
A media mañana hay un recreo, así la jornada se divide en dos mitades, tres horas de clase antes y otras tres después del recreo. Está bien poder descansar así, se rinde más y mejor. Sobre todo los adolescentes. Algunos compañeros aprovechamos para tomar un café. Y yo, por desgracia, fumo un cigarrillo en esa pausa. Cuando vi ese vídeo sobre redes sociales… pensé enseguida en las adicciones. Empecé a fumar por imitación, por inclusión en un grupo. Todos los miembros de la pandilla fumaban, menos yo. Y entonces no nos advertían tanto sobre los peligros o los riesgos del tabaquismo. De hecho, con solo 17 años, pude comprar libremente mi primer cigarrillo. Con el tiempo, muchos de los amigos han ido dejándolo, y eso hace que al menos te plantees abandonar este hábito, igual que ellos. Pero sé que aún me queda un camino largo hasta conseguir abandonar esa droga. Y eso que también sé que en cuestión de días me sentiré mejor, aunque la adicción a la nicotina dure más tiempo.
En España (y creo que en todo el mundo) al menos se ha avanzado mucho en información en este sentido. La Sociedad de Neumología y Cirugía torácica edita una guía sobre el tratamiento del tabaquismo. Y ahí hace hincapié en que el tabaquismo es una enfermedad crónica, en la que suele haber muchos intentos de abandono sin obtener resultados. Pero tanto el médico como el farmacéutico me animan diciendo que al menos yo ya lo he intentado dejar. Así es, más de una vez. Y solo lo conseguí en los dos años en que estaba embarazada y luego amamantaba. Necesitaré una fuerte motivación, igual que en esas ocasiones. Aunque eso de las redes sociales me hizo pensar… intentaré apoyarme también en esos amigos que ya consiguieron abandonar el tabaco.
Sigo con mis clases. Hoy hablo sobre publicidad engañosa, a través de un anuncio que promete salud con solo colocarse unos anillos de silicona en los dedos de los pies. El producto se ofrece a buen precio en apariencia, aunque si uno lo piensa bien… 30 euros por unos siete centímetros de silicona… comparamos con otros productos (tetinas, tubos…). Es carísimo. Observamos si los argumentos y los enunciados son veraces, si no contradicen el sentido común, si de la causa se infiere la conclusión, si el texto aprovecha nuestras debilidades. Intentamos, en fin, aplicar el pensamiento crítico y nuestros conocimientos lingüísticos.
Cuando termino la jornada en el instituto, regreso a casa. Lo más importante al llegar y sobre todo antes de comer, de saludar en casa o de por supuesto meterme en la cocina es lavarme las manos. Las manos sucias pueden propagar infecciones, muchos gérmenes pueden estar en ellas, así que es un ritual muy necesario. En este sentido, recuerdo siempre la historia de I.F.Semmelweiss, un médico que consiguió reducir la mortalidad en las parturientas en el hospital donde trabajaba. El método consistió en lograr que los médicos que las atendían se lavaran las manos antes de asistirlas en el parto. Por desgracia, él murió sin que se le reconociera ese logro.
Una vez metida en la cocina, podemos encontrar varias lecciones de química cotidiana. Conservantes, antioxidantes, vitaminas, conservas en las que se ha extraído el oxígeno, emulsiones como la mayonesa, disoluciones,… Hay un acompañamiento que me gusta especialmente en los guisos: la cebolla. Pero siempre hay que pasar por ese llanto cuando se corta. Y es que en las células de la cebolla existen compuestos que contienen azufre. Cuando la cortas, se rompen las células y esos compuestos sufren una reacción química que los transforma en moléculas sulfuradas, que reaccionan con la humedad de los ojos y así se produce ácido sulfúrico. Nuestra córnea lo detecta y comienza el picor de ojos. Así que casi es inevitable llorar al pelar la cebolla. Aunque precisamente por la solubilidad, puedes evitar el lagrimeo si cortas la cebolla bajo un chorro de agua.
Me gusta sofreírla un poco antes de incorporarla al plato que sea. Y aunque aún se usan sartenes de hierro, es preferible tener antiadherentes, esas sartenes recubiertas de teflón. Ese es un nombre comercial, porque lo que realmente tienen esas sartenes es una capa muy fina de un plástico denominado politetrafluoretileno (sí, he tenido que mirarlo varias veces hasta aprender esa palabra). Es un compuesto de carbono y flúor y tiene una energía superficial muy baja.
Y después de comer, recoger la cocina. Usar para fregar la vajilla ese jabón especial y un estropajo de níquel. Y lejía, un desinfectante muy antiguo, aunque como compuesto ha ido evolucionando con el tiempo.
Después me gusta conectarme a través de internet para mantener charlas con amigos que están a muchos kilómetros. Antes era imposible, pero ahora puedo mantener el contacto con ellos y comunicarme a través de redes sociales o de programas como skype.
A veces, veo algo de deporte en televisión. Ahora hay varios partidos de fútbol que se transmiten vía satélite. Me gusta al mismo tiempo escuchar los comentarios sobre los partidos a través de la radio. Siempre me había preguntado cómo era posible que si la velocidad de la luz y la del sonido eran tan distintas… yo escuchara un par de segundos antes las jugadas a través de la radio, para casi de inmediato verlas por el televisor. Pero es que el sonido es vía terrestre y la imagen es a través del satélite. Incluso se retarda un poco el sonido para que en la emisión estén sincronizados.
Siempre me reservo una hora para pasear. Dicen que media hora ayuda a mantenerse sano, pero no lo hago solo por eso. Me gusta pensar y hablar con la gente, así que durante esa hora puedo hacer ambas cosas. Es una actividad suave, pero creo que  me ayuda a reducir el estrés. Estos beneficios tendré que estudiarlos más. Sé que es recomendable en caso de hipertensión porque los médicos se lo han aconsejado a algunas personas de mi familia.
      Como me gusta tanto el cine, procuro ver al menos una película al día. Esa ilusión óptica. Varios fotogramas que al pasar producen la ilusión de movimiento. Hoy toca “Criadas y señoras”. La película retrata problemas raciales en el sur de Estados Unidos en los años 50 del siglo XX. La discriminación que se plantea tiene raíces históricas, las de la esclavitud. Hasta la abolición tras la guerra de Secesión estadounidense, se justificaba la existencia de esa esclavitud en las llamadas “marca de Caín” y “maldición de Ham” que aparecían en el Génesis bíblico. Pero en la Biblia aparecen también pasajes en que la esclavitud se condena, como cuando en Hechos se dice que Dios “de una sangre ha hecho a todos los hombres” ¿Y si pienso científicamente? No hay base científica para la discriminación. El ser humano es una especie. Homo erectus, homo ergaster, Neandertales, homo floresiensis… De todas las especies de humanos que han existido solo el Homo Sapiens sobrevivió. Y los estudios sobre el genoma humano nos han llevado a comprobar que las diferencias aparentes, las puramente físicas, son una parte trivial de los pares base del ADN humano.
       Hace tiempo que en clase les explico a mis alumnos que el término “raza” está obsoleto. Es una palabra imprecisa, no es científica. Y repasamos algún concepto como el de especie, ya que sabemos que dos humanos pueden reproducirse entre sí, sean como sean en apariencia.
      Ya es de noche. Mañana compartiré el café con mis compañeros, esos pacientes sabios a los que agradezco su inestimable ayuda, en forma de conversación y de referencias bibliográficas.


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