sábado, 14 de febrero de 2015

La novela realista y naturalista




            A mediados del siglo XIX el movimiento romántico se encuentra en decadencia. El positivismo se convierte en la ideología dominante. Es un sistema filosófico que entronca con el racionalismo, el empirismo y la crítica kantiana. El término “positivo” se refiere a lo experimentalmente demostrable, de manera que presta atención exclusivamente a los hechos, intenta clasificarlos y relacionarlos entre sí. Así, se observan directamente los hechos y se experimenta, de forma que se puedan comprobar las relaciones entre causa y efecto.
            El fundador del pensamiento positivista fue Augusto Comte en su Curso de filosofía positiva. En su obra plantea una serie de postulados como que no existe nada absoluto, de lo único que puede ocuparse el conocimiento es de los hechos y sus relaciones. Los hechos no son más que los fenómenos que se pueden comprobar por la experiencia y la única experiencia posible es la de los sentidos.
            El positivismo es la filosofía que mejor se adapta al espíritu burgués. Es la época en que la burguesía se ha lanzado a la conquista del poder político y social y a la afirmación y consolidación del poder económico. Los ideales de esta clase social se mueven entre dos polos difíciles de conjugar: libertad y orden. Libertad para los negocios, intervenir en la vida del país a través de partidos políticos y parlamentos y así imponer sus ideas. Orden para defender el derecho de la propiedad y los derechos que se derivan de ella.
En el terreno de la literatura la burguesía impone el gusto por la novela, que posee rasgos comunes en los diferentes países europeos. Se produce un tipo de narración que es testimonio de ambientes y retratos de individuos.
La narrativa de esta época presenta equilibrados sociología e intimismo, la descripción de la estructura colectiva y el retrato individual. La novela del XIX se interesa sobre todo por el individuo en tensa dialéctica con la sociedad. Reproduce ante el lector al hombre dotado de libertad, capaz de superar el caos y establecer un sentido a su vida.
Formalmente esta novela presenta unas notas características, como las descripciones ricas, amplias y profundas; los personajes descritos físicamente, pero también en movimiento y razonando los motivos de su conducta. Con el realismo desaparecen los personajes paradigmáticos, las lecciones morales, los cuidados diálogos y las descripciones primorosas. La novela realista no quiere ser más que la visión de la vida misma, por encima de cualquier tesis aparente. De ahí que su tono sea enérgico y pesimista a la vez.
Hacia 1830 puede hablarse ya de un modelo cultural realista en Francia, surgido a partir de una serie de condicionamientos ideológicos y literarios. Se podría hablar de un cambio revolucionario experimentado en una sociedad en la que una clase social (la burguesía) ha arrancado el poder a otra (la aristocracia) y ha convertido en dominantes sus modos de producción y sus gustos culturales. Por otra parte, el desengaño se convierte en una fuente del realismo.
Una vez impuesto el realismo, la novela se convierte en el género literario por antonomasia. Algunos críticos opinan que la novela moderna es la historia de una búsqueda de valores auténticos degradados en una sociedad degradada. El enfrentamiento entre el individuo y la sociedad se hace patente en los argumentos de la novela realista, donde la fuerza de la realidad acaba imponiéndose al individuo, que fracasa. El sentimiento fundamental que acaba revelándose es el de la impotencia, que se da a pesar de la lucha del individuo. Con los últimos realistas europeos, se abrirán los interrogantes sobre el sentido de la vida y la sospecha de un mundo absurdo.
Los románticos y los realistas tienen en común la sensación de que el mundo escapa a la voluntad del hombre y lo domina. Los realistas se disponen al conocimiento. Comprenden el enfrentamiento yo-realidad y lo encaran para conocer sus causas.
Aunque el enfrentamiento individuo-realidad estructura la novela realista, la respuesta al conflicto varía en las distintas fases del movimiento.
Para la primera generación realista, que nace tras la revolución de 1830, la respuesta es la necesaria integración del individuo en la sociedad, aun a costa de la renuncia del individuo a la satisfacción de sus objetivos. En escritores como Balzac existe una confianza absoluta en que las condiciones de vida de la época tienen que superarse. Esta actitud es la que adoptan también los protagonistas de la novela rusa (como el Raskolnikov de Crimen y castigo de Dostoievski), que representan la lucha del individuo problemático contra la realidad y su integración final en ella. La lucha no debe romper los vínculos sociales, ya que más allá de estos solo existe la locura, el suicidio o el crimen.
A partir de 1848 en Francia se impone el modelo del naturalismo. Para algunos este cambio se debe a una intensificación en el proceso de aprehensión de la realidad, para otros se trata de la desintegración de lo universal. A partir de 1848 la burguesía ya no puede permitir esa autocrítica que podía poner en peligro los valores sobre los que se sustentaba.
El naturalismo supone un cambio de actitud con respecto al realismo. Este representa el modelo que se impone tras la revolución burguesa y expresa un pacto posible entre la libertad individual y la disciplina colectiva, un compromiso entre el deseo personal y la realidad social. El naturalismo pone en cuestión este compromiso. Expresa la crisis del individualismo burgués. La novela naturalista analiza el comportamiento del individuo como factor del medio físico en que se desenvuelve.
La narrativa realista en Francia comienza con Henry Beyle (Stendhal), que puso su ideal en la energía del espíritu libre, para lo cual incluso la acción es algo secundario. Sus protagonistas sueñan con el dominio del mundo desde la oscuridad de su propia vida vulgar. Sus novelas se convierten en una introspección de la interioridad. Su estilo es exacto, lacónico. Stendhal busca la realidad sobria y sin ilusiones.
Sus dos grandes novelas son El rojo y el negro (1831) y La cartuja de Parma (1839). En la primera de las obras mencionadas, el rojo es el símbolo de las armas, a lo que se hubiera dedicado el joven Julián Sorel si las circunstancias lo hubieran permitido, y el negro es el símbolo de la sotana que debe vestir como única forma de abrirse camino en la vida. En esta obra Stendhal plasma la tragedia de la ambición del espíritu que ansía dominar la sociedad que desprecia, solo por el afán de comprobar su superioridad. La cartuja de Parma es más compleja en su argumento, aunque la peripecia solo cobra sentido por ser la vida del protagonista, Fabricio del Dongo.
La obra de Honoré de Balzac se impone como una unidad humana. La comedia humana, su máxima obra, es la representación del individuo en medio del gran tejido vivo de la sociedad, vista también como un enorme individuo hecho de células humanas. Balzac pinta los tipos acentuando sus rasgos. La lucha por la vida, el poder o el dinero figuran en casi todas sus novelas.
Con Flaubert se produce un cambio sutil en la novelística francesa del XIX. Su posición con respecto a los temas tratados es más fría. Su análisis se preocupa más de la individualidad. Su descripción del mundo es minuciosa. Afirma no interesarse más que por la belleza de la imaginación y por la exactitud de la expresión, mientras se mantiene neutral ante los motivos humanos que presenta. Hay en ello una raíz moral: la elevación del individuo para liberar el alma de las cuestiones o partidismos cotidianos, y para ello toma como instrumento el ejercicio ascético del arte, la persecución de una perfección formal. Escribe despacio y corrigiendo sin cesar (recordemos que tardó seis años en escribir Madame Bovary).
Con el tiempo las notas realistas se acentúan hasta llegar a un punto en que es más importante demostrar que describir, lo que abre el camino al naturalismo, del que Zola será el representante más típico. Presenta y refleja lo feo, grosero y monstruoso de la vida. Pretendía también demostrar en sus relatos algunas tesis científicas, como la ley de la herencia. Zola es un magnífico pintor de lo colectivo, como en Germinal.
En Inglaterra estamos en la época de la primera industrialización y la del cambio social. Surgen grandes fábricas y masas de población que viven en míseras condiciones, sometidas a una explotación constante. Los niños no se libran de dicha explotación. La novela de la época va unida a esa situación social.
Charles Dickens será el autor de unas estampas de costumbres muy vivas, que publicaría con el título de Esbozos. En ellas se verá su vena de fotógrafo literario. Su obra pinta las maneras, los gestos y los dichos de toda una época.
Los Documentos póstumos del Club Pickwick, que nacieron como adornos literarios para un dibujante, es uno de sus mejores libros. Escrito como una parodia de las novelas inglesas del siglo XVIII, es una obra divertida, que toma como base el ambiente social inglés. Su otra característica es la creación de tipos inolvidables, como Oliver Twist (con un ambiente sombrío y donde prima la desolación de su protagonista) o David Copperfield. No podemos olvidar su obra Cuento de Navidad.
Thackeray escribió La feria de las vanidades. Lo que más llama la atención en esta obra es el diseño de su mundo narrativo, con una frialdad objetivadora, en la que predomina la presentación directa de hechos y ambientes y se eliminan comentarios morales. Es una novela sin héroe.
No hay que olvidar a las hermanas Bronte: Charlotte, que escribió Jane Eyre, Emily, con Cumbres borrascosas, y Anne. Su literatura nació en un ambiente cerrado, sin conexión con un público o con un tiempo concretos.
Todos los esquemas sobre la novelística europea del siglo XIX trascienden por la inaudita floración de narradores rusos, lo que constituye en sí mismo un período diferenciado. Son realistas movidos por preocupaciones sociales, con un sentido poético profundo que plantean emociones humanas libres de fronteras temporales o espaciales.
Este período comienza con Gogol, quien inaugura el realismo ruso.
Dostoievski desborda las clasificaciones. Su carácter y su condena a muerte conmutada por su confinamiento en Siberia influirán en su obra. Sus mejores obras revelan un alma. Su primera etapa había sido romántica y sentimental, pero con Crimen y castigo se inicia otro nivel más amplio en su creación. La mayor capacidad de este autor es la hipnosis, el implicar al lector en la pasión del personaje. En la cima narrativa de Dostoievski se sitúan también El jugador y Los hermanos Karamazov.
Tolstoi es otro de los grandes autores rusos. Dejó sus bienes materiales para seguir su filosofía humanitaria. Esa recta moral se refleja en su obra. Sus grandes novelas son Guerra y paz y Ana Karenina.
Entre Tolstoi y Dovstoievski y la crisis del realismo ruso encontramos la figura de Chejov, que comenzó publicando cuentos humorísticos, y después fue alternándolos con relatos de mayor alcance. Es el auténtico creador de cuentos del siglo XIX.
En el realismo portugués, el novelista más importante fue Eça de Queiroz, con El crimen del padre Amaro, de intención anticlerical, en la que el sacerdote queda desdibujado frente a los otros personajes.
Por último, la novela realista o verista en Italia se mezcla con la tradición y el impulso poético. Se considera a Niccolo Tommaseo el primer gran novelista de este movimiento.
Hay que recordar que en España el modelo realista más importante es Galdós. Durante el período de la Restauración, el país se abrió a las corrientes culturales europeas, al mismo tiempo que se producía una profunda reflexión sobre la tradición española. La novela realista aparece a partir de 1870, y se considera que a partir de 1880 hay una segunda fase, la del naturalismo español. Entre los autores de esta época en nuestro país podemos señalar a Pedro Antonio de Alarcón, con cuentos (como El clavo), novelas breves (entre las que se encuentra El sombrero de tres picos) y novelas amplias (como por ejemplo, El escándalo); Juan Valera, para quien la novela es poesía en prosa, escribió por ejemplo Juanita la larga; Emilia Pardo Bazán, que es considerada como naturalista en algunos casos, aunque siempre respetaba el decoro en las escenas violentas o escabrosas, escribió Los pazos de Ulloa.
Pero el autor más importante junto con Galdós dentro del realismo en España es Leopoldo alas, Clarín, con La Regenta.




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