Tradicionalmente
se definía métricamente el romance como la serie indefinida de versos
octosílabos asonantes, rimando los pares y quedando libres los impares.
Modernamente
la crítica recuerda el pie de romance, versos de 16 sílabas con cesura central
monorrimo, ya que se ha comprobado que las pausas musicales (si las hay),
sintácticas y métricas siempre van después de la sílaba par.
La
unidad principal, por tanto, serían los versos de 16 sílabas, en los que habría
asonancia.
En
cuanto al origen y evolución de esta
muestra de poesía, los romances más antiguos se remontan al siglo XIV.
Pertenecen al siglo XV con el nombre de romances viejos para diferenciarlos de
los romances del siglo XVI (romances nuevos).
Parece
que con el paso del tiempo, los cantares de gesta (que se transmitían
oralmente) ya no gustaban tan largos y se preferían las formas más breves.
Comienzan a tomarse los episodios más notables, pues todo el mundo conocía bien
la gesta. Los fragmentos más atractivos que se quedan en la memoria se
popularizan, formándose versos aparte, independientes del conjunto, y cobran
vida independiente (ya sea romance tradicional o nuevo).
Esta
etapa de refundiciones del romance llega hasta el siglo XIV. Coexisten gestas y
nuevos romances hasta que en el siglo XV predomina por completo el romance.
Se
incluyen elementos más líricos y subjetivos (interviene el gusto personal, no
hay narraciones históricas). Por esto se les llama composiciones épico-líricas.
Se
aligera la narración, se olvidan detalles objetivos y se añaden elementos
subjetivos y sentimentales. La narración ya es trabada. No se toma lo que no es
esencial y se sustituye por la intuición, la liricidad y el dramatismo.
Es
muy importante la tendencia a lo fragmentario (lo que es único en la literatura
universal). Hay una tendencia a la selección eliminadora.
Así
se elegirán los preliminares, incidentes y desenlace (uno o dos de estos los
deja en suspenso).
Habrá
una tendencia a dejar trabada la narración en el momento más intenso. La
fantasía del oyente lo completa y eso supone más intensidad y sugestión lírica.
En
lo que respecta a la transmisión y
variantes dentro del romancero, hay que recordar que durante el siglo XV no
se escribían, por lo que se transmitían oralmente y se producían cambios en el
texto (a veces peor y a veces mejor que en su origen), lo que supone que había
una constante elaboración.
Podemos
recordar que Menéndez Pidal distinguía una poesía popular y una tradicional. La
popular puede agradar a todos y
perdurar en el gusto del público mucho más tiempo. El pueblo la repite sin
rehacerla (a conciencia de que le es ajena). La tradicional está más arraigada en el recuerdo. El pueblo la ha
recibido como suya, como parte de su tesoro intelectual. Al hacerla suya la
rehace y la refunde, se producen variantes y aparecen más versiones (por
ejemplo, de Gerinaldo se encuentran 164 diferentes, de Arnaldos más de 12). La
tradición además puede implicar continuar un texto o contaminarlo y combinarlo
con otros.
Los
romances se clasifican en viejos y artísticos. Los romances viejos fueron compuestos en el
siglo XV y el primer cuarto del siglo XVI, y pueden ser tradicionales o
históricos, por estar inspirados en gestas (estos se dividen en tantos grupos
como ciclos épicos), y juglarescos, con diferente origen.
Los
romances artísticos, por su parte,
fueron compuestos después del primer cuarto del siglo XVI. También se dividen
en tradicionales o históricos y juglarescos. Dentro del primer grupo encontramos
el ciclo de don Rodrigo y la pérdida de España, la figura de Bernardo del
Carpio, el conde Fernán González, los infantes de Lara, el Cid y otros de tema
histórico.
Entre
los juglarescos encontramos los inspirados en Pedro I el Cruel, los fronterizos
(que recogen episodios de las últimas etapas contra los musulmanes), los
carolingios (de las gestas francesas), el ciclo bretón, los novelescos (con
asuntos distintos, más sentimentales) y los líricos.
De
todos ellos, los más importantes son los fronterizos, los de los ciclos
carolingio y bretón y los novelescos y líricos:
Fronterizos
|
-Son extraordinariamente
históricos.
-Preferentemente, en ellos
aparece la conquista de Granada (con lo que se aporta más información sobre
ese suceso)
-No se basan en antiguas gestas
ni en crónicas (es la realidad más o menos poetizada)
-Los temas son episodios de
guerra (sorpresas, incursiones, etc.)
-Los personajes son los reyes
de Castilla y Navarra, Rodrigo de Narváez, el Marqués de Calatrava, etc.
-Tienen especial interés los
romances fronterizos moriscos. Aunque compuestos por el lado vencedor,
aparecen junto a héroes cristianos otros musulmanes, con manifestación de
sentimientos de admiración y simpatía (es la maurofilia que se convirtió en moda literaria, de forma que
encontramos en la prosa del siglo XVI La
historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa).
|
Ciclo carolingio
|
-Trata sobre Carlomagno y
aquello o aquellos relacionados con él (Roldán, los Doce Pares, Roncesvalles,
Rosaflorida, etc.)
-Aparecen rasgos franceses
elaborados de forma castellana.
-Predominio y complicación de
la peripecia novelesca sobre la severidad del hecho heroico.
-Hay variedad anecdótica.
Aparecen anacronismos.
-Los héroes tienen carácter
caballeresco.
-Hay una mayor intensidad
pasional y sentimental (diferente al romance español)
-Aparecen elementos
sobrenaturales y maravillosos.
-Aparecen galanterías y atrevimiento amoroso.
-Se acentúa lo lírico y los
aspectos pintorescos.
|
Ciclo bretón
|
-Tuvo una acogida menor. Su conocimiento
en la península fue tardío y no creó tradición épica oral. A principios del
siglo XIII inspiran las novelas de caballerías (no sensibilizaba con el gusto
español más realista).
-Los personajes principales son
el rey Arturo, Lanzarote, Tristán, el caballero del Santo Grial, Merlín, etc.
|
Novelescos y
líricos
|
-Hay una libre invención de los
poetas, que beben de diferentes fuentes.
-Los temas y personajes son
bíblicos, mitológicos o clásicos.
-Derivan de novelas medievales.
-Son poemas eruditos o
imaginativos.
-Son canciones épico-líricas.
-Entre los más famosos
encontramos a la adúltera castigada, Fontefrida o al Conde Arnaldos.
|
Con
respecto al estilo, debemos recordar
los siguientes aspectos:
-
En el romancero hay variedad de temas.
-
Se emplea en él el ritmo octosilábico (típico español).
-
Resulta asombrosa la sencillez de recursos que provoca
mayores efectos poéticos.
-
Hay parquedad en la adjetivación y las repeticiones y
paralelismos resultan muy eficaces.
-
Se caracteriza también por la viveza narrativa.
-
Hay una rápida composición del escenario y arte a la
hora de captar rápidamente la atención del lector (sin preámbulos se presenta
el tema).
-
El movimiento dramático se consigue mediante el diálogo
rápido.
-
Podemos observar una fuerza descriptiva plástica, con
una aproximación inmediata a la realidad.
-
Hay una casi total ausencia de elementos fantásticos o
maravillosos (excepto en la infantina
encantada).
-
Una fina elegancia armoniza lo popular con una
expresión poética de alto valor estético.
-
Una de sus principales características es el
fragmentarismo: se trata de sucesos nucleares. No hay principio ni final.
-
Hay una tendencia a dejar truncada la narración.
-
Se produce una intensa carga emocional, pero no se
insiste en ella, no se desarrolla.
-
No moraliza jamás (si se produce la traición o la
deshonra, ni se subraya ni se comenta: se cobra el castigo digno).
-
El final trágico es más común que el feliz.
-
Son romances nacionales, no nacionalistas. No se apela
especialmente al patriotismo, se sobreentiende. Lo épico se concreta en el
individuo (odio/venganza).
-
No se narra objetivamente, se actualiza al oyente y se
consigue mediante el apóstrofe del verbo ser (viérades llegar), con adverbios demostrativos (he, helo) o el adverbio ya (ya
cabalga Diego Ordóñez), exclamaciones (¡Qué
buen caballero!) y mediante el narrador como testigo (vide como una niña) o protagonista (yo era la mora).
-
La principal figura retórica es la repetición (que lo
diferencia de las gestas) y un mayor efecto dramático (de preferencia en los
primeros versos), mediante vocablos seguidos, al principio del hemistiquio (de Francia viene la niña, de Francia la bien
guarnida) o dentro del mismo hemistiquio (que por mayo era por mayo).
-
Se utiliza la aliteración.
-
Aparecen fórmulas épicas heredadas.
-
Los tiempos verbales se utilizan de forma anárquica,
bien por causas métricas y estilísticas, bien porque aún no está fijado el
sistema verbal castellano.
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