Italia
es el primer pueblo de Europa que ve surgir en su arte y su literatura el
movimiento renacentista. Las razones son diversas aunque podemos destacar la
proximidad geográfica de Italia con las culturas clásicas de Grecia y Roma, el
régimen de libertad ciudadana de las diferentes repúblicas italianas y, sobre
todo, la existencia de dos figuras fundamentales, Boccaccio y Petrarca, en
cuyas obras encontramos el germen que
diseñará la ideología renacentista.
Cuando
nos referimos a poesía, debemos centrarnos en Petrarca por su importancia
decisiva.
Petrarca
(1304-1374) pasó su juventud en la ciudad francesa de Aviñón, donde recibe las
órdenes menores y conoce a Laura de Noves, quien será su musa inspiradora.
La
muerte de Laura a causa de la peste que diezmaba Europa provoca en Petrarca una
profunda crisis espiritual, que divide su obra en dos etapas
-
In vita di Madonna Laura
-
In morte di Madonna Laura
Petrarca,
considerado como el primer humanista de Europa estudió apasionadamente los
textos clásicos, en los cuales estaba contenida toda la grandeza de Roma, a fin
de restaurar en Italia todo su pasado esplendor. De ahí que escribiera sus
primeras obras en latín (el poema épico Africa
y Secretum, un imaginario diálogo del
poeta con San Agustín). En italiano compuso los Triunfos y el Cancionero,
conjunto de poemas de amor inspirados en la vida y muerte de Laura.
Esta obra nos
da la clave de la tremenda importancia de Petrarca, puesto que influyó, ya
tardíamente (siglo XVI) en los principales poetas españoles, franceses,
ingleses y portugueses, como se ve en el siguiente cuadro de influencias:
Españoles
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Boscán, Garcilaso de la Vega,
Fray Luis de León, Fernando de Herrera
|
Franceses
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Marot, Du Bellay, Ronsard
|
Ingleses
|
Wiatt, Surrey, Spencer
|
Portugueses
|
Sa de Miranda, Camoens
|
SONETO CCIX DE
PETRARCA
Las dulces colinas donde
me dejé a mí mismo
Al partir, de las que
partir nunca puedo,
Llevo ante mí; y tengo siempre encima
El querido peso que
me encomendó Amor.
De mí mismo me
asombro a menudo,
Que siempre avanzo y
aún no me he movido
Del bello yugo, en
vano tantas veces sacudido,
Y cuanto más me alejo, más me acerco.
Y cual ciervo herido de
saeta
Con ponzoñoso hierro
dentro del flanco
Huye, y más se apresura
cuanto más sufre
Así yo, con esa flecha en
el lado izquierdo
Que a un tiempo me consume
y me deleita,
De amor me consumo y de huir me canso.
(Traducción de Atilio Pentimalli)
Debemos
señalar que en este soneto se representa la desdichada historia de amor de
Petrarca, enamorado inmortalmente de Laura. Su amor no se consumaría, por lo
que hay una ansiosa prolongación del dolor.
En el verso 1,
las dulces colinas son las que rodean
el pueblo francés de Aviñón. Y están referidas con una técnica genuina de
Petrarca, la utilización de la estructura de epíteto+sustantivo con un valor
ornamental (“dulces colinas”). A
partir del Cancionero este esquema se
convertirá en un cliché poético.
En el verso 2,
aparecen los contrastes poéticos (“al
partir, de las que partir nunca puedo”). En un nivel temático introduce la
profundización en el sentimiento amoroso: el carácter contradictorio de este
sentimiento. Y esto se convertirá también en un tópico que alcanzará una
curiosa plasmación en el soneto de Lope de Vega “Desmayarse, atreverse, estar furioso”.
De nuevo en el
verso 4 encontramos la estructura epíteto+sustantivo (“querido peso”). Igualmente encontramos la visión paradójica o
contradictoria del amor: “peso” (un término negativo) frente al “querido”
(término positivo).
El cierre es
una personificación del Amor, lo cual supone la aparición de un dato
mitológico. Con ello, Petrarca dota a la creación poética de seriedad y
elegancia.
En el verso 5
se introduce la intimidad y el subjetivismo (“De mí mismo me asombro”). Es una reflexión acerca de la pasión
amorosa. En este caso, implica extrañeza.
En el verso 6,
aparece el contraste poético y el paralelismo (“siempre avanzo y aún no me he movido”). Hay un distanciamiento
espacial, un alejamiento físico de la persona amada (“siempre avanzo”) y una fijación espiritual, con la mujer amada
siempre presente en la mente del poeta.
De nuevo
aparece la estructura epíteto+sustantivo, paradójica, en el verso 7 (“bello yugo”). Hay una visión dual del
amor: dolor y placer al mismo tiempo. Podemos encontrar esta visión en poetas
españoles, como Antonio Machado (“la
espina”) y Rosalía de Castro (“el
clavo”).
También
aparece la técnica del contraste en el verso 8 (“y cuanto más me alejo, más me acerco”).
En el verso 9
vuelve a la inspiración clasicista, mitológica, a través de la comparación entre
el dolor del poeta y el “ciervo herido”
(cliché que llegará a la mística, en las glosas de San Juan). El venado o
ciervo herido simboliza esa prolongación del dolor que comentábamos. Petrarca
se inspiró en muchas ocasiones en la Eneida
de Virgilio y en ella aparece el motivo del ciervo herido por las flechas y
huyendo del tormento del amor. En la obra, Dido, enamorada de Eneas, organizaba
partidas de caza. Durante una de ellas, sorprendidos por una tormenta, Dido y
Eneas se refugian en una cueva y allí él corresponde al amor de la reina de
Cartago. Sin embargo, al regresar a la ciudad, Zeus ordena a Eneas abandonar a
Dido. En el cuarto libro de la Eneida
se lee que Dido, enloquecida por esta decepción amorosa, “huyó por el bosque como un venado herido por las flechas”.
De nuevo
aparece la estructura ya conocida de epíteto+sustantivo en el verso 10 (“ponzoñoso hierro”), donde la visión del
amor se deriva hacia el sufrimiento.
En el verso 12
“la flecha” es la saeta de Eros o
Cupido y el “lado izquierdo” simboliza
al corazón.
La antítesis
aparece también en el verso 13 (“me
consume y me deleita”).
Preexistencialista
es el verso 14, con ese cansancio amoroso-vital (“De amor me consumo y de huir me canso”). Junto con la extrañeza,
el asombro, del segundo cuarteto constituye un anticipo de la lírica amorosa
desarraigada de Blas de Otero o de Dámaso Alonso.
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