La
preocupación por la relación entre pensamiento y lenguaje ha estado presente a
lo largo de la historia del pensamiento desde la antigüedad, aunque no siempre
se ha contado con instrumentos científicos para abordarla correctamente.
El
pensamiento y el lenguaje constituyen formas exclusivamente humanas de reflejar
la realidad; aparecen y viven en el hombre como procesos, movimientos; es
decir, son totalidades dinámicas. Ambas ocurren en el tiempo y se relacionan
con las otras formas temporales, históricas que sitúan al ser humano como un
complejo de actitudes: culturales, estéticas, afectivas, psicológicas,
políticas, etc. El pensamiento y el lenguaje tocan todas las manifestaciones
humanas y revelan un nombre y un valor para cada cosa. No hay objeto en el
mundo que no sea un signo, una imagen de la realidad que el pensamiento recoge,
como tampoco hay una idea que no pueda ser representada por el lenguaje.
Esta
preocupación ha dado lugar a diversos enfoques:
Desde
un punto de vista general, y
relacionando esta cuestión con la del origen del lenguaje, se ha discutido
sobre la prioridad de uno u otra, tratando de responder a la pregunta sobre qué
fue antes, si la lengua o el pensamiento, y cuál influye en la formación del
otro.
Desde
la filosofía se han planteado dos
problemas: la relación entre lenguaje y referente y el de los universales del
lenguaje.
Desde
la etnolingüística se plantean las
relaciones entre lengua y pensamiento en la configuración de la mentalidad de
los pueblos; la lengua como generadora de una cultura determinada, como
configuradora de las estructuras mentales de los pueblos. Encontramos dos
teorías en este enfoque: la teoría de la imagen del mundo (Humboldt) y
el relativismo lingüístico americano (Sapir y Whorf).
Desde
una perspectiva psicológica, se
trataría de qué relaciones guardan la formación de la función simbólica y la
lengua; qué condicionamientos mutuos mantienen lengua y pensamiento.
Finalmente,
desde una perspectiva lingüística,
en conexión con la filosofía, se enfoca el problema de las relaciones de la
lengua con los universales lingüísticos y, por otra parte, se analiza el
pensamiento lingüístico.
De
estas perspectivas, la primera no es relevante desde el punto de vista
científico porque apenas aporta nada al problema y porque se presta más a
ejercicios especulativos que a la construcción de una hipótesis de trabajo; sus
métodos no pueden ser científicos porque es imposible comprobar empíricamente
ni el origen, ni la posible dimensión teológica, que por su naturaleza queda
fuera de la discusión científica. Además no puede aportar ningún dato de
interés para el conocimiento de la lengua y de los mecanismos comunicativos del
hombre. Desde la perspectiva psicológica se ve que el surgimiento de uno y otro
probablemente es simultáneo e interactivo.
LENGUAJE
Y PENSAMIENTO EN LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA
Las
relaciones entre lengua y pensamiento han constituido una de las preocupaciones
recurrentes de la Filosofía desde Platón y Aristóteles, centrando su
preocupación en dos problemas: el paso del referente a la referencia
lingüística y los universales.
Respecto
al primer problema, se perfilaron dos posturas ya en la filosofía griega,
representadas por Platón y Aristóteles.
Para el primero, partiendo de su teoría de la Fisei en la que la palabra
“pinta” a su objeto, se establece una relación de necesidad entre palabra y
referente. Cada palabra es la que corresponde por la naturaleza del referente.
Aristóteles
parte del principio del Zesei, que afirma el convencionalismo de la
palabra, la arbitrariedad de la palabra, la cual es tal por decisión colectiva
de la comunidad social que la emplea como referente. Ambas posturas
permanecieron en la historia de la filosofía hasta desembocar una en el ontologismo
conceptualista, y la otra en el nominalismo.
La
otra preocupación de la filosofía ha sido tradicionalmente la de los
universales del pensamiento y su relación con la lengua. Esta cuestión,
planteada en el Renacimiento, se formula con claridad en la Gramática de Port-Royal. Los filósofos
cartesianos del siglo XVIII consideraron como un hecho evidente la existencia
de una gramática universal subyacente a las diversas gramáticas del mundo, que
se diferenciarían sólo por aspectos superficiales. Si la lengua es el reflejo
del hombre, es lógico pensar que la estructura de las lenguas sea la misma para
todas, por debajo de las apariencias. Surge así el universalismo lingüístico
como característica innata del hombre.
Una
tesis similar defiende en nuestros días Chomsky,
que en Lingüística cartesiana
reivindica la gramática universal, que después de su floración en los siglos
XVII y XVIII, sufrió una larga interrupción durante el Romanticismo y el
Positivismo. Éste es el postulado básico que subyace en todos los modelos de
gramática formulados hasta ahora: la existencia de una gramática innata y
universal que refleje la capacidad lingüística del hombre. Podríamos resumir el
pensamiento de Chomsky en tres tesis:
-
El
lenguaje es generado por una capacidad lingüística innata que es localizable
cerebralmente y su estructura funcional aporta la base para las estructuras
profundas lingüísticas.
-
Hay
una gramática universal. Su estudio es el estudio de la naturaleza de las
capacidades intelectuales.
-
Con
la capacidad lingüística está en conexión directa la competencia relativa al lenguaje
en general y a una lengua en particular.
Estos postulados son la base de la gramática generativa y de la rección y ligamento, que es el
modelo en el que trabaja Chomsky.
LENGUAJE Y PENSAMIENTO DESDE LA PERSPECTIVA
ETNOLINGÜÍSTICA
La antropología
lingüística estudia la intersección del lenguaje, por una parte, y cultura,
pensamiento, visión del mundo y conducta correspondiente a la cultura, por
otra. De las diversas orientaciones de la etnolingüística, la que más nos
interesa es la que concibe el lenguaje como “la imagen del mundo de un pueblo,
que al mismo tiempo modela el pensamiento”, como encontramos en el estructuralismo funcionalista en
Humboldt, en el neohumboldtianismo y
en la teoría relativista. La
etnolingüística supone que la lengua particular representa la visión del mundo,
el pensamiento y conducta cultural de sus hablantes.
1. Teoría
de la imagen del mundo. Humboldt.
En la
etnolingüística estructuralista europea, el lenguaje es relación entre hombres
y mundo que ha llegado a ser forma.
Esta
concepción, que se constituye en el Romanticismo como reacción a la teoría de
los universales del lenguaje defendida por la Ilustración, cuenta entre sus
seguidores con Humboldt (1767-1835), cuyas ideas tuvieron gran repercusión.
Humboldt ve al lenguaje en esa función unas veces como resultado de un proceso
de formación o transformación continua (ergon,
papel pasivo), y otras como algo que actúa sobre el pensar y el decir (energeia, fuerza activa y creadora).
Podemos resumir su pensamiento en cuatro puntos:
1) A
través del lenguaje, el espíritu crea entre él y los objetos un mundo
intermedio, la visión del mundo. Esta visión representa el resultado de la
captación, el ergon o producto hecho.
Esta visión del mundo específica de cada nación que crea la lengua es producto
de las circunstancias sobre las que va pasando la nación y explica la
diversidad de lenguas. Humboldt postula un nexo de implicación cuya secuencia
es: Nación y circunstancia del mundo exterior è Lengua particular è
pensamiento.
2) La
visión del mundo que proporciona una lengua no es algo en reposo, sino un
centro dinámico de configuración espiritual. El lenguaje capta el mundo, es energeia, fuerza creadora, que genera la
realidad de la conciencia.
3)
Cada mundo intermedio lingüístico creado por la energeia tiene su propia estructura, su propia “forma interna del
lenguaje”. Las lenguas particulares son una labor del espíritu orientadas hacia
una meta determinada, un modo de ver el mundo, o una conexión de pensamientos.
4) La
lengua particular (cada lengua concreta) tiene forma fónica y forma interna. Esta
consiste en el tipo de unión del pensamiento con los sonidos, en la
segmentación y clasificación del mundo; es el verdadero mundo que ha de colocar
el espíritu entre él mismo y los objetos
por la fuerza interna de su trabajo. La segmentación y clasificación del mundo
son el resultado de la aplicación de la fuerza de la lengua y del espíritu al
mundo. Como cada nación tiene una lengua distinta, cada una tendrá una cosmovisión
distinta. Si tenemos en cuenta la influencia del mundo en la configuración del
carácter de cada lengua, nos encontramos con una relación circular entre lengua
y mundo que Ebneter sintetiza
así:
à fuerza
del espíritu
mundo
exterior y
ß sentido
de la lengua
Lengua à
pensamiento
Por
sentido interno de la lengua se entiende “toda la capacidad espiritual referida
a la formación y al uso de la lengua”. La lengua particular es una
configuración de forma fónica e interna que traduce la imagen del mundo. Por
eso la lengua aparece en Humboldt al mismo tiempo como actividad y como obra,
como energeia y como ergon. Por otra parte, la lengua presta
al pensamiento configuración firme.
La
corriente neohumboldtiana cuenta con Trier
y su teoría de los campos léxicos, y Weisberger y la Escuela de
Bonn, de la que destacan dos aspectos:
1- La
lengua como actividad cognitivo/conceptual: el mundo exterior sólo existe
formulado en el contenido de lengua. La estructura lingüística objetiviza la
estructura del mundo.
2- La
lengua como fundamento de la comunidad étnico/cultural y como constituyente de
la nación. La comunidad condiciona la adquisición de la lengua materna que se
presenta bajo la forma de una estructura superindividual. Los mecanismos
lingüísticos representan la base de una diferenciación irreductible entre
grupos humanos.
Las
ideas de Humboldt y sus seguidores tuvieron repercusiones políticas por su
identificación de lengua, pueblo y nación, que fueron utilizadas en distintos
momentos históricos de Alemania, el último durante el III Reich.
2. Relativismo
Lingüístico
Mientras
que los relativistas europeos (Humboldt y sus seguidores) se inclinan más por
el registro de las estructuras de las lenguas particulares, los americanos
ponen más énfasis en las relaciones entre lengua y cultura.
La
génesis del relativismo lingüístico americano obedece a causas autóctonas y
responde menos a una ruptura teórica con el comparatismo (como le sucedió a
Saussure), que a los problemas prácticos que planteaban las lenguas amerindias
(más de mil), habladas por los indios de América del Norte. Eran lenguas muy
distintas entre sí, irreductibles a las categorías gramaticales indoeuropeas y
carentes de una tradición escrita. Estas circunstancias impusieron una
metodología específica de investigación lingüística, en estrecha relación con
la etnología, la sociología y la psicología. Los lingüistas más conocidos son Sapir y su discípulo Whorf.
La
teoría de la relatividad lingüística afirma que la visión del mundo y el
pensamiento dependen de la lengua, estableciendo una íntima conexión entre la
concepción del mundo y la forma lingüística. Este principio incluye la tesis de
que la imagen del mundo y el pensamiento dependen de la estructura lingüística
correspondiente. Posiblemente fue Sapir el primero que en América formuló la
teoría relativista de la lengua, con algunas afirmaciones valiosas:
“Dos lenguas nunca son suficientemente
parecidas para poder considerarlas como exposiciones de la misma realidad
social. Los mundos en los que viven sociedades distintas son mundos separados y
no se trata simplemente del mismo mundo con distintas etiquetas. La lengua no
es sólo un inventario de distintos ítems sino que define la experiencia de un
modo efectivo para nosotros... a causa de nuestra proyección inconsciente...”
Para
Sapir, el proceso lingüístico se presenta inconsciente. En términos similares
se plantea el relativismo de Whorf que formula explícitamente:
“Vamos hacia un nuevo principio de relatividad
que afirma que la misma evidencia física no conduce a todos los observadores a
la misma imagen del mundo, a no ser que
sus trasfondos lingüísticos sean semejantes o puedan hacerse coincidir. Los
usuarios de gramáticas diferentes son llevados por sus gramáticas a tipos diferentes
de observaciones y a valoraciones distintas de acciones de observación
parecidas externamente, y por eso no son equivalentes como observadores, sino
que tienen que llegar a diferentes observaciones del mundo”
La
hipótesis de Whorf tiene su origen en los estudios de las lenguas de los indios
americanos, especialmente del hopi y de su comparación con las lenguas
indoeuropeas. Comprobó que el verbo hopi es rico en aspectos y diátesis, pero
no tiene tiempos. El hopi no posee el concepto del tiempo como un continuo de
futuro, presente y pasado. Mientras que nuestra imagen del mundo se basa en los
pilares espacio, tiempo y materia, la lengua hopi lo organiza oponiendo lo
abiertamente objetivo y lo subjetivo no manifiesto, o lo subjetivo que se
manifiesta. “Lo manifiesto u objetivo
-dice Whorf- comprende todo lo que es
accesible a los sentidos, el universo físico entero, sin distinción de presente
y pasado, pero excluido todo lo futuro. Lo subjetivo comprende lo futuro y lo
espiritual, psíquico, todo lo que se muestra en el corazón de hombres, animales
y plantas.” Mientras lo objetivo tiene un carácter estático, lo subjetivo
se ve como dinámico.
El
estudio de la lengua hopi demuestra que el análisis que hace de la realidad es
diferente al que se hace en las lenguas SAE (siglas en inglés de promedio-europeo-estándar).
Las lenguas europeas analizan el mundo ubicándolo en las coordenadas espacio-temporales.
En el modo de ver SAE, lo existente se forma a partir de un continuo espacial
informe; lo no espacial recibe una forma espacial y el espacio está localizado
sobre el eje temporal. El hopi analiza la realidad en el sentido de lo que
acaece objetiva y subjetivamente, clasificando todos los acontecimientos del
mundo sobre lo interno y externo, lo objetivo y subjetivo.
En
otras lenguas amerindias se dan ejemplos similares. Recuerda Whorf la lengua
navajo en la que existe una clasificación de los objetos basada en parte en su
movilidad y en parte en su forma, habiendo tenido que reconocer la categoría de
“objetos redondos” y “objetos largos”. En la lengua hopi no sólo existen
diferencias en la segmentación de la realidad y en el comportamiento pragmático
con respecto a las lenguas SAE, sino que existen también diferencias gramaticales
referentes a la conjugación de los verbos, a la polaridad nombre-verbo, al
concepto de pluralización nominal, etc. De esto deduce las conclusiones que
forman su hipótesis:
1) La
infraestructura lingüística o la gramática de cada lengua no constituye solo un
instrumento que permite expresar ideas, sino que determina formas, orientando
la actividad mental del individuo: “Recortamos
la naturaleza según las vías trazadas por nuestra lengua materna. Mediante este
recorte mediático, la organizamos en conceptos y le atribuimos significaciones,
en virtud de una convención que determina nuestra visión del mundo”.
2)
Principio de relatividad lingüística, según el cual usuarios de gramáticas
distintas se ven llevados a valoraciones y a observaciones diferentes sobre
hechos externamente similares.
Tanto
en Humboldt como en la tesis relativista americana, la lengua particular,
considerada de forma absoluta, está en función de la experiencia del mundo
exterior, pero por su parte, actúa de modo determinista sobre el pensar y el
sentir del hablante individual en la actuación lingüística.
Se
puede establecer una serie de implicaciones comunes a las teorías que
representamos con Ebneter:
Mundo exterior
Nación
|
à
ß
|
Fuerza del espíritu.
Facultad del lenguaje
Intuición
Proceso de conciencia más profundo
|
ß
à
|
Lengua
particular
|
à
ß
|
Pensamiento
Imagen del mundo
|
Las críticas que se han hecho a la tesis
de Whorf provienen de diversos frentes. Una objeción que se le hace es que si
las lenguas fueran tan irreductibles como se presentan, no sería posible la
traducción de una a otra. Lo mismo se podría decir de los hablantes bilingües;
si cada lengua marcara de forma absoluta a los hablantes creándoles estructuras
mentales definidas, sería imposible que alguien usara dos lenguas de forma
habitual.
El
único ámbito lingüístico en el que pudiera aceptarse viene constituido por el
léxico, que dentro de cada lengua es menos sistemático y más sujeto a
modificaciones que la gramática. El léxico se organiza en estructuras mayores
(“campos”) y se puede decir que cada lengua recorta la experiencia del mundo de
forma distinta respecto al mismo campo. Es posible hablar de relatividad.
PERSPECTIVA
PSICOLÓGICA
El
interés de la psicología por el lenguaje se centra en el lenguaje como
actividad. Y si el lenguaje es actividad, es lógico que se pregunte para qué
esa actividad y cómo surge en el individuo (ontogénesis del lenguaje) y formule
hipótesis sobre su origen en la especie (perspectiva filogenética).
Desde
el punto de vista funcional, el
lenguaje implica una actividad cuya función principal se ha dicho que es
expresar ideas, afirmación que debe ser matizada. El lenguaje cumple la función
principal de transmitir ideas, pero si observamos los intercambios lingüísticos,
veremos que la actividad de comunicación va más allá de los contenidos
explícitamente expresados; parece con frecuencia como si alguna de las ideas
expresadas sirvieran sólo como vehículos para definir ante el interlocutor
intenciones, partiendo del supuesto de que el interlocutor será capaz de
inferir tales intenciones. Esto nos lleva a algunas conclusiones sobre la
naturaleza del lenguaje:
1- El
lenguaje actúa sobre conjuntos de ideas, creencias, deseos e intenciones. O lo que es lo mismo, sobre
los mundos internos y los contextos cognitivos de las personas.
2-
Los usuarios competentes saben que actúan sobre los mundos internos de sus
interlocutores y saben que estos son capaces de hacer lo mismo. Los
interlocutores competentes poseen ese nivel de intencionalidad consistente en
tener procesos mentales acerca de los procesos
mentales de los otros y saber que los otros hacen lo mismo.
3- Al
interactuar, los interlocutores ponen en juego una serie de conocimientos
compartidos que versan: a) sobre el lenguaje mismo (conocen las reglas
sintácticas, elementos léxicos, etc.); b) sobre relaciones generales en el mundo
que comparten, y c) sobre propiedades esenciales de sus mundos intencionales
internos.
Hablar
es mantener una actitud intencional que consiste en la estrategia de comprender
y predecir la conducta de los congéneres mediante la imputación de ciertos
estados de naturaleza intencional, tales como las creencias y los deseos. No
sólo tenerlos uno, sino atribuirlos al otro. En esta actitud intencional, el
lenguaje ocupa una posición central: por una parte toma su sentido de la
estrategia intencional (no tendría sentido para seres que no la tuvieran); por
otra, la potencia hasta límites de atribución y comprensión interpersonal que
no serían posibles sin ese instrumento poderoso que es el lenguaje.
Por
ser intencional, sus funciones se definen sobre contextos cognitivos y no sobre
contextos externos. Sus símbolos remiten en primer lugar a objetos
intencionales e internos que les dan significado: los conceptos, las ideas o
proposiciones, las intenciones. El lenguaje no sólo significa tales objetos,
sino que actúa predominantemente sobre ellos. Su capacidad para cambiar el
medio humano se deriva de su aptitud para cambiar primero los objetos intencionales
que contienen las mentes de los hombres que los usan.
En la
dimensión personal, el lenguaje no se limita a codificar intenciones
preexistentes, sino que permite al hombre hacerse explícitas las intenciones,
convertirlas en complejas regulaciones de la acción humana y acceder a un plano
propositivo (de autorregulación cognitiva y comportamental) al que es imposible
llegar sin el lenguaje. Cumple una función global y esencial que se puede
definir como la función de comunicar proposicionalmente intenciones,
definiéndolas a través de un sistema de signos muy eficiente para transmitir
ideas sobre los objetos. Tales ideas consisten en representaciones mentales,
que reciben el nombre de “proposiciones”, y que establecen relaciones de orden
superior entre objetos, propiedades de ellos, acontecimientos y relaciones de
nivel inferior. Para establecer estas relaciones, el lenguaje establece una
jerarquía cuyas unidades son las siguientes:
1.- Categorías léxicas (nombre, verbo,
adjetivo) que distinguen ciertas categorías ontológicas fundamentales (objetos,
estados, cualidades, cambios…)
2- Categorías de nivel sintagmático (sintagmas
nominales, verbales, etc.) que incluyendo en su interior elementos de
categorías léxicas, permiten definir objetos
concretos, estados definidos, localizaciones y propiedades específicas,
relaciones bien delimitadas,...
3- Reglas que permiten establecer
correspondencias entre las oraciones y sus significados, o diferenciar los
papeles que juegan los diferentes objetos de los que se dicen cosas en el
lenguaje.
4- Afijos verbales, que señalan la
distribución temporal de los sucesos, etc.
Además,
el lenguaje permite que unas ideas sirvan de argumento de otras, estableciendo jerarquías entre ellas, emplea recursos
para definir relaciones que afectan a ideas completas, permite distinguir
aspectos como el grado de determinación de los objetos a los que se refiere, la
relación intencional de los hablantes con respecto a ellos (aspectos como si
son objeto de deseo, creencia, certeza, etc.)
Para
explicar cómo se produce ese desarrollo es necesario situar en el terreno
ontogenético propio (desarrollo en el individuo) las nociones de intención y
símbolo. Los símbolos humanos, y en especial el lenguaje, establecen un plano
de conciencia, deliberación e intención que implica una transformación
cualitativa fundamental con respecto a los planos inferiores que son requisitos
para el desarrollo de los sistemas simbólicos en el hombre.
1 Teorías
sobre el desarrollo del lenguaje
Desde
una perspectiva ontogenética, las
teorías sobre el origen y evolución del lenguaje y el pensamiento en los niños
son dos: la sostenida por Piaget
desde los presupuestos del estructuralismo
constructivista de los estadios cognitivos y la que propugnó Vygotski sobre una base social.
a) Piaget
Ha
demostrado en sus estudios que existe una relación entre la adquisición del
lenguaje y el pensamiento, estableciendo una correspondencia entre nivel mental
y nivel lingüístico específico.
En su
concepción psicológica, parte Piaget (que provenía del campo de la Biología) de
una concepción estructuralista que implica que tanto el individuo como el medio
en que se halla son estructuras, totalidades cuyos elementos están en relación;
el individuo será una estructura en evolución concebida como un proceso de
adaptación al medio. Ésta se realiza mediante dos procesos: asimilación
(el individuo trata un acontecimiento en función de las estructuras que ya
posee) y acomodación (acomoda sus estructuras para dar una respuesta que
le exige el ambiente) y se da en los planos biológico y psicológico. Desde el
punto de vista biológico, el hombre evoluciona hasta un límite que viene
marcado por la madurez de sus órganos y sistemas (nervioso, muscular,
óseo,...). Esta madurez ha permitido a las piezas de la estructura lograr un
equilibrio (acomodación) que se prolongará hasta la muerte del individuo. Desde
la perspectiva psicológica, el hombre desarrolla sus funciones y conquista un
equilibrio que durará toda la vida. En este desarrollo de las estructuras
cognitivas distingue Piaget cuatro estadios, cada uno caracterizado por la
realización de unas operaciones determinadas. Estos estadios son:
1- Sensoriomotor: hasta los 18 meses.
Empieza a hacer uso de la imitación; comienza a advertir que los objetos no
dejan de existir cuando están ocultos; pasa de los movimientos reflejos a una actividad
orientada hacia un objetivo. Al final de este estadio aparece el lenguaje.
Desde el punto de vista lingüístico, es el nivel de la inteligencia psicomotriz
o de la lógica de las acciones.
En
este primer nivel intelectivo, encontramos tanto elementos lingüísticos como
lógicos que prepararán el terreno para la aparición del lenguaje con todas sus posibilidades: gramatical,
léxica, semántica... Es el estadio que se conoce como periodo crítico en el que
surge la función simbólica y el prelenguaje. Los elementos prelingüísticos que
prepararán el camino para la adquisición del lenguaje son la emisión de sonidos
que posteriormente se convertirán en fonemas, el balbuceo, el llanto para
realizar alguna demanda, etc.
El
segundo nivel de evolución de la inteligencia comienza dentro de este estadio y
se inicia con la aparición del lenguaje, momento que podemos fijar para cada
individuo cuando es capaz de asociar un determinado objeto con una imagen
particular para comunicárselo a otro.
Esta asociación no se produce generalmente entre significantes de una lengua determinada y un significado,
sino que los niños crean sus propios significantes sobre bases onomatopéyicas,
como llamar “guau” al perro; pero en el momento en que son capaces de sustituir
el objeto por el significante ha hecho
su aparición el lenguaje y se ha hecho
patente la actividad intelectual al asociar dos objetos.
2- Preoperatorio: hasta los 7 años. Se
desarrolla la capacidad simbólica, se conciben operaciones procediendo
lógicamente en una dirección, aunque todavía hay dificultades para adoptar el
punto de vista de otra persona. Desde el punto de vista lingüístico se caracteriza por ser un pensamiento simbólico.
Supone un proceso de perfeccionamiento de la etapa anterior y se caracteriza
por la utilización de dos formas comunicativas: signos y símbolos. Los signos
los extrae del código de la lengua al que está expuesto y de otros códigos
(tráfico, por ejemplo). Los símbolos son formas comunicativas más generales que
aparecen en los juegos (dibujos).
El
lenguaje crece desde la simplicidad de la palabra-frase hasta la adquisición de estructuras morfosintácticas
complejas, respondiendo a las necesidades intelectuales que se van presentando,
como la de clasificar y ordenar la realidad empleando las formas lingüísticas adecuadas:
sustantivos, verbos, adjetivos,... En esta etapa seadquieren las primeras formas sintácticas ordenando
oraciones sobre el esquema sujeto-verbo-complemento. La creciente complejidad
de su relación con los adultos permite
al niño adquirir mayor conocimiento del mundo y ampliar las nominaciones de
cosas, lo que le permite acceder a la siguiente etapa.
3- Operaciones concretas: el niño accede a
operaciones lógicas típicas de los seres humanos desarrollando la capacidad
para resolver de forma lógica problemas concretos, adquiriendo la capacidad de clasificar
y ordenar. Esto se realiza en dos niveles:
a)
manipulación de clases de objetos y situaciones
b)
manipulación de relaciones de clases de objetos y situaciones
Se
trata de operaciones de tipo aditivo y multiplicativo, dando lugar a una lógica
de agrupamiento. Las relaciones entre lenguaje y pensamiento son tales que la
investigación se centra en si la expresión de esas operaciones tienen su origen
en el plano del pensamiento o si nacen y se desarrollan en las formas
lingüísticas.
4- Operaciones formales o pensamiento
abstracto: 11-15 años. Accede a la capacidad para resolver problemas
abstractos de forma lógica. Se entra en la madurez. Las denominaciones de
concreto y abstracto se refieren al modo en que el pensamiento humano conoce las
cosas y la realidad. En este estadio el hombre llega a la plenitud lógica y
lingüística, que a partir de ese momento se perfeccionará.
b) Vygotski
La
lengua posee una dimensión extraordinaria, ya que se constituye en el vehículo
mediante el cual el hombre se comunica consigo mismo dando lugar al lenguaje
interior. A lo largo del desarrollo el lenguaje adquiere una dimensión
esencial: la de ser instrumento del pensamiento y del control metacognitivo. El
proceso por el que el lenguaje adquiere esta dimensión se relaciona con otra
importante función, la de regulación estudiada por Vygotski y los
psicólogos de la Escuela de Moscú.
A lo
largo del desarrollo el lenguaje adquiere una función cognitiva nueva que se
superpone a la función cognitiva previa de representación. Los seres humanos
presentan la característica de comunicarse consigo mismos, lo que supone la
adquisición de esa otra función sobre las funciones comunicativas que ya posee:
el ámbito comunicativo en el que el hombre se comunica consigo mismo recibe el
nombre de conciencia. El lenguaje no
sirve sólo para representar la realidad y comunicarse con los demás, sino que
tiene un papel constitutivo de la propia organización mental del hombre. No es
sólo algo que los hombres hacen, sino que algo que hace al hombre,
constituyéndolo como ser “desdoblado” que habla consigo mismo.
Las
concepciones más lúcidas del desarrollo, estructura y funciones del lenguaje
interno son las propuestas por Vygotski en “Pensamiento y lenguaje” (1934).
Consideraba
Vygotski que el desarrollo humano, en lo que tiene de específico, posee un
origen social. La formación de funciones superiores (atención voluntaria,
memoria lógica, conceptos) se deriva de un proceso de incorporación e
interiorización de instrumentos, y especialmente de un tipo de instrumentos:
los signos. Éstos poseen un origen interpersonal y llegan a convertirse en
funciones intrapersonales. Los signos, aportados por la historia y la cultura a
través de la interacción de los niños con los adultos, se convierten en los
instrumentos principales del pensamiento y en los constituyentes básicos de la
conciencia reflexiva (que para él era el contacto social con uno mismo) a
través de un proceso de interiorización. El desarrollo de las funciones
superiores no consiste sólo en el desarrollo de las posibilidades biológicas,
sino que incluye una dimensión social, produciéndose un doble movimiento: de
fuera hacia dentro y de dentro hacia fuera.
El
pensamiento de Vygotski puede condensarse así:
1- Los signos son en su origen mediaciones
para regular la conducta de los otros.
2- El desarrollo de las funciones superiores
supone la interiorización de los procesos de relación social.
3- La cultura proporciona las
herramientas simbólicas necesarias para la construcción de la conciencia y las
funciones superiores (fundamentalmente los signos lingüísticos).
4- El individuo, como organización
consciente de procesos y funciones internas con signos, es un producto de
relación social.
5- El desarrollo consiste en la individualización
de un organismo social desde el principio.
Con
Piaget mantuvo una conocida polémica acerca del significado de los monólogos
infantiles. Piaget interpretó inicialmente que ese lenguaje egocéntrico era
reflejo del pensamiento egocéntrico del niño en esa fase. El desarrollo se
concebía como un proceso de socialización progresiva y los monólogos eran
expresión de un pensamiento escasamente socializado. Vygotski consideró los
monólogos como la diferenciación progresiva de una nueva función del lenguaje,
cuyo origen sería social. Pensaba Vygotski que el aspecto esencial del
desarrollo es que en él se modifica la estructura funcional de la conciencia.
Pensamiento y lenguaje se sintetizan dialécticamente en el desarrollo. Esa
síntesis mediante la cual el pensamiento se convierte en lenguaje y el lenguaje
en pensamiento, implica transformaciones importantes. Vygotski insistía en que
el pensamiento se modifica completamente al hacerse lingüístico: se transforma
al hacerse secuencial, al arrojar palabras que lo someten a un esfuerzo de
categorización y definición explícita de los objetos sobre los que versa. El
niño monologa en voz alta, pero a lo largo del desarrollo el monólogo se
sumerge, se interioriza y se convierte en lenguaje privado, instrumento
principal del pensamiento humano. Este proceso implica transformaciones en la
estructura del lenguaje que, al ser para uno mismo, modifica sus componentes;
por ejemplo, se hace más predicativo eliminando los sujetos, en el plano
fonológico se abrevian y se eliden fonemas y se hace más conciso. En el plano
semántico, predominan los sentidos más idiosincrásicos sobre los del
diccionario y en el plano sintáctico se trata de un lenguaje más desorganizado,
de lo que pueden ser ejemplos algunos monólogos interiores de la literatura
(“Ulises” de Joyce, por ejemplo).
Al
hacer explícito lo tácito, lo transformamos, lo sometemos a mecanismos
racionales de categorización e inferencia, y lo convertimos en conciencia.
Decía Vygotski que cada palabra es un microcosmos de conciencia humana. Al
hablar nos comunicamos con otros y con nosotros mismos, empleamos un instrumento
poderoso para representar realidades, hipótesis y fantasías. Nos valemos de la
herramienta más útil para acceder a los mundos internos de los que nos rodean y
a nuestro propio mundo. Convertimos representaciones implícitas del mundo en
signos, y en estructuras complejas de conciencia intencional.
PERSPECTIVA
LINGÜÍSTICA
Los
mensajes pueden formularse en una lengua gracias a combinaciones que el
hablante hace y que son verdaderas operaciones formales del pensamiento. Desde
una perspectiva intralingüística será necesario comentar cuáles son esas
operaciones y cómo organiza el pensamiento el material lingüístico.
Todos
los lingüistas coinciden en señalar que el material lingüístico está organizado
en tres áreas que constituyen los
tres dominios de observación lingüística y que son:
Semántica Fonología Sintaxis
↕
↕ ↕
Lexicología Fonética Morfología
Cada
una de estas tres áreas aparece integrada por dos niveles interrelacionados.
Toda unidad semántica queda apoyada en una unidad lexicológica; toda unidad
lexicológica es exteriorización de una unidad semántica. Toda unidad sintáctica
se apoya en una unidad morfológica, que sirve de manifestación de la unidad
sintáctica. Y una unidad fonológica se apoya en una unidad fonética que sirve
de manifestación de la unidad fonológica. Las unidades de estas tres áreas se
relacionan entre sí en la construcción e interpretación de los mensajes. Cada
unidad necesita a las otras. Una unidad lexemática que a través de una unidad
léxica exterioriza un valor funcional semántico, necesita una unidad fonémica
para exteriorizarse, que a su vez se realiza por la sucesión de sonidos. Las
tres parcelas se exigen y condicionan mutuamente, interacción que podríamos
representar:
Semántica Fonología Sintaxis
↕ ↕ ↕
lexicología fonética morfología
Relaciones
entre lo extralingüístico y lo lingüístico
Las
categorías universales que estudia la filosofía se clasifican en categorías sustanciales y formales. Las
primeras, las sustancias, se
subdividen en conceptuales y físicas.
Son categorías filosóficas, pero que penetran en la lengua cubriendo todas las
zonas de la misma conforme vamos a ver.
Por
un lado las categorías universales sustanciales conceptuales (los conceptos)
penetran en la lexemática donde reciben la primera estructuración lingüística.
Las unidades lexemáticas, que constan ya de sustancia conceptual y forma
semántica, resultantes de esta primera estructuración, se relacionan
inmediatamente con la sintaxis. En el dominio sintáctico se consideran como
unidades funcionales.
Las
categorías universales sustanciales físicas penetran en la zona lingüística de
lo fonético instalándose como unidades fonémicas y formales, que constituyen el
objeto de la fonología.
Las categorías universales formales
penetrarán en la zona de la sintaxis originando las categorías lingüísticas
sintácticas. Algunas se apoyarán en las unidades llegadas de lo lexemático
comunicándoles lingüísticamente la categoría sintáctica y constituyen las
palabras lexicales. Otras se instalarán exclusivamente en esa zona, dando lugar
a las llamadas palabras gramaticales.
El
paso del referente conceptual al sistema de la lengua es un proceso de
formalización, puesto que la lengua es forma, no sustancia. Esta formalización
supone que se organizará una unidad lexemática o léxico-semántica en el área
correspondiente del nivel del contenido cuando se instaure un conjunto de
rasgos mínimos sémicos y se dote a ese conjunto de un apoyo léxico. Toda unidad
léxico-semántica que se formaliza en el sistema adquiere en la zona sintáctica
un rango gramatical de orden categorial. Al lado de sus valores sémicos,
aparecerá su valor sintáctico añadido, bien como sustantivo, bien como verbo,
como adjetivo o como adverbio.
El
orden del hablante y del oyente siguen un camino inverso. Cuando un hablante
desea comunicar un referente determinado, conceptualiza una parte de ese
referente y le da forma lingüística recorriendo las tres zonas: el referente es
conceptualizado y penetra en lo lingüístico por la lexemática, a continuación
se le da forma sintácticamente y se exterioriza fonológicamente. El oyente,
partiendo del texto discursivo, recorre las zonas fonemática, morfosintáctica y
léxicosemántica, conceptualiza lo interpretado, reconstruye una parte del
referente e infiere la parte implícita.
Hemos
visto que la lengua impone al pensamiento una organización original. Sin la
lengua, el pensamiento quedaría como una nebulosa desorganizada, como indicaba
Saussure. Como existen lenguas diversas y diferentes, el pensamiento de un
individuo se moldea sobre las bases de la lengua que le sirve de expresión. Las
necesidades comunicativas obligan a ordenar el pensamiento para poder
exteriorizarlo. El pensamiento debe convertirse en secuencial para poder ser
expresado por la lengua. A la adquisición de una lengua está ligada necesariamente
a una estructuración específica del pensamiento que le permite establecer
correspondencias con el pensamiento de los otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario