sábado, 3 de enero de 2015

El mito de Madame Bovary






En 1995 el Instituto Nobel llevó a cabo una encuesta entre cien escritores de 54 países para seleccionar los cien mejores libros de la Historia. El primer puesto lo ocupó Don Quijote de la Mancha, y el segundo, Madame Bovary del francés Gustav Flaubert (Ruán, 1821-Croisset, 1880), el “buscador de la palabra justa”, pues se observa que corregía y pulía sus escritos de forma que sus manuscritos parecen campos de batalla. Tenía una gran capacidad de autocrítica y aceptaba los consejos de su círculo íntimo, como en el caso de su novela Salambó. Cuando la leyó a sus fieles, estos condenaron su lirismo, su intento de escribir un poema épico en prosa y Flaubert la rehizo por completo.
En 1851 Flaubert viajó por Grecia, Italia, Alemania y Bélgica y comenzó a escribir Madame Bovary, en la que trabajó hasta 1855. Madame Bovary se publicó entre octubre y diciembre de 1856 en seis entregas en La Revue de París. En 1857 fue procesado por ofensa a la moral y tras ser absuelto la novela fue publicada con gran éxito. En 1864 tuvo el “honor” de ser incluída en el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum (Índice de libros prohibidos), un catálogo de libros perniciosos para los creyentes creado en 1559 por la Inquisición y suspendido en 1966. En él podemos hallar obras como la Vida de Teresa de Jesús, escrita por ella misma, los libros filosóficos de Descartes o Alemania. Un cuento de invierno de Heine y autores como Erasmo de Rotterdam, Balzac o Giordano Bruno, defensor de las ideas copernicanas, quien el 17 de febrero de 1600, con motivo del Jubileo, fue quemado en la hoguera en el Campo de Fiori de Roma por hereje. Aunque con notable retraso, en el Jubileo del año 2000 el Papa Juan Pablo II levantó la condena y pidió perdón.
El argumento de la obra es muy conocido. Charles Bovary, modesto médico de pueblo, se ha casado con Emma, hija de un agricultor acomodado, educada como una señorita de convento, con la cabeza llena de lecturas y sueños románticos. El enamorado marido y la sencillez de su vida no satisfacen a su mujer, a quien no llena ni siquiera el nacimiento de su hija Berta. Un pasante de notario, León, despierta su interés; al principio, ella se resiste, pero al marcharse del pueblo le deja cierta inquietud. Esta última circunstancia es aprovechada por un seductor de provincias, Rodolphe, quien  la conquistará fácilmente. Con él se inicia en el amor tan ansiado, haciéndole creer que se ha realizado su sueño. Piensa en escaparse con su amante, pero este, asustado, la abandona en el último momento. Emma cae en una enfermedad nerviosa hasta el borde de la muerte; una vez repuesta pasa por una crisis de misticismo. Volverá a encontrarse con León (ahora más atrevido), y se entregará a él de forma ruinosa. Esta aventura será sensual en extremo, pero fundamentada en continuas mentiras. Abocada en el lujo, va endeudándose cada vez más a espaldas de su marido, por los préstamos de un usurero sin escrúpulos. Desesperada, acude a León y a Rodolphe, para finalmente precipitarse en el suicidio con la ingesta de arsénico. Enterado Charles de sus desmanes, la perdona, ya que la ama a pesar de todo. Charles fallece al año. La hija queda huérfana, y es acogida por una tía para ser empleada como hilandera: “Como la tía es pobre, la manda, para que se gane la vida, a trabajar en una hilatura de algodón”, lo que supone un terrible castigo por los pecados de la madre.
La obra está estructurada en tres partes, de nueve, quince y once capítulos.
Dos son los temas principales que aparecen en la obra: la infidelidad de Emma, que no encuentra en su matrimonio lo que busca, y el remordimiento, la culpa y la frustración que siente por ser infiel a su esposo; y la ambición de poder y fama, ya que en la novela existen muchos personajes que sueñan y tienen como objetivo convertirse en alguien importante y con mucho dinero. Esta clase de personas, que pertenecen a la burguesía de la época, luchan incansablemente por este anhelo. Es tal su obsesión que no les importan las consecuencias y daños que puedan producir para conseguir ese objetivo, cometiendo así actos de gran frialdad. 
Uno de los personajes que reencarna esta ambición es Emma, quien desea que Charles se haga un médico famoso no porque lo ame, sino porque ella quiere ser reconocida en toda Francia. Para ello ella utiliza a Hyppolyte, sin importarle lo que pueda pasarle. Al morirse el padre de Charles, Emma no se interesa por la triste situación, solo le preocupa la herencia que pueda dejar a Charles. Anhela una vida junto a las personas más relevantes y famosas de Francia, lo que queda demostrado al maravillarse con las personas que acuden al castillo de Vaubyessard. Por último, la causa de su muerte es la consecuencia de estar en una situación económica muy delicada. Al ver que no encuentra una solución para evitar un juicio por endeudamiento, Emma termina por quitarse la vida, evidenciando así que su vida giraba en torno a ser rica e importante. Lleureux, el comerciante, también retrata a la ambición por el poder lucrativo. En su afán de obtener dinero, ofrece productos para venderlos de cualquier manera. Sus clientes se endeudan cada vez más con él, teniendo que pagarle intereses. 
Madame Bovary es un vehículo para expresar el desprecio que sentía Flaubert por su época, en la que observaba una trivialización general de la vida en Francia.
Respecto al estilo y lenguaje de la obra, excepto el principio que está escrito en primera persona por un alumno de una escuela que describe la llegada de un nuevo alumno a clase, el resto está escrito en tercera persona. El narrador es omnisciente, lo que es característico de la novela realista.
Flaubert era un maestro de la perfección descriptiva. El lenguaje cumple un papel vertebrador en esta novela. Flaubert trabajaba con las palabras como un afanado escultor, enmendaba, enriquecía y expandía incesantemente lo escrito hasta asegurarse de haber logrado el efecto esperado. El lenguaje define y construye a cada personaje. El estilo que predomina en Madame Bovary es el indirecto. El narrador se caracteriza por hacer largas y minuciosas descripciones de los ambientes en donde transcurren los hechos y de los sentimientos y acciones de los personajes. Existe también un tipo de lenguaje para cada estrato social en la novela. Hay grandes diferencias en el vocabulario empleado por la gente del pueblo (Posadera, Justin, Félicité) y el lenguaje de la burguesía. Por otra parte, el narrador utiliza la técnica del flash back para recuerdos de épocas felices de los personajes, de manera que sirve para mostrar el anhelo de volver a ella porque su existencia en el momento actual es desdichada. 
Madame Bovary es una de las mayores creaciones de la literatura moderna, convertida pronto en personaje recurrente. Es la historia de una pobre adúltera provinciana, que se ve arrastrada al suicidio, pero esta idea se amplifica y se prolonga hasta convertirse en la historia del alma humana afanada tras un ideal soñado, al que la realidad no puede equipararse nunca. Como Don Quijote, Emma Bovary, exaltada por las lecturas de novelas románticas, quiere vivir su sueño, pero no consigue superar la pobre realidad cotidiana, y todos los intentos por realizar su ideal solo llegan al adulterio, con sus consecuencias inevitablemente vulgares. Su fracaso aparece bajo la mirada de quien, aun condenando el mal, siente su belleza. “Madame Bovary soy yo”, declaraba Flaubert. Para muchos representa los inicios de los intentos de la mujer en su emancipación en el siglo XIX. No será una nueva Juana de Arco, el modelo ideal de una heroína épica, sino que su perfil resquebrajado y volátil le hace sucumbir en su propia destrucción, como en una tragedia clásica. Sin embargo ahora no es el destino insondable el que actúa, sino que son los pequeños aconteceres diarios con su monótona sordidez los que contribuyen a su perdición. El tema del adulterio es bastante antiguo y pertenece al anecdotario de la tradición semita, presente en la Biblia y otros libros sagrados como una trasgresión moral  (David es amante de Betsabé, la esposa de Urías; la mujer adúltera era lapidada; el islam aún hoy lo penaliza), o como refleja el teatro del Siglo de Oro, en la figura de santa Teodora, se ve como un pecado capital (por ejemplo, en la comedia de Moreto La adúltera penitente). Frente a ello, en la nueva moral de la Ilustración, aparecerá ensalzado en Las amistades peligrosas (1782) de Laclos,  o idealizado en Rojo y negro de Stendhal. Madame de La Fayette también escribió sobre el tema en la que es considerada por algunos críticos la primera novela francesa moderna (La princesa de Cleves). Pero el planteamiento desde la segunda mitad del siglo XIX es diferente: Madame Bovary de Flaubert no trata de mostrar el caso ejemplar de la mujer pecadora y/o arrepentida, sino cómo la mujer casada padece el desencanto vital en un ambiente que no la satisface.
 Partiendo de esta figura, Julio Gautier creó la teoría del “bovarysmo”, la tendencia y la actitud de concebirse y concebir las cosas de un modo distinto de como son en realidad. Este es el instinto profundo del progreso, pero en seres sin personalidad enérgica y con débil cultura puede conducir a la mísera tragedia de Emma. Para otros, el “bovarismo” es una forma especial de quijotismo, ya que ambos, Don Quijote y Emma, nacen del afán de gloria, de la necesidad de ser protagonistas de hechos importantes, lejos de la vulgar existencia cotidiana. Lo que los diferencia es que el caballero persigue un ideal colectivo, virtuoso y noble, con un final feliz, mientras que Emma vive obsesionada por su propia felicidad, centrada en la falsa gloria del adulterio con un horrible desenlace.
Con todos los significados con los que partía, así como con todos los que se le han añadido después, el personaje de Madame Bovary sigue vivo y rebosante de verdad y de dolor. Es la mujer de su tiempo, aún romántico: una pequeña heroína al tipo de George Sand (parecidas más por su vida que por su obra, ya que tuvo varios amantes haciendo gala de independencia y de un nuevo concepto de la mujer, lejos de la figura tradicional de esposa y de madre), con el encanto del estilo y la desolada catástrofe que supo narrar Flaubert. Y, sin embargo, aunque Madame Bovary es una mujer de su época, sus inquietudes y ansiedades se corresponden con los anhelos inconfesables del ser insatisfecho de todos los tiempos. “Mi pobre Madame. Bovary sufre y llora en este mismo momento en veinte ciudades de Francia”, decía su autor. El subtítulo de la novela (Costumbres provincianas) hizo creer a algunos que la crítica era realmente contra un lugar concreto, cuando la intención era más amplia: contra la vulgaridad y la mediocridad burguesas, cuya mezquindad pone en evidencia el autor en el personaje del boticario, Homais.
Tal vez el personaje de Emma como tipo existiera antes de Flaubert, pero fue él quien hizo de ella una figura profunda y relevante de la femineidad más común. Por ello volverá a aparecer en tantas otras mujeres de ficción, para mostrar su eterna verdad y las insondables carencias de su tragedia corriente. La historia de Emma es universal porque es real. Flaubert trata un tema de todos los tiempos: el triste destino del ser que cree liberarse de la humana miseria tomando su sueño por una realidad.

Si nos situamos en el terreno de la literatura relacionada con el mito de Madame Bovary, debemos recordar una vez más que se ha comparado Madame Bovary con Don Quijote. Emma Bovary idealiza el amor y don Quijote idealiza la vida. También en las dos novelas hay dos personajes antagonistas: el farmacéutico Hosmais y Sancho Panza. Pero la primera huella literaria de la obra de Flaubert fue de Dostoievski, quien se inspiró en Madame Bovary para su Eterno marido (1870), donde el escritor ruso trata del adulterio descubierto por el marido después de morir la mujer, con las consecuencias que ese descubrimiento lleva consigo. Comparten ambas obras la idea de que al adulterio le sigue la expiación. La diferencia está en que el enfoque de Dostoievsky se desplaza hacia los efectos del adulterio y no se recrea en él, como hace Flaubert. 
 Más importante es la novela Ana Karenina (1877) del ruso León Tolstoi. Ana Karenina pierde la felicidad aparente de su hogar al conocer al joven Vronski. Ahora se ofrece una perspectiva moral, ya que Tolstoi nos ofrece el destino trágico de la joven aristócrata, casada con un hombre mayor que ella y cómo va derrumbándose. Ni los hijos consiguen llenar el vacío de su existencia insatisfecha. Enamorada profundamente del joven militar y tras su abandono, al no poder mantener la relación en una sociedad encorsetada y tradicional, pone fin a su vida arrojándose a las vías del tren.
 El primo Basilio del portugués Eça de Queirós (1878) es otra novela realista que aborda el tema del adulterio cometido por una joven, Luisa, casada con un arquitecto que no la ama. Pasa la mayor parte del tiempo sola y hastiada de su existencia provinciana, así que establece relaciones con su primo Basilio. El asunto cae en conocimiento de Juliana, criada que se aprovecha de la situación mediante el chantaje doméstico. El marido se entera de su infidelidad, por lo que ella enferma y cae en un estado lamentable, sin posible recuperación. Esta novela representa la vida falsa e inmoral de la burguesía lisboeta de su época.
 La segunda gran interpretación del personaje la tenemos en La Regenta de Clarín (1884). La protagonista de la novela, Ana Ozores, comparte con Emma las circunstancias vitales (es joven, está casada con un marido que no la satisface, vive en un ambiente provinciano,…), también el sentimiento de continua insatisfacción y el adulterio. Clarín leyó la obra de Flaubert y supo recrear su propio mundo novelesco en torno a la mujer del Regente, la ciudad de Vetusta y el Magistral Fermín de Pas. En ambas hay influencia de su infancia, de su educación y de sus lecturas. Como Emma, Ana pasa su niñez en un convento, con un padre extravagante, una gobernanta amoral y unas tías viejas. Pero el personaje de Ana Ozores resulta más complejo, variado y con una mayor riqueza de matices que el de Emma. La vulgaridad y el hastío de la vida de pueblo aparecen en las dos novelas. Clarín quiso ir más allá que Flaubert, pues era consciente del valor sociológico de la historia.
“La adúltera” del alemán Theodor Fontane (1882) completa el cuadro de los tipos que el realismo consagró en torno al personaje de la mujer infiel. El título proviene de un cuadro de Tintoretto (Cristo y la mujer adúltera). Ambientada, como la mayor parte de la obra de Fontane, en el Berlín de la segunda mitad del siglo XIX, La adúltera es una de las grandes “novelas de mujeres” de su autor. Melanie de Caproux, descendiente de una familia de la nobleza suiza, está en apariencia felizmente casada con el acaudalado consejero comercial Van der Straaten, muchos años mayor que ella. Cuando en su vida aparece el joven Ebenezer Rubehn, Melanie no puede evitar comparar los refinados modales y la cultura de este con los de su rudo marido. Lentamente, su creciente inclinación hacia Rubehn la empuja al divorcio, que en aquella época traía aparejado el rechazo de la sociedad y de los propios hijos. A partir de esta historia, Fontane traza el retrato de una mujer que es capaz de descubrir en su cómoda y convencional existencia burguesa una gran trampa vital y que se decide a dar el paso que la alejará de esa sociedad “para rehacerse a sí misma” y desprenderse así del “sentimiento mezquino que va asociado a toda mentira”.
            Podemos mencionar también la obra de teatro que José Martí escribió durante su primer destierro de Cuba en España, entre 1871 y 1875. Se titulaba Adúltera y en ella el autor cubano retrataba a la especie humana a través de personajes alegóricos.
En las novelas decimonónicas, el adulterio es en general producto de una sociedad que alienta unas aspiraciones difícilmente plenas; las vanas ilusiones de la burguesía chocan con el pobre ambiente provinciano. La mujer que busca su liberación se comporta  como un caso anómalo. Posteriormente, estas obras analizan el caso de la mujer adúltera en una sociedad hipócrita que consiente las relaciones fuera del matrimonio siempre que permanezcan ocultas.
Ya en el siglo XX, D.H.Lawrence escribe su novela El amante de lady Chatterley (1928). La obra causó escándalo y fue prohibida, debido a las escenas donde se describen relaciones sexuales de manera explícita. La heroína de la novela es Constance, casada con un hombre de clase alta (sir Clifford Chatterley), parapléjico a raíz de una lesión en la guerra. Además de ello, el esposo no era cariñoso con ella, lo que produce un alejamiento en la pareja. Constance Chatterley mantiene un romance con Oliver Mellors, el guardabosques de la mansión familiar (es decir, un hombre de la clase obrera), debido a su frustración sexual.
Por último, hay que recordar la presencia de este tema en la novela romántica o “rosa”, que tiene sus raíces en la novela sentimental del XIX, y que en el siglo XXI continúa dando sus frutos, dentro de la llamada  “literatura para mujeres”, repleta de los tópicos de la feminidad más arquetípica (mujer cenicienta, o bella durmiente, cuya meta en la vida es el amor), que explota la fuerza de los sentimientos con técnicas fáciles de composición.
 
En Psicología se ha acuñado el término bovarismo (a partir de la teoría de Julio Gautier que mencionábamos) como el estado de insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones (a menudo desproporcionadas respecto a sus propias posibilidades) y la realidad, que suele frustrarlas. Alguien ha dicho que el bovarismo es estar enamorado del amor porque idealizas el amor.

            En el terreno artístico, encontramos principalmente la obra de Albert Fourié, La muerte de Madame Bovary (1883), que se centra en el final de Emma y en el dolor de su esposo:


Tanto Albert Fourié como Alfred de Richemont, ilustraron ediciones de Madame Bovary:


            Joan Vilagrau realizó en 1962 un retrato de Madame Bovary:
 

            En el terreno musical destacan una ópera, un drama lírico, dos musicales, además de las distintas bandas sonoras de las adapataciones cinematográficas de la novela.
           Madame Bovary es una ópera en tres actos con libreto de René Fauchois (1882- 1962) y música de Emmanuel Bondeville (1898-1987). Fue estrenada el 1 de junio de 1951 en la Opéra-Comique de Paris.
También titulado Madame Bovary es el drama lírico en tres actos y ocho cuadros, con libreto de Vittorio Viviani y Guido Pannain (Nápoles, 1891-1977) y música de este. Fue estrenada en el Teatro de San Carlos de Nápoles el 16 de abril de 1955.
Paul Dick realizó el musical Madame Bovary, que adaptaba la novela de Flaubert, en 2007 (en Broadway se mantenía en cartel en 2013).
El musical The Bovary Tale, con música de Anne Freier y libreto de Laura Steel, fue estrenado en septiembre de 2009 en Londres en el Gatehouse Theatre, Highgate Village.
Entre las bandas sonoras de las películas que se han realizado sobre la figura de Madame Bovary (con obras de Darius Milhaud o Matthieu Chabrol) podríamos destacar la música del compositor húngaro Miklos Rosza (1907-1995).

            En el terreno cinematográfico encontramos numerosas adaptaciones de la obra de Flaubert.
            De 1933 es la película francesa Madame Bovary, dirigida por Jean Renoir e interpretada por Alice Tissot y Daniel Lecourtois.


            En 1937 el cineasta alemán Gerhard Lamprecht dirigió una versión de la novela con Pola Neri y Ferdinan Marian.


            La Madame Bovary de 1947 es una película argentina dirigida por Carlos Schlieper.


            Pero una de las versiones más relevantes de la novela es la película americana Madame Bovary, de 1949, dirigida por Vincente Minnelli e interpretada por Van Heflin, Louis Jourdan, Jennifer Jones y James Mason.


            En 1970, La hija de Ryan, dirigida por David Lean supone una adaptación parcial de la novela de Flaubert.
En 1977 hubo una película sobre el mismo personaje dirigida por el director polaco Zbigniew Kaminski, de corte erótico, al igual que otra adaptación anterior, de 1969 (El pecado de Madame Bovary), realizada por Hans Schott-Schöbinger.
Otra de las versiones más destacadas de este mito es la película francesa Madame Bovary, de 1991, dirigida por Claude Chabrol e interpretada por Isabelle Huppert:


Por último, destacaremos la película del director hispano-mexicano Arturo Ripstein, titulada también Madame Bovary, que fue estrenada en 2011.
Madame Bovary ha sido versionada también en series de televisión, en diversos países europeos desde 1953. La última de estas versiones fue dirigida en 2000 por Tim Fywell y fue una producción de la BBC.
           


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