(Trabajo
de Bruno de San Lázaro, Ana Sánchez Caja y Marina Vicente Pérez)
"El
hombre acecha" (1939) es uno de los poemarios póstumos de Miguel
Hernández. No es uno de sus poemarios más conocidos pero es un libro
imprescindible para entender la angustia vital ante la derrota republicana.
Sorprende que este libro viera la luz, puesto que en la primavera de 1939 fue
destruido a la entrada de los nacionales en la
imprenta Tipografía Moderna de Valencia (intervenida por la Subsecretaría
de Propaganda). Se piensa que eran 50.000 ejemplares preparados para salir a la
calle. Todos fueron destruidos, excepto dos "capillas" que
milagrosamente se salvaron del censor franquista: una hallada en la biblioteca
del bibliófilo y académico extremeño Antonio Rodríguez Moñino, y otra, un libro
encuadernado de una "capilla" en la colección de José María Cossío.
Otra "capilla" estuvo en poder de Enrique Azcoaga, que pensaba editar
en Melilla, pero finalmente no se editó. Hacer suposiciones de cómo llegaron
las "capillas" al poder de Antonio Rodríguez Moñino o José María Cossío
solo son especulaciones que no tienen valor documental, aunque hay
especulaciones que dicen que uno se la pudo entregar al otro.
Hasta
1979 no se conoció completo "El hombre acecha", por falta del
censurado poema "Los hombres viejos" (poema clave de este libro)
debido a que era un poema de denuncia ante las viejas tradiciones, burlas al
poder, y recomendaciones de los que eluden la lucha. Aunque ya se habían publicado ediciones con
poemarios de Miguel Hernández, no es hasta 1979 cuando aparece publicado
"Los hombres viejos" en ZARO-ZYX, 41 edición. En 1981 se publica por
primera vez le edición facsímil de 1939, edición del bibliotecario y poeta
Rafael Gómez a partir de "capilla" encuadernada que tenía José María
de Cossío en su biblioteca, que fue donada en 1975 a la Diputación Provincial
de Santander. Los poemas de "Viento del pueblo" y "El hombre
acecha" están llenos de denuncia y de
realismo social y de su experiencia vivida ante la guerra con una poesía auténtica y comprensible para todos. En
esta época, Miguel Hernández es un hombre dolorido y enrabietado contra el
destino, que se extrapola a las injusticias y tropelías cometidas contra el
pueblo llano y contra él mismo. El mensaje estaba dirigido a levantar los
ánimos de los combatientes.
"El
hombre acecha" está considerado como una segunda parte de “Viento
del pueblo". Otros
autores lo han llamado "el reverso" al considerar que los dos
poemarios forman un "corpus épico", resultado de su experiencia y de
una misma visión poética: denunciar los abusos y consecuencias de la guerra, y
la culpabilidad de no haber puesto el pueblo (del bando republicano) todo su
empeño y medios para ganarla.
Estos
dos libros de poesía contienen la denominada poesía urgente o de guerra, además
contienen poemas sociales y de muerte, en los que se refleja una gran carga de
rabia y desolación.
"El
hombre acecha" nos habla de la brutalidad de la guerra, del desencanto,
del hambre, de los heridos, de los culpables... Miguel Hernández se convierte
en un poeta maduro, vigoroso, sencillo y asequible al lector medio, con una
escritura sencilla pero contundente. Este libro consta de 19 poemas escritos entre
1937 y 1938. Muchos de ellos fueron escritos durante su estancia en la URSS en
verano de 1937, la gran mayoría en su lucha en la guerra, y algunos de ellos
cuando marchó a prisión.
Debemos
destacar que el 19 de octubre de 1938 muere su hijo Manuel Ramón (solo tenía
diez meses). Miguel Hernández estaba en Cox, y ante su dolor compuso
"Canción primera" y "Canción última".
En otro
orden de cosas y como curiosidad, Rafael Pérez Contel aseguraba en diversas
publicaciones que la corrección de pruebas del poemario fue realizada por él
mismo, junto con el propio Miguel Hernández, y recuerda que este no modificó ni
un solo verso, pues se limitó a quitar errores en la composición. Miguel
Hernández insistió mucho en prescindir de ilustraciones, viñetas o dibujos,
tanto en el exterior como en el interior del libro, inclinándose por una
edición muy sencilla. Además, sugirió que en la cubierta dominase un color
rojo, más tierra que carmín, idea que Rafael Pérez Contel plasmó mediante un
cliché invertido, en rojo, quedando en blanco las letras del título e
imprimiéndose en negro el nombre del autor. La composición se hizo con
linotipia, ya que se preparaba una edición de un elevado número de ejemplares.
El tipógrafo que se encargó del trabajo fue Vicente Ortizá.
En cuanto
a la temática los poemas están clasificados en 4 tipos: a) combativos, b)
sociales, c) políticos, y d) de aflicción, aunque algunos poemas participan de
dos o más de estas características.
LIBRO
Este
poemario de Miguel Hernández se inicia con "La dedicatoria" de
"El hombre acecha". Como su nombre indica, es un ofrecimiento
(escrito en prosa poética) que dedicó Miguel Hernández al poeta chileno Pablo
Neruda. En la dedicatoria recuerda con añoranza los años que pasó en Madrid,
cuando se reunían con Vicente Aleixandre y con Delia Carril (amiga íntima de
Pablo Neruda) en la casa que este tenía en el barrio de Argüelles, la “Casa de
la Flores”, cerca de la ciudad universitaria.
Lo hace
partícipe del profundo dolor que le aqueja por la enfermedad de su primogénito
Manuel Ramón, pues la hija de Neruda también sufría una grave enfermedad.
Le
habla sobre la amargura que hay en el pueblo "florido de tristeza",
que con resignación espera el futuro esplendor del vino y la poesía, lo cual
evidencia el sabor de la derrota, aunque su obligación es disimularla y
levantar la moral que sin duda estaba tocando fondo.
Se abre
el poemario con el dramático "Canción primera", escrito en verso
blanco, con el que regresa a la ascética oriolana de las pocas palabras. En
este poema la naturaleza huye ante el hombre, ahora convertido en fiera. El
olivo, árbol mediterráneo de la vida, de la paz, se avergüenza del hombre, pone
distancia. Y es que el hombre está regresando a "la bestia", recuperó
sus "garras" (su crueldad) camufladas por la educación. Ante el
espectáculo de esta atrocidad, el poeta se reconoce potencialmente asesino.
Advierte a su hijo Manuel Ramón, que acababa de nacer el 19 de diciembre, del
peligro de tener un padre combatiente: podría volverse loco y clavarle las garras
de su machete ("hundirlas") o dispararle las balas de su pistola
("proyectarlas/sobre tu carne leve"), vemos a Miguel Hernández decir:
"aparta o te destrozo". Hoy el amor es muerte. Todos somos lobo para
el hombre: el hombre acecha… al hombre. Y Miguel Hernández, que canta sobre la
destrucción y la locura que provoca la sangrienta guerra, es capaz de ponerse
simbólicamente en el papel de "la fiera" para hacer más terrible el
papel del hombre, que en este contexto era matarse unos a otros en la guerra.
LLAMO AL TORO DE ESPAÑA
Es un
poema en alejandrinos asonantes con un verso tetrasílabo interestrófico,
excepto dos ("víbrate" y "sálvate") al inicio del poema, en
imperativo.
En este
poema encontramos numerosa simbología, además de figuras retóricas: el
"toro" es una metáfora que representa no a la España geográfica sino
al pueblo español, a los españoles agredidos en su libertad. Tenemos otras
metáforas como "ojos minerales" que simbolizan la riqueza de España.
Tenemos
antítesis como "Despierta/Dormido" o personificaciones como
"levántate, despierta, dormido...". Por último vemos comparaciones
como "te has despertado como...", "más toro que otras
veces" y por último metonimias como "esqueleto" y
"corazón". Encontramos la personificación "sangra el mármol"
y una reiteración en la última estrofa
"despierta toro, levanta toro".
RUSIA
Este
poema es fruto del viaje que realizó Miguel Hernández a Rusia para el V
Festival de Teatro en Moscú, entre primeros de septiembre y octubre de 1937,
invitado por el Ministerio de Instrucción Pública de la República, puesto que
Miguel Hernández había sido nombrado director de "La Barraca" tras la
muerte de Federico García Lorca. En este poema Miguel Hernández utiliza numerosas
metáforas ("plumaje tajante", "voz profunda de máquinas y
manos"), personificaciones ("boca amarrada" o "pasión
errante") y metonimias ("sufrimiento de tantos corazones").
EL SOLDADO Y LA NIEVE
Está
compuesto por serventesios alejandrinos, excepto un encabalgamiento entre los
versos uno y dos de la segunda estrofa.
Este
poema trata sobre el frío que sintieron los soldados durante el invierno. Lo
escribió Miguel Hernández en diciembre de 1937 en el frente de Teruel, y fue
publicado en la revista "Nuestro Ejército", de Barcelona, en el número
de mayo y junio de 1938.
El
poema está lleno de metáforas como "Aliento de 2 filos";
comparaciones ("como una llama seca desarrollada en hilos" y
"como una larga ruina que ataca a los soldados"), asíndeton ("muerde,
tala, traspasa") y personificaciones, como "hambre cruda
cansada".
LOS HOMBRES VIEJOS
Es el
poema más significativo del libro y de los más extensos. Consta de 144 versos
divididos en dos partes. Nos sorprende la dureza del vocabulario. Métricamente
son serventesios alejandrinos con rima consonante. Y son los poemas del
compromiso y odio hacia la mala injusticia. La primera parte empieza con cinco
estrofas para definirlos, puesto que es una alusión contra la justiciocracia de
la época, una denuncia de la corrupción política. La segunda parte se mantiene
en la misma línea, pero es más agresiva. Encontramos metáforas como "no se
les quita la joroba que dentro del alma explota", antítesis como "un
lado el otro" y comparaciones ("ponen huevos igual que las
gallinas").
EL VUELO DE LOS HOMBRES
Es un
poema casi épico, una arenga militar. A los aviadores los llama soldados
voladores. En la penúltima estrofa les dice que tienen el trabajo de echar
abajo el pájaro fraguador de cadenas, refiriéndose al águila imperial que
adoptó el franquismo como alegoría en su bandera. Y remata la última estrofa (como
es propio en el estilo de Miguel Hernández) con una moraleja esperanzadora e
idealizada de la gloria del guerrero sobre la muerte:
"Si ardéis, si eso es posible, poseedores del fuego,
no dejaréis ceniza ni rastro, sino gloria.
Espejos sobrehumanos, iluminaréis luego
la creación, la historia".
EL HAMBRE
Este es
un poema de los más elaborados de Miguel Hernández. Está dividido en dos
partes: la primera parte trata el hambre física y la segunda el hambre
espiritual, el hambre de justicia. En casi todas las estrofas se repite como
estribillo el hambre. El poeta se queja del hambre, y muestra la miserable vida
del campesino pobre que solamente posee sus manos, la hartura de los amos ricos
y tristes recuerdos de su infancia.
EL HERIDO
Se
trata de un poema estrófico dividido en dos partes. Se inicia con una
dedicatoria: "Para el muro de un hospital de sangre", refiriéndose
así a los hospitales de primera línea de combate. Es un homenaje a los heridos.
El hospital es un lugar donde la muerte y la sangre son algo que tiene presente
el poeta. Las cosechas han sido sustituidas por cadáveres, por hombres que se
desangran... El poeta se siente herido y no es capaz de escribir todo lo que
siente.
CARTA
Se
trata de dramáticas y muy humanas reflexiones sobre la comunicación epistolar.
El estribillo, que da unidad y sangre a todo el texto, nos recuerda que estamos
en guerra. Se habla en católico, de Iglesia militante, purgante y triunfante
como vínculo espiritual entre vivos y difuntos.
LAS CÁRCELES
Este
poema muestra el ansia de libertad. El tema central es la cárcel y está
dividido en dos partes. Aunque cuando escribió este poema aún no había sido
detenido, ya que lo fue por primera vez el 4 de mayo de 1939 en Portugal, es un
poema en el que el discurso contiene momentos de delirio surrealistas.
PUEBLO
En este
poema abundan alusiones armamentísticas. Invoca de alguna manera la idea de que
las guerras se deberían hacer como en el pasado con igualdad de armas, y no con
la ventaja de cobardes ametralladoras y cañones.
EL TREN DE LOS HERIDOS
Contiene
un gran significado poético. La idea general es la entelequia de un tren que
como un barco fantasma aparece en una vía muerta, y va derramando piernas,
brazos, ojos, al tiempo que no se sabemos muy bien a dónde se dirige en la
noche de la esperanza. El poeta clama "¡silencio!" hasta ocho veces
para que nos detengamos a contemplar la tétrica escena de un tren moribundo que
no puede detenerse por lo delicado de su carga, pues iba cargado de heridos de
guerra.
LLAMO A LOS POETAS
Si
existe un poema donde podamos profundizar en la poesía de la Guerra Civil, es
este. Analizado desde la vertiente del doble sentido, podemos hallar en él
varias intenciones: una, la de homenajear a sus famosos amigos poetas, y otra
la de llamar a los poetas para que bajaran a la realidad y lo acompañaran en la
poesía del compromiso, bélica o de urgencia, y marcharan a los frentes como él
mismo hizo.
OFICIALES DE LA VI DIVISIÓN
Dedicados
a los Oficiales de la VI División del Ejército republicano en el Sector de
Levante, en cuyo poema los invita a que
sean imaginativos, que nunca se hagan prisioneros. En definitiva, un general,
un oficial, o su suboficial, no son más que soldados con graduación y con
responsabilidad de mando.
18 DE JULIO 1936-18 DE JULIO 1938
Este es uno de los seis últimos poemas que
escribió.
MADRID
La
capital de España se había convertido en un objetivo decisivo durante la Guerra
Civil, y su defensa suponía prolongar la esperanza republicana. Por ello los
poetas se encargaron de escribir poemas de aliento, no sin ver en ellos una
cierta melancolía de Madrid, y uno de ellos es este.
MADRE ESPAÑA
Este es
un poema en el que Miguel Hernández muestra su amor a la patria.
CANCIÓN ÚLTIMA
Es un
romance de cierre, corto, como una llave que cierra el libro, transformado en
un grito de esperanza, donde se reconoce perdido, tremendamente solo, en el que
se lamenta de la situación de su casa y de su familia tras la contienda.
MÉTRICA, TÉCNICA METAFÓRICA Y OTROS RECURSOS ESTILÍSTICOS
a) Métrica. El libro se compone de 19
poemas, el más corto de ellos tiene 14 versos; el más largo, 144. En total,
suman 993 versos. Entre los de arte mayor, predomina el verso alejandrino. Seis
poemas están escritos con estrofas de pie quebrado, y dos utilizan la inserción
de un verso menor entre las estrofas. En cuanto a la rima, abundan los poemas
aconsonantados: diez de los diecinueve. Hay cinco de verso blanco y cuatro
asonantes.
b) Técnica metafórica. En este libro el uso del lenguaje metafórico se
ha reducido y depurado, pues tiende a ser la expresión cada vez más ceñida a un
contenido humanopoético. Se continúa un proceso gradual de interiorización y
desnudez expresiva. El dramatismo se acendra a la par que madura el hombre. El
dolor y la muerte imprimen un indeleble sello en el alma del poeta y en cada
uno de sus poemas, nacidos en la pura y desolada entraña del ser. Por una parte, Hernández conserva los rasgos
de su técnica metafórica, pero la pone al servicio de una poesía entrañable,
humana, que no brota de la inteligencia, sino del corazón; por la otra, busca
una sencillez y una sustantividad expresiva, deliberada e intuitiva a la vez, y
así la adjetivación casi no existe y el sustantivo adquiere, junto con el
verbo, la máxima expresividad.
-Símbolos: en "El hombre
acecha" sigue utilizando los símbolos de "Viento del pueblo",
pero más generalizados. Aunque no deje de aludir a un bando u otro, el objeto
de estos símbolos y del libro en general, es el hombre. Se establece una clara
relación entre tres términos fundamentales: "Fiera"/ hombre agresivo,
"Maleza"/ odio y "Garra"/ armamento.
-Las comparaciones son poco frecuentes. El
poema en que se dan en mayor número se inspira en un tema que ya había
aparecido casi en los albores de su producción poética, "El
aeroplano", que ahora se relaciona con la aventura épica de la
guerra.
-Dinamización: el hombre, como consecuencia de
la guerra, regresa a la fiera: el universo entero se aterra y se pone en
movimiento para retroceder: “se ha retirado el campo/al ver abalanzarse/ crispadamente
al hombre” ("Canción primera"). Cuando los heroicos aviadores se
lanzan al espacio, también "el cielo retrocede" ("El vuelo de
los hombres"). Sin embargo, "porque un pueblo ha gritado ¡libertad!,
vuela el cielo" ("Las cárceles") estas se mueven, avanzan,
buscan al hombre: lo cazan.
-Vivificación: las cartas que se cruzan en la
guerra laten, vuelan, son palomas, un ser vivo y sensible. La sangre también se
vivifica: anda, choca, azota, devora ("Es sangre, no granizo";
"El tiempo es sangre", ambas en el poema "18 de julio de 1936
18 de julio de 1938"). La casa del poeta, abandonada y vacía a causa de la
guerra, algún día "regresará del llanto a donde fue llevada"
("Canción última").
-Personificación: el cielo se humaniza, siente
júbilo y se rejuvenece cuando los jóvenes aviadores lo cruzan en la guerra
("El vuelo de los hombres"). Las mismas cartas que antes han sido
palomas, ahora se estremecen y agonizan como el ser humano que las escribe o
las recibe. El papel en que están escritas, y el tintero y su tinta, participan
de tal emoción ("Carta"). Los metales penan y sollozan como los
hombres al presenciar las tragedias en “Las cárceles”. El tren que transporta a
los heridos inacabablemente sufre, suspira, se hace madre de los que lleva
("El tren de los heridos").
-Encontramos tres ejemplos de sinestesia:
"la claridad del día/corriera, resonara" ("El vuelo de los
hombres"), "truena la luz" ("El vuelo de los hombres"),
y "las heridas suenan/igual que caracolas" ("El herido").
-Cromatismo: los dos únicos colores que
encontramos en "El hombre acecha" son el rojo y el negro. El rojo es
la sangre que impregna todo el poema ("Es sangre, no granizo", una
estrofa de "Las cárceles"), domina en "El herido" y
rivaliza con la palidez de la muerte en "El tren de los heridos". El
negro vive en la cárcel, en la memoria del prisionero ("Las
cárceles"). Por último, el color pierde su puro valor cromático y se reviste
de una calidad moral y humana: "Pintada, no vacía;/pintada está mi
casa/del color de las grandes pasiones y desgracias" ("Canción
última").
Solo en un poema el rojo
simboliza la pasión amorosa y se trasfunde a la negra tinta con que el poeta
escribe a su esposa y a su primer hijo muerto: "Los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos" ("Carta"). Se trata de uno de los
tres poemas que escribe en arte menor en "El hombre acecha" y es un
anticipo de lo que será su siguiente libro, "Cancionero y romancero de
ausencias".
c) Otros recursos estilísticos: Miguel Hernández todavía usa alguna
vez en este libro su habitual léxico agreste, pero teñido del sentido trágico
de las ausencias, pues ha entrado en las cárceles, en el paisaje de los
heridos, en la casa vacía… Su peculiar metáfora del "rayo" aparece solo
una vez. La guerra y la cárcel han agotado esa fuerza virgen, pura, cegadora y
rotunda de sus versos anteriores. Un hombre, "símbolo de muchos
otros" está encarcelado y "destroza sus alas como el rayo
amarrado" ("Las cárceles"). La anáfora pierde todo sentido musical
para simplemente enfatizar la verdad humana que expresa el poema.
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