jueves, 21 de enero de 2016

"El hombre acecha" de Miguel Hernández




(Trabajo de Bruno de San Lázaro, Ana Sánchez Caja y Marina Vicente Pérez)

"El hombre acecha" (1939) es uno de los poemarios póstumos de Miguel Hernández. No es uno de sus poemarios más conocidos pero es un libro imprescindible para entender la angustia vital ante la derrota republicana. Sorprende que este libro viera la luz, puesto que en la primavera de 1939 fue destruido a la entrada de los nacionales en la imprenta Tipografía Moderna de Valencia (intervenida por la Subsecretaría de Propaganda). Se piensa que eran 50.000 ejemplares preparados para salir a la calle. Todos fueron destruidos, excepto dos "capillas" que milagrosamente se salvaron del censor franquista: una hallada en la biblioteca del bibliófilo y académico extremeño Antonio Rodríguez Moñino, y otra, un libro encuadernado de una "capilla" en la colección de José María Cossío. Otra "capilla" estuvo en poder de Enrique Azcoaga, que pensaba editar en Melilla, pero finalmente no se editó. Hacer suposiciones de cómo llegaron las "capillas" al poder de Antonio Rodríguez Moñino o José María Cossío solo son especulaciones que no tienen valor documental, aunque hay especulaciones que dicen que uno se la pudo entregar al otro.
Hasta 1979 no se conoció completo "El hombre acecha", por falta del censurado poema "Los hombres viejos" (poema clave de este libro) debido a que era un poema de denuncia ante las viejas tradiciones, burlas al poder, y recomendaciones de los que eluden la lucha.  Aunque ya se habían publicado ediciones con poemarios de Miguel Hernández, no es hasta 1979 cuando aparece publicado "Los hombres viejos" en ZARO-ZYX, 41 edición. En 1981 se publica por primera vez le edición facsímil de 1939, edición del bibliotecario y poeta Rafael Gómez a partir de "capilla" encuadernada que tenía José María de Cossío en su biblioteca, que fue donada en 1975 a la Diputación Provincial de Santander. Los poemas de "Viento del pueblo" y "El hombre acecha" están llenos de denuncia y de realismo social y de su experiencia vivida ante la guerra con una poesía auténtica y comprensible para todos. En esta época, Miguel Hernández es un hombre dolorido y enrabietado contra el destino, que se extrapola a las injusticias y tropelías cometidas contra el pueblo llano y contra él mismo. El mensaje estaba dirigido a levantar los ánimos de los combatientes.
"El hombre acecha" está considerado como una segunda parte de “Viento del pueblo". Otros autores lo han llamado "el reverso" al considerar que los dos poemarios forman un "corpus épico", resultado de su experiencia y de una misma visión poética: denunciar los abusos y consecuencias de la guerra, y la culpabilidad de no haber puesto el pueblo (del bando republicano) todo su empeño y medios para ganarla.       
Estos dos libros de poesía contienen la denominada poesía urgente o de guerra, además contienen poemas sociales y de muerte, en los que se refleja una gran carga de rabia y desolación.  
"El hombre acecha" nos habla de la brutalidad de la guerra, del desencanto, del hambre, de los heridos, de los culpables... Miguel Hernández se convierte en un poeta maduro, vigoroso, sencillo y asequible al lector medio, con una escritura sencilla pero contundente. Este libro consta de 19 poemas escritos entre 1937 y 1938. Muchos de ellos fueron escritos durante su estancia en la URSS en verano de 1937, la gran mayoría en su lucha en la guerra, y algunos de ellos cuando marchó a prisión.
            Debemos destacar que el 19 de octubre de 1938 muere su hijo Manuel Ramón (solo tenía diez meses). Miguel Hernández estaba en Cox, y ante su dolor compuso "Canción primera" y "Canción última".
En otro orden de cosas y como curiosidad, Rafael Pérez Contel aseguraba en diversas publicaciones que la corrección de pruebas del poemario fue realizada por él mismo, junto con el propio Miguel Hernández, y recuerda que este no modificó ni un solo verso, pues se limitó a quitar errores en la composición. Miguel Hernández insistió mucho en prescindir de ilustraciones, viñetas o dibujos, tanto en el exterior como en el interior del libro, inclinándose por una edición muy sencilla. Además, sugirió que en la cubierta dominase un color rojo, más tierra que carmín, idea que Rafael Pérez Contel plasmó mediante un cliché invertido, en rojo, quedando en blanco las letras del título e imprimiéndose en negro el nombre del autor. La composición se hizo con linotipia, ya que se preparaba una edición de un elevado número de ejemplares. El tipógrafo que se encargó del trabajo fue Vicente Ortizá.
En cuanto a la temática los poemas están clasificados en 4 tipos: a) combativos, b) sociales, c) políticos, y d) de aflicción, aunque algunos poemas participan de dos o más de estas características.

LIBRO
Este poemario de Miguel Hernández se inicia con "La dedicatoria" de "El hombre acecha". Como su nombre indica, es un ofrecimiento (escrito en prosa poética) que dedicó Miguel Hernández al poeta chileno Pablo Neruda. En la dedicatoria recuerda con añoranza los años que pasó en Madrid, cuando se reunían con Vicente Aleixandre y con Delia Carril (amiga íntima de Pablo Neruda) en la casa que este tenía en el barrio de Argüelles, la “Casa de la Flores”, cerca de la ciudad universitaria.
Lo hace partícipe del profundo dolor que le aqueja por la enfermedad de su primogénito Manuel Ramón, pues la hija de Neruda también sufría una grave enfermedad.
Le habla sobre la amargura que hay en el pueblo "florido de tristeza", que con resignación espera el futuro esplendor del vino y la poesía, lo cual evidencia el sabor de la derrota, aunque su obligación es disimularla y levantar la moral que sin duda estaba tocando fondo.
Se abre el poemario con el dramático "Canción primera", escrito en verso blanco, con el que regresa a la ascética oriolana de las pocas palabras. En este poema la naturaleza huye ante el hombre, ahora convertido en fiera. El olivo, árbol mediterráneo de la vida, de la paz, se avergüenza del hombre, pone distancia. Y es que el hombre está regresando a "la bestia", recuperó sus "garras" (su crueldad) camufladas por la educación. Ante el espectáculo de esta atrocidad, el poeta se reconoce potencialmente asesino. Advierte a su hijo Manuel Ramón, que acababa de nacer el 19 de diciembre, del peligro de tener un padre combatiente: podría volverse loco y clavarle las garras de su machete ("hundirlas") o dispararle las balas de su pistola ("proyectarlas/sobre tu carne leve"), vemos a Miguel Hernández decir: "aparta o te destrozo". Hoy el amor es muerte. Todos somos lobo para el hombre: el hombre acecha… al hombre. Y Miguel Hernández, que canta sobre la destrucción y la locura que provoca la sangrienta guerra, es capaz de ponerse simbólicamente en el papel de "la fiera" para hacer más terrible el papel del hombre, que en este contexto era matarse unos a otros en la guerra.

LLAMO AL TORO DE ESPAÑA
Es un poema en alejandrinos asonantes con un verso tetrasílabo interestrófico, excepto dos ("víbrate" y "sálvate") al inicio del poema, en imperativo.
En este poema encontramos numerosa simbología, además de figuras retóricas: el "toro" es una metáfora que representa no a la España geográfica sino al pueblo español, a los españoles agredidos en su libertad. Tenemos otras metáforas como "ojos minerales" que simbolizan la riqueza de España.
Tenemos antítesis como "Despierta/Dormido" o personificaciones como "levántate, despierta, dormido...". Por último vemos comparaciones como "te has despertado como...", "más toro que otras veces" y por último metonimias como "esqueleto" y "corazón". Encontramos la personificación "sangra el mármol" y una reiteración en la  última estrofa "despierta toro, levanta toro".

RUSIA
Este poema es fruto del viaje que realizó Miguel Hernández a Rusia para el V Festival de Teatro en Moscú, entre primeros de septiembre y octubre de 1937, invitado por el Ministerio de Instrucción Pública de la República, puesto que Miguel Hernández había sido nombrado director de "La Barraca" tras la muerte de Federico García Lorca. En este poema Miguel Hernández utiliza numerosas metáforas ("plumaje tajante", "voz profunda de máquinas y manos"), personificaciones ("boca amarrada" o "pasión errante") y metonimias ("sufrimiento de tantos corazones").

EL SOLDADO Y LA NIEVE
Está compuesto por serventesios alejandrinos, excepto un encabalgamiento entre los versos uno y dos de la segunda estrofa.
Este poema trata sobre el frío que sintieron los soldados durante el invierno. Lo escribió Miguel Hernández en diciembre de 1937 en el frente de Teruel, y fue publicado en la revista "Nuestro Ejército", de Barcelona, en el número de mayo y junio de 1938.
El poema está lleno de metáforas como "Aliento de 2 filos"; comparaciones ("como una llama seca desarrollada en hilos" y "como una larga ruina que ataca a los soldados"), asíndeton ("muerde, tala, traspasa") y personificaciones, como "hambre cruda cansada".

LOS HOMBRES VIEJOS
Es el poema más significativo del libro y de los más extensos. Consta de 144 versos divididos en dos partes. Nos sorprende la dureza del vocabulario. Métricamente son serventesios alejandrinos con rima consonante. Y son los poemas del compromiso y odio hacia la mala injusticia. La primera parte empieza con cinco estrofas para definirlos, puesto que es una alusión contra la justiciocracia de la época, una denuncia de la corrupción política. La segunda parte se mantiene en la misma línea, pero es más agresiva. Encontramos metáforas como "no se les quita la joroba que dentro del alma explota", antítesis como "un lado el otro" y comparaciones ("ponen huevos igual que las gallinas").

EL VUELO DE LOS HOMBRES
Es un poema casi épico, una arenga militar. A los aviadores los llama soldados voladores. En la penúltima estrofa les dice que tienen el trabajo de echar abajo el pájaro fraguador de cadenas, refiriéndose al águila imperial que adoptó el franquismo como alegoría en su bandera. Y remata la última estrofa (como es propio en el estilo de Miguel Hernández) con una moraleja esperanzadora e idealizada de la gloria del guerrero sobre la muerte:
"Si ardéis, si eso es posible, poseedores del fuego,
no dejaréis ceniza ni rastro, sino gloria.
Espejos sobrehumanos, iluminaréis luego
la creación, la historia".

EL HAMBRE
Este es un poema de los más elaborados de Miguel Hernández. Está dividido en dos partes: la primera parte trata el hambre física y la segunda el hambre espiritual, el hambre de justicia. En casi todas las estrofas se repite como estribillo el hambre. El poeta se queja del hambre, y muestra la miserable vida del campesino pobre que solamente posee sus manos, la hartura de los amos ricos y tristes recuerdos de su infancia.  

EL HERIDO
Se trata de un poema estrófico dividido en dos partes. Se inicia con una dedicatoria: "Para el muro de un hospital de sangre", refiriéndose así a los hospitales de primera línea de combate. Es un homenaje a los heridos. El hospital es un lugar donde la muerte y la sangre son algo que tiene presente el poeta. Las cosechas han sido sustituidas por cadáveres, por hombres que se desangran... El poeta se siente herido y no es capaz de escribir todo lo que siente.

CARTA
Se trata de dramáticas y muy humanas reflexiones sobre la comunicación epistolar. El estribillo, que da unidad y sangre a todo el texto, nos recuerda que estamos en guerra. Se habla en católico, de Iglesia militante, purgante y triunfante como vínculo espiritual entre vivos y difuntos.

LAS CÁRCELES
Este poema muestra el ansia de libertad. El tema central es la cárcel y está dividido en dos partes. Aunque cuando escribió este poema aún no había sido detenido, ya que lo fue por primera vez el 4 de mayo de 1939 en Portugal, es un poema en el que el discurso contiene momentos de delirio surrealistas.    
                            
PUEBLO
En este poema abundan alusiones armamentísticas. Invoca de alguna manera la idea de que las guerras se deberían hacer como en el pasado con igualdad de armas, y no con la ventaja de cobardes ametralladoras y cañones.

EL TREN DE LOS HERIDOS
Contiene un gran significado poético. La idea general es la entelequia de un tren que como un barco fantasma aparece en una vía muerta, y va derramando piernas, brazos, ojos, al tiempo que no se sabemos muy bien a dónde se dirige en la noche de la esperanza. El poeta clama "¡silencio!" hasta ocho veces para que nos detengamos a contemplar la tétrica escena de un tren moribundo que no puede detenerse por lo delicado de su carga, pues iba cargado de heridos de guerra.  
  
LLAMO A LOS POETAS
Si existe un poema donde podamos profundizar en la poesía de la Guerra Civil, es este. Analizado desde la vertiente del doble sentido, podemos hallar en él varias intenciones: una, la de homenajear a sus famosos amigos poetas, y otra la de llamar a los poetas para que bajaran a la realidad y lo acompañaran en la poesía del compromiso, bélica o de urgencia, y marcharan a los frentes como él mismo hizo.

OFICIALES  DE  LA VI DIVISIÓN
Dedicados a los Oficiales de la VI División del Ejército republicano en el Sector de Levante, en cuyo poema los invita a  que sean imaginativos, que nunca se hagan prisioneros. En definitiva, un general, un oficial, o su suboficial, no son más que soldados con graduación y con responsabilidad de mando.

18 DE JULIO 1936-18 DE JULIO 1938
 Este es uno de los seis últimos poemas que escribió.

MADRID
La capital de España se había convertido en un objetivo decisivo durante la Guerra Civil, y su defensa suponía prolongar la esperanza republicana. Por ello los poetas se encargaron de escribir poemas de aliento, no sin ver en ellos una cierta melancolía de Madrid, y uno de ellos es este.

MADRE ESPAÑA
Este es un poema en el que Miguel Hernández muestra su amor a la patria.

CANCIÓN ÚLTIMA
Es un romance de cierre, corto, como una llave que cierra el libro, transformado en un grito de esperanza, donde se reconoce perdido, tremendamente solo, en el que se lamenta de la situación de su casa y de su familia tras la contienda.

MÉTRICA, TÉCNICA METAFÓRICA Y OTROS RECURSOS ESTILÍSTICOS
  a) Métrica. El libro se compone de 19 poemas, el más corto de ellos tiene 14 versos; el más largo, 144. En total, suman 993 versos. Entre los de arte mayor, predomina el verso alejandrino. Seis poemas están escritos con estrofas de pie quebrado, y dos utilizan la inserción de un verso menor entre las estrofas. En cuanto a la rima, abundan los poemas aconsonantados: diez de los diecinueve. Hay cinco de verso blanco y cuatro asonantes.
b) Técnica metafórica. En este libro el uso del lenguaje metafórico se ha reducido y depurado, pues tiende a ser la expresión cada vez más ceñida a un contenido humano­poético. Se continúa un proceso gradual de interiorización y desnudez expresiva. El dramatismo se acendra a la par que madura el hombre. El dolor y la muerte imprimen un indeleble sello en el alma del poeta y en cada uno de sus poemas, nacidos en la pura y desolada entraña del ser.  Por una parte, Hernández conserva los rasgos de su técnica metafórica, pero la pone al servicio de una poesía entrañable, humana, que no brota de la inteligencia, sino del corazón; por la otra, busca una sencillez y una sustantividad expresiva, deliberada e intuitiva a la vez, y así la adjetivación casi no existe y el sustantivo adquiere, junto con el verbo, la máxima expresividad.         
-Símbolos: en "El hombre acecha" sigue utilizando los símbolos de "Viento del pueblo", pero más generalizados. Aunque no deje de aludir a un bando u otro, el objeto de estos símbolos y del libro en general, es el hombre. Se establece una clara relación entre tres términos fundamentales: "Fiera"/ hombre agresivo, "Maleza"/ odio y "Garra"/ armamento.       
 -Las comparaciones son poco frecuentes. El poema en que se dan en mayor número se inspira en un tema que ya había aparecido casi en los albores de su producción poética, "El aeroplano", que ahora se relaciona con la aventura épica de la guerra.        
 -Dinamización: el hombre, como consecuencia de la guerra, regresa a la fiera: el universo entero se aterra y se pone en movimiento para retroceder: “se ha retirado el campo/al ver abalanzarse/ crispadamente al hombre” ("Canción primera"). Cuando los heroicos aviadores se lanzan al espacio, también "el cielo retrocede" ("El vuelo de los hombres"). Sin embargo, "porque un pueblo ha gritado ¡libertad!, vuela el cielo" ("Las cárceles") estas se mueven, avanzan, buscan al hombre: lo cazan.        
 -Vivificación: las cartas que se cruzan en la guerra laten, vuelan, son palomas, un ser vivo y sensible. La sangre también se vivifica: anda, choca, azota, devora ("Es sangre, no granizo"; "El tiempo es sangre", ambas en el poema "18 de julio de 1936 ­ 18 de julio de 1938"). La casa del poeta, abandonada y vacía a causa de la guerra, algún día "regresará del llanto a donde fue llevada" ("Canción última").
 -Personificación: el cielo se humaniza, siente júbilo y se rejuvenece cuando los jóvenes aviadores lo cruzan en la guerra ("El vuelo de los hombres"). Las mismas cartas que antes han sido palomas, ahora se estremecen y agonizan como el ser humano que las escribe o las recibe. El papel en que están escritas, y el tintero y su tinta, participan de tal emoción ("Carta"). Los metales penan y sollozan como los hombres al presenciar las tragedias en “Las cárceles”. El tren que transporta a los heridos inacabablemente sufre, suspira, se hace madre de los que lleva ("El tren de los heridos").     
 -Encontramos tres ejemplos de sinestesia: "la claridad del día/corriera, resonara" ("El vuelo de los hombres"), "truena la luz" ("El vuelo de los hombres"), y "las heridas suenan/igual que caracolas" ("El herido").        
 -Cromatismo: los dos únicos colores que encontramos en "El hombre acecha" son el rojo y el negro. El rojo es la sangre que impregna todo el poema ("Es sangre, no granizo", una estrofa de "Las cárceles"), domina en "El herido" y rivaliza con la palidez de la muerte en "El tren de los heridos". El negro vive en la cárcel, en la memoria del prisionero ("Las cárceles"). Por último, el color pierde su puro valor cromático y se reviste de una calidad moral y humana: "Pintada, no vacía;/pintada está mi casa/del color de las grandes pasiones y desgracias" ("Canción última").
Solo en un poema el rojo simboliza la pasión amorosa y se trasfunde a la negra tinta con que el poeta escribe a su esposa y a su primer hijo muerto: "Los negros tinteros fríos se ponen rojos y trémulos" ("Carta"). Se trata de uno de los tres poemas que escribe en arte menor en "El hombre acecha" y es un anticipo de lo que será su siguiente libro, "Cancionero y romancero de ausencias".
c) Otros recursos estilísticos: Miguel Hernández todavía usa alguna vez en este libro su habitual léxico agreste, pero teñido del sentido trágico de las ausencias, pues ha entrado en las cárceles, en el paisaje de los heridos, en la casa vacía… Su peculiar metáfora del "rayo" aparece solo una vez. La guerra y la cárcel han agotado esa fuerza virgen, pura, cegadora y rotunda de sus versos anteriores. Un hombre, "símbolo de muchos otros" está encarcelado y "destroza sus alas como el rayo amarrado" ("Las cárceles"). La anáfora pierde todo sentido musical para simplemente enfatizar la verdad humana que expresa el poema.

          

                

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