(resumen de Los problemas del estudio de la lengua sefardí, de Katia Smid Liubliana)
Podemos ver distintas
fuentes que afirman que la palabra Sefarad en hebreo significa España.
Muhamed Nezirovic, autor de El refranero judeoespañol de Sarajevo (2007)
indica que el nombre S'farad en hebreo significa "el país
occidental" y señala que a partir del siglo VIII con el nombre Sefarad
se da nombre a la Península Ibérica. Así que Sefarad es el nombre con el
que los judíos tradicionalmente conocen España o la Península Ibérica.
El sustantivo Sefardí
significa judío oriundo de España o descendiente de los judíos que vivieron en
la Península Ibérica antes de su expulsión de 1492. El adjetivo Sefardí se
aplica a las personas, la lengua, la literatura y la cultura de los judíos
descendientes de los que vivieron en España hasta 1492, cuando los Reyes Católicos
decretaron su expulsión. No obstante debemos recordar que los primeros judíos
salieron de España en la segunda mitad del siglo XIV (1391), puesto que en la
Península ya se respiraba un clima de hostilidad antisemita.
Tras la expulsión
algunos grupos de judíos se establecieron en Portugal, de donde también fueron
expulsados en 1497. Para la lengua que hablaron se utiliza el término judeoportugués.
Muchos de ellos se instalaron en los Países Bajos y siguieron en contacto con
el mundo hispano hasta la separación de Flandes en 1789. Algunos grupos de
judíos se establecieron en el sur de Francia. Otros eligieron como destino
Navarra, cuyos monarcas decretaron la expulsión de los hebreos en 1498. Los que
salieron por mar se establecieron en los países del norte de África. La mayoría
de los expulsados se dirigió hacia el este. Unos se establecieron en ciudades
de Italia como Ferrara o Venecia; otro grupo muy numeroso fue acogido por el
Imperio Otomano y se estableció en los grandes centros urbanos (Salónica,
Constantinopla o Esmirna), en el territorio de los actuales Estados de Turquía,
Grecia, Albania, Bulgaria, Rumanía, Bosnia, Croacia y Macedonia.
Hay que destacar la
fundación por parte de Charles Netter de la Alliance Israélite Universelle
en Francia en 1860. Una red de escuelas de esta Alliance se estableció en
Turquía, Grecia, Bulgaria y Macedonia, de manera que el francés tuvo una
influencia enorme sobre las variantes de la lengua sefardí en esos países.
Durante la Segunda Guerra Mundial murió un número altísimo
de sefardófonos, así que a partir de ese momento la existencia de la lengua
sefardí es discutible.
La lengua sefardí tiene varias denominaciones, dependiendo
del país donde se habla. Kalrni Baruch fue el primer hispanista en la exYugoslavia
que estudió la lengua sefardí. Utilizaba las denominaciones ladino, romance y
judeoespañol:
Los sefardíes llaman a la lengua de estos textos (o sea
su lengua literaria) 'ladino', y el traducir de los textos hebraicos
'enladinar'. Parece que esta expresión se usaba también para designar el habla
común, a diferencia del hebreo que en la vida de los sefardíes siempre fue y es
de especial importancia.
En la obra de Moisén Almosnino encontramos la denominación
de romance. Pero este vocablo no es popular. Al habla cotidiana se le
llama Zudio (en Bosnia, jidió). Alica KnezoviC diferencia entre el judeoespañol
escrito y hablado. Para la lengua escrita (ladino) son característicos el
arcaísmo, la riqueza del vocabulario, la purificación de los barbarismos y, en
la traducción, el uso estricto de la sintaxis hebrea. Por el contrario, la
lengua hablada, el judeoespañol, absorbe mayores influencias de las lenguas del
medio en que vivían los sefardíes.
El estudioso más importante es Max Leopold Wagner que
explica el término ladino y señala la aparición de la palabra en el Poema de
Mío Cid. “Ladino” es la lengua española en oposición al hebreo, y, sobre
todo, el español de los libros religiosos; “enladinar” quiere decir traducir
textos hebraicos al español. Los versos 2768-2769 de la obra mencionada:
Quando esta
falsedad dizien los de Carrión
Un moro latinado
bien gelo entendió
demuestran
que ya entonces ladino era el español en oposición al hebreo o
árabe.
Wagner menciona también la denominación furgón: "...
y el judeo-español quedó reducido a ser un Sargón, como los judíos
mismos lo llaman muchas veces." La denominación se refiere a una
especie de coiné (lengua común) sefardí que se formó cuando desaparecieron
las antiguas diferencias regionales y en la cual los judíos españoles
(especialmente comerciantes) se entendían perfectamente.
Un
grupo de investigadores completa el problema de diferentes maneras: así, Coloma
Lleal hace una descripción muy concisa de la lengua estudiada. El judezmo
sería la variante hispánica hablada por los sefardíes (los judíos que
se establecieron en distintas zonas mediterráneas después de la expulsión del
suelo peninsular decretada en 1492), modalidad también conocida como sefardí,
atendiendo a la denominación genérica de sus hablantes, como judeoespañol,
término descriptivo que pone de relieve su adscripción al área
lingüística hispana, y como ladino, con el que con frecuencia la
denominan sus propios hablantes para diferenciarla del hebreo, y que parte de
la tradición medieval según la cual ladinar significaba
'expresarse en romance' o 'traducir al romance'. Por otra parte, David M. Bunis
enumera los nombres del idioma, que desde la Edad Media los sefardíes han
utilizado para referirse a su lengua. Así encontramos nombres tempranos como romance,
lengua vulgar, ladino, y spanyol, a los que se añadieron
después hakitía en Marruecos y franko, judezmo, jidyó y
judyó, lingwa judía, Zudeo-espanyol, Zargón y otros en el Imperio
Otomano. En Israel se le llama sobre todo spanyolit, ladino
y Zudeo-espanyol, y en otras partes quizás el término más
utilizado a nivel popular sea 'ladino', mientras que quienes estudian el idioma
suelen preferir 'judeoespañol' o 'judezmo'. Ana
Riaño expone el problema de las diversas denominaciones y se inclina por la
conveniencia de la denominación de lengua sefardí, del mismo modo
que decimos que la lengua de los ingleses es el inglés y no el english. Como
propio de la bibliografía académica española queda el vocablo judeoespañol.
Parece apropiado hablar de la lengua sefardí, el
sefardí o usar el vocablo judeoespañol y reservar ladino
para la lengua de los textos religiosos. Otras denominaciones son interesantes
como muestra de las variantes de esta lengua en que aparece el nombre mismo del
idioma.
Desde la década de 1960
se ha atribuido al término ladino un nuevo significado. En el Primer
simposio de estudios sefardíes en Madrid (1964) Haim Vidal Sephiha proclamó
que el ladino no se habla. Este término se ha reservado para el español
empleado en las traducciones y libros de carácter religioso. Con su tesis
titulada Le ladino. Judéo-espagnol calque (1973) presenta la idea
del judeoespañol calco.
Calcar significa "copiar o reproducir
algo con gran exactitud y servilismo" y los sinónimos de esta palabra son
copiar, reproducir, duplicar, trasladar, plagiar, imitar, repetir. Calco significa
"copia que se obtiene calcando". Los judíos españoles en la España
medieval tradujeron los textos sagrados hebreos al español y realizaron un tipo
de traducción servil, porque no se debe cambiar o transformar de cualquier modo
el texto sagrado. Las traducciones al ladino son literales y mantienen todas
las características (sobre todo sintácticas) de la lengua original hebrea. A
este tipo de traducciones en ladino la escuela de Sephiha le atribuye
la denominación de ladino. Sephiha llama al resultado de ese
sistema de traducción "lengua calco" o "lengua copia" y
para él esa lengua, el ladino, es una lengua diferente de la lengua
sefardí normal, que llama judesmo. Con su teoría ha
impuesto la diferencia entre dos tipos de judeoespañol, "judeoespañol
calco" o ladino y "judeoespañol vernáculo" o judesmo.
Algunas
investigaciones de Iacob M. Hassán, Moshe Lazar e Isaac Jerusalmi comprueban
que no se debe llamar ladino únicamente a la traducción calco de textos
sagrados en lengua romance, sino a todo ladinamiento, todo lo que fue escrito
"en cristiano". Hassán argumenta la denominación con el hecho de que
el ladino con el sentido de técnica de traducción servil no es una lengua
diferente, sino un nivel estilístico de la misma lengua.
En cuanto a
los sistemas gráficos, podemos
hablar de la utilización de una grafía aljamiada hebraica y una grafía
latinada.
Los judíos de
España para escribir el romance utilizaron el alfabeto hebreo, el alefato, en
su forma manuscrita llamada 'caligrafía rasí'. La palabra rasí se puede
escribir con mayúscula, porque es la sigla de las iniciales de Rabbi Shelomo
Ishaki, cuyos comentarios se imprimieron con este tipo de letra. “Rasí es
alifato hebreo de tipos semicursivos, utilizado frecuentemente para escribir
textos sefardíes aljamiados". (Enciclopedia Universal Multimedia, l999/2000).
Aquí hay que subrayar el uso de la palabra aljamía que es el nombre que los
musulmanes daban a las lenguas de los cristianos peninsulares y se refiere a
los textos en romance, pero transcritos con caracteres arábigos o hebreos.
Después de la expulsión de 1492 los judíos siguieron utilizando la grafía
aljamiada, hasta que los hablantes entraron en contacto con el francés, el
italiano, el turco moderno, el inglés y el español a finales del siglo XIX y en
el siglo XX, y empezaron a escribir su idioma en el alfabeto latino. En 1928,
en Turquía, Mustafa Kemal Atatürk ordenó por ley que la caligrafía árabe
tradicional se reemplazara por el alfabeto latino en el turco moderno. Así los
judíos empezaron a publicar sus obras en letras latinas. En Salónica los sefardíes
siguieron imprimiendo sus publicaciones en caracteres rasíes tradicionales
hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando se cerraron las imprentas judías de la
ciudad. En Bosnia la lengua sefardí se escribía en aljamía hebraica, pero a
partir de 1924 algunas revistas empezaron a utilizar el alfabeto latino, porque
había mucha gente que ya no sabía leer los textos aljamiados. También en Bosnia
se ha encontrado un documento en que la lengua sefardí está escrita en alfabeto
cirílico. La cuestión que se plantea al leer los textos sefardíes aljamiados es
si la grafía de una lengua semítica, que no anota las vocales, puede
representar adecuadamente todos los sonidos de una lengua romance.
Por otra
parte, aunque muchos textos sefardíes están escritos en letras latinas, las
transcripciones difieren entre sí. Los que escriben en la lengua sefardí no
tienen un sistema unificado para transcribir la lengua en letras latinas y los
textos transcritos se distinguen entre un país y otro.
La trascripción
de la lengua sefardí sirve para representar por escrito un discurso oral, por
ejemplo la lengua sefardí hablada, o transcribir los textos en aljamía hebraica
en caracteres latinos.
Hay que tener
en cuenta que la comunidad lingüística sefardí está fragmentada y cada fragmento
rodeado de una lengua distinta. También esta lengua tiene influencia sobre la
elección del sistema de la trascripción de la lengua sefardí. Existen varios
sistemas de trascripción (español, francés, hebraico, turco,...). Jacob M. Hassán
proponía que la ortografía se basara en lo posible en la del español normativo.
La grafía de la lengua sefardí dentro de un contexto de la filología hispánica
tiene que estar en concordancia con la tradición de lectura del español y así ser
legible y comprensible para un hispanista.
A la hora de investigar
la lengua sefardí encontramos varios enfoques. Así Max Leopold Wagner entre
1909 y 1914 publicó su teoría histórica y lingüística sobre los sefardíes. El
español hablado por los sefardíes en Oriente fue el de la época de la expulsión,
el de fines del siglo XV y de la primera mitad del siglo XVI. El autor enumera
rasgos arcaicos de la pronunciación del judeoespañol como la conservación de
las consonantes sonoras del antiguo español o la distinción entre el fonema
oclusivo bilabial sonoro /b/ y el fricativo bilabial sonoro /v/ sobre todo en
posición inicial, según la procedencia latina. También señala la existencia del
grupo /dz/, como en dodze (doce) o
tredze (trece). Wagner piensa que los sefardíes de Constantinopla y de Asia
proceden, en su mayoría, de las dos Castillas, mientras que los de Macedonia, Grecia,
Bosnia, Serbia y parte de Bulgaria fueron principalmente oriundos de Aragón y
Cataluña. Wagner distingue dos grupos principales: el occidental (Salónica,
Macedonia, Bosnia, Serbia, Bulgaria Occidental) y el oriental (Adrianópolis,
Constantinopla, Bursa, Esrnirna, Rodas). Los rasgos principales del grupo occidental
son que la /e/ final se pronuncia como /i/, la /a/ final se pronuncia como una /e/
relajada y se conserva el fonema fricativo labiodental sordo /f/ inicial.
Por otra parte encontramos
a la investigadora inglesa Cynthia M. Crews que tuvo la oportunidad de vivir
con familias sefardíes, escuchar, aprender y escribir su lengua. Realizó su
investigación sobre los sefardíes en los Balcanes en la década de 1930 antes de
la Segunda Guerra Mundial. En su tesis publicada en 1935 presentó las
características de la lengua sefardí de Constantinopla, Salónica, Bucarest,
Bitola y Skopje. Primero presenta una descripción de las características de la
variante estudiada y la compara con otros estudios anteriores de este tipo.
Como ejemplos del estudio añade textos escritos en la variante examinada. Los
textos fonéticamente transcritos son sobre todo cuentos y consejas que ofrecen también
muchas posibilidades para un estudio literario.
En un artículo titulado La lengua sefardí, Ana Riaño
expone las principales peculiaridades que definen a esta lengua. La base es el
habla castellano-andaluza de los siglos XV y XVI. Algunos de sus rasgos
están relacionados con el castellano preclásico, como algunos sonidos que se
han mantenido en la lengua sefardí, pero no en el español moderno (/S/fricativo
postalveolar sordo, /z/ fricativo alveolar sonoro, la conservación de la
diferencia entre el sonido oclusivo bilabial sonoro /b/ y el fricativo bilabial
sonoro /p/ que a veces se realiza como fricativo labiodental sonoro, etc.). Algunos
rasgos han ido más allá de las realizaciones a las que ha llegado el español
moderno como por ejemplo el seseo y el yeísmo.
El judeoespañol es una lengua que combina materiales tanto del
español medieval (hebreo-arameo, griego y árabe), como de fuentes lingüísticas
nuevas con las que los judíos entraron en contacto tras la expulsión: hebreo,
árabe, norteafricano, turco, griego, búlgaro, rumano, serbocroata, francés,
italiano.
David M. Bunis
hace un repaso de las características del judeoespañol en cada período, con ejemplos
escritos u orales. Dedica una gran parte a la estructura compositiva del
idioma. Dice que el idioma hablado y escrito por los sefardíes en el período moderno
se caracteriza por la preservación de elementos medievales, las modificaciones
internas y los neologismos y las incorporaciones tomadas de las nuevas fuentes
lingüísticas que los judíos encontraron tras dejar España. Según este autor
algunos de los fenómenos característicos del habla de los sefardíes se pueden
ejemplificar con la terminología de diferentes esferas del vocabulario. Bunis ofrece
ejemplos de la terminología contemporánea del cuerpo y sus elementos. Algunas
palabras sefardíes son idénticas a sus equivalentes españoles modernos (dedo, palma,
garganta, unya, paladal, frente). Los fenómenos del sistema de sonidos,
gramática y léxico medievales que ya no se encuentran en el español moderno
estándar son: el fonema fricativo labiodental sordo /f/ inicial se conserva; el
fonema oclusivo bilabial sonoro /b/ y el fricativo labiodental sonoro /v/ se
conservan como fonemas distintos (como en bokal (bocal), vokal (vocal)); se
conserva el grupo de consonantes medievales /mb/: lombo (lomo, espalda).
En el
transcurso de los siglos los sefardíes en el Imperio Otomano y en el norte de
África modificaron algunos de los elementos hispánicos; El /we/ inicial se resuelve
en /gwe/: gweso (hueso). Se elimina la /e/ inicial cuando va seguida de /S/ +
consonante: spalda (espalda). En lo que concierne la gramática, también hay diferencias
entre el habla judía y el español cristiano. Así los sefardíes otomanos
utilizan el sufijo /iko/ para el diminutivo, en lugar de los españoles /illo/ e
/ito/. En el habla judía las palabras y los sufijos de origen hispánico se
combinan a veces para formar nuevas palabras: pecho +la terminación para formar
nombres abstractos -dura: petdura (seno, regazo).
En La
innovación fonológica del judeoespañol (1992), Ralph Penny trata de
explicar la cuestión de los dialectos. La convicción de que el judeoespañol es
una mezcla de dialectos le parece imprecisa. Penny formula dos premisas; la
primera, que los judíos provenientes de distintas partes de la Península
hablaban de distinta manera antes de 1492, y la segunda, que las redes sociales
que unían a los judíos antes de 1492 se trastornaron profundamente a raíz de la
expulsión. El concepto del judeoespañol como 'mezcla de dialectos' no explicaría
la razón por la que algunos elementos de la mezcla sobreviven y otros
desaparecen. Penny presenta la teoría de contacto de dialectos del
sociolingüista inglés Peter Trudgill con la que argumenta su premisa y enumera
los elementos no castellanos del judeoespañol. Los más frecuentes son el
yeísmo, el seseo, el zezeo o la aparición del grupo /mb/ en vez de /m/ (como
en lombu (lobo), palomba (paloma), etc.)
Basándose en trabajos
sociolingüísticos sobre las redes sociales y sus efectos lingüísticos,
argumenta que en el caso del judeoespañol la innovación lingüística es
observable en los primeros tiempos de la expulsión. Penny enumera como
innovaciones la palatalización de la /a/final en /e/ (kaze
(casa), meze (mesa)), la pérdida de la /e/ inicial seguida de /S/ +consonante (skalera
(escalera), skrivir (escribir), spada (espada), spantarse (espantarse)), la
convergencia total de los fonemas vibrante simple alveolar sonoro y vibrante
múltiple alveolar sonoro, con pérdida del vibrante (enterarse (enterrarse),
fieru-ieru (hierro)), el cambio del nasal alveolar sonoro /n/ inicial
en nasal bilabial sonoro /m/ (muzotros (nosotros), mos (nos),
muestro (nuestro)), el cierre de la /e/ final en /i/ (tardi
(tarde), nochi (noche)), o la metátesis de /rd/ en
/dr/, como en akudrarsi (acordarse).
Esas innovaciones
"no se observan en ninguna otra variedad del romance hispánico",
según Penny, quien las considera debidas al trastorno de las redes sociales a
consecuencia de la expulsión de 1492.
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