En
la obra de Miguel Hernández destacan tres grandes temas que aparecen expresados
en sus versos Llegó con tres heridas:/la
del amor, /la de la muerte, / la de la vida. Estos tres temas configuran el
universo poético del poeta. Por otra parte, su poesía estará íntimamente ligada
a su propia experiencia vital.
En
esta pregunta trataremos cada uno de estos grandes temas en la poesía de Miguel
Hernández: el amor y la dicotomía vida/muerte.
Con
respecto al tema del amor, recordemos que en Miguel Hernández hay una estrecha
relación entre su biografía amorosa y su obra poética. El poeta oriolano se
casó con Josefina Manresa, su gran amor desde joven, y tuvo dos hijos. El
primero de ellos murió en octubre de 1938 y el segundo nació en enero de 1939.
Josefina
Manresa no fue su único amor, ya que en su segundo viaje a Madrid Miguel
Hernández mantuvo relaciones con Maruja Mallo (que pertenecía al círculo de
Pablo Neruda) y en Murcia con María Cegarra, poetisa de La Unión y perteneciente al círculo
cartagenero de Carmen Conde. Algunos poemas de El rayo que no cesa podrían estar dedicados a Cegarra, ya que
contienen símbolos mineros.
El
amor en la poesía de Miguel Hernández no tiene la intensidad de otros poetas como
Pedro Salinas o Pablo Neruda. Aún así, es uno de sus grandes temas permanentes
en toda su obra, junto a los otros dos núcleos temáticos que se mencionan en el
título de la vida y la muerte. Los poemarios Perito en lunas, El rayo que no cesa y Cancionero y Romancero de ausencias reflejan su trayectoria
amorosa.
En
Perito en lunas encontramos poemas
influenciados por Góngora y la Generación del 27. En este poemario, Miguel
Hernández utiliza un lenguaje hermético donde prima la palabra poética. Las
octavas reales que lo componen presentan una pasión amorosa nutrida de
representaciones eróticas mediante símbolos de la naturaleza propia del paisaje
levantino: palmeras, sandías, higueras,… que son referentes de la vitalidad, la
sensualidad y la sexualidad reprimidas. Podemos destacar en este sentido el
poema Negros ahorcados por violación.
El rayo que no cesa, de 1936, es su gran
poemario amoroso. Coincide con la publicación de otros poemarios de grandes
poetas del amor, como Salinas y Jorge Guillén. Es un momento de máximo
esplendor de la lírica amorosa. El amor es para Miguel Hernández el rayo, el
cuchillo que provoca la herida y la pena. Estamos ante poemas de desamor.
En
Cancionero y romancero de ausencias
abandona el hermetismo de su lírica anterior y opta por la lírica tradicional
con estructuras paralelísticas. Empieza a escribirlo en 1939 y lo termina en la
prisión de Ocaña, en Toledo. El amor ahora es ausencia. La amada es
inalcanzable, recordada y deseada desde la soledad del poeta. La antítesis entre
la luz (libertad) y la oscuridad (la cárcel) muestra el deseo insatisfecho del
autor.
En
lo que respecta a los temas de la vida y la muerte, debemos recordar que hasta El rayo que no cesa su poesía se
impregna de vitalismo y de optimismo, de ahí la presencia de la naturaleza. La
muerte que aparece hasta entonces es una muerte literaria, como la del
atardecer. Los lugares levantinos de su infancia son exaltados con el animismo
o personificación de la naturaleza (como en “la
espiga aplaude al día”). En la naturaleza de Miguel Hernández no hay
muerte, sino que es una naturaleza contemplada. Cuando el poeta conoce la
muerte de forma directa con la pérdida de amigos, familiares y a través de los
horrores de la guerra, aparecerá una verdadera relación vida-muerte en su
poesía. A partir de entonces concibe la vida como pena, como herida (de ahí su
identificación con el símbolo del toro y su destino trágico: “como el toro he nacido para el luto”),
aunque aspira a conocer la alegría. Con la muerte de su amigo Ramón Sijé,
Miguel Hernández conoce la muerte de cerca y es entonces cuando su poesía se
llena de rabia y la vida, desde una concepción quevedesca, se convierte en un
morir a cada instante.
A
raíz de la muerte de sus hermanas, de amigos como Sijé y, sobre todo, de su
primogénito, junto a la idea de la muerte como consecuencia de la guerra,
hablamos de muerte real en su poesía. Un
ejemplo de lo que mencionamos es El tren
de los heridos de El hombre acecha
y los poemas dedicados a su hijo en Cancionero
y romancero de ausencias.
Cuando
pasa la guerra, los poemas se oscurecen con la tristeza. Conoce la cárcel, la
soledad, la enfermedad, y esto no provoca en él odio, sino que canta con
nostalgia al hijo (en Hijo de la luz)
y a la esposa. Es ahora un hombre resignado (como podemos observar en Suave aliento suave) con poemas tiernos
y melancólicos. Finalmente vuelve al amor, porque no hay redención si no se ha
querido (como en Vuelo). El
presentimiento de muerte se hace certeza, y encontramos la imagen manriqueña del
mar, que es el morir.
La
poesía de Miguel Hernández, amorosa por excelencia, estuvo llena de vida desde
el principio y, poco a poco, se fue llenando también de muerte. Vida y muerte
configuraron su biografía y su producción literaria hasta que el 28 de marzo de
1942 la muerte venció a la vida y al amor. Sin embargo, Miguel Hernández siguió
vivo en sus poemas, a los que nunca renunció, ni cuando le regalaron la
libertad a cambio (Mañana no seré yo: /
otro será el verdadero. / Y no seré más allá/ de quien quiera su recuerdo).
No hay comentarios:
Publicar un comentario