En cualquiera de los niveles a
los que impartamos clase podemos realizar una actividad sencilla con la que los
alumnos pueden pasar un rato entretenido y comprender lo difícil que resultaba
la escritura en otros tiempos.
En
general, al terminar sus escritos, todos coinciden en señalar su admiración por
autores que escribieron obras muy extensas teniendo tan solo materiales como
plumas de ave y tinta.
Antes
de comenzar debemos conseguir plumas de oca, ganso o cisne (aunque estas son
las más difíciles de conseguir). Después tendremos que limpiarlas y limarlas un
poco. Y aprender a presionar ligeramente para conseguir que por ellas suba la
tinta. Los alumnos podrán aprender el nombre del tallo hueco de la pluma (cálamo)
y que el flujo de la tinta hacia la punta se debe a la capilaridad.
Obviamente
necesitaremos tinteros y papel rugoso y algo grueso. Si no es posible,
deberemos ser cuidadosos con los folios.
Recordaremos
también la fragilidad de las plumas que vamos a utilizar, así como la facilidad
con que se desgastan.
Podemos
contarles antes de empezar que no sabemos cuándo empezaron a utilizarse las
plumas de ave para escribir y que son el antecedente de la pluma estilográfica
y el bolígrafo. En un lugar intermedio entre estas herramientas aparecieron los
plumines metálicos o de madera.
Eso
sí, desde el siglo VI se utilizaron prefiriéndolas a otros instrumentos como
pajillas, cañas u otros objetos agudos.
Al terminar la
actividad, podemos exponer los resultados para que otros alumnos los vean.
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