CALLADO FUEGO DE
AMANTE
Salamandra frondosa y bien
poblada
te vio la antigüedad, columna ardiente,
¡oh Vesubio, gigante el más valiente
que al cielo amenazó con diestra osada!
te vio la antigüedad, columna ardiente,
¡oh Vesubio, gigante el más valiente
que al cielo amenazó con diestra osada!
Después,
de varias flores esmaltada,
jardín piramidal fuiste, y luciente
mariposa, en tus llamas inclemente,
y en quien toda Pomona fue abrasada.
jardín piramidal fuiste, y luciente
mariposa, en tus llamas inclemente,
y en quien toda Pomona fue abrasada.
Ya,
fénix cultivada, te renuevas,
en eternos incendios repetidos,
y noche al sol y al cielo luces llevas.
en eternos incendios repetidos,
y noche al sol y al cielo luces llevas.
¡Oh
monte, emulación de mis gemidos:
pues yo en el corazón, y tú en las cuevas,
callamos los volcanes florecidos!
pues yo en el corazón, y tú en las cuevas,
callamos los volcanes florecidos!
Este
texto es un soneto clásico o común, un tipo de estrofa que proviene de Italia y
que ha conservado inalterado su aspecto desde Petrarca (1304-1374), autor
italiano que aseguró el desarrollo del soneto. Este consta de catorce versos
endecasílabos que se disponen en dos cuartetos (ABBA ABBA) y dos tercetos
dantescos o encadenados (CDC DCD). La forma de rima en este soneto es la
consonancia perfecta.
Debemos
recordar que el soneto como estrofa se utiliza, en lo referente a los temas,
cuando el poeta decide plasmar asuntos graves. Así el soneto puede ser amoroso,
moral, sagrado o de tono crítico en general. Este soneto de Quevedo se refiere
temáticamente al amor como sentimiento del hombre. El poeta es amante y el amor
es, en él, un sentimiento ardiente que queda disimulado.
El
poema puede estructurarse temáticamente en dos partes. La primera de ellas
abarcaría los dos cuartetos y el primer terceto, donde observamos el
sentimiento disimulado bajo las palabras referidas al volcán y la destrucción
que este puede provocar. La segunda parte sería el segundo terceto, la última
estrofa del soneto, donde el amante se muestra, dirigiéndose a ese elemento que
le ha servido para la simulación.
El
poeta nos describe la dualidad del sentimiento amoroso en cuanto a sus
consecuencias. Puede destruir o causar felicidad.
Los
pensamientos y sentimientos son dirigidos por el poeta al volcán que le sirve
como instrumento en un locus a simili
o comparación.
El
poema tiene una estructura dialogada o monologada. El poeta se dirige
mentalmente y de forma real al instrumento utilizado para su identificación
como amante, pero puede ser considerado un monólogo interior donde se limita a
constatar esa identificación que siente como verdadera.
Quevedo
utiliza elementos mitológicos e históricos.
En
cuanto al planteamiento del tema, el autor se sirve de la alegoría y de la
comparación como principio ordenador.
Por
otra parte, encontramos un rasgo de la poesía en general, que es la alteración
de las partes de la oración o hipérbaton. Este rasgo queda integrado en la
estructura sintáctica del poema, que se sirve de figuras de pensamiento y de
dicción, ambas relacionadas con la significación y la estructuración de la
forma de diálogo ficticio.
En
lo que se refiere a dichas figuras, podemos señalar en primer lugar la
acumulación o repetición a lo largo del poema de una serie de conceptos que
utiliza el poeta, quien coordina pensamientos parciales como una enumeración.
Es lo que se conoce como evidencia o acumulación detallada. En el caso de este
poema el objeto que el autor detalla es concreto: el amor acontece
colectivamente. Este objeto es descrito utilizando, mediante una comparación
alegórica, un objeto aún más concreto: el volcán Vesubio.
Esos
pensamientos coordinados que aparecen como enumeración lo hacen como isocolon,
que consta de oraciones y no de grupos de palabras independientes.
El
poeta realiza además una descripción histórica, señalando la evolución del
volcán en épocas de actividad o pasividad, a modo de metáfora que señala los
períodos del amor y olvido en el amante.
El
poema constituye una alegoría al ser una metáfora continuada, realizándose la
sustitución de un pensamiento o sentimiento por un objeto que puede semejarse
al mismo. Es una alegoría abierta, ya que el último terceto es el pensamiento
mismo en boca del poeta. Al realizarse esta exteriorización plena, nos
encontramos ante la similitud. La realidad sería ese sentimiento amoroso que es
la base temática del poema y esta realidad queda comparada con una formulación
larga, como grupo de oraciones o estrofas (los dos cuartetos y el primer
terceto).
Por
otra parte, el poeta comunica diversos pensamientos. Para ellos se vale de la
perífrasis, con datos que forman parte de la sustancia misma del sentimiento
amoroso como si lo fuera del objeto que él utiliza metafórica y alegóricamente.
Para intensificar y poetizar sus sentimientos, utiliza la perífrasis, la
alusión mitológica y la metáfora (así por ejemplo cuando utiliza el concepto de
fénix como adjetivo, siendo un ornatus, característico de la poesía).
Hay
que señalar en este soneto la desviación que se da con respecto a los oyentes
(apóstrofe). El poeta se dirige a una cosa, un objeto, un fenómeno geográfico.
Para ello utiliza vocativos (Vesubio, monte) o simplemente se dirige al objeto
mediante el diálogo, con las formas verbales en segunda persona del singular
(te renuevas, llevas). Con ello consigue aumentar el efecto patético que viene
dado por el tono melancólico del poema.
Debemos
destacar también la forma exclamativa, que implica una pronunciación reforzada
en los vocativos utilizados. La exclamación modifica la naturaleza de las
oraciones y palabras, ya que implica énfasis. Con esto el poeta consigue
desviar o llamar la atención del lector.
El
énfasis señalado está íntimamente relacionado con la antonomasia, que en este
poema se realiza como sustitución de un nombre por un apelativo (así cuando, en
lugar de volver a utilizar el vocativo, en el primer terceto el poeta habla de “fénix
cultivada”).
La
utilización que el poeta hace de un objeto que simbolice sus sentimientos y
pensamientos acerca del amor constituye una metonimia. El autor describe y
habla del volcán como si fuera la verdadera plasmación de su interior, realizando
una identificación más que una comparación de sus sentimientos amorosos y de
las consecuencias que pueda tener en su interior. En lo referente a esas
consecuencias recorre la historia de los desastres provocados por el Vesubio,
identificando las consecuencias del amor en él y las de la erupción del volcán
en Pompeya.
Aunque
el tono del poema sea de tristeza, no es por ello resignado. El primer cuarteto
nos da la idea de un amante que no abandona al amor, sino que lucha por él, en
búsqueda de la felicidad que puede traer consigo. El segundo terceto, que es en
cierta manera síntesis del poema, deja lugar a la continua permanencia del
sentimiento.
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