sábado, 20 de abril de 2013

Comentario del soneto "Callado fuego de amante"






CALLADO FUEGO DE AMANTE

Salamandra frondosa y bien poblada
te vio la antigüedad, columna ardiente,
¡oh Vesubio, gigante el más valiente
que al cielo amenazó con diestra osada!

Después, de varias flores esmaltada,
jardín piramidal fuiste, y luciente
mariposa, en tus llamas inclemente,
y en quien toda Pomona fue abrasada.

Ya, fénix cultivada, te renuevas,
en eternos incendios repetidos,
y noche al sol y al cielo luces llevas.

¡Oh monte, emulación de mis gemidos:
pues yo en el corazón, y tú en las cuevas,
callamos los volcanes florecidos!

            Este texto es un soneto clásico o común, un tipo de estrofa que proviene de Italia y que ha conservado inalterado su aspecto desde Petrarca (1304-1374), autor italiano que aseguró el desarrollo del soneto. Este consta de catorce versos endecasílabos que se disponen en dos cuartetos (ABBA ABBA) y dos tercetos dantescos o encadenados (CDC DCD). La forma de rima en este soneto es la consonancia perfecta.
            Debemos recordar que el soneto como estrofa se utiliza, en lo referente a los temas, cuando el poeta decide plasmar asuntos graves. Así el soneto puede ser amoroso, moral, sagrado o de tono crítico en general. Este soneto de Quevedo se refiere temáticamente al amor como sentimiento del hombre. El poeta es amante y el amor es, en él, un sentimiento ardiente que queda disimulado.
            El poema puede estructurarse temáticamente en dos partes. La primera de ellas abarcaría los dos cuartetos y el primer terceto, donde observamos el sentimiento disimulado bajo las palabras referidas al volcán y la destrucción que este puede provocar. La segunda parte sería el segundo terceto, la última estrofa del soneto, donde el amante se muestra, dirigiéndose a ese elemento que le ha servido para la simulación.
            El poeta nos describe la dualidad del sentimiento amoroso en cuanto a sus consecuencias. Puede destruir o causar felicidad.
            Los pensamientos y sentimientos son dirigidos por el poeta al volcán que le sirve como instrumento en un locus a simili o comparación.
            El poema tiene una estructura dialogada o monologada. El poeta se dirige mentalmente y de forma real al instrumento utilizado para su identificación como amante, pero puede ser considerado un monólogo interior donde se limita a constatar esa identificación que siente como verdadera.
            Quevedo utiliza elementos mitológicos e históricos.
            En cuanto al planteamiento del tema, el autor se sirve de la alegoría y de la comparación como principio ordenador.
            Por otra parte, encontramos un rasgo de la poesía en general, que es la alteración de las partes de la oración o hipérbaton. Este rasgo queda integrado en la estructura sintáctica del poema, que se sirve de figuras de pensamiento y de dicción, ambas relacionadas con la significación y la estructuración de la forma de diálogo ficticio.
            En lo que se refiere a dichas figuras, podemos señalar en primer lugar la acumulación o repetición a lo largo del poema de una serie de conceptos que utiliza el poeta, quien coordina pensamientos parciales como una enumeración. Es lo que se conoce como evidencia o acumulación detallada. En el caso de este poema el objeto que el autor detalla es concreto: el amor acontece colectivamente. Este objeto es descrito utilizando, mediante una comparación alegórica, un objeto aún más concreto: el volcán Vesubio.
            Esos pensamientos coordinados que aparecen como enumeración lo hacen como isocolon, que consta de oraciones y no de grupos de palabras independientes.
            El poeta realiza además una descripción histórica, señalando la evolución del volcán en épocas de actividad o pasividad, a modo de metáfora que señala los períodos del amor y olvido en el amante.
            El poema constituye una alegoría al ser una metáfora continuada, realizándose la sustitución de un pensamiento o sentimiento por un objeto que puede semejarse al mismo. Es una alegoría abierta, ya que el último terceto es el pensamiento mismo en boca del poeta. Al realizarse esta exteriorización plena, nos encontramos ante la similitud. La realidad sería ese sentimiento amoroso que es la base temática del poema y esta realidad queda comparada con una formulación larga, como grupo de oraciones o estrofas (los dos cuartetos y el primer terceto).
            Por otra parte, el poeta comunica diversos pensamientos. Para ellos se vale de la perífrasis, con datos que forman parte de la sustancia misma del sentimiento amoroso como si lo fuera del objeto que él utiliza metafórica y alegóricamente. Para intensificar y poetizar sus sentimientos, utiliza la perífrasis, la alusión mitológica y la metáfora (así por ejemplo cuando utiliza el concepto de fénix como adjetivo, siendo un ornatus, característico de la poesía).
            Hay que señalar en este soneto la desviación que se da con respecto a los oyentes (apóstrofe). El poeta se dirige a una cosa, un objeto, un fenómeno geográfico. Para ello utiliza vocativos (Vesubio, monte) o simplemente se dirige al objeto mediante el diálogo, con las formas verbales en segunda persona del singular (te renuevas, llevas). Con ello consigue aumentar el efecto patético que viene dado por el tono melancólico del poema.
            Debemos destacar también la forma exclamativa, que implica una pronunciación reforzada en los vocativos utilizados. La exclamación modifica la naturaleza de las oraciones y palabras, ya que implica énfasis. Con esto el poeta consigue desviar o llamar la atención del lector.
            El énfasis señalado está íntimamente relacionado con la antonomasia, que en este poema se realiza como sustitución de un nombre por un apelativo (así cuando, en lugar de volver a utilizar el vocativo, en el primer terceto el poeta habla de “fénix cultivada”).
            La utilización que el poeta hace de un objeto que simbolice sus sentimientos y pensamientos acerca del amor constituye una metonimia. El autor describe y habla del volcán como si fuera la verdadera plasmación de su interior, realizando una identificación más que una comparación de sus sentimientos amorosos y de las consecuencias que pueda tener en su interior. En lo referente a esas consecuencias recorre la historia de los desastres provocados por el Vesubio, identificando las consecuencias del amor en él y las de la erupción del volcán en Pompeya.
            Aunque el tono del poema sea de tristeza, no es por ello resignado. El primer cuarteto nos da la idea de un amante que no abandona al amor, sino que lucha por él, en búsqueda de la felicidad que puede traer consigo. El segundo terceto, que es en cierta manera síntesis del poema, deja lugar a la continua permanencia del sentimiento.

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