El compromiso político con los más desfavorecidos fue tal
que llevó al poeta hasta la muerte. Miguel Hernández distribuyó en sus libros
el mundo agrario que había conocido y se ha mantenido así como lectura popular.
Hay que reconocer que tuvo “padrinos”. Era una persona muy curiosa y activa, de
modo que pronto absorbió las nuevas ideas que había en Madrid. Él, un hombre de
temperamento volcánico, llegó a Madrid y cambió allí su visión del mundo y su
compromiso social (del catolicismo pasó al comunismo), aunque publicó al mismo
tiempo en “El gallo crisis” y en
revistas liberales (el primer poema, Sonreídme).
Es un hombre al que le tocó una visión nueva de la
sociedad. Miguel Hernández fue a Moscú cuando ya era un militante convencido.
Perteneció al PCE cuando este era un partido pequeño. Quería que los campesinos
no fueran explotados, que fueran tratados con dignidad (poema de Las abarcas desiertas). Hay que destacar
que el poeta no era un hombre violento: en la guerra arengaba, no luchaba.
Estuvo cerca de Palmiro Tolliati, de la Pasionaria, aunque él no era partidario
de purgas. Era un hombre honesto, que creía en la gente y que tomó partido por
los débiles.
La vida literaria de Miguel Hernández está tocada por el
signo de la intensidad. Entre 1932 y 1941 se produce una singular cosecha
poética, que coincide con una serie de acontecimientos históricos muy
conocidos.
Los primeros años del siglo XX contemplaron la llegada
del Modernismo, las vanguardias, lo existencial y el compromiso. Miguel
Hernández acabó tomando partido y se vio arrastrado a la muerte, con la que
pagó ese compromiso. Se arriesgó al apasionamiento en la poesía.
Guillermo Carnero destaca que Miguel Hernández realiza
poesía de guerra.
Su trayectoria poética se inicia con la influencia del 27
y llega en la guerra a la poesía como propaganda.
En su juventud, sus amigos (entre los que destaca Ramón
Sijé) eran de tendencia conservadora. En 1931 realiza su primer viaje a Madrid
para salir del ambiente provinciano de Orihuela. En 1934 le publican el auto “Quién te ha visto y quién te ve y sombra de
lo que eras”. Participó en las llamadas “Misiones pedagógicas” y trabajó en
la Enciclopedia Cossío sobre tauromaquia.
En lo que se refiere al compromiso social y político del
poeta, debemos centrarnos en la obra “Viento
del pueblo”.
Educado en un ambiente católico, tras viajar a Madrid en
1935, Miguel Hernández da un giro. Había conocido a Alberti, Neruda, Maruja
Mallo… Surgen poemas como “Alba de hachas”
(en él se sugiere la revolución de los leñadores con ese “A las hachas, compañeros”) y “Sonreídme”,
en el que manifiesta su rechazo a su vida anterior con cierta violencia, sobre
todo con imágenes eclesiásticas. Hay alusión al capital, todo ello con la
antítesis al nuevo mundo al que decide adscribirse (“Vengo muy satisfecho”).
En esta nueva época aparecen elementos surrealistas.
En 1935 escribe a Juan Guerrero Ruiz diciéndole: “ha
pasado algún tiempo desde la publicación del auto (Quién te ha visto y quién te ve…) y ni pienso ni siento muchas
cosas de las que digo allí, ni tengo nada que ver con la política católica y
dañina de Cruz y raya, ni mucho menos
con la exacerbada y triste revista de nuestro amigo Sijé” que ya no tiene que
ver con ese catolicismo ni con esa revista. En 1934 en la revista “Cruz y raya” se habían publicado los
dos primeros actos del auto sacramental. La revista que dirigía Ramón Sijé era “El Gallo Crisis”.
En 1934 en Madrid se encuentra con Pablo Neruda. Pero el
cambio de Miguel Hernández puede deberse a diversos factores. Se crea en él una
conciencia social a partir de una rebelión del hombre. Para él, la poesía y el
teatro serán un arma ideológica con la que se puede cambiar el mundo.
El compromiso de Miguel Hernández le lleva a defender a
los indefensos y a difundir la cultura. En 1937 funda el semanario “Al ataque”, colabora por ejemplo en “Altavoz del frente sur” (con “Pasionaria” o “Cisneros”) y estas colaboraciones pasan a “Viento del pueblo”. El poeta denuncia las precarias condiciones de
las mujeres campesinas en España y lo hace en prosa, hablando de elementos como
el sol, el hambre, el trabajo… Miguel Hernández participa en congresos de
hombres por la cultura. Fue invitado a Moscú para ver el teatro soviético.
Hay que señalar no obstante que la militancia de Miguel
Hernández ha sido puesta en duda. Parece cierto que perteneció al Partido
Comunista de España (PCE), pero poseía una visión algo ingenua sobre la
solidaridad. Sus ideas aparecen marcadas por la opinión del mencionado partido
de que la guerra tenía su causa en una invasión extranjera y no era tanto una
guerra civil. Aparece una visión unitaria de la patria y en uno de los poemas
de “Viento del pueblo” une a los
distintos habitantes de España (“asturianos
de braveza, /vascos de piedra blindada” en “Vientos del pueblo me llevan”).
Nutre su poesía la idea de la lucha proletaria (“Elegía a Pablo de la Torriente”), de la
hermandad de los oprimidos. El poema “Recoged
esta voz” está dirigido a los países de La Tierra, y supone un llamamiento
internacionalista.
En “España en
ausencia”, Miguel Hernández utiliza la expresión “abrasadora España” para
referirse a la guerra como esa invasión extraña que mencionábamos, una invasión
provocada y que se refiere sobre todo a Italia y Alemania.
Realiza también retratos diversos, como el de “Rosario la dinamitera” o el de “El quinto regimiento”.
La hoz y el martillo, el color rojo de la sangre y las
izquierdas aparece de forma recurrente.
“Viento del pueblo”,
de 1937, es el primero de los libros de Miguel Hernández en que se observa el
cambio en las ideas del autor. Hay poemas dedicados al pueblo, y estos alternan
con otros que son retratos. Hay fogosidad y optimismo. El romance aparece
profusamente. Hay que recordar que esta composición podía fácilmente ser
cantada, recitada, radiada… También fueron musicados (por ejemplo, “La guerra madre”).
El libro está formado por 25 poemas, ocho de los cuales
son romances, y en el que encontramos también silvas o serventesios. El libro
se abre con la “Elegía a García Lorca”.
En este panegírico lo relaciona con elementos agrícolas tan queridos para
Miguel Hernández. Hay una enumeración laudatoria de los españoles que sirve
como arenga.
“Viento del pueblo”
es un libro de optimismo vital y un canto emocionado a España (al estilo o
comparable con la escuadra de españoles del capítulo XVII del Quijote). Así
dice, por ejemplo, que “España no es España” (“Recoged esta voz”) o recoge la rebelión social (“Sentado sobre los muertos”).
El pueblo aparece como entidad genérica. Es heroico y
grandioso, tiene fuerza interna, y el poeta se convierte en “ruiseñor de
desdichas”. Contra la insidia del enemigo, se defiende incluso la ley del
Talión.
El trabajador es rebajado, cada vez más animal o vegetal
que criatura.
Hay alusiones a batallas como la de Guadalajara, donde se
venció a los italianos.
En “Juramento de la
alegría” el poeta se muestra optimista sobre el buen resultado de la
contienda. La poesía rescatará al pueblo (ejército del sol y de la alegría) de
su destino.
Aparecen varios oficios, como marineros o mineros, más
alejados de las vivencias del poeta.
La liturgia del trabajo aparece en el sudor y el
cansancio.
Miguel Hernández defiende a los débiles (El niño yuntero), la pobreza está
contenida en las abarcas.
Se ha estudiado una variante épica en esta poesía (Los cobardes): la aparición de recursos
satíricos que denigran al enemigo. La sátira hernandiana aparece en la ironía,
la hipérbole y la burla (“hijos de puta”,
“mariconazos”…). Hay animalización (“gallinas”)
y cosificación de los enemigos, y aparece la antítesis de las manos
trabajadoras frente a las manos ociosas (obreras y capitalistas). De la
delicadeza literaria, Miguel Hernández ha llegado a esta escatología que ayuda
a que los receptores comprendan mejor ese mensaje, aunque bien podría ser
influencia de Quevedo.
La “Canción del
esposo soldado” es un gesto comunista, el grito del desarraigado y el
anhelo de un futuro mejor.
El yugo y las cadenas hablan de esclavitud y el destino
que deben tener es la desaparición.
Hay un inmenso caudal de símbolos en “Vientos del pueblo”. Hay animales que encarnan la valentía, la
libertad (leones, toros, etc.)
El trabajo aparece como actitud de nobleza. En la poesía
de Miguel Hernández el trabajo es una actividad que pone al hombre en comunión
con la naturaleza. El sudor es una bella forma de agua, dignifica y es un signo
de igualdad entre los hombres (“sudor
silencioso”).
El alba es símbolo de un nuevo día lleno de prosperidad.
Arados, martillos, hoces tienen ahora un alcance espiritual ya que serán armas
vengadoras (Elegía a García Lorca).
El martillo romperá las cadenas y será instrumento de liberación (El niño yuntero).
La fealdad de algunas expresiones puede explicarse por el
público a que se destinaban los poemas.
En El hombre acecha
hay una caída de esos sentimientos, se reflexiona sobre la maldad de la guerra.
Decae el compromiso por el signo de derrota que iba adquiriendo la contienda.
En esta obra glorifica a Lenin. Termina con los “ojos del
hombre abiertos al desastre”.
En el último libro, Cancionero
y romancero de ausencias, ya está ausente este compromiso, se diluye ese
entusiasmo.
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