La creación literaria responde a tres preguntas que
Horacio resolvió en tres dualidades, las mismas que García Berrio entendió como
eje vertebrador de toda la teoría literaria de occidente:
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La primera
dualidad es la pregunta en torno a la causa final del arte, y es la
oposición docere versus delectare. El arte como enseñanza se da
en Platón y las poéticas medievales. Estas entenderán la forma y el deleite
como un medio para transmitir la medicina edulcorada de la enseñanza. La
poética neoclásica fomenta una literatura fundamentalmente didáctica, al igual
que la poética realista y la marxista. El arte como deleite se da en todas las
épocas, desde la Edad Media hasta las poéticas de las vanguardias del arte por el arte.
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La segunda
dualidad responde a la causa formal o instrumental, y es la oposición res/verba. Opone el predominio del
pensamiento y el predominio formal. Para Pozuelo Yvancos, esta dualidad es
fundamentalmente importante en el Formalismo Ruso, donde nace toda la crítica
literaria contemporánea. Los formalistas quisieron romper con la dualidad de fondo/forma, con esa dicotomía de
expresión y contenido, y dijeron que una teoría del lenguaje literario solo se
puede basar en una teoría formal: todo es forma y los contenidos son también
elementos formales. Ya lo había anticipado Croce diciendo que no hay
existencia, sino expresión, y que solo existen pensamientos.
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La tercera
dualidad se refiere a la causa eficiente, y es quien hace, y entonces se
responde con la dualidad horaciana natura/ars
o ingenium/ars. Esta tercera
dualidad está referida al artista. Opone “naturaleza” a “fuego”. Platón había
dicho que el poeta es poeta por tener un ingenium,
de forma que la literatura se puede considerar como un arrebato, lo que dio
origen a la teoría del poeta maldito, inspirado. Frente a ese ingenium o
natura, está el ars, que concibe la creación como laboratorio.
Las dualidades horacianas se rompen en favor de una doble
corriente, en la que la crítica sociológica la hacen filósofos y sociólogos, y
la crítica formal la realizan filólogos. Como consecuencia de la metodología
científica se ha producido una especialización por la que hemos de separar la
crítica anterior de las dualidades y la moderna crítica formal. Los
responsables de esta separación son tres movimientos simultáneos que no tienen
nada que ver entre sí: el Formalismo
Ruso, el New Criticism
norteamericano, y la Estilística
europea. Los tres movimientos dicen que la teoría de la literatura debe
especificarse. La literatura comprende todo el hombre y para hacer una teoría
de la literatura necesitaríamos el concurso de la historia, la psicología, la
Ética, la lógica, la lingüística, etc.
La literatura debe estudiarse en tanto literatura. Así se
crea el concepto de literariedad. Lo que hace que un objeto verbal se califique
como literatura es esa literariedad. Los formalistas rusos dicen que no son
formalistas, sino que son especificadores morfológicos. Especificadores porque
querían un objeto específico y propio. Era específico en cuanto que el lenguaje
de la literatura es un lenguaje especial, con un comportamiento diferente al de
los demás. Alguien debe hablar de la literatura como objeto, en cuanto
literatura, aunque otros estudios puedan o quieran hablar también de ella.
El Formalismo Ruso se proyecta sobre la Escuela de Praga. El New Criticism
norteamericano, hacia los años 60 del siglo XX, crea un cuerpo común a todo
occidente, del que se nutre el llamado Estructuralismo,
donde encontraremos la Teoría del Desvío, la de la Connotación y el llamado
Formalismo francés, que nutrirá la Narratología
de los 60 y la Neorretórica. Después
se desarrolla la crisis del Estructuralismo hacia 1970, que llevará a la Teoría del Texto (la crisis de la
literariedad, según Pozuelo Yvancos), que nace como desarrollo del
Generativismo y del Estructuralismo. De la Teoría del Texto hay tres grandes
ramas: la Semiótica de la Cultura de
Lotman (que entronca con la semiótica rusa), la llamada Pragmática literaria, y la Teoría o Estética de la Recepción. Fuera de la teoría del texto se sitúa el
surgimiento de la Teoría de la
Deconstrucción.
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