Antonio
Machado define la poesía como “la palabra
esencial en el tiempo”. Esencialidad y temporalidad son dos imperativos en
cierto modo contradictorios. Por un lado se trata de ahondar en la esencia de
las cosas (del hombre, del mundo,…) y por otro de captar su fluir temporal. El
pensamiento lógico capta lo esencial, lo general, y la intuición su fluir
temporal, lo individual, lo concreto (vemos en su poesía ejemplos de
esencialidad, que expresa por medio del estilo nominal: frases en las que hay
ausencia de verbos).
Más
tarde Machado añadirá a estas ideas algún matiz particular y dirá que la poesía
es “el diálogo del hombre, de un hombre
con su tiempo”. Esto enlaza con el deseo de Machado de que el hombre y el
poeta estén comprometidos con su tiempo.
En
el prólogo de sus Poesías completas
dice Machado: “Pensaba yo que el elemento
poético no era la palabra por su valor fónico, ni el color ni la línea, ni un
complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu… lo que dice
el alma si es que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto
con el mundo.” (No obstante se sigue advirtiendo el empleo del símbolo y
determinados rasgos modernistas).
En
efecto, en la poesía de Machado aparece una rica gama de sentimientos, como la
melancolía, la tristeza, la emoción, la pasión, el deseo o la rabia. Para
Machado la poesía es un sentir hondo, una intuición viva que surge al contacto
con el mundo… y hay que expresarla con claridad para que su voz alcance a
todos.
La
técnica y el estilo de Antonio Machado varían según el carácter de la obra. En Soledades predomina el elemento
estético. En Campos de Castilla los
elementos estéticos que utiliza se adecuan al tono reflexivo y crítico y su lenguaje
se hace más directo y menos ornamental. En Nuevas
canciones, su tercera etapa, el elemento poético se condensa y el poeta
desarrolla una poesía sentenciosa, filosófica y epigramática.
En
Campos de Castilla la sobriedad, la
sinceridad, la sencillez y el realismo son las notas que caracterizan la
poesía. Pero a veces, a pesar del lenguaje claro y sencillo, hay “hondas realidades del espíritu” que no
pueden expresarse en un lenguaje corriente, de modo que el poeta acude a los
símbolos.
Machado
piensa que por el símbolo se cargan de trascendencia las cosas más elementales,
lo que de otra manera sería puro realismo.
Los
símbolos más importantes en la
poesía de Antonio machado son los siguientes:
-
La tarde:
siendo como es “tiempo”, diríamos que es “lugar”, el lugar donde se cita la
conjunción del tiempo. En relación con la tarde están los ocasos, la puesta de
sol con su idea de paso del tiempo, de decadencia, de premonición de muerte. La
noche es un fenómeno asociado al abismo del tiempo, abocado a la muerte o a la
trascendencia. En sentido contrario debemos entender la mañana, la parte del
día con connotaciones de futuro y esperanza. La luna y el sol se oponen
paralelamente a la noche y la mañana. La tarde sintetiza todos estos parámetros
como conjunción del tiempo.
-
Las estaciones:
normalmente los poemas machadianos se ubican en una estación. Las estaciones
contienen la concepción dinámica de la existencia y cíclica del tiempo. Hay una
estación de vida y esperanza (la primavera) y otra de muerte (el invierno). El
estío representa una estación agobiante y dura (como las condiciones de la
existencia) pero abierta a la esperanza, a la vida futura (la primavera) tras
la decadencia del otoño y la muerte (el invierno). El otoño tiene una
connotación paralela a la del ocaso: decadencia, paso del tiempo, proximidad de
la muerte (invierno o noche).
-
El agua:
volvemos a la concepción dinámica y esencial de la existencia, a los ríos de
Heráclito, el Eclesiastés y Manrique. En Machado encontramos el Duero, el
Guadalquivir y las fuentes. El agua corriente es dinamismo, vida, esperanza y
ello en oposición al agua estancada (la laguna negra) o congelada (la nieve del
invierno), que connotan muerte y desesperanza. A veces el agua adopta la forma
de lluvia, en íntima conexión con la idea de fertilidad y riqueza, y de vida
futura (suele ir asociada a la figura del sembrador).
-
El mar es el
agua “inmensa y profunda”. Representa la muerte y la eternidad que Machado
busca tras la muerte. El marinero es el hombre que se interna, que navega, que
camina en el mar de la muerte y busca a Dios en la eternidad y la
trascendencia.
-
El camino:
siguiendo un tópico medieval (el hombre como romero por la romería de la vida)
que se constata en Berceo, el camino y todas sus variantes (carretera, sendero
o ruta), con su dimensión dinámica, es otro de los símbolos de la vida y de la
existencia. Es un símbolo del vivir del hombre a lo largo del tiempo y de su
búsqueda. Por él transcurre el hombre bajo el símbolo del caminante o viajero.
Se establece un paralelismo entre el caminante y el marinero. El primero
transita los caminos (la existencia, la vida), el segundo se aventura en el mar
(la muerte, la existencia trascendente, Dios, la eternidad).
-
Los árboles:
en el poema de Las encinas Machado
desvela las significaciones connotativas que portan los árboles y en las que
podemos distinguir tres. La encina simboliza la esencia de Castilla, sobre todo
en tiempo presente. El roble representa la fuerza, el vigor de Castilla, y se
refiere especialmente a la tradición y al pasado. El álamo es el árbol de la
vida (suele ubicarse en los lados del camino o del río), de la esperanza
(pintado de dorado o verde) y del amor. Alude también al paso del tiempo.
-
Las flores y
la hierba aportan una nota de color y de alegría en el paisaje. Connotan por
tanto esperanza, regeneración, el resurgir de la vida en consonancia con el
ciclo del tiempo.
-
El hacha y
la hoz son portadoras de una
significación negativa de muerte y destrucción.
-
El aire
acostumbra a representar un soplo de lo espiritual, de lo trascendental. Que
actúa sobre la materia terrenal confiriéndole vitalidad y eternidad. Mueve las
hojas de los álamos y eleva o espiritualiza el polvo de los caminos elevándolo
hacia el cielo. En él se intuye la parte espiritual, lo trascendente de la
existencia.
-
El fuego es
otro símbolo positivo de fuerza, vigor y riqueza. Es la energía latente de los
fundamentos esenciales de Castilla o de la vida. Aparece en los hogares
castellanos o bien en el ocaso, contrarrestando la idea de pobreza, decadencia
o desesperanza.
-
El sueño:
por medio de esta dimensión virtual, irracional o irreal, Machado intuye dentro
de la realidad inmanente la esperanza de la trascendencia. En el sueño se
reúnen los deseos imposibles, el reencuentro con Leonor, la confirmación de la
eternidad o el contacto con Dios.
-
La abeja es
símbolo de riqueza y de ilusión (está relacionado con el sueño) que espera lo
difícil o lo imposible.
-
El sembrador
es una figura que, con las connotaciones sociales (simpatía ideológica de Machado
por las clases populares) comporta otras filosóficas. En las duras condiciones
de la existencia (simbolizadas en la pobreza y en el trabajo) se “siembra”
potencialmente la “semilla” de la “riqueza” futura (es decir, la esperanza de
una vida tras la vida-trascendencia conforme al dinamismo cíclico de Machado).
Por
otra parte habría que señalar algunas formas y palabras tal como aparecen en la
obra de Machado:
-
La metáfora
es una especie de rodeo por el que evitamos el nombre directo de las cosas. Por
ejemplo, Antonio Machado llama a la luna Panal
de luz/ que labran blancas abejas: las estrellas. Aunque nuestro poeta utiliza
este recurso parcamente, solo cuando carece del nombre apropiado para expresar
una intuición y no como elemento ornamental. Las metáforas que construye
subrayan lo individual del objeto, no lo genérico. Así con las metáforas
identifica los ríos de España. El Duero es “una
curva de ballesta en torno a Soria”. Del Guadalquivir a su paso por Baeza
dijo que “como un alfanje roto/ y disperso,
reluce y espejea”. Del Ebro, despeñado de monte a mar dijo que era “la rúbrica de España”. Cuando halla las
metáforas precisas, Machado las repite, introduciendo a veces pequeñas
variantes.
-
Los adjetivos,
muy abundantes en Machado, son individualizadotes, subrayan la nota distintiva
del objeto. Rara vez son definidores, porque con los primeros el poeta
subjetiva el paisaje, lo convierte en paisaje del alma, como ocurre en “frutos risueños”, “limoneros lánguidos”
o “tierra amarga”. De las tierras de
Castilla dice que son “tan tristes que
tienen alma”. A veces para que estas visiones temporales no queden sueltas,
las enmarca con imágenes genéricas, sobre todo en Campos de Castilla, donde hay “rebaños
trashumantes”, “pardas encinas”, “lentos bueyes”, “espesos bosques” y “cigarras cantoras”. Hay que tener en
cuenta aquí la importantísima dimensión simbólica de la adjetivación y de
algunos complementos nominales. Los adjetivos precisan la connotación simbólica
de los sustantivos. Una tarde “dorada,
azul, de fuego” no es lo mismo que una tarde “gris, mustia, parda”. Los colores azules, verdes dorados, verdes,
rojos… serán colores vivos con una connotación positiva. Los grises,
cenicientos, pardos, plateados o plomizos representarán una connotación
“neutra”, de sobriedad, pobreza, humildad, vinculada especialmente a la esencia
de Castilla o de la existencia. Los colores violeta, cárdeno, tornasol o rosado
implicarán nostalgia y melancolía. Los colores oscuros, el negro, serán
negativos. A veces con la técnica del claroscuro, del blanco/negro, Machado
combinará simultáneamente las ideas de pobreza/riqueza, desilusión/esperanza o
muerte/vida.
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Los demostrativos
son muy útiles para Machado, ya que individualizan los objetos. Así, cuando el
poeta dice “esta luz de Sevilla” o “el olmo aquel del Duero” se refiere a
la luz que vivió en un momento de su vida o a ese olmo determinado que dio
lugar a todo un poema. Son visiones temporales.
-
El verbo lo
usa con mucha frecuencia por ser la parte de la oración que mejor expresa el
tiempo. Entre los tiempos verbales prefiere el imperfecto de indicativo, cuyas
terminaciones –ía y –aba usa como rima en muchos romances.
-
Los adverbios
son también elementos muy adecuados para dar temporalidad al verso. Por los
adverbios sitúa las cosas en el tiempo o señala las transformaciones sufridas
por estas en el transcurso del tiempo. Los adverbios ayer/hoy marcan ese ritmo
pendular del pasado al presente y a la inversa. Pero no solo le sirve para
contrastar el ayer con el hoy, sino también para señalar la presencia del
pasado con el presente como un todavía que se proyecta en el futuro (“hoy es siempre todavía”, fundiendo el
pasado con el presente y proyectándolo en el futuro). El adverbio “ya” es
seguramente el más empleado, porque le sirve para expresar un pasado que
lentamente se hace presente, o para manifestar la realización inmediata de un
acontecimiento.
-
Machado define la rima
como “el encuentro de un sonido con
el recuerdo de otro”, lo que produce una emoción temporal. Las palabras
rimadas deben espaciarse con inteligencia, ya que si están muy cerca resulta
una rima pesada por lo insistente, y si están muy lejos el recuerdo se ha
extinguido cuando la sensación se repite y entonces la rima es un artificio
superfluo. Machado prefiere la rima asonante a la consonante, hasta le punto de
que la asonancia es una de las características más sobresalientes de su poesía.
-
En cuanto a las estrofas,
además de todas las combinaciones libres, Machado usó todas las tradicionales
(seguidillas, soleares, coplas y, sobre todo, el romance). Sobre todo utilizará
para el romance los versos octosílabos, pero también usará endecasílabos
(romance heroico), heptasílabos (romance endecha), hexasílabos (romancillo) e
incluso alejandrinos. El romance, por su asonancia alterna, era para Machado un
fiel reflejo de lo temporal, pero tenía dos peligros: la monotonía debida a su
uniformidad y el exceso, debido a su número ilimitado de versos. El primer
defecto lo supera usando el encabalgamiento y el pie quebrado, el segundo haciendo
romances muy cortos, exceptuando el romance de Alvargonzález. La estrofa más
usada por Machado es la silva romanceada o silva romance, que es para el poeta
una combinación caprichosa e ilimitada de versos de 7 y 11 sílabas con rima
asonante única en los versos pares. Consideró la silva romance como una estrofa
perfecta, ya que participaba de la alternancia del romance (rima balanceada) y
no se hace monótona al oscilar entre la brevedad equilibrada del heptasílabo y
la elegancia contenida del endecasílabo.
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En el vocabulario
que corresponde a realidades físicas de Castilla, referentes al relieve, la
fauna y flora y la vida rural, podemos destacar las palabras cargadas de sabor
tradicional y terruñero (cambrones,
por ejemplo) y que gustaban tanto a otros autores como Unamuno o Azorín.
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