En Miguel Hernández hay una estrecha relación entre su
biografía amorosa y su obra poética. Su gran amor, desde muy joven, fue
Josefina Manresa, con la que se casó y tuvo dos hijos. José Luis Ferris apunta
que no debió ser su único amor, pues en un segundo viaje a Madrid mantuvo
relaciones con Maruja Mallo, que pertenecía al círculo de Pablo Neruda, y
posteriormente en Murcia con María Cegarra, poeta de La Unión, que pertenecía
al círculo cartagenero de Carmen Conde. Con esta última mantuvo un nutrido intercambio
epistolar y una profunda amistad, de la que se dice que pudo ser algo más.
También apunta José Luis Ferris que algunos de los poemas de El rayo que no cesa podrían estar
dedicados a María Cegarra por algunos símbolos de carácter minero.
Si comparamos la poesía amorosa de Miguel Hernández con
la de otros poetas coetáneos como Pedro Salinas o Pablo Neruda, no podemos
hablar de intensidad de una relación amorosa proyectada en la poesía, pero sin
duda el amor es uno de los tres grandes temas de su poesía.
El amor es un tema permanente en toda su obra. Su vida,
muy corta pero intensa, está directamente relacionada con su poesía. De ahí que
junto al amor aparezcan en ella otros dos núcleos temáticos: la vida y la
muerte. Estos temas lo invaden y determinan todo. Es por eso que el poema de Cancionero y romancero de ausencias, “Llegó con tres heridas”, es una
síntesis de toda su labor poética. La herida es un elemento simbólico presente
en Miguel Hernández.
Los poemas de Perito
en lunas, El rayo que no cesa y Cancionero y romancero de ausencias
reflejan la trayectoria amorosa del poeta.
En Perito en lunas
nos encontramos con poemas influenciados por Góngora y la Generación del 27,
especialmente por Guillén y Lorca. Miguel Hernández utiliza un lenguaje
hermético donde prima la palabra poética. En las octavas que lo componen hay
una pasión amorosa nutrida de representaciones eróticas mediante la utilización
de símbolos que pertenecen a la naturaleza cercana al poeta (el paisaje
levantino: palmeras, sandías, higueras…) y que son referentes de humana
vitalidad, de sensualidad y sexualidad reprimidas (Negros ahorcados por violación).
El rayo que no cesa
es el gran poemario amoroso de Miguel Hernández. Coincide su año de publicación
(1936) con la de otros grandes poetas del amor del 27, como son Razón de amor de Pedro Salinas y Cántico de Jorge Guillén. Podemos
afirmar que estamos ante un momento de máximo esplendor en la lírica amorosa,
si bien Miguel Hernández es un poeta más original y atrevido porque dota de
lirismo a palabras o expresiones no habituales en la poesía amorosa.
A esta obra incorpora Miguel Hernández el hermetismo y
simbolismo anterior y la herida
cobrará aquí un nuevo significado. El amor es para Miguel Hernández cuchillo, rayo, que le provoca la herida y la pena. De ahí que podamos decir que no estamos ante poemas de amor,
sino de desamor.
Finalmente, en Cancionero
y romancero de ausencias, Miguel Hernández parece abandonar el hermetismo
anterior con su vuelta a la lírica tradicional, especialmente a la estructura
paralelística del romance, si bien estamos ante una sencillez aparente, pues
quien ha sido tan hermético y simbolista como él, no puede volverse un poeta
sencillo.
Cancionero y
romancero de ausencias es un libro escrito durante su estancia en la
prisión de Ocaña (Toledo), en mayo de 1941 (el poeta muere en marzo de 1942),
por lo que ahora el amor es ausencia. La amada es inalcanzable, recordada y deseada
desde la soledad del poeta. Es frecuente en esta obra la antítesis luz (libertad)/ sombra (cárcel). Para el poeta nunca hay luz, solo oscuridad y
muerte.
El poeta tiene tres heridas de amor: lunas, rayos que no
cesan y ausencias.
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