domingo, 27 de octubre de 2013

El amor en la poesía de Miguel Hernández




            En Miguel Hernández hay una estrecha relación entre su biografía amorosa y su obra poética. Su gran amor, desde muy joven, fue Josefina Manresa, con la que se casó y tuvo dos hijos. José Luis Ferris apunta que no debió ser su único amor, pues en un segundo viaje a Madrid mantuvo relaciones con Maruja Mallo, que pertenecía al círculo de Pablo Neruda, y posteriormente en Murcia con María Cegarra, poeta de La Unión, que pertenecía al círculo cartagenero de Carmen Conde. Con esta última mantuvo un nutrido intercambio epistolar y una profunda amistad, de la que se dice que pudo ser algo más. También apunta José Luis Ferris que algunos de los poemas de El rayo que no cesa podrían estar dedicados a María Cegarra por algunos símbolos de carácter minero.
            Si comparamos la poesía amorosa de Miguel Hernández con la de otros poetas coetáneos como Pedro Salinas o Pablo Neruda, no podemos hablar de intensidad de una relación amorosa proyectada en la poesía, pero sin duda el amor es uno de los tres grandes temas de su poesía.
            El amor es un tema permanente en toda su obra. Su vida, muy corta pero intensa, está directamente relacionada con su poesía. De ahí que junto al amor aparezcan en ella otros dos núcleos temáticos: la vida y la muerte. Estos temas lo invaden y determinan todo. Es por eso que el poema de Cancionero y romancero de ausencias, “Llegó con tres heridas”, es una síntesis de toda su labor poética. La herida es un elemento simbólico presente en Miguel Hernández.
            Los poemas de Perito en lunas, El rayo que no cesa y Cancionero y romancero de ausencias reflejan la trayectoria amorosa del poeta.
            En Perito en lunas nos encontramos con poemas influenciados por Góngora y la Generación del 27, especialmente por Guillén y Lorca. Miguel Hernández utiliza un lenguaje hermético donde prima la palabra poética. En las octavas que lo componen hay una pasión amorosa nutrida de representaciones eróticas mediante la utilización de símbolos que pertenecen a la naturaleza cercana al poeta (el paisaje levantino: palmeras, sandías, higueras…) y que son referentes de humana vitalidad, de sensualidad y sexualidad reprimidas (Negros ahorcados por violación).
            El rayo que no cesa es el gran poemario amoroso de Miguel Hernández. Coincide su año de publicación (1936) con la de otros grandes poetas del amor del 27, como son Razón de amor de Pedro Salinas y Cántico de Jorge Guillén. Podemos afirmar que estamos ante un momento de máximo esplendor en la lírica amorosa, si bien Miguel Hernández es un poeta más original y atrevido porque dota de lirismo a palabras o expresiones no habituales en la poesía amorosa.
            A esta obra incorpora Miguel Hernández el hermetismo y simbolismo anterior y la herida cobrará aquí un nuevo significado. El amor es para Miguel Hernández cuchillo, rayo, que le provoca la herida y la pena. De ahí que podamos decir que no estamos ante poemas de amor, sino de desamor.
            Finalmente, en Cancionero y romancero de ausencias, Miguel Hernández parece abandonar el hermetismo anterior con su vuelta a la lírica tradicional, especialmente a la estructura paralelística del romance, si bien estamos ante una sencillez aparente, pues quien ha sido tan hermético y simbolista como él, no puede volverse un poeta sencillo.
            Cancionero y romancero de ausencias es un libro escrito durante su estancia en la prisión de Ocaña (Toledo), en mayo de 1941 (el poeta muere en marzo de 1942), por lo que ahora el amor es ausencia. La amada es inalcanzable, recordada y deseada desde la soledad del poeta. Es frecuente en esta obra la antítesis luz (libertad)/ sombra (cárcel). Para el poeta nunca hay luz, solo oscuridad y muerte.
            El poeta tiene tres heridas de amor: lunas, rayos que no cesan y ausencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario