miércoles, 2 de octubre de 2013

Enfrentamiento entre una moral autoritaria y el deseo de libertad



            El tema central de La casa de Bernarda Alba es el sometimiento del instinto natural femenino a las rígidas normas de la moral y las conveniencias dentro de una sociedad que, en materia sexual, niega a las mujeres lo que le permite a los hombres. Esta represión tiene consecuencias trágicas. Para Lorca, la frustración del deseo solo encuentra solución con la muerte. Este es el gran fracaso del hombre, pero al mismo tiempo, la única forma de liberación digna ante una opresión brutal y absurda.
            Bernarda es la autoridad y el elemento que impide la realización personal de sus hijas. Es una madre inflexible, de corazón endurecido, que pretende mantener a raya las pasiones y deseos de sus hijas. Lo impositivo y letal se opone a lo afectivo y vital. Junto a ello, la presión del ambiente, el miedo al qué dirán. Lorca muestra en esta obra las tres reacciones frente al medio opresor: la integración de Bernarda, la lucha hasta la muerte de Adela y la locura de Mª Josefa.
            Lorca concibe una obra en la que la mera anécdota trasciende y se transforma en un tema universalmente humano: la lucha entre la ley individual anárquica, manifestada sobre todo en la sexualidad de Adela, y la ley social, la necesidad autoritaria de Bernarda que reprime esta individualidad. Esa represión que Bernarda impone para preservar a sus hijas de las habladurías, las condena a permanecer encerradas en una casa que se convierte en la cárcel de la juventud y de los deseos.
            Bernarda es un ser malévolo en su manera de emplear la autoridad. Es el personaje de esa autoridad y de la ley social, que se opone a Adela, que representa la individualidad y la ley natural. Adela representa la única posibilidad de amor que vemos en la obra. La rebeldía de Adela es el emblema de un anhelo de libertad que Bernarda ha pretendido destruir desde el principio. Bernarda es tiránica y ciega a las consecuencias, pero siempre dentro de los límites sociales. Representa a la perfección la moral gazmoña y retrasada de un pueblo hipócrita. Adela, en cambio, rompe con su rebelión las normas establecidas y lo hace conscientemente: “Yo no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca. Seré lo que él quiere que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida por los que dicen que son decentes”.
            Bernarda y Adela representan los extremos, pero no son las únicas que entran en la lucha. Angustias sujeta a Adela diciendo: “De aquí no sales con tu cuerpo en triunfo ¡Ladrona! ¡Deshonra de nuestra casa!” y Martirio después de su comentario fatal para Adela comenta: “Dichosa ella mil veces que lo pudo tener”. Su autoritarismo se ha transformado ahora en libertad al sentir celos.

            Bernarda es, en su tiránica ceguera, la más patética de todas, pero ninguna escapa a la hipocresía trágicamente absurda. Todas tienen la culpa de la ruina de esta casa, desde la lengua odiosa de la Poncia hasta las irónicas expresiones de la locura de la abuela.

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