miércoles, 5 de febrero de 2014

Notas para comentar el soneto CCIX de Petrarca




            Italia es el primer pueblo de Europa que ve surgir en su arte y su literatura el movimiento renacentista. Las razones son diversas aunque podemos destacar la proximidad geográfica de Italia con las culturas clásicas de Grecia y Roma, el régimen de libertad ciudadana de las diferentes repúblicas italianas y, sobre todo, la existencia de dos figuras fundamentales, Boccaccio y Petrarca, en cuyas obras encontramos el germen  que diseñará la ideología renacentista.
            Cuando nos referimos a poesía, debemos centrarnos en Petrarca por su importancia decisiva.
            Petrarca (1304-1374) pasó su juventud en la ciudad francesa de Aviñón, donde recibe las órdenes menores y conoce a Laura de Noves, quien será su musa inspiradora.
            La muerte de Laura a causa de la peste que diezmaba Europa provoca en Petrarca una profunda crisis espiritual, que divide su obra en dos etapas
-         In vita di Madonna Laura
-         In morte di Madonna Laura
Petrarca, considerado como el primer humanista de Europa estudió apasionadamente los textos clásicos, en los cuales estaba contenida toda la grandeza de Roma, a fin de restaurar en Italia todo su pasado esplendor. De ahí que escribiera sus primeras obras en latín (el poema épico Africa y Secretum, un imaginario diálogo del poeta con San Agustín). En italiano compuso los Triunfos y el Cancionero, conjunto de poemas de amor inspirados en la vida y muerte de Laura.
Esta obra nos da la clave de la tremenda importancia de Petrarca, puesto que influyó, ya tardíamente (siglo XVI) en los principales poetas españoles, franceses, ingleses y portugueses, como se ve en el siguiente cuadro de influencias:

Españoles
Boscán, Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, Fernando de Herrera
Franceses
Marot, Du Bellay, Ronsard
Ingleses
Wiatt, Surrey, Spencer
Portugueses
Sa de Miranda, Camoens



SONETO CCIX DE PETRARCA

Las dulces colinas donde me  dejé a mí mismo
Al partir, de las que partir nunca puedo,
Llevo ante mí;  y tengo siempre encima
El querido peso que me encomendó Amor.
De mí mismo me asombro a menudo,
Que siempre avanzo y aún no me he  movido
Del bello yugo, en vano tantas veces  sacudido,
Y cuanto más  me alejo, más me acerco.
Y cual ciervo   herido  de saeta
Con ponzoñoso hierro dentro   del flanco
Huye, y más se apresura cuanto más sufre
Así yo, con esa flecha  en el lado izquierdo
Que a un tiempo me consume y me deleita,
De amor me consumo  y de huir me canso.

(Traducción de Atilio   Pentimalli)

Debemos señalar que en este soneto se representa la desdichada historia de amor de Petrarca, enamorado inmortalmente de Laura. Su amor no se consumaría, por lo que hay una ansiosa prolongación del dolor.
En el verso 1, las dulces colinas son las que rodean el pueblo francés de Aviñón. Y están referidas con una técnica genuina de Petrarca, la utilización de la estructura de epíteto+sustantivo con un valor ornamental (“dulces colinas”). A partir del Cancionero este esquema se convertirá en un cliché poético.
En el verso 2, aparecen los contrastes poéticos (“al partir, de las que partir nunca puedo”). En un nivel temático introduce la profundización en el sentimiento amoroso: el carácter contradictorio de este sentimiento. Y esto se convertirá también en un tópico que alcanzará una curiosa plasmación en el soneto de Lope de Vega “Desmayarse, atreverse, estar furioso”.
De nuevo en el verso 4 encontramos la estructura epíteto+sustantivo (“querido peso”). Igualmente encontramos la visión paradójica o contradictoria del amor: “peso” (un término negativo) frente al “querido” (término positivo).
El cierre es una personificación del Amor, lo cual supone la aparición de un dato mitológico. Con ello, Petrarca dota a la creación poética de seriedad y elegancia.
En el verso 5 se introduce la intimidad y el subjetivismo (“De mí mismo me asombro”). Es una reflexión acerca de la pasión amorosa. En este caso, implica extrañeza.
En el verso 6, aparece el contraste poético y el paralelismo (“siempre avanzo y aún no me he movido”). Hay un distanciamiento espacial, un alejamiento físico de la persona amada (“siempre avanzo”) y una fijación espiritual, con la mujer amada siempre presente en la mente del poeta.
De nuevo aparece la estructura epíteto+sustantivo, paradójica, en el verso 7 (“bello yugo”). Hay una visión dual del amor: dolor y placer al mismo tiempo. Podemos encontrar esta visión en poetas españoles, como Antonio Machado (“la espina”) y Rosalía de Castro (“el clavo”).
También aparece la técnica del contraste en el verso 8 (“y cuanto más me alejo, más me acerco”).
En el verso 9 vuelve a la inspiración clasicista, mitológica, a través de la comparación entre el dolor del poeta y el “ciervo herido” (cliché que llegará a la mística, en las glosas de San Juan). El venado o ciervo herido simboliza esa prolongación del dolor que comentábamos. Petrarca se inspiró en muchas ocasiones en la Eneida de Virgilio y en ella aparece el motivo del ciervo herido por las flechas y huyendo del tormento del amor. En la obra, Dido, enamorada de Eneas, organizaba partidas de caza. Durante una de ellas, sorprendidos por una tormenta, Dido y Eneas se refugian en una cueva y allí él corresponde al amor de la reina de Cartago. Sin embargo, al regresar a la ciudad, Zeus ordena a Eneas abandonar a Dido. En el cuarto libro de la Eneida se lee que Dido, enloquecida por esta decepción amorosa, “huyó por el bosque como un venado herido por las flechas”.
De nuevo aparece la estructura ya conocida de epíteto+sustantivo en el verso 10 (“ponzoñoso hierro”), donde la visión del amor se deriva hacia el sufrimiento.
En el verso 12 “la flecha” es la saeta de Eros o Cupido y el “lado izquierdo” simboliza al corazón.
La antítesis aparece también en el verso 13 (“me consume y me deleita”).

Preexistencialista es el verso 14, con ese cansancio amoroso-vital (“De amor me consumo y de huir me canso”). Junto con la extrañeza, el asombro, del segundo cuarteto constituye un anticipo de la lírica amorosa desarraigada de Blas de Otero o de Dámaso Alonso.

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