jueves, 25 de junio de 2015

Juan Ramón Jiménez (1881-1958)




En 1895 comienza a dibujar y a componer versos. Hay un dibujo de esta época, La boda y la muerte, que es la representación de un poste telegráfico y de una mesa con un tintero, pluma y sobres, símbolos de la escritura y la comunicación.
De 1895 es Álbum de poesías, que contiene sobre todo poesías amorosas. En él todo está dominado por un tono melancólico y una obsesión enfermiza por la muerte. Un ejemplo podemos encontrarlo en el poema A mi novia:

Si me muero tampoco me olvides.
En mi tumba pon flores.

            Entre 1898 y 1900 inicia estudios de pintura en Sevilla con Salvador Clemente, y traba amistad con el pintor onubense Daniel Vázquez Díaz.
            En 1898 y 1899 publica distintas composiciones en las revistas El gato negro de Barcelona, Vida nueva de Madrid y El programa de Sevilla. En estas fechas intensifica la lectura de poetas como Rubén Darío, Villaespesa o Salvador Rueda, y de autores franceses como Victor Hugo y Lamartine.
            En 1900 llega a Madrid, donde participa en tertulias con Valle Inclán o Villaespesa.
            Concluye la preparación de un conjunto de poemas que quiere titular Nubes. Finalmente lo dividirá en dos libros, Ninfeas y Almas de violeta, avalados por un soneto de Darío y un prólogo de Villaespesa. El primero de esos libros está impreso en tinta verde y el segundo en color morado. En ambos libros se recogen poemas de gran erotismo, unido a motivos fúnebres, manifestados en las imágenes elegidas: bruma, sombras, niñas muertas, enfermedad, tensión entre los anhelos espirituales y la exaltación carnal. Todo ello implica la existencia de un mundo peculiar, de estirpe romántica, con una gran variedad de formas métricas y léxico propio del primer modernismo, con alguna experimentación poco afortunada. Es una lírica doliente y apasionada que le da rápida notoriedad.
            En 1900 se produce la muerte del padre de Juan Ramón Jiménez y aparece la primera crisis depresiva del poeta.
            En 1901 está en el sanatorio del doctor Lalanne en Burdeos. Allí tiene relación con varias mujeres y lee a poetas como Laforgue y Francis Jammes.
            En 1902 regresa a Madrid y permanece en el sanatorio del Rosario, donde compone el volumen Rimas.
            En abril de 1903 se produce la creación de la revista literaria Helios, de la que se publicarán catorce números hasta 1904, y en la que colaboran Darío, los hermanos Machado, Unamuno, Benavente y Azorín. También aparecen traducciones de Verlaine.
            Aparecen algunos libros como Arias tristes (en 1903), Jardines lejanos (de 1904), Baladas de primavera (en 1910), La soledad sonora y Pastorales (ambos de 1911) y Melancolía (de 1912). En estas fechas también está concluido Laberinto. Se instala en Madrid y modifica su caligrafía.
            La primera época, hasta Laberinto, es fruto de una labor incesante de crecimiento y depuración. Va dejando paso a una mayor contención expresiva. El paisaje, a menudo crepuscular o velado por la bruma, se convierte en espejo de sentimientos afines, expresado por medio de contornos borrosos y toques de color. Se trata de una realidad esfumada, cambiante y poco definida.
            En Jardines lejanos hay una atmósfera doliente y sensual. En la obra se reproduce una partitura de Gluck.
            En Pastorales el poeta recoge partituras de Beethoven y Schumann.
            En La soledad sonora aparecen elementos modernistas, como serventesios en versos alejandrinos, fuentes y jardines en el marco de una naturaleza estilizada y pictórica, el tema del anhelo erótico. Algunos motivos como el ángelus o la flauta hacen pensar en el influjo de Francis Jammes y Albert Samain. En conjunto hay una opulencia sensorial, una riqueza de sensaciones visuales y auditivas, así como su uso como expresiones analógicas de estados de ánimo.
            A partir de 1913, Juan Ramón Jiménez está instalado en la Residencia de Estudiantes en Madrid. Conoce a Zenobia Camprubí.
            Compone Estío, que aparece en 1916, Diario de un poeta  recién casado (1917), Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919) y Belleza (1923). En la primera de las obras citadas aparece el motivo de la mujer, que es una realidad presente.
            Diario de un poeta recién casado fue escrito durante el viaje a Estados Unidos. En esta obra hay poemas en prosa y el poeta utiliza el verso libre. Se interioriza la contemplación del mar. Hay un intento de borrar las fronteras entre prosa y verso.
            En Piedra y cielo el tema central es la obra poética.
            En 1921 funda la revista Índice, y en 1922 publica la Segunda antología poética. Publica también prosas (Autorretrato-Para uso de reptiles de varia categoría) y reflexiones estéticas en forma de breves aforismos.
            En 1927, años del tricentenario de Góngora, Juan Ramón Jiménez escribe páginas desdeñosas sobre la corriente neopopularista.
            De 1934 es una nota necrológica.
            En 1935 rechaza el ingreso en la RAE.
            A partir de esa fecha, reúne y selecciona poemas unidos por su carácter popular: metros cortos, coplas y estribillos. El libro aparecerá en 1936 con el título de Canción.
            En agosto de 1936, el poeta consigue un pasaporte diplomático para salir del país como agregado cultural honorario en la embajada española en Washington.
            En 1940 comienza a impartir cursos en la Universidad de Miami como lector de español y realiza obra crítica.
            En una carta que escribe en 1943 dirigida a Díaz Canedo dice “en la Florida empecé a escribir otra vez en verso”.
            Reanuda su actividad con romances y canciones, en la que aparece la actitud característica del desterrado. La obra que las recoge es Romances de Coral Gables (1948).
            También en 1948 aparece La estación total, con las canciones de la nueva luz. Ese mismo año fue recibido de forma apoteósica en Buenos Aires.
            En 1949 se publica Animal de fondo.
            En 1951 Zenobia sufre un quebranto en su salud. Mientras, el poeta emprende una vez más la reordenación de su obra completa, en siete partes.
            El 25 de octubre de 1956 le fue concedido el premio Nobel de Literatura. Tres días después fallece Zenobia. Juan Ramón Jiménez escribe “Todo es menos”.
            El poeta había concebido un título para su obra, En el otro costado, que abarcaría cinco apartados: 1) Mar sin caminos, 2) Canciones de la Florida, 3) Espacio, 4) Romances de Coral Gables y 5) Caminos sin mar, en una agrupación simétrica.
            Espacio sería la síntesis de toda la obra madura del poeta. Se trata de un poema largo en prosa. Sin interrupciones, es un monólogo sin fin donde las palabras se engarzan, creando asociaciones, fundiendo planos cronológicos distintos en un presente único equivalente a la visión de Dios. Los motivos que aparecen son recuerdos, evocaciones literarias, nostalgia, búsqueda de constantes que anulen las variaciones contingentes del ser humano y coloquen la existencia bajo una luz única.
            Juan Ramón murió el 29 de mayo de 1958.
            Dentro de su obra hay que destacar, por otra parte, los libros en prosa (Platero y yo, Españoles de tres mundos, Ideología).
            La primera edición de Platero y yo, no completa, es de 1914 y se compone de sesenta y tres capítulos y un texto final (A Platero).
            En 1917 se publica la obra en su totalidad, ya con 138 capítulos.
            En Platero y yo, el “niño” es la persona no adulta, incluyendo al que no es como el adulto. Aparece una pequeña comunidad: poeta y burrito, a veces un par de animales más, niños y seres marginados.
            Los adultos traen el dolor o la tristeza a los niños, a los animales o al poeta.
            Michael Predmore destacaba la visión del mundo que aparecía en la obra. En ella el hombre está en contacto y armonía con su medio natural. La conjunción franciscana seres/naturaleza se expresa:
-         por medio de la humanización de Platero
-         por la humanización de otros animales
-         por la comparación de hombres con animales, vegetales y objetos inanimados
-         por la comparación de hombres con animales, vegetales y minerales entre sí
-         por la humanización de la naturaleza.
            El tema de la muerte está muy presente en la niña chica, el canario, la yegua blanca, Platero, la hija de Darbón, el padre del poeta, Mamá Teresa o el perro Lord.
            En la obra hay una prosa sobria, abundante en adjetivos. Carlos Bayón destacaba la violencia de las imágenes.
            Españoles de tres mundos, de 1942, es una serie de semblanzas de escritores y artistas de entre 1914 y 1940.
            Ideología por su parte es una edición de los aforismos de Juan Ramón Jiménez y fue publicada en 1990.


sábado, 20 de junio de 2015

Esquema sobre la poesía épica europea




            Sobre la formación de la poesía épica europea existen tres teorías principalmente:
            La teoría de las cantilenas es la defendida por Gastón Paris en La Historia poética de Carlomagno, de 1865.
            De acuerdo con esta teoría la poesía épica francesa sería el producto de las recopilaciones de las cantilenas existentes en Francia, y la poesía épica española sería una recopilación de romances medievales.
            La teoría del individualismo o autor único es la defendida por Bédier en Poesías épicas.
            De acuerdo con esta teoría todas las poesías épicas son obra de un autor culto que firma al final de las mismas.
            La teoría tradicionalista es la defendida por Menéndez Pidal.
            Esta teoría se basa en el concepto de colectividad en la autoría y obra del poema épico. Es una labor colectiva en la que intervienen generaciones enteras de hablantes. Aquí es muy importante el concepto de aglutinación de Menéndez Pidal, frente al de yuxtaposición que defendía Gastón Paris.

            Los bloques de la épica europea pueden observarse en la siguiente tabla:

Épica germánica
-         Anglosajona: Poema de Beawulf
-         Alemana: Los Nibelungos
Épica románica
-         Francesa: Chanson de Roland
-         Española: Poema de Mío Cid

            En cuanto a las principales características de la épica española, pueden enumerarse las siguientes:
-         Anonimato
-         Realismo
-         Rima asonante e irregular. Monorrimas
-         Libertad sintáctica
-         Arcaísmo
-         Primitivismo

-         Temas tradicionales

lunes, 15 de junio de 2015

“Un soñador para un pueblo” de Buero Vallejo




            En ocasiones, Antonio Buero Vallejo (1916-2000) hablaba de su “perplejidad” ante las cuartillas que aguardaban el tortuoso trabajo de lima y corrección. Y es que su naturalidad es un efecto artístico logrado a base de mucho trabajo.
            Buero siempre tuvo en cuenta la función pública y social del teatro y se impuso desde el principio la misión de conseguir que el espectador y la sociedad se enfrentasen a una imagen de sí mismos susceptible de revelar sus defectos e insuficiencias.
            La concepción de la escena como caja de resonancia de los problemas de su tiempo no implica menoscabo de su creencia en la dimensión esencialmente estética del teatro.
            El teatro de Buero Vallejo es un ejemplo de armonía en la relación entre la voluntad ética y política de agitación de las conciencias (con Unamuno al fondo) y una forma dramática capaz de formular a la vez experimentos innovadores en la escena y de ser seguida y aceptada ampliamente por el público.
            Es un teatro dialéctico. Cada obra adopta la estructura dramática que precisa para transmitir su carga de problemas humanos y sociales, pero una vez conformada ya no es otra cosa que esa misma estructura dramática que se convierte en reveladora del conflicto.
            Un soñador para un pueblo es una obra situada en un momento concreto del pasado histórico español. Se estrenó a finales de 1958.

Teatro de Buero Vallejo hasta 1958

            Es un teatro imbuido de un sentimiento trágico de la vida. Pero con todo su pasado a las espaldas y sin renunciar a él, no se deja arrastrar por el abatimiento y sitúa en la esperanza el núcleo de la tragedia.
            Buero Vallejo se consagra a la creación movido por un irrefrenable deseo de expresarse.
            En 1949 obtuvo el premio Lope de Vega. Desde entonces fue hablando cada vez con mayor claridad de la intolerancia, la injusticia, la opresión y la violencia.
            Se trataba de hacer “posible” un teatro que hiciera posible algún día una sociedad democrática. Era una lucha dialéctica.
            Como escritor no podía permanecer mudo, tenía que componer sus dramas; como hombre comprometido, tenía que tratar temas difíciles y como español, reflexionaba sobre su país. La situación era trágica, ya que el silencio te hace cómplice y la ruptura de ese silencio era arriesgada. Buero eligió expresarse.
            En su teatro hay unos pocos temas propios de todo autor de tragedias: violencia, opresión, muerte, necesidad de enfrentarse con la verdad, alienación, error, libertad, utopía, esperanza,…
            La configuración de las obras tiende a escoger pautas reconocibles que cristalizan en un debate o enfrentamiento entre dos modos de pensar y comportarse. Construye los personajes como entidades complejas y no unilaterales, de manera que enriquece el universo dramático.
            Cada personaje, dotado de rasgos más o menos positivos, resulta a veces contradictorio y aparece a veces como trasunto de seres agónicos, insatisfechos, atravesados por una crisis en su interior que remite a la del hombre real del siglo XX.
            Buero Vallejo parte de los sistemas creativos del teatro realista, heredero de Ibsen y renovado por Pirandello y O’Neill.
            Las obras del autor español están configuradas sobre los principios del ilusionismo escénico, desplegado dentro de la “caja mágica” que construye el decorado y que aplica la teoría de la cuarta pared: trama ordenada y lógica que se desarrolla paulatinamente, tiempo sucesivo sin saltos entre escenas, espacio referencial o analógico, verosimilitud en los comportamientos, diálogo comprensible, etc.
            Incorpora elementos simbólicos, oníricos o visionarios que cuestionan el mundo escénico.
            Es una concepción del drama como instrumento de reflexión ofrecido al público. La obra desvela los errores cometidos por los personajes en el pasado o ante el espectador y muestra las consecuencias de sus actos. El autor busca que el público construya el sentido. Para conseguirlo prefiere dejar la obra abierta al final.

Buero Vallejo y el teatro histórico

            La obra se subtitula Versión libre de un episodio histórico. Se escribió en 1958 y se estrenó el 18 de diciembre.
            Es teatro histórico crítico. En él se examinaban las raíces del presente, mostrando las causas y motivaciones de actitudes que hoy siguen influyendo o conformando el país. Por otra parte se hallaba el interés por el tiempo pasado en sí.
            Se introducen el tema del tiempo como tal y la conciencia de transitoriedad en el espectador.
            Se habla al presente a través del pasado.
            Es el planteamiento teatral de un examen de conciencia colectivo sobre la acción de los españoles como pueblo en el pasado, con la intención de sugerir la necesidad de reflexionar acerca de cuál debería ser esa acción en el futuro.
            Un soñador para un pueblo se centra en la recreación teatral del motín de Esquilache (inicio de la semana santa de 1766 y concluido en Madrid con la caída del ministro).
            Esta obra, que llevaba el propósito de presentar la historia como conflicto, causó estupor e indignación.
            Lo que se ve en escena es una revuelta popular instigada por manos poderosas ocultas en la sombra, que aprovechan el descontento ante unas medidas puntuales, y atizando la xenofobia imperante en el vulgo, consiguen su objetivo de provocar la exoneración de Esquilache de sus ministerios.
            El drama hace ver que los sentimientos de disgusto ante cualquier innovación derivaron en algaradas callejeras al ser aprovechados y alentados por aristócratas que veían peligrar sus intereses por una política de reformas.
            El motín se convierte en símbolo del enfrentamiento entre dos concepciones, la que encarna Esquilache (presentado como mero instrumento de la política general de Carlos III) y la que representan Ensenada y Villasanta. Una mira al futuro en su búsqueda de la mejora material del pueblo y se concreta en medidas como la pavimentación de las calles, la higiene pública, la iluminación por faroles y el decoro y la seguridad de los vestidos. Otra se vuelve hacia el pasado, es hostil a las innovaciones y promoverá el descontento general, aunque vaya contra los intereses populares, como ocurrirá con la ruptura de los cinco mil faroles en Madrid.
            Como las medidas las disponía un extranjero, no era difícil agitar la xenofobia que suele acompañar toda situación de atraso cultural.
            La escrupulosa puntualidad de Buero Vallejo recuerda la de Galdós, que escribía cien años antes los Episodios Nacionales, o el Valle Inclán que componía los volúmenes de La guerra carlista o El ruedo ibérico.
            Buero Vallejo convierte la sucesión de acontecimientos en un relato escénico.
            Hay algunos detalles inventados o modificados a propósito, para intensificar la tensión, como la decisión de dejar al criterio de Esquilache su dimisión o que el derrocado ministro entregase personalmente a Ensenada la orden de su destierro. Con esto se consigue elevar el clímax dramático de la parte final del drama, al hacerse visible el debate moral en que se agitan los personajes.
            La figura del protagonista resulta favorecida respecto a su imagen por su dimensión histórica, aunque no se idealice.
            Las tintas sombrías se acumulan sobre Ensenada (tiene la catadura moral del simulador movido por el rencor). Además de personajes concretos, son síntesis o condensación de las fuerzas realmente presentes y actuantes del momento Esquilache en la España ilustrada. Los otros dos nobles (Ensenada y Villasanta) son la vieja nobleza española, apegada a sus privilegios, que deseó o alentó el motín.
            La caracterización psicológica de los que intervienen y sus relaciones sentimentales y afectivas es creación del autor. Fernandita pertenece también a su fantasía.
            La obra se articula en dos planos distintos y complementarios. Por un lado, el debate político e ideológico en torno al poder y los modos de conseguirlo y ejercerlo (Esquilache, los dos nobles, Carlos III) con el pueblo como destinatario último de las preocupaciones y factor imprevisto en la trama con su motín. Cuentan también los problemas del protagonista, su fracaso matrimonial con doña Pastora y su afecto por la sirvienta Fernandita.
            Los dos planos dan origen a dos acciones. La principal se centra en la presentación de los efectos producidos por la sublevación popular.
            La violencia colectiva está presente a través de referencias continuas.
            Uno de los temas básicos es la responsabilidad moral de cada individuo. Cuando al final Esquilache se sacrifique a favor del bien común y condene a Ensenada por su egoísmo, transmitirá una lección definitiva. Abandonará el gobierno, pero no será por un triunfo de la presión popular. Con ello aparece la necesidad de distinguir entre apariencia y realidad.
            La acción secundaria, más íntima y delicada, expone la desoladora situación del matrimonio del protagonista y el nacimiento en su ánimo de una última ilusión afectiva, finalmente frustrada.
            Esta duplicidad de acciones se completa recíprocamente. En los dos planos es figura central Esquilache y, en el segundo, se sugiere un posible nuevo triángulo formado por él, la doncella y el calesero Bernardo, que es uno de los cabecillas del motín.
            La mínima acción secundaria refleja, condensa e ilumina el sentido de la principal. Si esta se mueve en el terreno del debate teórico en torno al pueblo, la otra desciende a presentar un caso concreto en Fernandita, que se debate entre el calesero y el marqués, o entre lo que los dos representan, por lo que la criada tendrá un valor simbólico clave en la obra.
            Bernardo encarna otra de las caras del pueblo. Frente a su imagen (atraso, ignorancia, violencia), la muchacha se siente atraída por lo que denominaríamos las “luces”.
            El final del drama, por encima de la melancolía del político derribado, dibuja el comienzo del cumplimiento de que el pueblo consiga vencer por sí mismo lo peor que encierra y llegue, a través de su libertad, a ser dueño de su destino.
            El final, anticlimático, supone un contrapunto a la larga escena anterior, emocional y de gran altura ideológica. Al rechazar al calesero, Fernandita deja abierta una puerta a la esperanza.
            Los dos planos confluyen también cuando Esquilache confiesa su error. Su vida privada ha sido un fracaso y su vida pública ha estado viciada.
            Esquilache tiene buenas intenciones, proyecta mejoras para el país y pone los intereses de este por encima de los suyos propios, pero no siempre ha actuado con tal desprendimiento. Permite a su lado la corrupción de su esposa. Su caída puede ser un castigo excesivo, pero no es del todo injusto.
            Los problemas que se presentan en la obra son colectivos. El drama es político. Se trasciende a la moral pública.
            El diálogo enfrenta la actitud inmovilista, tachada de suicida, con la de quienes asumen que “la historia se mueve”, lema que puede resumir su sentido.
            Las dos partes de la obra se descomponen en una sucesión de cuadros menores, que incluyen saltos temporales.
            El primer acto comprende hechos sucedidos los días 9, 10, 11 y 22 de marzo de 1766. Las apariciones del ciego con el anuncio del diario de cada día constituye un medio ágil y dinámico por el que el público sabe siempre el tiempo transcurrido.
            El segundo acto incluye dos días (23 y 24 de marzo). Aparece un escenario simultáneo. Hay una calle de Madrid, el interior de un palacio o la puerta del mismo. El uso de un giratorio permite multiplicar los lugares, a lo que se añade el juego con diferentes alturas, conseguidas por medio de peldaños.
            La iluminación destacará el lugar que en cada momento desarrolla la acción o el diálogo, y que son dos en el primer acto: el interior de la mansión de Esquilache y la calle frente a dicha mansión. Cada recinto tiene sus propios personajes (poderosos en el interior y gente del pueblo fuera).
            En las escenas dentro de la mansión se puede percibir un ritmo repetido, consistente en que cada una de ellas se divide a su vez en tres partes, marcadas por la sustitución de los interlocutores de Esquilache (Ensenada, su esposa y Fernandita; Villasanta, doña Pastora y Fernandita; Rey, Ensenada y Fernandita). El esquema se simplifica: diálogo del ministro (siempre presente) con un poderoso; con su mujer (o Ensenada) y con Fernandita.
            El acto segundo, tras una escena de exterior, se desarrolla casi enteramente en el Palacio Real, para terminar de nuevo en la calle.
            En el inicio la presencia de los personajes adquiere valores simbólicos.
            En el entreacto ocurre el asalto a la mansión de Esquilache. Este aparecerá por primera y única vez en la calle, expulsado de su ámbito, débil e inseguro.
            Tras las alternativas del ánimo del protagonista, se produce su destierro, elegido voluntariamente, y el debate final con Ensenada.
            El epílogo se desdobla en dos momentos. El primero es la despedida de la joven azafata (con su papel simbólico), donde las preguntas del derrocado ministro aluden al pueblo. El segundo momento transcurre en la calle, lugar natural en que se ha movido el pueblo.
            El rechazo del violento Bernardo y de lo que él encarna es una propuesta esperanzada, subrayada con las notas alegres del Vivaldi de la primavera de Las cuatro estaciones.
            Este final ilusionado enlaza con el principio, con la dedicatoria “A la luminosa memoria de don Antonio Machado, que soñó una España joven”. El poeta y Buero Vallejo evocan “un tiempo de mentira, de infamia” en el que el pueblo se ha dejado manipular y ha dado un triste ejemplo de ignorancia y atraso. Pero se eleva el sueño de un futuro mejor. Ese futuro se encarna en la juventud.

            

lunes, 8 de junio de 2015

El teatro de los hermanos Machado




Antonio Machado se trasladó desde Segovia a Madrid en 1931. A partir de ese momento escribe en colaboración con su hermano Manuel varias obras dramáticas. Manuel Machado era el primer firmante en libros y carteles, por lo que debía de ser el principal responsable de la estructura dramática de las obras, pero en lo que se refiere a los núcleos argumentales y al tono expresivo, es difícil diferenciar el trabajo de ambos hermanos, muy afines y entrañablemente unidos hasta que la guerra civil los separó definitivamente.
Si cabe adscribir a Antonio algunos pasajes o ideas es, simplemente, porque tienen versión paralela (a veces, idéntica) en sus poesías o en las prosas de Juan de Mairena.
Esta producción teatral aporta poco al conocimiento de la obra poética de los dos escritores.
Mencionaremos sus títulos y año de aparición:

- Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel (1926) es una obra en tres actos y en verso, que se estrenó en el teatro de la Princesa de Madrid. Recrea la historia de Enrique Felipe de Guzmán, hijo ilegítimo del Conde-Duque de Olivares, quien lo conoce ya cuando es un joven. Lo reclama para que vaya a la Corte y le hace contraer matrimonio con la noble doña Juana. Pero el muchacho no consigue adaptarse a su nuevo entorno, no consigue olvidar a su amada Leonor. Julianillo acaba muriendo.
- Juan de Mañara (1927) es una obra en tres actos y en verso, que se estrenó en el teatro Reina Victoria de Madrid. Esta obra es una revisión del mito de don Juan que recoge referencias del personaje histórico Miguel de Mañara. En la obra hay dos personajes femeninos que se disputan el amor de Juan. Son la perversa Elvira (que escapa de la justicia tras asesinar a su marido y se redime finalmente) y la cándida Beatriz (quien entrega su honra a Juan y termina asesinándolo).
- Las adelfas (1928) es una obra en tres actos, escrita en verso y estrenada en el teatro Eldorado de Barcelona. En la obra, la duquesa de Tormes, viuda, irá descubriendo lo irresponsable que fue su marido con el patrimonio familiar y tendrá que vender la finca familiar de los Adelfos.
- La Lola se va a los puertos (1929) es una obra dividida en tres actos y escrita en verso, que fue estrenada en el teatro Pontalba de Madrid. La protagonista es Lola, una cantaora gaditana de flamenco, a la que desean todos los hombres.
- La prima Fernanda (1931) es una obra en tres actos y en verso, que se estrenó en el teatro Reina Victoria de Madrid. La vida del matrimonio entre Leopoldo y Matilde se verá alterado por la prima Fernanda, que se interpone entre ellos y provoca la ruina del negocio que el hombre gestiona.
- La duquesa de Benamejí (1932) se divide en tres actos y está escrita en verso. Fue estrenada en Madrid, en el teatro Español. La acción se sitúa en el siglo XIX, durante la invasión napoleónica. Lorenzo Gallardo es un bandolero de la sierra cordobesa. Perseguido por el ejército enemigo, se refugia en el caserón de la duquesa de Benamejí. Acaban enamorándose, pero una gitana enamorada de Lorenzo, celosa, apuñala a muerte a la duquesa.
Todas las obras mencionadas fueron estrenadas en el mismo año de su datación por compañías de prestigio.
Podemos mencionar aún otra obra, El hombre que murió en la guerra, que parte de una idea argumental de Antonio Machado y en la que se reflejan numerosos textos de su personaje apócrifo Juan de Mairena; sin embargo, no fue concluida hasta 1935 y su estreno en el teatro Español en Madrid, muerto ya Antonio, corrió a cargo de Manuel en 1941. La obra se estructura en cuatro actos y está escrita en prosa. La acción se sitúa en 1928. El protagonista, don Andrés de Zúñiga, viendo que no tendría descendencia con su esposa, decide buscar al hijo ilegítimo que tuvo y al que nunca reconoció. Juan, ese hijo, ha muerto en el campo de batalla durante la gran guerra y diez años después, el matrimonio aún lo recuerda con nostalgia. En su casa se presenta Miguel, otro joven que dice haber combatido con Juan en el mismo frente. Sin embargo la realidad es más compleja de lo que parece. Miguel es en realidad Juan, que ha suplantado la personalidad de ese otro muchacho.
La producción dramática de los hermanos Machado ha quedado bastante olvidada, quizá por el primer plano que la obra poética ha ocupado en ambos. Sin embargo, según la crítica, debería situarse en un puesto de honor entre el teatro realista de Jacinto Benavente y el teatro poético de Federico García Lorca.


domingo, 7 de junio de 2015

Realismo mágico en “El amor en tiempos del cólera”




            El realismo mágico es un concepto imprescindible para entender la narrativa hispanoamericana del siglo XX.
            Recordemos que hay una renovación de las letras hispanoamericanas a partir de 1940 y que esta renovación se identifica con el nombre de “Realismo mágico”. El origen del término está en Franz Roh, quien lo utilizó para referirse a una corriente pictórica postexpresionista (“la pintura siente ahora la realidad del objeto y del espacio, no como una copia de la naturaleza, sino como una segunda creación”).
            En cuanto a la periodización de ese realismo mágico, podemos distinguir tres etapas:
-         En un primer momento (décadas de los 40 y los 50 del siglo XX) se sientan las bases teóricas de esta nueva modalidad literaria. Surgen las novelas de referencia de esta nueva concepción narrativa: se trata de los ensayos de Uslar Pietri y las novelas de Asturias y Carpentier.
-         Los estudios realizados durante las décadas de los 60 y los 70 intentarán delimitar la frontera entre realismo mágico y literatura fantástica.
-         A partir de 1980, El realismo maravilloso de Chiampi y Literatura fantástica y realismo maravilloso de Walter Mignolo contribuyen a la explicación del término.
            Es Uslar Pietri quien introduce en su discurso teórico el concepto de realismo mágico. De acuerdo con su discurso, desde el romanticismo hasta el modernismo la literatura hispanoamericana había seguido las tendencias europeas. Lo criollo se situaba en un nivel costumbrista y paisajista. De hecho, Menéndez Pelayo decía que el gran personaje y el tema fundamental de la literatura hispanoamericana era la naturaleza. Uslar Pietri llama la atención acerca de que aquella literatura parecía no darse cuenta del prodigioso mundo humano que la rodeaba, a la que no se había puesto “a contemplar en su peculiaridad extraña y profunda…” Entonces Miguel Ángel Asturias, que trabajaba en El señor presidente, publicó sus Leyendas de Guatemala y produjo un efecto deslumbrante. En esta obra resucitaba temas del Popol Vuh. Al mismo tiempo Carpentier escribió su novela negra Ecue Yamba O y Uslar Pietri publicó Las lanzas coloradas.
            Como señala este último autor en su estudio, se trataba de una reacción contra la literatura descriptiva e imitativa y contra la sumisión tradicional a las escuelas europeas. Aunque puede reconocerse cierta influencia del surrealismo, los escritores americanos no pretendían juegos insólitos con los objetos o las palabras. Aquellos escritores querían “revelar, descubrir, expresar en toda su plenitud esa realidad casi desconocida y casi alucinatoria que era la de América Latina para penetrar en el misterio creador del mestizaje cultural”. Lo que caracterizó a la nueva narrativa no fue el uso de una desbordada fantasía sobrepuesta a la realidad. Era un realismo peculiar. No se abandonaba la realidad, sino que se pretendía “reflejar y expresar un fenómeno existente, pero extraordinario dentro de los géneros”. Según Uslar Pietri, era descubrir de nuevo la América, aquella “mal conocida, cubierta de prejuicios, que era sin embargo el más poderoso hecho de identidad reconocible”.
            Era una visión que chocaba con los patrones aceptados del realismo.
En 1949, Uslar Pietri escribía en Letras y hombres de Venezuela que lo que marcó y predominó fue la consideración del hombre como misterio en medio de la realidad, “una adivinación poética o una negación poética de la realidad. Lo que a falta de otra palabra, podría llamarse como realismo mágico”. Poco tiempo después Carpentier usó el nombre de “lo real maravilloso” para designar el mismo fenómeno literario.
La esencia del movimiento es la ausencia de conflicto entre realidad y fantasía. Anderson Inbert introdujo una nueva categoría, lo extraño, como opuesta a lo verídico del realismo tradicional y a lo sobrenatural de la literatura fantástica.

Realismo mágico en El amor en los tiempos del cólera

            En realidad, esta no es una de las novelas más representativas de Gabriel García Márquez en el terreno del realismo mágico. Hay pocos elementos y episodios que reflejen fielmente esa ausencia de conflicto entre realidad y fantasía. Un ejemplo es el momento en que una mujer vestida de blanco hace señales con un pañuelo y Fermina Daza no entiende por qué no la recogen. El capitán del barco explica que se trata de una aparición. Y tras recibir lo que sería una explicación increíble, su sorpresa no va más allá. Podemos ver aquella figura con todo detalle, “nítida bajo el sol”, y eso da contundencia al sentido de realidad de lo fantástico.
            También podríamos señalar el momento en que Florentino Ariza compra el espejo del Portal de don Sancho en donde se ha reflejado Fermina Daza.
            En la novela, por otra parte, los espacios trascienden los límites del territorio americano y actúan como espacios de síntesis universal, más allá de particularidades geográficas o temporales. El uso del espacio y del tiempo en el realismo mágico superan lo anecdótico de la novela y se convierten en totalidad del universo.
            Los viajes de los personajes de El amor en tiempos del cólera ocurren por lugares reconocibles. García Márquez señala Cartagena de Indias, Santa Marta, Barranquilla,… Pero no son lugares absolutamente concretos.
            El autor busca el encantamiento en el lector con el uso de la prosa poética, una prosa lírica, con un barroquismo descriptivo.
            Juan Cano Conesa y Mercedes Guzmán Pérez explican que el hallazgo de los escritores hispanoamericanos es haberse apoderado de la imaginación popular para fines literarios, los mitos. Lo barroco y lo mítico son adjetivos comunes en los estudios sobre el realismo mágico. Existe riqueza descriptiva, prosa poética, herencia del modernismo.
            Estos aspectos teóricos son aplicables a El amor en los tiempos del cólera. La inverosimilitud se presenta como cotidianeidad presentada de forma inverosímil. El autor recurre principalmente a la hipérbole como recurso semántico.
            La novela de García Márquez se estructura en seis secuencias o bloques.
            La muerte es el hecho que desencadena la narración. La trama empieza con la muerte de Jeremiah Saint-Amour, amigo del doctor Juvenal Urbino, que será quien se encargue de certificar esa muerte. Esa primera secuencia es descrita con la prosa poética propia del realismo mágico (“El olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”). Por otra parte, la descripción hiperbólica del estado de la casa después de que los bomberos traten de capturar al loro es un anuncio de la ridícula muerte del doctor, que parece vaticinar (“la niebla invisible que le saturaba el alma después de la siesta, y que él interpretaba como una notificación divina de que estaba viviendo sus últimos atardeceres”). Las alusiones bíblicas y religiosas parecen ser constantes en el realismo mágico de García Márquez.
            En la novela hay una forma de realismo mágico también en la descripción del tiempo, de los espacios y de los hechos anecdóticos. Son aspectos inverosímiles de lo cotidiano, como cuando “el cielo se desplomó en un aguacero de desastre”. Aunque la fuerza de los fenómenos meteorológicos es real, se describe de forma que ayuda a crear un ambiente de irrealidad.
            Por tanto, a partir de la primera secuencia, vemos que la novela nos presenta la realidad como algo increíble y sorprendente. Y lo inverosímil aparece como natural. Hay prosa lírica y las descripciones son prolijas y exuberantes.
            En la segunda secuencia es la intensidad del amor la que inspira los momentos mágicos que envuelven la realidad (“esa mirada casual fue el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después aún no había terminado”). Se crea en esta secuencia una atmósfera en la que se desdibujan las fronteras entre realidad e idealización. La hipérbole es uno de los rasgos distintivos de esta parte de la novela (“la sangre se le volvía espuma por la urgencia de verlo”). El amor intenso borra en Fermina los límites entre el sueño y la realidad. De igual forma, esa intensidad hace que Florentino enferme. Para “saborear” a su amada, el personaje come gardenias y así “conoció el sabor de Fermina Daza”.
            La técnica de la retrospección se mantiene en la tercera secuencia de la novela. El realismo mágico está presente, por ejemplo, en el recuerdo de Juvenal de una conversación con su padre (“el ángel de la muerte flotó por un instante en la penumbra fresca de la oficina y volvió a salir por la ventana dejando a su paso un reguero de plumas”).
            El narrador introduce pinceladas sin más indicios ni explicaciones, como parte natural de su universo narrativo.
            En esta parte sí destaca un suceso propio de los principios del realismo mágico: la americanidad del fenómeno como mezcla de culturas y creencias. Fermina recibe como regalo por parte de Juvenal una muñeca negra. Decide ponerla sobre su cama y dormir con ella y cuando pasan unos días se da cuenta de que la ropa de la muñeca se está quedando pequeña: la muñeca está creciendo. Y una vez más, ante un hecho insólito, Fermina tiene una reacción comprensiva (“los zapatos se habían reventado con la presión de los pies. Fermina Daza había oído hablar de los maleficios africanos, pero ninguno tan pavoroso como este”).
            Hay hecho insignificantes que ayudan a crear una dimensión irreal, como el niño que Rosalba lleva en una jaula, los cañonazos para evitar el cólera o la importancia de los olores. Es una realidad capaz de superar la ficción.
            En la cuarta secuencia conocemos la intensidad de la vida sexual de Florentino. Hay una sucesión de relaciones, formas distintas de llegar a su vida las diferentes mujeres, escarceos que rozan la inverosimilitud. Por ejemplo, en las relaciones con Ausencia Santander hay una cacatúa como testigo, y con Sara Noriega tienen que esquivar un gato mientras hacen el amor. Otro ejemplo estaría en la utilización de chupetes que Sara cuelga en el cabecero de la cama.
            Cuando el matrimonio Fermina-Juvenal regresa de París, ella ve a Florentino en el banco bajo los almendros “a la edad con que se le quedó en la memoria” y no como lo ha visto alguna vez por casualidad. Se desdibujan entonces de nuevo las líneas entre sueño y realidad y entre pasado y presente. Ella lo ve a través de los ojos del recuerdo.
            En la quinta secuencia conoceremos las crisis y rutinas del matrimonio entre Fermina y Juvenal. También asistimos al primer vuelo en globo, con la descripción de paisajes inverosímiles, arrasados por la guerra y la enfermedad.
            Hay una concepción monótona del tiempo, un tiempo que pasa pero que no produce cambios, ni siquiera en el espacio. Este es un rasgo que confiere una dimensión de irrealidad a las obras de Márquez, siendo una constante en su narrativa.
            Se plantean situaciones que tiñen la historia de amor de irrealidad, como el sentido del olfato casi sobrenatural que conduce a Fermina a descubrir el adulterio de su marido, el amor de Leona Casiani hacia su violador, la pérdida de las dentaduras de León, etc. A pesar de lo esperpéntico de esos detalles, las situaciones se funden armónicamente en el desarrollo de la historia.
            La magia se presenta en la sexta y última secuencia del libro. La correspondencia epistolar volverá a remover el corazón de Fermina y despertará antiguas ilusiones. Un año de esa correspondencia sirve a Fermina para tomar conciencia de su estado de viudedad, a pesar de sentir la presencia de su marido (“A veces lo encontraba, no como una aparición, sino en carne y hueso”, “él estaba allí, todavía vivo, pero sin sus caprichos de hombre”).
            En el viaje por el río Magdalena todo es irreal. Pensemos en el personaje que tiene los bolsillos llenos de pollitos, el río invadido por cuerpos,… Y lo que no es real, esa pasajera que los llama agitando un pañuelo, adquiere dimensión de real.

            El viaje será el inicio de una nueva vida, una nueva oportunidad que permitirá que se convierta en un viaje sin un tiempo marcado. Un viaje eterno que cierra la novela, una metáfora de la eternidad de un amor que sobrevive al cólera.

jueves, 4 de junio de 2015

Una reflexión sobre el mito de Fausto



            Probablemente el mito de Fausto sea uno de los más complejos que existen, ya que se compone de diversos problemas morales, además de tener valores y principios suficientes para convertirse en dicho mito.

            De los diferentes aspectos que lo componen, creo que los más interesantes son el ansia de conocimiento y los límites de la moral, ya que el deseo de la eterna juventud no es la aspiración de la inmortalidad o de la buena salud, sino la necesidad de ganar tiempo para poder traspasar los límites de la sabiduría y la experiencia. Igualmente creo que esa ansia de conocer es la que lleva al personaje a la dicotomía entre el bien y el mal, o lo que es lo mismo a traspasar los límites de la moral establecida.

            Ya en el origen legendario del personaje se toma como fuente a un sabio víctima de su afán de conocimiento. Recordemos que el doctor Johann Faust, al parecer, murió cuando experimentaba en un laboratorio. Si tenemos en cuenta que este personaje vivió y murió entre los siglos XV y XVI entenderemos fácilmente que se encontraba en los albores de la ciencia y del conocimiento empíricos, una época en que el sentido religioso lo impregnaba todo. Y precisamente ese deseo de conocer a toda costa, arriesgando la propia vida, es uno de los primeros elementos que se recogen en las versiones populares del mito. Cualquier cosa que lleve a la sabiduría resulta ser válida. Incluso un pacto con el diablo que llevaría consigo la condena eterna.

            El personaje traspasa así el miedo moral. Los límites éticos desaparecen.

            Creo que el Fausto original es un precursor. Y justo en la época en que el ser humano comienza a plantearse el conocimiento del mundo sin explicaciones divinas, tan solo lógicas, entonces emerge con fuerza. Son las variantes principales del mito, las alemanas y de Marlowe, en las que podría considerarse como tal precursor. La de Goethe aparece ya en una época en que la religiosidad se plantea de forma más moderna. Entre la sabiduría que proporciona la Biblia y la que proporcionan todos los estudios no religiosos, Fausto decidirá conocer todo, lo más posible. Y entre el bien de la Biblia y el mal de la magia, Mefistófeles aprovecha el deseo de Fausto para hacerse con él.

            Podríamos encontrar también cierta modernidad en el arrepentimiento del personaje. En el mito, Fausto se arrepiente de su autocondena cuando el tiempo va cumpliéndose. Pero creo que hay una forma de interpretar ese arrepentimiento diferente a la meramente religiosa. Al fin y al cabo hoy sabemos que todas las formas de estudiar, conocer o experimentar, tienen límites de tipo ético que no deben traspasarse. Y Fausto, aunque haya cometido errores en principio irreparables, acaba aprovechando sus conocimientos de una forma buena, por ejemplo con el emperador de Alemania.


            Fausto representa el viaje de las tinieblas a la luz gracias a los demás. La redención está en la segunda parte de la obra, ahí se puede observar que el arrepentimiento de Fausto es real y será Margarita, justo un personaje que ha muerto por su culpa, quien lo redima del todo. Eso supone un premio precisamente por el esfuerzo de Fausto: se puede salvar quien no cesa de esforzarse, el que aspira a lo más alto.