viernes, 27 de febrero de 2015

Bestiario



(Actividad realizada con alumnos de 2º de ESO)


La elaboración de un bestiario como actividad en un aula puede realizarse en diferentes niveles y puede realizarse a propósito del estudio de mitología, literatura medieval o literatura de terror.
Recordemos que un bestiario (bestiarum vocabulum) es un compendio de bestias. Se hicieron muy populares durante la Edad Media en forma de volúmenes ilustrados que describían animales, plantas o motivos orgánicos de la naturaleza. La historia natural y la ilustración de cada una de estas bestias se solía acompañar con una lección moral.
Había diferentes tipos de bestiarios, entre los cuales encontramos los fantásticos, con dragones, arpías, sirenas, basiliscos, centauros, etc.
Aunque la mayoría de las obras de este tipo se hicieron especialmente populares a partir del siglo XII, su origen es anterior a esta fecha, ya que la primera obra considerada como bestiario fue la obra griega Physiologus, un antiguo volumen, de autor anónimo que se presume que fue escrito entre los siglos II y IV.  
Por otra parte, los conocidos como bestiarios mitológicos o fantásticos recopilan animales y criaturas monstruosas e irreales, creadas por la curiosidad del hombre. Estas obras eran consultadas por los sabios que intentaban descubrir los nuevos monstruos que se consideraba que aún habitaban el mundo.
Un gran número de criaturas legendarias fueron imaginadas por vez primera en los valles mesopotámicos entre los ríos Tigris y Eúfrates. Luego se difundieron en oriente y occidente. Es el caso de la serpiente de varias cabezas que puede identificarse en la iconografía de diferentes civilizaciones. Algunas bestias mitológicas se caracterizan por reunir atributos animales y humanos, otras reúnen simbólicamente la combinación de dos especies animales.
            En el bestiario que nosotros hemos realizado aparecen en orden alfabético criaturas como las arpías, el basilisco, las brujas, el centauro, el can Cerbero, el chupacabras, el cíclope, la esfinge, el Ettin, el grifo, el hombre lobo, el hombre oso, la hidra, Medusa, el minotauro, los mortífagos, las nagas, la quimera, el troll y el Yeti. Sus orígenes son variados geográfica e históricamente. Así, hay criaturas provenientes de la mitología griega, anglosajona o tibetana. Del mismo modo, la aparición de estos monstruos son antiguas (como Medusa, por ejemplo) o modernas (así ocurre con el chupacabras).
            La elaboración de esta actividad requiere materiales como cartulinas, tijeras, pegamento, etc. Pero es muy importante contar con obras de consulta suficientes y conexión a internet, para utilizar los buscadores necesarios. Así por ejemplo, diccionarios de mitología, artículos de periódicos y revistas y obras como las de Harry Potter.
            La actividad termina, una vez que se ha elaborado el bestiario, con una presentación en público del trabajo, que queda expuesto con un cartel explicativo en el aula cultural, la biblioteca del centro o cualquier otro espacio apropiado.





























jueves, 19 de febrero de 2015

Poesía épica: la Araucana de Alonso de Ercilla




            Alonso de Ercilla y Zúñiga (Madrid, 1533-1593) embarcó para las Indias tras recibir instrucción como paje. Permaneció en América durante ocho años, tras los cuales regresó a España y entró en la corte de Felipe II, donde se ocupó de escribir la primera parte de la Araucana (1569), dedicada al rey.
            Después de participar en servicios diplomáticos, expediciones y campañas, publicó la segunda parte de la Araucana en 1578, y la tercera parte en 1589. En esta época debió caer en desgracia.
            La Araucana es un poema épico en el que la historia contemporánea se vio elevada a la dignidad de la epopeya. Se considera el primer modelo y el más elevado de la epopeya clásica en la España del siglo de oro.
            Con respecto a la elaboración del poema, se debe al conocimiento directo de la guerra por parte del autor los hechos que se refieren en la Araucana, exceptuando el contenido de los primeros quince cantos que recogen sucesos anteriores a su llegada. El mismo Ercilla describe en el prólogo cómo fue escribiendo su obra.
            No existió un plan armónico de las partes en la estructura total. El poema está interrumpido por digresiones que retardan el curso de la acción (Dido, batalla de San Quintín, episodio de Lepanto, etc.), pero esto no quiere decir que la obra no tenga unidad o no se ajuste a las normas de la preceptiva, ya que está escrita conforme al patrón clásico en el renacimiento español.
            La Araucana está formada por una implicación de autor-narrador. El autor vuelca sus experiencias y sus sentimientos en el poema. Ercilla manifiesta su amor y fidelidad al rey Felipe II, al que sirvió desde su niñez introduciendo en el poema el episodio de la  batalla de san Quintín. Otro ejemplo es la descripción de su esposa doña María Bazán, a la que alude en el canto XVIII:
Era de tierna edad, pero mostraba
En su sosiego discreción madura,
Y mirarme parece la inclinaba
Su estrella, su destino y mi ventura
            Ercilla trata varios temas en la Araucana como el de la fortuna cuyos altibajos canta continuamente. La obra es un homenaje al honor y al heroísmo, pero especialmente es un canto al pueblo vencido, fuerte y orgullos. Trata ante todo de mostrar el valor del enemigo:
“Todo esto he querido hacer para prueba y en abono del valor destas gentes…”
            Los araucanos se muestran no solo como guerreros de valor temerario sino que también guerreaban con arte de consumados estrategas. En los cantos III y IV se cuenta que estaban organizados para combatir y se adaptaban a las condiciones del suelo.
            El tema principal de la obra podría ser englobado en el carácter que esta cobra de lucha entre gigantes.
            Los protagonistas de esta lucha son los araucanos y también destacan algunas figuras de españoles como Valdivia y Lope de Aguirre.
            El personaje central del poema y que representa al héroe es Caupolicán.
            La acción básicamente se desarrolla en Chile pero se entremezcla con andanzas europeas de Ercilla. El último canto trata de justificar la guerra en la esfera del derecho natural y las pretensiones de Felipe II sobre Portugal. Ercilla termina prometiendo enmendar su vida:
Conociendo mi error, de aquí en adelante
Será razón que llore y que no cante.
            Tiene rasgos homéricos en las descripciones de las batallas y encuentros personales, y sobre todo en las comparaciones expresivas, variadas y ricas, tomadas especialmente del orden zoológico y que alejan al poema de un estilo formulario.
            El poeta se ve obligado a pintarnos el paisaje por donde deambula el héroe. La visión del paisaje en la Araucana es la visión de un paisaje de égloga estilizada, ya que las fuentes de Ercilla fueron de Lucano, Virgilio, Petrarca, Boccaccio y Ariosto. Ercilla no puede crear una visión del paisaje distinta a la de su tiempo y su medio. Sin embargo, se ha criticado a Ercilla su falta de fantasía, cualidad característica del poeta épico, y la verdadera ternura del sentimiento. Sin ellas, el poema se reduce a una rapsodia más o menos acompasada por el chocar rítmico de las armas.
            Ercilla destaca por su realismo, por su honestidad y por la humanidad de su visión y sus sentimientos. Es el primero en abanderarse. Es el ser humano que vive las tremendas horas de la guerra y las plasma en sus versos.
            Aunque por razones poéticas ha evocado un tipo fuera de la realidad, cuyo nombre no corresponde a los araucanos, estos poseen una tremenda fuerza expresiva psicológica.
            Si hubiera que calificar la Araucana dentro de un género, habría que denominarla epopeya. Se iría más allá de este término, ya que sería una epopeya clásica.
            Pertenece al movimiento renacentista con la vuelta al clasicismo. A la vez, se ciñe tanto a modelos homéricos o virgilianos que perfectamente podría haber sido escrita por ellos si, en lugar de hablar de Caupolicán y Chile, hablase de Ulises y Troya o Eneas y Roma. Cada imagen y cada comparación es un calco perfecto de las imágenes y comparaciones de la Ilíada y la Odisea.
            La intervención en el Canto II del anciano Colocolo se asemeja bastante a la actuación de Néstor en la Ilíada.
            Sin embargo, por encima de todo rasgo homérico está el sobrio estilo de Ercilla. Nos encontramos con un hombre humilde, sencillo, preocupado porque su obra sea bien aceptada y rogando para que le disculpen los fallos que pueda tener. Ya en el prólogo da muestras de ello:
            “Y por ello y por la humildad con que va la obra espero que será parte para poder sufrir, quien la leyere, los fallos que lleva”.
            También llega a disculparse quejándose de no saber hacer otra cosa:
“Todo ha de ser batallas y asperezas,
discordia, fuego, sangre, enemistades…
que al mismo Marte ya pondrán hastío,
agotando un caudal mayor que el mío”
            Pese a esta humildad que le caracteriza, Ercilla es consciente de que está creando una obra de arte, y llega incluso a invocar a las musas para embellecer su lenguaje:
“Decidme, oh sacras musas, vuestra fuente
Y dadme nuevo espíritu y aliento,
Con estilo y lenguaje conveniente
A mi arrojado y grande atrevimiento.”
(Canto XXIV)
            Llega incluso a señalar fechas para dar mayor veracidad a lo que cuenta.
            Hay descripciones de las ropas y vestidos de los araucanos, de sus costumbres y cualidades, de su modo de vivir. En la figura de Caupolicán encontramos a un magnífico representante de su pueblo, pero también la perfecta imagen de Héctor en lo que se refiere a fuerza y valor:
Era este noble mozo de alto hecho
Varón de autoridad, grave y severo,
Amigo de guardar todo derecho,
Áspero, riguroso y justiciero.
            Ercilla se recrea en la figura de este jefe demostrando su gran admiración. En el fondo, y esto se le reprochaba al publicar el libro, pretende mostrarnos el mundo de los araucanos limpiamente, sin que el odio ni el orgullo lo vencieran. Uno de los fragmentos más representativos de su respeto y admiración por estos hombres se ve reflejado en el canto XXI, donde compara a Tegualda, la indígena que ruega llevarse el cadáver de su marido Crepino, con mujeres de la historia famosas por su amor:
Judith, Camila, la fenicia Dido,
Penélope, Lucrecia…
Hippo, Tucia, Virginia, Fluvia, Clelia,
Porcia, Sulpicio, Alcestes y Cornelia.
            Sin embargo, este rasgo de realismo no se ve plenamente desarrollado cuando se trata de describir el paisaje o a Glaura, a quien no duda en aplicarle los caracteres físicos de la mujer renacentista. Nos la presenta con una
Nariz perfecta, boca colorada,
Los dientes en coral fino engastados…
            Tal vez esta sea una de las cosas que hay que “reprocharle” a la Araucana junto con las continuas digresiones.
            Nos introduce constantemente a Felipe II para narrarnos la batalla de Lepanto o darnos a conocer, por medio de vaticinios del hechicero Fitón, lo que va a ocurrir en la batalla de San Quintín.
            No utiliza ningún tipo de recurso especial para introducirnos en esos detalles, pero esto sí ocurre en el relato de la historia de Dido.
            El recurso del que se sirve no es otro que el de que a petición de sus amigos debe contar estos hechos con la excusa de amenizar la noche.
            Dido no es el único elemento de la historia de Roma que introducirá. Junto con la constante alusión a Vulcano, Marte y otros dioses (sobre todo Marte, porque es el que preside el libro como puede verse ya en la primera página:
Venus y Amor aquí no alcanzan parte,
Solo domina el iracundo Marte)
            Nos encontramos con que compara el incendio de la ciudad de la Concepción con el de Roma.
            Cabe decir que a lo largo de la obra encontramos mucho del Ercilla guerrillero y poeta. Pero el verdadero Ercilla, ¿dónde está? Se le descubre mejor en las dos o tres primeras estrofas de cada canto donde hace una especie de sentencias y consejos, mostrándose su opinión y sus inquietudes sobre el hecho determinado que va a contar. Hará abundantes referencias a la Fortuna e invocará a Cristo.
            En sí las octavas reales de la Araucana obligan a su autor a ceñirse a un metro rígido. Así se darán muchos encabalgamientos e hipérbatos.
            Además, reminiscencias de poetas precolombinos, encontraremos anáforas, construcciones paralelísticas y aliteraciones junto a la gran abundancia de adjetivos y enumeraciones. Pese a ello, lo que más destaca es sin duda la perfección de sus imágenes y comparaciones.
            Con todo, hallamos una obra grandiosamente clásica, genuinamente araucana y el único gran poema épico originado por la conquista americana.  Durante un tiempo fue leída como una crónica verídica de los sucesos de Chile.

            Recordaremos que la Araucana de Ercilla dio pie a que el poeta chileno Pedro de Oña escribiera en 1596 Arauco domado, el primer texto poético publicado por un autor nacido en Chile.

sábado, 14 de febrero de 2015

La novela realista y naturalista




            A mediados del siglo XIX el movimiento romántico se encuentra en decadencia. El positivismo se convierte en la ideología dominante. Es un sistema filosófico que entronca con el racionalismo, el empirismo y la crítica kantiana. El término “positivo” se refiere a lo experimentalmente demostrable, de manera que presta atención exclusivamente a los hechos, intenta clasificarlos y relacionarlos entre sí. Así, se observan directamente los hechos y se experimenta, de forma que se puedan comprobar las relaciones entre causa y efecto.
            El fundador del pensamiento positivista fue Augusto Comte en su Curso de filosofía positiva. En su obra plantea una serie de postulados como que no existe nada absoluto, de lo único que puede ocuparse el conocimiento es de los hechos y sus relaciones. Los hechos no son más que los fenómenos que se pueden comprobar por la experiencia y la única experiencia posible es la de los sentidos.
            El positivismo es la filosofía que mejor se adapta al espíritu burgués. Es la época en que la burguesía se ha lanzado a la conquista del poder político y social y a la afirmación y consolidación del poder económico. Los ideales de esta clase social se mueven entre dos polos difíciles de conjugar: libertad y orden. Libertad para los negocios, intervenir en la vida del país a través de partidos políticos y parlamentos y así imponer sus ideas. Orden para defender el derecho de la propiedad y los derechos que se derivan de ella.
En el terreno de la literatura la burguesía impone el gusto por la novela, que posee rasgos comunes en los diferentes países europeos. Se produce un tipo de narración que es testimonio de ambientes y retratos de individuos.
La narrativa de esta época presenta equilibrados sociología e intimismo, la descripción de la estructura colectiva y el retrato individual. La novela del XIX se interesa sobre todo por el individuo en tensa dialéctica con la sociedad. Reproduce ante el lector al hombre dotado de libertad, capaz de superar el caos y establecer un sentido a su vida.
Formalmente esta novela presenta unas notas características, como las descripciones ricas, amplias y profundas; los personajes descritos físicamente, pero también en movimiento y razonando los motivos de su conducta. Con el realismo desaparecen los personajes paradigmáticos, las lecciones morales, los cuidados diálogos y las descripciones primorosas. La novela realista no quiere ser más que la visión de la vida misma, por encima de cualquier tesis aparente. De ahí que su tono sea enérgico y pesimista a la vez.
Hacia 1830 puede hablarse ya de un modelo cultural realista en Francia, surgido a partir de una serie de condicionamientos ideológicos y literarios. Se podría hablar de un cambio revolucionario experimentado en una sociedad en la que una clase social (la burguesía) ha arrancado el poder a otra (la aristocracia) y ha convertido en dominantes sus modos de producción y sus gustos culturales. Por otra parte, el desengaño se convierte en una fuente del realismo.
Una vez impuesto el realismo, la novela se convierte en el género literario por antonomasia. Algunos críticos opinan que la novela moderna es la historia de una búsqueda de valores auténticos degradados en una sociedad degradada. El enfrentamiento entre el individuo y la sociedad se hace patente en los argumentos de la novela realista, donde la fuerza de la realidad acaba imponiéndose al individuo, que fracasa. El sentimiento fundamental que acaba revelándose es el de la impotencia, que se da a pesar de la lucha del individuo. Con los últimos realistas europeos, se abrirán los interrogantes sobre el sentido de la vida y la sospecha de un mundo absurdo.
Los románticos y los realistas tienen en común la sensación de que el mundo escapa a la voluntad del hombre y lo domina. Los realistas se disponen al conocimiento. Comprenden el enfrentamiento yo-realidad y lo encaran para conocer sus causas.
Aunque el enfrentamiento individuo-realidad estructura la novela realista, la respuesta al conflicto varía en las distintas fases del movimiento.
Para la primera generación realista, que nace tras la revolución de 1830, la respuesta es la necesaria integración del individuo en la sociedad, aun a costa de la renuncia del individuo a la satisfacción de sus objetivos. En escritores como Balzac existe una confianza absoluta en que las condiciones de vida de la época tienen que superarse. Esta actitud es la que adoptan también los protagonistas de la novela rusa (como el Raskolnikov de Crimen y castigo de Dostoievski), que representan la lucha del individuo problemático contra la realidad y su integración final en ella. La lucha no debe romper los vínculos sociales, ya que más allá de estos solo existe la locura, el suicidio o el crimen.
A partir de 1848 en Francia se impone el modelo del naturalismo. Para algunos este cambio se debe a una intensificación en el proceso de aprehensión de la realidad, para otros se trata de la desintegración de lo universal. A partir de 1848 la burguesía ya no puede permitir esa autocrítica que podía poner en peligro los valores sobre los que se sustentaba.
El naturalismo supone un cambio de actitud con respecto al realismo. Este representa el modelo que se impone tras la revolución burguesa y expresa un pacto posible entre la libertad individual y la disciplina colectiva, un compromiso entre el deseo personal y la realidad social. El naturalismo pone en cuestión este compromiso. Expresa la crisis del individualismo burgués. La novela naturalista analiza el comportamiento del individuo como factor del medio físico en que se desenvuelve.
La narrativa realista en Francia comienza con Henry Beyle (Stendhal), que puso su ideal en la energía del espíritu libre, para lo cual incluso la acción es algo secundario. Sus protagonistas sueñan con el dominio del mundo desde la oscuridad de su propia vida vulgar. Sus novelas se convierten en una introspección de la interioridad. Su estilo es exacto, lacónico. Stendhal busca la realidad sobria y sin ilusiones.
Sus dos grandes novelas son El rojo y el negro (1831) y La cartuja de Parma (1839). En la primera de las obras mencionadas, el rojo es el símbolo de las armas, a lo que se hubiera dedicado el joven Julián Sorel si las circunstancias lo hubieran permitido, y el negro es el símbolo de la sotana que debe vestir como única forma de abrirse camino en la vida. En esta obra Stendhal plasma la tragedia de la ambición del espíritu que ansía dominar la sociedad que desprecia, solo por el afán de comprobar su superioridad. La cartuja de Parma es más compleja en su argumento, aunque la peripecia solo cobra sentido por ser la vida del protagonista, Fabricio del Dongo.
La obra de Honoré de Balzac se impone como una unidad humana. La comedia humana, su máxima obra, es la representación del individuo en medio del gran tejido vivo de la sociedad, vista también como un enorme individuo hecho de células humanas. Balzac pinta los tipos acentuando sus rasgos. La lucha por la vida, el poder o el dinero figuran en casi todas sus novelas.
Con Flaubert se produce un cambio sutil en la novelística francesa del XIX. Su posición con respecto a los temas tratados es más fría. Su análisis se preocupa más de la individualidad. Su descripción del mundo es minuciosa. Afirma no interesarse más que por la belleza de la imaginación y por la exactitud de la expresión, mientras se mantiene neutral ante los motivos humanos que presenta. Hay en ello una raíz moral: la elevación del individuo para liberar el alma de las cuestiones o partidismos cotidianos, y para ello toma como instrumento el ejercicio ascético del arte, la persecución de una perfección formal. Escribe despacio y corrigiendo sin cesar (recordemos que tardó seis años en escribir Madame Bovary).
Con el tiempo las notas realistas se acentúan hasta llegar a un punto en que es más importante demostrar que describir, lo que abre el camino al naturalismo, del que Zola será el representante más típico. Presenta y refleja lo feo, grosero y monstruoso de la vida. Pretendía también demostrar en sus relatos algunas tesis científicas, como la ley de la herencia. Zola es un magnífico pintor de lo colectivo, como en Germinal.
En Inglaterra estamos en la época de la primera industrialización y la del cambio social. Surgen grandes fábricas y masas de población que viven en míseras condiciones, sometidas a una explotación constante. Los niños no se libran de dicha explotación. La novela de la época va unida a esa situación social.
Charles Dickens será el autor de unas estampas de costumbres muy vivas, que publicaría con el título de Esbozos. En ellas se verá su vena de fotógrafo literario. Su obra pinta las maneras, los gestos y los dichos de toda una época.
Los Documentos póstumos del Club Pickwick, que nacieron como adornos literarios para un dibujante, es uno de sus mejores libros. Escrito como una parodia de las novelas inglesas del siglo XVIII, es una obra divertida, que toma como base el ambiente social inglés. Su otra característica es la creación de tipos inolvidables, como Oliver Twist (con un ambiente sombrío y donde prima la desolación de su protagonista) o David Copperfield. No podemos olvidar su obra Cuento de Navidad.
Thackeray escribió La feria de las vanidades. Lo que más llama la atención en esta obra es el diseño de su mundo narrativo, con una frialdad objetivadora, en la que predomina la presentación directa de hechos y ambientes y se eliminan comentarios morales. Es una novela sin héroe.
No hay que olvidar a las hermanas Bronte: Charlotte, que escribió Jane Eyre, Emily, con Cumbres borrascosas, y Anne. Su literatura nació en un ambiente cerrado, sin conexión con un público o con un tiempo concretos.
Todos los esquemas sobre la novelística europea del siglo XIX trascienden por la inaudita floración de narradores rusos, lo que constituye en sí mismo un período diferenciado. Son realistas movidos por preocupaciones sociales, con un sentido poético profundo que plantean emociones humanas libres de fronteras temporales o espaciales.
Este período comienza con Gogol, quien inaugura el realismo ruso.
Dostoievski desborda las clasificaciones. Su carácter y su condena a muerte conmutada por su confinamiento en Siberia influirán en su obra. Sus mejores obras revelan un alma. Su primera etapa había sido romántica y sentimental, pero con Crimen y castigo se inicia otro nivel más amplio en su creación. La mayor capacidad de este autor es la hipnosis, el implicar al lector en la pasión del personaje. En la cima narrativa de Dostoievski se sitúan también El jugador y Los hermanos Karamazov.
Tolstoi es otro de los grandes autores rusos. Dejó sus bienes materiales para seguir su filosofía humanitaria. Esa recta moral se refleja en su obra. Sus grandes novelas son Guerra y paz y Ana Karenina.
Entre Tolstoi y Dovstoievski y la crisis del realismo ruso encontramos la figura de Chejov, que comenzó publicando cuentos humorísticos, y después fue alternándolos con relatos de mayor alcance. Es el auténtico creador de cuentos del siglo XIX.
En el realismo portugués, el novelista más importante fue Eça de Queiroz, con El crimen del padre Amaro, de intención anticlerical, en la que el sacerdote queda desdibujado frente a los otros personajes.
Por último, la novela realista o verista en Italia se mezcla con la tradición y el impulso poético. Se considera a Niccolo Tommaseo el primer gran novelista de este movimiento.
Hay que recordar que en España el modelo realista más importante es Galdós. Durante el período de la Restauración, el país se abrió a las corrientes culturales europeas, al mismo tiempo que se producía una profunda reflexión sobre la tradición española. La novela realista aparece a partir de 1870, y se considera que a partir de 1880 hay una segunda fase, la del naturalismo español. Entre los autores de esta época en nuestro país podemos señalar a Pedro Antonio de Alarcón, con cuentos (como El clavo), novelas breves (entre las que se encuentra El sombrero de tres picos) y novelas amplias (como por ejemplo, El escándalo); Juan Valera, para quien la novela es poesía en prosa, escribió por ejemplo Juanita la larga; Emilia Pardo Bazán, que es considerada como naturalista en algunos casos, aunque siempre respetaba el decoro en las escenas violentas o escabrosas, escribió Los pazos de Ulloa.
Pero el autor más importante junto con Galdós dentro del realismo en España es Leopoldo alas, Clarín, con La Regenta.




lunes, 9 de febrero de 2015

Temas principales y secundarios en Los santos inocentes de Miguel Delibes




            Este drama rural resuelto en tragedia muestra un conflicto entre desiguales, un conflicto acerca de la sumisión e inocencia de los desheredados, un conflicto entre estos (siervos) y los amos (señores). Miguel Delibes enfrenta dos modos de entender el mundo y dos concepciones de la relación entre el hombre y la naturaleza.
-         Los criados cuya vida ha transcurrido siempre en contacto directo con la tierra, en una espontánea comunión con el medio que les ha permitido entenderlo como nunca podrán hacerlo los amos. Azarías es el símbolo más puro de esa actitud, como bien demuestra en su pasión por las milanas.
-         Los señores cuyo vínculo con la naturaleza estriba en su dominio y posesión, es un vínculo virtualmente agresivo que vulnera el equilibrio natural; residen lejos, en la ciudad, y acuden al campo de tarde en tarde, mantienen una distancia estamental insalvable que los hace inhumanos y no conocen el respeto a la dignidad del inferior. La discordia irrespetuosa con la naturaleza y con sus criaturas se hace arquetipo en el personaje de Iván, el señorito cazador.
            Delibes enfrenta dos universos antagónicos, el del orden natural, asociado con la vida rural, y el del caos y la necedad incomprensiva, asociado con la cultura urbana, de la que son portadores los personajes elevados. Aun así, entre ambos mundos se mueven algunos personajes bisagra, como Quirce, que se resiste a aceptar el fatalismo de su condición de pobre, don Pedro el perito, vejado por los de arriba y algo déspota con los de abajo, y la señorita Míriam, que aprenderá con cierto dolor la magnitud de la miseria que ella desconocía.
            Delibes concibió el proyecto de la novela como una tentativa, malograda durante casi veinte años, de conciliar la denuncia de la pobreza y la incultura que, por negligencia interesada de los poderosos, degradaban la vida rural en los latifundios fronterizos con Portugal, con una escritura de aliento poético, oscilante entre el idilio (el canto a una naturaleza hermoseada) y la elegía (el lamento por el bien y la belleza en retroceso).
            Desde un punto de vista temático, la novela presenta cuatro grandes líneas:
-         Evolución de la España de la década de los años 60 del siglo XX.
-         Explotadores y explotados, ricos y pobres, vencedores y vencidos.
-         El maniqueísmo o las relaciones entre el bien y el mal.
-         La injusticia rural.
            Tomando este planteamiento como principal referencia, hay una serie de temas presentes en la obra:
a)      Riqueza y pobreza, dos mundos diferenciados: los dirigentes y los servidores, la familia y los amigos del señorito Iván frente a la familia de Paco el Bajo y Régula, cuyas fronteras aparecen muy marcadas en el ámbito rural, ya que ninguno de ellos, salvo contadas excepciones, osa mezclarse en el mundo de los otros de manera voluntaria.
b)      El maniqueísmo, la dicotomía entre el bien y el mal: la dicotomía entre el bien y el mal cae casi siempre sin términos medios, dejando en un lugar indefinido a algunos personajes tibios en las dos clases sociales predominantes en la novela, los llamados “personajes bisagra”, como es el caso de la señorita Míriam, la hija de la marquesa, o Nieves, la hija de Paco y Régula, en una analogía que permite a ambas hijas alejarse del comportamiento establecido por sus respectivas familias.
c)      La herencia de la guerra civil española: vencedores y vencidos se ven obligados a convivir en unas tierras agrestes, esa simbología del régimen franquista adquiere tintes más que evidentes en la actitud despótica del señorito Iván y en el episodio de la visita de la marquesa, quien entrega una mísera limosna a cada uno de los campesinos, que no pueden hacer otra cosa que mostrar agradecimiento y sumisión.
d)      Indefensión social de la clase media: condenada a ser despreciada por los ricos y casi odiada por la servidumbre campesina, la existencia de don Pedro, el perito, y el adulterio continuado de su mujer con el señorito Iván son una buena muestra del incómodo papel que se ven obligados a desempeñar.
e)      La incultura y el analfabetismo: como arma principal de los poderosos para seguir manteniendo su estatus, en ese sentido, resulta estremecedora la escena en la que el señorito Iván hace escribir su nombre a Régula ante el embajador francés, para atajar así sus críticas hacia el régimen franquista. Una vez más, el contraste entre ambos mundos es brutal, y solo los más jóvenes, Quirce y Nieves, se empeñarán en aprender a leer y escribir como un medio que les permita abandonar el coto cerrado del cortijo.
f)        La relación del hombre con la naturaleza: como una extensión de su papel en la sociedad, los ricos la explotan para su conveniencia y los trabajadores del cortijo deben convivir con ella para sobrevivir, algunos rozando la brillantez, como ese olfato impagable y extraordinario de Paco el Bajo.
g)      Los primeros síntomas de la nueva actitud de los jóvenes: preludio de lo que habría de llegar en la década de los 70, la huida y la emigración que lleva a cabo el Quirce, renunciando a continuar con la tradición familiar de la servidumbre como hicieran sus padres.

h)      El triunfo final de los más desfavorecidos: aunque sea de la mano de la venganza, los seres más indefensos y trastornados, aunque al tiempo los más espiritualmente puros, la Niña Chica y el Azarías, son los encargados de conmover los cimientos de esta estructura social anquilosada. Los gritos de ella y el amor que él muestra hacia las rapaces devuelven al lector la esperanza en cierta justicia, aunque sea poética, sin olvidar el desenlace de la novela.

sábado, 7 de febrero de 2015

Panorámica de la novela occidental en la segunda mitad del siglo XX




            En primer lugar en la novela se da una alteración de los elementos fundamentales del género:

ACCIÓN
TIEMPO
HÉROE
PUNTO DE VISTA
Hay zonas oscuras que el lector debe interpretar por su cuenta. Los temas decimonónicos, como el adulterio, ceden su lugar a la soledad, el absurdo de la existencia, el sexo, a la destrucción de la familia como institución, a la metaliteratura, etc.
A veces se rompe el sentido argumental de los relatos.
Hay un dislocamiento del tiempo. No discurre linealmente, sino a saltos: avanza y retrocede continuamente.
El espacio temporal puede ser reducido a pocos meses o días (un día, por ejemplo, en el Ulises de James Joyce).
El héroe clásico se convierte en un “antihéroe”, un ser problemático y contradictorio, o también un personaje colectivo, carente de individualidad.
Multiperspectivismo. No hay un punto de vista único, sino visión múltiple. La historia puede ser contada por varios narradores. El fluir de la conciencia o el monólogo interior se convierte en una forma de expresión habitual.


            Con esta descomposición, el género narrativo refleja la desorientación y la confusión que caracteriza al individuo de la época.

Francia: el existencialismo y el nouveau roman

            Debemos destacar la fortaleza de la narrativa francesa en la posguerra. Esa narrativa a través del existencialismo primero y del nouveau roman después, se consolida como una de las referencias de mayor prestigio en el ámbito del pensamiento y de la estética.
            El existencialismo es un movimiento cultural y filosófico que proclama fundamentalmente la idea de que la vida y la muerte no tienen sentido. La promulgación del sinsentido de las cosas conduce a la teoría del absurdo aplicada a la condición humana. Los escritores existencialistas más importantes e influyentes fueron Jean Paul Sartre (1905-1980), la teórica del feminismo Simone de Beauvoir (1908-1986), Albert Camus (1913-1960), Jean Genet (1910-1986), Boris Vian (1920-1959) y Marguerite Yourcenar (1903-1987).
            Por otra parte, en los años 50 surge el movimiento del nouveau roman, un movimiento experimental que elimina los rasgos de la narrativa tradicional (el realismo, el mensaje, el tipo de personajes, la acción, etc.) y se centra en un solo aspecto, en consonancia con el cine de la época. El objetivo que se persigue es buscar algo que vaya más allá de lo establecido. En este grupo destaca Alain Robbe-Grillet, que es el teórico del movimiento y el máximo defensor de la idea de que la novela no tiene por qué encerrar ningún mensaje, tan solo debe transcurrir por una permanente y constante duda. También podemos destacar a Nathalie Sarraute y Marguerite Duras. Los autores más recientes tienden a recuperar el gusto por el relato, y en este sentido podemos señalar al escritor Amin Maalouf.

Narrativa de posguerra en lengua inglesa

            En este bloque distinguiremos dos grupos, el de los narradores británicos y el de los norteamericanos. Entre los primeros destacan George Orwell (1903-1950), un implacable crítico contra el totalitarismo estalinista, que escribió dos novelas emblemáticas, 1984 y Rebelión en la granja; Malcom Lowry (1909-1957), que escribió Bajo el volcán, el retrato de un personaje alcohólico; Graham Greene (1904-1991), autor de El poder y la gloria, un relato en el que plantea cuestiones religiosas; y Lawrence Durrell (1912-1990), autor de Cuarteto de Alejandría. Entre los autores más recientes, destacaremos a Salman Rushdie, autor de Los hijos de la medianoche.
            Respecto a los narradores norteamericanos, muchos novelistas siguieron los pasos de los autores de la llamada “generación perdida” (Scott Fitzgerald, Hemingway, Dos Passos, etc.). Entre los novelistas de posguerra destacan James Agee (1909-1955) y Robert Warren (1905-1989). Dentro del subgénero de la novela negra Raymond Chandler es el escritor que destapa el lado sórdido de la sociedad americana. La problemática racial está presente en El hombre invisible (1952), de Ralph Ellison que cuenta el progresivo desencanto de un hombre negro., en una obra que no oculta que el autor pertenece a una minoría dentro de un país del primer mundo. Entre los sureños que denuncian el ambiente desesperanzado de las provincias del sur, el más famoso es Truman Capote (1924-1984), quien después de tratar ese tema, dio testimonios de la cara amable de la juventud en Desayuno con diamantes y también de su cara más oscura en A sangre fría. Merece también mención la generación beat de los 50, inconformista y rebelde, cuyo maestro fue Henry Millar (1891-1980), autor de la trilogía La crucifixión rosada, de temática sexual, compuesta por Sexos, Nexos y Plexos. El miembro de esta generación más emblemático es Jack Kerouac (1922-1969), autor de En el camino, manifiesto de un viaje sin rumbo de un grupo de jóvenes (sus amigos) que no hace asco a nada. El mundo de la droga es el tema central de El almuerzo desnudo de William Burroughs. En los últimos años del siglo predomina una tendencia experimental con Paul Auster como ejemplo. Por otra parte, hay un grupo de autores que no se incluyen en una determinada generación, pero que son excelentes narradores, como Salinger, Nabokov o Paul Bowles.

La narrativa alemana de posguerra

            La literatura alemana de posguerra refleja progresivamente temáticas sugerentes y documentales como la herida abierta por el fascismo, la reconstrucción económica y el desarrollo social. Los narradores alemanes o austriacos más importantes son Elías Canetti, con Auto de fe, Heinrich Böll con Opiniones de un payaso y Günter Grass con El tambor de hojalata. Entre los autores de una narrativa más reciente encontramos a Michael Ende, con La historia interminable y al novelista Patrick Süskind con su obra El perfume.

Narrativa italiana de posguerra


            Sobre todo debemos mencionar el neorrealismo, un movimiento que surge inmediatamente después de la posguerra italiana. Pretende ser un reflejo fiel y exacto de los conflictos sociales de la época y utiliza un lenguaje sencillo y de fácil comprensión para todos los públicos. Los temas más frecuentes de este movimiento son el atraso en las zonas del sur, los estragos del fascismo, los ambientes urbanos populares o la persecución de los judíos. Una de las obras sobre este tema es la terrible novela Si esto es un hombre de Primo Levi. Otros autores importantes son Cesare Pavese, Alberto Moravia e Italo Calvino. Este último empezó siendo neorrealista, después pasó al realismo grotesco, luego se adscribió a la narrativa ilustrada filosófica y acabó escribiendo novela experimental. A finales de siglo, la novela realista tuvo como referencia a dos escritores sicilianos, di Lampedusa y Leonardo Sciascia, analista de la mafia. También podemos señalar como autores importantes a Bassani, Eco y Antonio Tabucchi.

viernes, 6 de febrero de 2015

Adquisición del lenguaje (Bruner)



Los formatos de la adquisición del lenguaje

En la obra Acción, pensamiento y lenguaje (1984) de Jerome Bruner encontramos una compilación de artículos o ensayos en los que el autor incluye procesos evolutivos y determinaciones sociales a la hora de explicar los tres grandes apartados que se mencionan en el título. En el octavo capítulo, Bruner recoge la problemática de la adquisición del lenguaje. Y a partir de ese capítulo se puede plantear una hipótesis inicialmente acerca de si el conocimiento del mundo, tanto social como físico, conduce o no de modo natural a un conocimiento del lenguaje léxico-gramatical.
La primera concepción que podemos encontrar es la de los seguidores de Chomsky acerca del dispositivo para la adquisición del lenguaje (Language Acquisition Device, LAD). Esta concepción sostiene que la adquisición de la estructura sintáctica y formal del lenguaje es completamente independiente del conocimiento del mundo o de una interacción social privilegiada con los hablantes del lenguaje.  El DAL o LAD (siglas en español e inglés, respectivamente) es una rutina de reconocimiento por la cual el niño, aprendiz de hablante, será capaz de reconocer regularidades profundas en la estructura superficial del lenguaje. La adquisición del lenguaje es más un problema de actuación que de competencia (la cual es innata). La actuación o ejecución se refiere a la utilización de esa capacidad cognitiva potencial llamada competencia. El desarrollo de la actuación depende del desarrollo de otros procesos como la amplitud de atención y la capacidad de procesamiento de la información. No hay certeza acerca de si esta variable-actuación crece con la maduración o si depende también de la adquisición de otras formas de conocimiento no lingüístico. La teoría de la maduración espontánea fracasa por falta de fundamentos.
La otra alternativa que encontramos es la de Piaget. Según esta, el desarrollo del lenguaje es un subproducto del desarrollo de otras operaciones cognitivas no lingüísticas. El lenguaje no constituye una problemática independiente. No se especifica por qué medios concretos estas operaciones cognitivas no lingüísticas promueven el nacimiento de la capacidad para reconocer y emplear la gramática de predicados o la capacidad de generar únicamente frases bien formadas.  Se confía ciegamente en la inevitabilidad del progreso. Pero, ¿cómo es posible que el niño egocéntrico domine los pronominales de cambio de persona (yo, tú) si se supone que no puede adoptar la perspectiva del otro? Piaget se resistía a la idea de que el lenguaje podría guiar o incluso alimentar el desarrollo cognitivo no lingüístico y lo pensó como subproducto de este desarrollo.
Por otra parte, las investigaciones de las últimas décadas apoyan la concepción de que la adquisición del lenguaje está influida por el conocimiento del mundo que posee quien lo adquiere, ya sea antes de dicha adquisición o en el momento de ella. Influyen también la maduración y la privilegiada relación social entre el niño y un adulto. Pero el aprendizaje del lenguaje por sí misma constituye todavía una problemática única que el niño debe dominar.
La mayor parte de las propuestas acerca del papel del conocimiento del mundo afirman que si el niño conociera conceptualmente ciertas distinciones, sería mucho más fácil aprenderlas lingüísticamente.
La concepción según la cual la interacción constituye el origen de las claves que permiten explicar la adquisición del lenguaje tiene algunas variantes. La más reciente (la de Clark y Clark de 1977) surge de la teoría de los actos del habla y su argumento central es que los niños en edad prelingüística saben ya cómo declarar y pedir, por ejemplo, empleando medios diferentes al lenguaje (gesto, entonación, etc.). Dominar las formas lingüísticas más convencionales consistiría en sustituir viejas formas no lingüísticas por otras lingüísticas con la ayuda y modelamiento de un adulto, que ya conoce el lenguaje y sus convenciones sociales.  El problema que se plantea es si las funciones comunicativas prelingüísticas que el niño puede realizar forman parte del lenguaje que va a aprender o si proporcionan alguna clave acerca de su estructura formal a la persona que lo está aprendiendo.  Este problema apunta a la pregunta de si la función crea forma o no; si ofrece alguna clave útil para quien está aprendiendo.
Hasta el momento presuponemos que el niño actúa según su propia iniciativa, incluso en la interacción social y al emplear como guía su conocimiento previo del mundo.
De esta manera, suponemos que existiría un Sistema de Apoyo para la Adquisición del lenguaje (SAAL) que establecería formatos para la entrada del lenguaje recibida por el niño.
Shatz, en 1982, se preguntaba si no podría suceder que (aunque el lenguaje es una problemática en sí mismo) existieran ciertos procesos cognitivos generales, desarrollados en los primeros años del niño que le servirían también para aislar el código lingüístico. Este argumento es diferente del de Piaget, pues propone la existencia de procesos comunes implicados en la adquisición del conocimiento del mundo, la interacción social eficiente y el lenguaje.
Una buena razón para otorgar un lugar central a la actuación de capacidades cognitivas generales en la adquisición del lenguaje es que este opera a menudo deícticamente, utilizando el contexto no lingüístico para aclarar los mensajes. Con los deícticos recordemos que se señala e indica, de manera que su significado está ligado al contexto, a la situación en que se producen los enunciados.

Adquisición del lenguaje y discurso

En este sentido, Bruner comienza por la función de la pragmática en el lenguaje, en general, y en su adquisición, en particular. La pragmática consiste en el estudio de cómo se emplea el habla para lograr fines sociales como prometer, humillar, calmar, advertir, declarar, pedir y sus elementos no representan nada: son algo. Y si bien no puede especificarse sintáctica y semánticamente, puede expresar una gran cantidad de cosas según el contexto en el que ocurra. La pragmática implica procesos bastante diferentes de los empleados en dominar un conjunto de códigos semánticos y sintácticos. La semántica y la sintaxis están formuladas para tratar casi exclusivamente con la comunicación de la información, incorporan un código de elementos que representan algún conocimiento del mundo real. 
La pragmática trata de la extensión de la interacción social mediante el uso del habla. Es un compromiso de interacción social mediante ese uso del habla. Por tanto, la pragmática se relaciona con el discurso y depende siempre del contexto, de un contexto compartido. El discurso presupone un compromiso recíproco entre hablantes que incluye al menos tres elementos:
-         Un conjunto de convenciones compartidas para establecer la intención del hablante y la disposición del que escucha.
-         Una base compartida para explotar las posibilidades deícticas del contexto temporal, espacial e interpersonal, sujeto a cambio (en el sentido clásico de Jakobson)
-         Medios convencionales para establecer y recuperar presupuestos
Estos tres elementos (anuncio de intención, regulación de la función deíctica y control de presuposición) dan al discurso sus orientaciones futura, presente y pasada.
El discurso no puede fundamentarse únicamente en las categorías gramaticales ordinarias, pues la gramática se basa tradicionalmente en el concepto de oración y de “partes de la oración”.  Sin embargo, el poder de las reglas de actuación, deícticas y de presuposición del discurso depende de su aparición en las expresiones del discurso y no solo en oraciones individuales.
Todo parece conducir a la hipótesis de que para que el niño reciba las claves del lenguaje, debe participar primero en un tipo de relaciones sociales que actúen de modo consonante con los usos del lenguaje en el discurso. Bruner denomina formato a esa relación social. Es un microcosmos, definido por reglas, en el que adulto y niño interactúan (entre sí y el uno para el otro). En su sentido más general, es el instrumento de una interacción humana regulada. Y al regular la interacción comunicativa antes de que comience el habla léxico-gramatical entre el niño y la persona encargada de su cuidado (la madre, por ejemplo), los formatos son instrumentos fundamentales en el paso de la comunicación al lenguaje.
A nivel formal, un formato supone una interacción contingente entre al menos dos partes actuantes (contingente en el sentido de que puede mostrarse que las respuestas de cada miembro dependen de una respuesta anterior del otro). Los formatos son ejemplo de un argumento o escenario.
Los formatos, sin embargo, crecen y pueden hacerse tan variados y complejos como sea necesario.  Pueden crecer en cuanto al tiempo, incorporando nuevos medios o estrategias para la obtención de metas, incluyendo las lingüísticas o simbólicas, o dirigirse más hacia la coordinación de las metas de los dos compañeros, no solo en el sentido de un acuerdo sino también con respecto a una división del trabajo y de la iniciativa; o bien haciéndose más convencionales o canónicos de tal modo que permite a otros, dentro de una comunidad simbólica o de habla, incorporarse a él de un modo provisional para aprender sus reglas especiales.  Proporcionan la base para los actos de habla.
Los formatos son también modulares porque pueden ser tratados como subrutinas incorporadas en rutinas de mayor escala.

                En resumen, los formatos proporcionan en el discurso el microcosmos necesario para que el niño pueda señalar intenciones, actuar intralingüísticamente y desarrollar  presuposiciones, todo ello en el marco de interacciones cuyas propiedades pueden proyectarse fácilmente en las funciones y formas del lenguaje. En un principio, el establecimiento de los formatos está bajo el control del adulto, luego estos se hacen cada vez más simétricos y el niño puede iniciarlos tan fácilmente como él.

jueves, 5 de febrero de 2015

La revolución romántica en teatro, poesía y novela




El Romanticismo es un movimiento cultural, ideológico y social, artístico y por supuesto literario que alcanza su esplendor en Europa en la primera mitad del siglo XIX, aunque como tal movimiento se origina en el Sturm und drang alemán del siglo XVIII.
Su carácter revolucionario es incuestionable. Supone una ruptura con una tradición, con un orden anterior y con una jerarquía de valores culturales y sociales en nombre de una libertad auténtica. Se proyecta en todas las artes y constituye la esencia de la modernidad.
El Romanticismo supuso una regeneración o reconstrucción frente a la decadencia estética del Neoclasicismo. Pero el Romanticismo va más allá, puesto que no solo supuso la irrupción de la modernidad a principios del siglo XIX, sino la creación de la esencia de lo moderno tal como se entiende hoy día, ya que legitimó la libertad de la forma artística, concibió al hombre como una unidad en el seno de una unidad superior, y le hizo aspirar al infinito mediante la reconciliación de su mundo interior con el mundo exterior. Todo el arte actual deriva en cierto modo de la revolución que supuso el Romanticismo.
Aunque la unanimidad del movimiento romántico reside en una manera de sentir y de concebir al hombre, la naturaleza y la vida, cada país produce un movimiento romántico particular, distinto; incluso cada romanticismo nacional desarrolla distintas tendencias. En Francia o en España se suelen distinguir un romanticismo de apariencia católica y nacional de otro más liberal y materialista. En Alemania o Inglaterra se diferencia un primer romanticismo o prerromanticismo de un segundo movimiento, más maduro y menos teórico.
En cualquier caso, para situar los inicios del Romanticismo hemos de partir de La Revolución francesa (1789) que produjo un cambio decisivo en todos los órdenes de la vida: la política, la sociedad, el pensamiento, la cultura, etc.
A la Revolución francesa le sucede el Imperio Napoleónico, pero tras su hundimiento Europa quedó nuevamente sometida a los poderes del Antiguo Régimen, situación que se mantuvo durante la primera mitad del siglo XIX. No obstante muchos aspectos habían cambiado definitivamente (y, a pesar del Congreso de Viena, a los monarcas les resultó difícil regresar a la situación anterior): la herencia de los ideales políticos y sociales de los enciclopedistas como los derechos del individuo y de los pueblos, el bienestar de la humanidad, el progreso, etc. Desde el punto de vista literario quizás lo que más nos interesa señalar por las repercusiones que tendrá en las obras de este periodo es el nacimiento de los Movimientos Nacionalistas, que aunque de signo muy diverso, tienen en común la creencia de que los pueblos con una historia, lengua y costumbres comunes constituyen una nación y, por lo tanto, tienen derecho a tener su propio estado independiente de los demás. Numerosos artistas e intelectuales participan de esta nueva conciencia histórica y plasman en sus obras esta ideología que contribuye al fortalecimiento del sentimiento nacional. Tras el intento de Napoleón de gobernar Europa, se suceden las revoluciones sociales que al escritor romántico le generará ese perpetuo estado de inconformismo por tener que vivir en una realidad que no le satisface. Junto con el Nacionalismo y las Revoluciones Burguesas, el Liberalismo constituye la otra gran doctrina de la primera mitad del siglo XIX. Son muchos los escritores que reflejan en sus obras aspectos de este movimiento económico y político.
El siglo XIX en definitiva es la centuria del historicismo, de la revisión de los hechos del pasado y de la imposición de un concepto distinto de la historia. El historicismo será una dimensión fundamental del Romanticismo, que cobra conciencia de la aceleración del paso del tiempo y del deseo de recuperar el pasado. El hombre romántico, constantemente insatisfecho huye hacia el pasado para recuperar sus raíces nacionales en un intento de entender el presente. Así en esta evasión convive el sueño utópico del futuro ya que muchos románticos son revolucionarios con la nostalgia del pasado. En esta huida el romántico se refugiará principalmente en la Edad Media puesto que es el periodo de gestación de las naciones europeas. Este medievalismo romántico influye ampliamente en todos los géneros literarios y en los estudios históricos y filológicos. Por otra parte y en relación con el nuevo sentido de la ciencia cabe destacar que durante el siglo XIX se desarrollarán extraordinariamente las ciencias y se producirán importantes avances científicos y técnicos que transforman el método tradicional de vivir. En este periodo y a lo largo de todo el siglo nos encontramos con dos elementos fundamentales, ciencia y tecnología, que se configurarán en el motor del progreso; así por ejemplo los descubrimientos en medicina son fundamentales y gracias a Pasteur se inaugura la era de las vacunas, al igual que el invento de la máquina de vapor (Watt) y su aplicación revolucionará la industria. La literatura no es ajena a todo lo anterior y así nos encontramos con novelas que manifiestan gran interés por todo lo relacionado con la ciencia y los descubrimientos, para situarse en muchos casos en contra de la ciencia y añorar el primitivismo que proclamaba Rousseau con el mito del "buen salvaje". Al romántico, en muchos casos le asusta el futuro que la ciencia y el progreso anuncian, y quisiera volver a la plena integración con la Naturaleza, al árbol de la vida, que existió en el Paraíso antes de que se interpusiera el árbol de la ciencia. Cabe citar en este sentido la obra de Frankestein o el Moderno Prometeo de Mary Shelly o algunas de las novelas de Julio Verne. Sin embargo, según avanza el siglo el llamado Cientificismo Literario se desarrollará asociado a movimientos como el Realismo y sobre todo el Naturalismo. En realidad toda la segunda mitad del siglo va a estar dominada por la exaltación de la ciencia, que se va a convertir en un verdadero dios, lo mismo que había sucedido con la razón en el siglo XVIII. El hombre de la época va a confiar en los poderes casi ilimitados de la ciencia como respuesta a los grandes interrogantes de la vida
La definición estricta del término romanticismo es difícil de precisar, pero se suele considerar que el Romanticismo es un amplio movimiento cultural,  ideológico y social que se extiende por Europa en la primera mitad del siglo XIX. Supone una ruptura con la tradición, con un orden anterior y con una jerarquía de valores culturales y sociales en nombre de la libertad.
El arte actual deriva en cierto modo de la revolución que supuso el Romanticismo, por cuanto este supuso una regeneración o una reconstrucción frente a la decadencia estética del Neoclasicismo. Pero el Romanticismo supuso también la creación de la esencia de lo moderno, por cuanto legitimó la libertad de la forma artística, concibió al hombre como una unidad en el seno de una unidad superior, y le hizo aspirar al infinito mediante la reconciliación de su mundo interior con el mundo exterior.
Como decíamos, el Romanticismo se da en todas las artes, pero es la literatura la forma de expresión en la que mejor se refleja el espíritu romántico; su característica esencial es ser una reacción contra el espíritu racional y crítico de la Ilustración y el Clasicismo. Favorecía, ante todo:
-         La conciencia del yo como entidad autónoma, dotada de capacidades variables e individuales como la fantasía y el sentimiento.
-         La primacía del genio creador de un universo propio (el poeta como demiurgo).
-         La valoración de lo diferente frente a lo común, lo que implica una fuerte tendencia nacionalista.
-         El liberalismo frente al despotismo ilustrado.
-         La originalidad frente a la tradición. Las reglas clásicas se consideran enemigas de la inspiración y de la libertad de creación. Cada hombre mostrará lo que le hace único.
-         La creatividad frente a la imitación de lo antiguo.
-         La obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII. En ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (como don Juan, el pirata, Prometeo, etc.) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (ellos mezclan prosa y verso y utilizan la polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante. Igualmente, hay una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces (Ilustración), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo) y veneran y buscan tanto las historias fantásticas como la superstición.
Un aspecto importante del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que obtuvieron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales durante este período: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVII, de espíritu clásico y universalista, difundida por toda Europa en la época de Napoleón.
El Romanticismo también renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo, dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando su inspiración en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental («La belleza es verdad»). También representó el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta el «yo», subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón. Frente a los neoclásicos, se produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.
El estilo vital de los autores románticos despreciaba el materialismo burgués y preconizaba el amor libre y el liberalismo en política, aunque hubo también un Romanticismo reaccionario, representado por Chateaubriand, que preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad Media. En Alemania, la deriva reaccionaria, que incluía una invitación a regresar a la Edad Media, también se dejó sentir en la obra de algunos de sus máximos inspiradores teóricos, como los hermanos August Wilhelm y Friedrich Schlegel, aunque su paroxismo se encontraría en el opúsculo "La cristiandad o Europa" (1799) de Novalis, tal como advirtió el poeta post-romántico Heinrich Heine en La escuela romántica (1836). El idealismo extremo y exagerado que se buscaba en todo el Romanticismo encontraba con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el suicidio. La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.
En el Romanticismo se cultivan los tres géneros literarios por excelencia: la poesía, la novela y el teatro, si bien la poesía es el género predilecto para la expresión de las pasiones y el sufrimiento tan característicos de esta época. Se cultiva la polimetría, se rompen los moldes de estrofas antiguas y su importancia es tanta que pasa a formar parte también de obras teatrales y novelísticas, disolviéndose así los límites entre los géneros.
Pese a que la lírica es donde más brilla la explosión sentimental romántica, la prosa permite abordar con mayor detenimiento y precisión cuestiones características del período como el pensamiento político del periodo (es decir, el nacionalismo), el análisis del sentimiento amoroso, etc. Los subgéneros más importantes que se cultivan en el Romanticismo son los artículos periodísticos, la literatura de viajes, la novela y el teatro fantástico. De todos ellos, es la novela el más importante desde el punto de vista literario, pues cumple la función de puente entre el nacimiento del relato moderno del siglo XVIII y la novela realista de la segunda mitad del siglo XIX. Los novelistas románticos continúan en algunos casos las tendencias ya existentes como la novela sentimental o introducen otros subgéneros como la novela intimista, la gótica, la histórica la novela por entregas y el cuento que tanta importancia tendrá en este siglo.
Por su parte el teatro es el género más popular entre la burguesía y el más adecuado para plantear la defensa de las nuevas ideas. Buena prueba de ello es el estreno de Hernani de Victor Hugo que se convirtió en una verdadera batalla entre los defensores de las reglas neoclásicas y los partidarios de la libertad literaria. En materia creativa, el teatro de esta época se define por la ruptura de cualquier tipo de regla. Shakespeare y autores españoles como Tirso de Molina o Lope de Vega se convierten en el modelo a seguir.
En cuanto al estilo se caracterizó por una renovación estilística que se resume en el empleo de recursos efectistas y declamatorios a través de la función emotiva del lenguaje (imprecaciones, interrogaciones, exclamaciones, presencia del yo) y en el enriquecimiento del lenguaje literario mediante la inclusión de abundantes recursos retóricos.
La gran novedad de los escritores románticos reside también en que se ocupan de la reflexión y teorización sobre la labor creativa. Muchos autores se esforzarán por explicar su manera de entender la creación literaria, convirtiendo la reflexión literaria en un tema más de su composición artística.
La figura literaria clave en el Romanticismo es el escritor alemán Goethe, quien a pesar de mantener aún muchos de los rasgos de la Ilustración, presenta otros decididamente románticos, como la defensa de la libertad de creación del artista, el rechazo de todo sometimiento a cualquier regla, el abordar temas propios del Romanticismo como la rebeldía y las pasiones amorosas desbocadas o el situar la acción de sus obras en ambientes nocturnos y misteriosos. La descripción del paisaje es un elemento que permite reflejar los sentimientos de los personajes. A él le debemos las obras iniciadoras del período: Las desventuras del joven Werther escrita en 1774 en pleno fervor del “Sturm un Drang”, y sobre todo Fausto (cuya primera parte es de 1808 y de 1831 la segunda) que recrea la antigua leyenda alemana en la que el protagonista vende su alma al diablo.
 La literatura romántica se extiende desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. En este periodo de tiempo podemos diferenciar tres etapas: el prerromanticismo (que tiene como centro el movimiento alemán “Sturm und Drang -la tormenta y el ímpetu- como hemos visto), el Romanticismo pleno y el Post-romanticismo, que convive con otras corrientes literarias como el Realismo (a este romanticismo tardío pertenecen Bécquer y Rosalía de Castro, por ejemplo). Aunque la unanimidad del movimiento romántico reside en una manera de sentir y de concebir al hombre, la naturaleza y la vida, cada país produce un movimiento romántico particular y distinto; además cada romanticismo nacional desarrolla distintas tendencias. En Francia o en España se suelen distinguir un romanticismo de apariencia católica y nacional de otro más liberal y materialista. En Alemania o Inglaterra se diferencia un primer romanticismo de un segundo movimiento, más maduro y menos teórico.
Para terminar citaremos a algunos de los personajes románticos que, desligándose de sus autores, se han convertido en auténticos mitos culturales y referentes por sí mismos como Fausto, Frankenstein, don Juan y Carmen.

Poesía romántica

El romanticismo se caracteriza por la libertad artística. La Revolución Francesa (1789) sienta las bases de este movimiento con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad. A ello se añade el predominio del espíritu sobre la razón que defiende la filosofía idealista alemana de los siglos XVIII y XIX.
El Romanticismo se caracteriza por aspectos como la libertad artística, el rechazo de toda norma, la rebeldía, la evasión en el tiempo y en el espacio, el individualismo y subjetivismo, la presencia de una naturaleza que refleja los sentimientos del poeta, la presencia de los sobrenatural o la exaltación de los valores nacionales.
Poesía romántica alemana
La poesía romántica alemana había tenido el precedente de los autores del “Sturm und Drang”. Este movimiento destacaba la superioridad de los sentimientos y las emociones sobre la razón.
En la poesía romántica alemana destacan los siguientes autores:
• Hölderlin (1770-1843): Sus creaciones estaban dotadas de gran sensibilidad y nostalgia, y su lenguaje se caracterizó por sus imágenes y símbolos. Destaca su composición El archipiélago, en la que canta su nostalgia por la Grecia clásica.
• Novalis (1772-1801) Escribió Himnos a la noche, en la que la noche es la descubridora del verdadero sentido del mundo y hace posible el retorno a una divinidad que el día ha corrompido.
Poesía romántica inglesa
La poesía romántica inglesa tiene algunos precedentes como Young y Blake. En ella encontramos por una parte a los llamados Poetas de los lagos y, por otro, a los llamados rebeldes o satánicos. Los poetas de los lagos reciben ese nombre porque sus componentes residieron una temporada en la región de los lagos de Inglaterra. Entre ellos destacan Wordsworth (con una poesía que se centra en el análisis del yo, la meditación solitaria y la emoción producida por la contemplación de la naturaleza) y Coleridge, que destaca por su “Balada del viejo marinero”. En esta balada cuenta la historia de un marinero que fue castigado por matar a un albatros con la muerte de toda su tripulación. Sin embargo, al final es perdonado por un ermitaño, el cual le impone como penitencia el contar su historia. Por otra parte, el grupo de los poetas rebeldes o satánicos fueron llamados así porque hicieron de su vida y su obra un acto de rebeldía contra la sociedad y la moral que imperaban en  la época. Los poetas más importantes en este grupo son Lord Byron, quien crea personajes marginados y rebeldes, que se preocupan solo por sus necesidades personales. Destaca su poema Caín, en la que la historia bíblica se convierte en un reflejo de la rebelión romántica contra la injusticia divina por elegir a Abel y no a Caín, contra la divinidad que ha creado al género humano para que pague la culpa de sus primeros progenitores. Otro poeta destacado es Percy B. Shelley, que compuso Adonais, una elegía por la muerte de Keats en la que hay una aceptación serena de la muerte. Esta siempre será derrotada por la inmortalidad del espíritu humano. También escribió el drama Prometeo liberado, que cuenta la historia de la liberación de Prometeo como rechazo de cualquier forma de tiranía. Por último podemos destacar a Kyats y su “Oda a una urna griega”, que trata sobre el poder inmortalizador de la belleza, en las producciones artísticas de los antiguos griegos.
Poesía romántica francesa
En ella destaca Víctor Hugo con sus Odas y baladas, que contienen una evocación de la infancia y episodios históricos, y Las contemplaciones, donde expresa el dolor que le han causado el destierro y la muerte de su hija. Por otra parte encontramos a Alphonse de Lamartine con Meditaciones poéticas, en las que refleja la melancolía amorosa y la tristeza por la muerte de la amada.

Novela histórica

La novela romántica es esencialmente histórica, está ambientada en el pasado, normalmente en la Edad Media. Esta ambientación es un reflejo del nacionalismo romántico porque se considera a la Edad Media la época de gestación de las naciones europeas.
Entre los autores más relevantes de esta novela se encuentra en primer lugar Walter Scott, cuyos personajes son planos, con una personalidad que no es analizada con profundidad. Scott escribió Ivanhoe, que presenta el conflicto entre normandos y sajones por el trono de Inglaterra en el siglo XII. En esta obra el protagonista es el joven valeroso sajón Ivanhoe, que se enfrenta al cruel Juan Sin Tierra, rey que había usurpado el trono a Ricardo Corazón de León. Otro de los autores más relevantes es Alexandre Dumas, quien escribió Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo. Por otra parte, entre las novelas de Víctor Hugo destacan Nuestra señora de París, que cuenta los amores desgraciados de Cuasimodo (campanero jorobado de la catedral de Notre Dame) y la gitana Esmeralda a la que ha raptado. Hugo compuso también Los miserables, que trata de la historia de un hombre (Jean Valjean) que después de pasar muchos años en prisión intenta iniciar una nueva vida. Dentro de esta novela histórica debemos hablar también del ruso Pushkin con La hija del capitán (novela histórico-legendaria cuya protagonista es una mujer) y al italiano Manzoni con Los novios.

Fuera de la novela histórica podemos destacar también la novela sentimental Orgullo y prejuicio de Jane Austen y la novela gótica Frankenstein de Mary Shelley.