jueves, 5 de febrero de 2015

La revolución romántica en teatro, poesía y novela




El Romanticismo es un movimiento cultural, ideológico y social, artístico y por supuesto literario que alcanza su esplendor en Europa en la primera mitad del siglo XIX, aunque como tal movimiento se origina en el Sturm und drang alemán del siglo XVIII.
Su carácter revolucionario es incuestionable. Supone una ruptura con una tradición, con un orden anterior y con una jerarquía de valores culturales y sociales en nombre de una libertad auténtica. Se proyecta en todas las artes y constituye la esencia de la modernidad.
El Romanticismo supuso una regeneración o reconstrucción frente a la decadencia estética del Neoclasicismo. Pero el Romanticismo va más allá, puesto que no solo supuso la irrupción de la modernidad a principios del siglo XIX, sino la creación de la esencia de lo moderno tal como se entiende hoy día, ya que legitimó la libertad de la forma artística, concibió al hombre como una unidad en el seno de una unidad superior, y le hizo aspirar al infinito mediante la reconciliación de su mundo interior con el mundo exterior. Todo el arte actual deriva en cierto modo de la revolución que supuso el Romanticismo.
Aunque la unanimidad del movimiento romántico reside en una manera de sentir y de concebir al hombre, la naturaleza y la vida, cada país produce un movimiento romántico particular, distinto; incluso cada romanticismo nacional desarrolla distintas tendencias. En Francia o en España se suelen distinguir un romanticismo de apariencia católica y nacional de otro más liberal y materialista. En Alemania o Inglaterra se diferencia un primer romanticismo o prerromanticismo de un segundo movimiento, más maduro y menos teórico.
En cualquier caso, para situar los inicios del Romanticismo hemos de partir de La Revolución francesa (1789) que produjo un cambio decisivo en todos los órdenes de la vida: la política, la sociedad, el pensamiento, la cultura, etc.
A la Revolución francesa le sucede el Imperio Napoleónico, pero tras su hundimiento Europa quedó nuevamente sometida a los poderes del Antiguo Régimen, situación que se mantuvo durante la primera mitad del siglo XIX. No obstante muchos aspectos habían cambiado definitivamente (y, a pesar del Congreso de Viena, a los monarcas les resultó difícil regresar a la situación anterior): la herencia de los ideales políticos y sociales de los enciclopedistas como los derechos del individuo y de los pueblos, el bienestar de la humanidad, el progreso, etc. Desde el punto de vista literario quizás lo que más nos interesa señalar por las repercusiones que tendrá en las obras de este periodo es el nacimiento de los Movimientos Nacionalistas, que aunque de signo muy diverso, tienen en común la creencia de que los pueblos con una historia, lengua y costumbres comunes constituyen una nación y, por lo tanto, tienen derecho a tener su propio estado independiente de los demás. Numerosos artistas e intelectuales participan de esta nueva conciencia histórica y plasman en sus obras esta ideología que contribuye al fortalecimiento del sentimiento nacional. Tras el intento de Napoleón de gobernar Europa, se suceden las revoluciones sociales que al escritor romántico le generará ese perpetuo estado de inconformismo por tener que vivir en una realidad que no le satisface. Junto con el Nacionalismo y las Revoluciones Burguesas, el Liberalismo constituye la otra gran doctrina de la primera mitad del siglo XIX. Son muchos los escritores que reflejan en sus obras aspectos de este movimiento económico y político.
El siglo XIX en definitiva es la centuria del historicismo, de la revisión de los hechos del pasado y de la imposición de un concepto distinto de la historia. El historicismo será una dimensión fundamental del Romanticismo, que cobra conciencia de la aceleración del paso del tiempo y del deseo de recuperar el pasado. El hombre romántico, constantemente insatisfecho huye hacia el pasado para recuperar sus raíces nacionales en un intento de entender el presente. Así en esta evasión convive el sueño utópico del futuro ya que muchos románticos son revolucionarios con la nostalgia del pasado. En esta huida el romántico se refugiará principalmente en la Edad Media puesto que es el periodo de gestación de las naciones europeas. Este medievalismo romántico influye ampliamente en todos los géneros literarios y en los estudios históricos y filológicos. Por otra parte y en relación con el nuevo sentido de la ciencia cabe destacar que durante el siglo XIX se desarrollarán extraordinariamente las ciencias y se producirán importantes avances científicos y técnicos que transforman el método tradicional de vivir. En este periodo y a lo largo de todo el siglo nos encontramos con dos elementos fundamentales, ciencia y tecnología, que se configurarán en el motor del progreso; así por ejemplo los descubrimientos en medicina son fundamentales y gracias a Pasteur se inaugura la era de las vacunas, al igual que el invento de la máquina de vapor (Watt) y su aplicación revolucionará la industria. La literatura no es ajena a todo lo anterior y así nos encontramos con novelas que manifiestan gran interés por todo lo relacionado con la ciencia y los descubrimientos, para situarse en muchos casos en contra de la ciencia y añorar el primitivismo que proclamaba Rousseau con el mito del "buen salvaje". Al romántico, en muchos casos le asusta el futuro que la ciencia y el progreso anuncian, y quisiera volver a la plena integración con la Naturaleza, al árbol de la vida, que existió en el Paraíso antes de que se interpusiera el árbol de la ciencia. Cabe citar en este sentido la obra de Frankestein o el Moderno Prometeo de Mary Shelly o algunas de las novelas de Julio Verne. Sin embargo, según avanza el siglo el llamado Cientificismo Literario se desarrollará asociado a movimientos como el Realismo y sobre todo el Naturalismo. En realidad toda la segunda mitad del siglo va a estar dominada por la exaltación de la ciencia, que se va a convertir en un verdadero dios, lo mismo que había sucedido con la razón en el siglo XVIII. El hombre de la época va a confiar en los poderes casi ilimitados de la ciencia como respuesta a los grandes interrogantes de la vida
La definición estricta del término romanticismo es difícil de precisar, pero se suele considerar que el Romanticismo es un amplio movimiento cultural,  ideológico y social que se extiende por Europa en la primera mitad del siglo XIX. Supone una ruptura con la tradición, con un orden anterior y con una jerarquía de valores culturales y sociales en nombre de la libertad.
El arte actual deriva en cierto modo de la revolución que supuso el Romanticismo, por cuanto este supuso una regeneración o una reconstrucción frente a la decadencia estética del Neoclasicismo. Pero el Romanticismo supuso también la creación de la esencia de lo moderno, por cuanto legitimó la libertad de la forma artística, concibió al hombre como una unidad en el seno de una unidad superior, y le hizo aspirar al infinito mediante la reconciliación de su mundo interior con el mundo exterior.
Como decíamos, el Romanticismo se da en todas las artes, pero es la literatura la forma de expresión en la que mejor se refleja el espíritu romántico; su característica esencial es ser una reacción contra el espíritu racional y crítico de la Ilustración y el Clasicismo. Favorecía, ante todo:
-         La conciencia del yo como entidad autónoma, dotada de capacidades variables e individuales como la fantasía y el sentimiento.
-         La primacía del genio creador de un universo propio (el poeta como demiurgo).
-         La valoración de lo diferente frente a lo común, lo que implica una fuerte tendencia nacionalista.
-         El liberalismo frente al despotismo ilustrado.
-         La originalidad frente a la tradición. Las reglas clásicas se consideran enemigas de la inspiración y de la libertad de creación. Cada hombre mostrará lo que le hace único.
-         La creatividad frente a la imitación de lo antiguo.
-         La obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII. En ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (como don Juan, el pirata, Prometeo, etc.) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (ellos mezclan prosa y verso y utilizan la polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante. Igualmente, hay una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces (Ilustración), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo) y veneran y buscan tanto las historias fantásticas como la superstición.
Un aspecto importante del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que obtuvieron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales durante este período: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVII, de espíritu clásico y universalista, difundida por toda Europa en la época de Napoleón.
El Romanticismo también renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo, dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando su inspiración en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental («La belleza es verdad»). También representó el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta el «yo», subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón. Frente a los neoclásicos, se produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.
El estilo vital de los autores románticos despreciaba el materialismo burgués y preconizaba el amor libre y el liberalismo en política, aunque hubo también un Romanticismo reaccionario, representado por Chateaubriand, que preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad Media. En Alemania, la deriva reaccionaria, que incluía una invitación a regresar a la Edad Media, también se dejó sentir en la obra de algunos de sus máximos inspiradores teóricos, como los hermanos August Wilhelm y Friedrich Schlegel, aunque su paroxismo se encontraría en el opúsculo "La cristiandad o Europa" (1799) de Novalis, tal como advirtió el poeta post-romántico Heinrich Heine en La escuela romántica (1836). El idealismo extremo y exagerado que se buscaba en todo el Romanticismo encontraba con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el suicidio. La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.
En el Romanticismo se cultivan los tres géneros literarios por excelencia: la poesía, la novela y el teatro, si bien la poesía es el género predilecto para la expresión de las pasiones y el sufrimiento tan característicos de esta época. Se cultiva la polimetría, se rompen los moldes de estrofas antiguas y su importancia es tanta que pasa a formar parte también de obras teatrales y novelísticas, disolviéndose así los límites entre los géneros.
Pese a que la lírica es donde más brilla la explosión sentimental romántica, la prosa permite abordar con mayor detenimiento y precisión cuestiones características del período como el pensamiento político del periodo (es decir, el nacionalismo), el análisis del sentimiento amoroso, etc. Los subgéneros más importantes que se cultivan en el Romanticismo son los artículos periodísticos, la literatura de viajes, la novela y el teatro fantástico. De todos ellos, es la novela el más importante desde el punto de vista literario, pues cumple la función de puente entre el nacimiento del relato moderno del siglo XVIII y la novela realista de la segunda mitad del siglo XIX. Los novelistas románticos continúan en algunos casos las tendencias ya existentes como la novela sentimental o introducen otros subgéneros como la novela intimista, la gótica, la histórica la novela por entregas y el cuento que tanta importancia tendrá en este siglo.
Por su parte el teatro es el género más popular entre la burguesía y el más adecuado para plantear la defensa de las nuevas ideas. Buena prueba de ello es el estreno de Hernani de Victor Hugo que se convirtió en una verdadera batalla entre los defensores de las reglas neoclásicas y los partidarios de la libertad literaria. En materia creativa, el teatro de esta época se define por la ruptura de cualquier tipo de regla. Shakespeare y autores españoles como Tirso de Molina o Lope de Vega se convierten en el modelo a seguir.
En cuanto al estilo se caracterizó por una renovación estilística que se resume en el empleo de recursos efectistas y declamatorios a través de la función emotiva del lenguaje (imprecaciones, interrogaciones, exclamaciones, presencia del yo) y en el enriquecimiento del lenguaje literario mediante la inclusión de abundantes recursos retóricos.
La gran novedad de los escritores románticos reside también en que se ocupan de la reflexión y teorización sobre la labor creativa. Muchos autores se esforzarán por explicar su manera de entender la creación literaria, convirtiendo la reflexión literaria en un tema más de su composición artística.
La figura literaria clave en el Romanticismo es el escritor alemán Goethe, quien a pesar de mantener aún muchos de los rasgos de la Ilustración, presenta otros decididamente románticos, como la defensa de la libertad de creación del artista, el rechazo de todo sometimiento a cualquier regla, el abordar temas propios del Romanticismo como la rebeldía y las pasiones amorosas desbocadas o el situar la acción de sus obras en ambientes nocturnos y misteriosos. La descripción del paisaje es un elemento que permite reflejar los sentimientos de los personajes. A él le debemos las obras iniciadoras del período: Las desventuras del joven Werther escrita en 1774 en pleno fervor del “Sturm un Drang”, y sobre todo Fausto (cuya primera parte es de 1808 y de 1831 la segunda) que recrea la antigua leyenda alemana en la que el protagonista vende su alma al diablo.
 La literatura romántica se extiende desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. En este periodo de tiempo podemos diferenciar tres etapas: el prerromanticismo (que tiene como centro el movimiento alemán “Sturm und Drang -la tormenta y el ímpetu- como hemos visto), el Romanticismo pleno y el Post-romanticismo, que convive con otras corrientes literarias como el Realismo (a este romanticismo tardío pertenecen Bécquer y Rosalía de Castro, por ejemplo). Aunque la unanimidad del movimiento romántico reside en una manera de sentir y de concebir al hombre, la naturaleza y la vida, cada país produce un movimiento romántico particular y distinto; además cada romanticismo nacional desarrolla distintas tendencias. En Francia o en España se suelen distinguir un romanticismo de apariencia católica y nacional de otro más liberal y materialista. En Alemania o Inglaterra se diferencia un primer romanticismo de un segundo movimiento, más maduro y menos teórico.
Para terminar citaremos a algunos de los personajes románticos que, desligándose de sus autores, se han convertido en auténticos mitos culturales y referentes por sí mismos como Fausto, Frankenstein, don Juan y Carmen.

Poesía romántica

El romanticismo se caracteriza por la libertad artística. La Revolución Francesa (1789) sienta las bases de este movimiento con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad. A ello se añade el predominio del espíritu sobre la razón que defiende la filosofía idealista alemana de los siglos XVIII y XIX.
El Romanticismo se caracteriza por aspectos como la libertad artística, el rechazo de toda norma, la rebeldía, la evasión en el tiempo y en el espacio, el individualismo y subjetivismo, la presencia de una naturaleza que refleja los sentimientos del poeta, la presencia de los sobrenatural o la exaltación de los valores nacionales.
Poesía romántica alemana
La poesía romántica alemana había tenido el precedente de los autores del “Sturm und Drang”. Este movimiento destacaba la superioridad de los sentimientos y las emociones sobre la razón.
En la poesía romántica alemana destacan los siguientes autores:
• Hölderlin (1770-1843): Sus creaciones estaban dotadas de gran sensibilidad y nostalgia, y su lenguaje se caracterizó por sus imágenes y símbolos. Destaca su composición El archipiélago, en la que canta su nostalgia por la Grecia clásica.
• Novalis (1772-1801) Escribió Himnos a la noche, en la que la noche es la descubridora del verdadero sentido del mundo y hace posible el retorno a una divinidad que el día ha corrompido.
Poesía romántica inglesa
La poesía romántica inglesa tiene algunos precedentes como Young y Blake. En ella encontramos por una parte a los llamados Poetas de los lagos y, por otro, a los llamados rebeldes o satánicos. Los poetas de los lagos reciben ese nombre porque sus componentes residieron una temporada en la región de los lagos de Inglaterra. Entre ellos destacan Wordsworth (con una poesía que se centra en el análisis del yo, la meditación solitaria y la emoción producida por la contemplación de la naturaleza) y Coleridge, que destaca por su “Balada del viejo marinero”. En esta balada cuenta la historia de un marinero que fue castigado por matar a un albatros con la muerte de toda su tripulación. Sin embargo, al final es perdonado por un ermitaño, el cual le impone como penitencia el contar su historia. Por otra parte, el grupo de los poetas rebeldes o satánicos fueron llamados así porque hicieron de su vida y su obra un acto de rebeldía contra la sociedad y la moral que imperaban en  la época. Los poetas más importantes en este grupo son Lord Byron, quien crea personajes marginados y rebeldes, que se preocupan solo por sus necesidades personales. Destaca su poema Caín, en la que la historia bíblica se convierte en un reflejo de la rebelión romántica contra la injusticia divina por elegir a Abel y no a Caín, contra la divinidad que ha creado al género humano para que pague la culpa de sus primeros progenitores. Otro poeta destacado es Percy B. Shelley, que compuso Adonais, una elegía por la muerte de Keats en la que hay una aceptación serena de la muerte. Esta siempre será derrotada por la inmortalidad del espíritu humano. También escribió el drama Prometeo liberado, que cuenta la historia de la liberación de Prometeo como rechazo de cualquier forma de tiranía. Por último podemos destacar a Kyats y su “Oda a una urna griega”, que trata sobre el poder inmortalizador de la belleza, en las producciones artísticas de los antiguos griegos.
Poesía romántica francesa
En ella destaca Víctor Hugo con sus Odas y baladas, que contienen una evocación de la infancia y episodios históricos, y Las contemplaciones, donde expresa el dolor que le han causado el destierro y la muerte de su hija. Por otra parte encontramos a Alphonse de Lamartine con Meditaciones poéticas, en las que refleja la melancolía amorosa y la tristeza por la muerte de la amada.

Novela histórica

La novela romántica es esencialmente histórica, está ambientada en el pasado, normalmente en la Edad Media. Esta ambientación es un reflejo del nacionalismo romántico porque se considera a la Edad Media la época de gestación de las naciones europeas.
Entre los autores más relevantes de esta novela se encuentra en primer lugar Walter Scott, cuyos personajes son planos, con una personalidad que no es analizada con profundidad. Scott escribió Ivanhoe, que presenta el conflicto entre normandos y sajones por el trono de Inglaterra en el siglo XII. En esta obra el protagonista es el joven valeroso sajón Ivanhoe, que se enfrenta al cruel Juan Sin Tierra, rey que había usurpado el trono a Ricardo Corazón de León. Otro de los autores más relevantes es Alexandre Dumas, quien escribió Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo. Por otra parte, entre las novelas de Víctor Hugo destacan Nuestra señora de París, que cuenta los amores desgraciados de Cuasimodo (campanero jorobado de la catedral de Notre Dame) y la gitana Esmeralda a la que ha raptado. Hugo compuso también Los miserables, que trata de la historia de un hombre (Jean Valjean) que después de pasar muchos años en prisión intenta iniciar una nueva vida. Dentro de esta novela histórica debemos hablar también del ruso Pushkin con La hija del capitán (novela histórico-legendaria cuya protagonista es una mujer) y al italiano Manzoni con Los novios.

Fuera de la novela histórica podemos destacar también la novela sentimental Orgullo y prejuicio de Jane Austen y la novela gótica Frankenstein de Mary Shelley.

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