Los formatos de la
adquisición del lenguaje
En la obra Acción, pensamiento y lenguaje (1984) de
Jerome Bruner encontramos una compilación de artículos o ensayos en los que el
autor incluye procesos evolutivos y determinaciones sociales a la hora de
explicar los tres grandes apartados que se mencionan en el título. En el octavo
capítulo, Bruner recoge la problemática de la adquisición del lenguaje. Y a
partir de ese capítulo se puede plantear una hipótesis inicialmente acerca de
si el conocimiento del mundo, tanto social como físico, conduce o no de modo
natural a un conocimiento del lenguaje léxico-gramatical.
La primera
concepción que podemos encontrar es la de los seguidores de Chomsky acerca del dispositivo para la adquisición
del lenguaje (Language Acquisition Device, LAD). Esta concepción sostiene que
la adquisición de la estructura sintáctica y formal del lenguaje es
completamente independiente del conocimiento del mundo o de una interacción
social privilegiada con los hablantes del lenguaje. El DAL o LAD (siglas en español e inglés,
respectivamente) es una rutina de reconocimiento por la cual el niño, aprendiz
de hablante, será capaz de reconocer regularidades profundas en la estructura
superficial del lenguaje. La adquisición del lenguaje es más un problema de
actuación que de competencia (la cual es innata). La actuación o ejecución se
refiere a la utilización de esa capacidad cognitiva potencial llamada
competencia. El desarrollo de la actuación depende del desarrollo de otros
procesos como la amplitud de atención y la capacidad de procesamiento de la
información. No hay certeza acerca de si esta variable-actuación crece con la
maduración o si depende también de la adquisición de otras formas de
conocimiento no lingüístico. La teoría de la maduración espontánea fracasa por
falta de fundamentos.
La otra alternativa
que encontramos es la de Piaget.
Según esta, el desarrollo del lenguaje es un subproducto del desarrollo de
otras operaciones cognitivas no lingüísticas. El lenguaje no constituye una
problemática independiente. No se especifica por qué medios concretos estas
operaciones cognitivas no lingüísticas promueven el nacimiento de la capacidad
para reconocer y emplear la gramática de predicados o la capacidad de generar
únicamente frases bien formadas. Se
confía ciegamente en la inevitabilidad del progreso. Pero, ¿cómo es posible que
el niño egocéntrico domine los pronominales de cambio de persona (yo, tú) si se
supone que no puede adoptar la perspectiva del otro? Piaget se resistía a la
idea de que el lenguaje podría guiar o incluso alimentar el desarrollo
cognitivo no lingüístico y lo pensó como subproducto de este desarrollo.
Por otra
parte, las investigaciones de las últimas décadas apoyan la concepción de que
la adquisición del lenguaje está influida por el conocimiento del mundo que
posee quien lo adquiere, ya sea antes de dicha adquisición o en el momento de
ella. Influyen también la maduración y la privilegiada relación social entre el
niño y un adulto. Pero el aprendizaje del lenguaje por sí misma constituye
todavía una problemática única que el niño debe dominar.
La mayor parte
de las propuestas acerca del papel del conocimiento del mundo afirman que si el
niño conociera conceptualmente ciertas distinciones, sería mucho más fácil
aprenderlas lingüísticamente.
La concepción
según la cual la interacción constituye el origen de las claves que permiten
explicar la adquisición del lenguaje tiene algunas variantes. La más reciente
(la de Clark y Clark de 1977) surge
de la teoría de los actos del habla y su argumento central es que los niños en
edad prelingüística saben ya cómo declarar y pedir, por ejemplo, empleando
medios diferentes al lenguaje (gesto, entonación, etc.). Dominar las formas
lingüísticas más convencionales consistiría en sustituir viejas formas no
lingüísticas por otras lingüísticas con la ayuda y modelamiento de un adulto,
que ya conoce el lenguaje y sus convenciones sociales. El problema que se plantea es si las
funciones comunicativas prelingüísticas que el niño puede realizar forman parte
del lenguaje que va a aprender o si proporcionan alguna clave acerca de su
estructura formal a la persona que lo está aprendiendo. Este problema apunta a la pregunta de si la
función crea forma o no; si ofrece alguna clave útil para quien está aprendiendo.
Hasta el
momento presuponemos que el niño actúa según su propia iniciativa, incluso en
la interacción social y al emplear como guía su conocimiento previo del mundo.
De esta
manera, suponemos que existiría un Sistema de Apoyo para la Adquisición del
lenguaje (SAAL) que establecería formatos para la entrada del lenguaje recibida
por el niño.
Shatz, en 1982, se preguntaba si no
podría suceder que (aunque el lenguaje es una problemática en sí mismo)
existieran ciertos procesos cognitivos generales, desarrollados en los primeros
años del niño que le servirían también para aislar el código lingüístico. Este
argumento es diferente del de Piaget, pues propone la existencia de procesos
comunes implicados en la adquisición del conocimiento del mundo, la interacción
social eficiente y el lenguaje.
Una buena
razón para otorgar un lugar central a la actuación de capacidades cognitivas
generales en la adquisición del lenguaje es que este opera a menudo
deícticamente, utilizando el contexto no lingüístico para aclarar los mensajes.
Con los deícticos recordemos que se señala e indica, de manera que su
significado está ligado al contexto, a la situación en que se producen los
enunciados.
Adquisición del
lenguaje y discurso
En este
sentido, Bruner comienza por la función de la pragmática en el lenguaje, en
general, y en su adquisición, en particular. La pragmática consiste en el
estudio de cómo se emplea el habla para lograr fines sociales como prometer,
humillar, calmar, advertir, declarar, pedir y sus elementos no representan
nada: son algo. Y si bien no puede
especificarse sintáctica y semánticamente, puede expresar una gran cantidad de
cosas según el contexto en el que ocurra. La pragmática implica procesos
bastante diferentes de los empleados en dominar un conjunto de códigos
semánticos y sintácticos. La semántica y la sintaxis están formuladas para
tratar casi exclusivamente con la comunicación de la información, incorporan un
código de elementos que representan algún conocimiento del mundo real.
La pragmática
trata de la extensión de la interacción social mediante el uso del habla. Es un
compromiso de interacción social mediante ese uso del habla. Por tanto, la
pragmática se relaciona con el discurso y depende siempre del contexto, de un
contexto compartido. El discurso presupone un compromiso recíproco entre
hablantes que incluye al menos tres elementos:
-
Un conjunto de convenciones
compartidas para establecer la intención del hablante y la disposición del
que escucha.
-
Una base compartida
para explotar las posibilidades
deícticas del contexto temporal, espacial e interpersonal, sujeto a cambio (en
el sentido clásico de Jakobson)
-
Medios
convencionales para establecer y recuperar presupuestos.
Estos tres
elementos (anuncio de intención, regulación de la función deíctica y control de
presuposición) dan al discurso sus orientaciones futura, presente y pasada.
El discurso no
puede fundamentarse únicamente en las categorías gramaticales ordinarias, pues
la gramática se basa tradicionalmente en el concepto de oración y de “partes de
la oración”. Sin embargo, el poder de
las reglas de actuación, deícticas y de presuposición del discurso depende de
su aparición en las expresiones del discurso y no solo en oraciones
individuales.
Todo parece
conducir a la hipótesis de que para que el niño reciba las claves del lenguaje,
debe participar primero en un tipo de relaciones sociales que actúen de modo
consonante con los usos del lenguaje en el discurso. Bruner denomina formato a esa relación social. Es un
microcosmos, definido por reglas, en el que adulto y niño interactúan (entre sí
y el uno para el otro). En su sentido más general, es el instrumento de
una interacción humana regulada. Y al regular la interacción comunicativa antes de que comience el habla léxico-gramatical entre el niño y la persona encargada de su cuidado (la madre, por
ejemplo), los formatos son instrumentos fundamentales en el paso de la comunicación al lenguaje.
A nivel
formal, un formato supone una interacción contingente entre al menos dos partes
actuantes (contingente en el sentido de que puede mostrarse que las respuestas
de cada miembro dependen de una respuesta anterior del otro). Los formatos son ejemplo
de un argumento o escenario.
Los formatos,
sin embargo, crecen y pueden hacerse tan variados y complejos como sea
necesario. Pueden crecer en cuanto al
tiempo, incorporando nuevos medios o estrategias para la obtención de metas,
incluyendo las lingüísticas o simbólicas, o dirigirse más hacia la coordinación
de las metas de los dos compañeros, no solo en el sentido de un acuerdo sino
también con respecto a una división del trabajo y de la iniciativa; o bien
haciéndose más convencionales o canónicos de tal modo que permite a otros, dentro
de una comunidad simbólica o de habla, incorporarse a él de un modo provisional
para aprender sus reglas especiales.
Proporcionan la base para los actos de habla.
Los formatos
son también modulares porque pueden ser tratados como subrutinas incorporadas
en rutinas de mayor escala.
En
resumen, los formatos proporcionan en el discurso el microcosmos necesario para
que el niño pueda señalar intenciones, actuar intralingüísticamente y
desarrollar presuposiciones, todo ello en el marco de interacciones
cuyas propiedades pueden proyectarse fácilmente en las funciones y formas del
lenguaje. En un principio, el establecimiento de los formatos está bajo el
control del adulto, luego estos se hacen cada vez más simétricos y el niño
puede iniciarlos tan fácilmente como él.
Buenisimo el texto.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Un saludo.
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