sábado, 23 de mayo de 2015

La teoría de los actos de habla



(resumen)

            Hay usos como quejarse, prohibir, ordenar o pedir para los que lo más importante no es su verdad o falsedad, sino su adecuación.
            Tales usos serían situaciones comunicativas en las que lo particular estaría asociado al hecho de que con el empleo de tales enunciados hay una posibilidad de que se realicen acciones.
            Es importante recordar la definición general inicial de signo que dio Peirce: “un signo o representamen es algo que tiene lugar para alguien de algo bajo alguna relación o en virtud de algo. Se dirige a alguien; es decir, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o quizás un signo más desarrollado. A este signo que crea yo le llamo el <>. Este signo ocupa el lugar de algo: de su objeto”.
            Estos conceptos de Peirce reciben una interpretación a la luz de los conceptos de primeidad, secundidad y terceidad.
            Peirce define así: “La primeidad es el modo de ser de lo que es tal y como es, positivamente y sin referencia a cualquier otra cosa. La secundidad es el modo de ser de lo que es tal y como es en relación a un segundo, pero sin consideración de un tercero sea quien sea. Y la terceidad es el modo de ser de lo que es tal y como es, relacionando recíprocamente, un segundo y un tercero. Por lo tanto el representamen es algo que es tal y como es, independiente de cualquier entidad humana”.
            El interpretante es una categoría relacionada con la secundidad y que vendría a corresponder al significado del signo.
            El plano de la terceidad se relacionaría con el objeto.
            Peirce define un icono como “signo determinado por su objeto dinámico en virtud de su propia naturaleza interna” (por ejemplo, una representación pictórica). Entiende por índice un “signo determinado por su objeto dinámico en virtud de estar en una relación real con su objeto” (por ejemplo, el nombre propio). Define un símbolo como “signo determinado por su objeto dinámico solo en el sentido que así se lo interpretará” (lo que implica arbitrariedad).
            Dentro de estos símbolos, el elemento que sirve para introducir problemas de naturaleza pragmática es el interpretante.
            Peirce considera que un signo puede ser un rema (todo aquello –signo- que no es verdadero ni falso, “como casi toda palabra considerada por separado, salvo y no), un dicente (una proposición “no una aseveración, sino un signo capaz de ser aseverado”) o un argumento.
Un signo puede relacionarse con su significado de tres maneras distintas:
-         De proposición: un argumento solo puede ser propuesto a su interpretante como algo cuya razonabilidad puede ser reconocida.
-         De requerimiento: un argumento puede ser requerido al interpretante por un acto de insistencia-orientación práctica.
-         De contemplación: un argumento puede ser mostrado al interpretante para su contemplación.
            Morris define la pragmática diciendo que es “la que debe ocuparse de los papeles de Emisor y Receptor de la comunicación lingüística”.
            Lo esencialmente interesante de la tradición es que, gracias a la concepción de organismo, es posible considerar el significado como tal organismo bajo la perspectiva de sus comportamientos biológicos, psicológicos, etc. Morris inventa una serie de áreas para la pragmática que se entienden atendiendo a lo sociológico, antropológico, etc.
            Morris se refiere como problemas a la necesidad de explicar el uso de mensajes exclamativos (¡Vaya allí!) en la medida en que implican un determinado tipo de organización jerárquica de la relación entre dos interlocutores, de forma que dicha relación se organiza de forma que alguien considere que esa persona está en tal posición que puede permitirse pretender influir sobre el comportamiento de otra persona que está obligada a obedecer.
            Este tipo de conocimiento hace posible utilizar la forma imperativa de forma adecuada.
            Según Morris, solo gracias a la existencia de signos, que tienen significado y comportamiento sintáctico, es posible su uso, su funcionalidad pragmática.
            Según Morris, cualquier signo puede ser estudiado desde distintos puntos de vista y considera objetivo de la pragmática “la expresión de las condiciones en que se usan los términos, en la medida en que no pueden formularse en términos de reglas sintácticas y semánticas, constituyen lo que llamaremos reglas pragmáticas para los términos en cuestión”.
            La condición normativa afortunada de aconsejar implica que quien da el consejo sabe que el que va a recibirlo querría ese consejo.  
            En aconsejar puede indicarse la necesidad para la producción del consejo de que el receptor debe tener credibilidad en las facultades del emisor.
            Dar un consejo puede implicar creer en la bondad del mismo.
            Dar un consejo es “yo aconsejo”. Los demás pronombres sirven para describir un enunciado, pero no dan un consejo.
            Según expresa Morris, “en una presentación sistemática de la semiótica, la pragmática presupone tanto la sintaxis como la semántica, así como esta presupone a su vez la anterior, puesto que tratar adecuadamente la relación de los signos con sus intérpretes requiere tener conocimiento de la relación de los signos entre sí, y con aquellas cosas a las que remiten o refieren a sus intérpretes”.
            La cuestión, tal y como Morris la plantea, implica una jerarquía:
                        Primer lugar àSintaxis
                        Segundo lugar à Semántica
                        Tercer lugar à Pragmática
            Parece lógico que antes de poder usarse un signo, tal signo exista, sea puesto en relación con un objeto que denotaría y sea empleado con una funcionalidad pragmática determinada.
            Esta jerarquización de Morris puede reflejar cierta consideración de lo lingüístico desde la perspectiva del receptor.
            La pragmática está orientada hacia el discurso y se sirve del resto de los componentes como sustancia o materia respecto de la cual se establece una formalización.
            La sintaxis y la semántica funcionan como la sustancia a partir de la cual el componente pragmático puede hacer que tales sustancias sean operativas.
            Morris diferencia dentro de las condiciones que afectan al acto locutivo entre dos tipos distintos:
-         Condiciones de verdad/falsedad
-         Lo que él llama condición de adecuación.
            Los aspectos de verdad/falsedad tienen importancia para lo que Morris llama el hablar designativo (tipo de acto locutivo en virtud del cual se constituye lingüísticamente algo que tiene una equivalencia en el mundo real o que no coincide, siendo así verdadero o falso).
            Hay actos prescriptivos que pretenden modificar el comportamiento del receptor, actos locutivos caracterizados porque su verdad y falsedad es irrelevante o porque su contenido locutivo no tiene que ver con condiciones de adecuación o inadecuación. Adecuación es sinónimo de validez.
            Puede entenderse la validez como la adecuación de una determinada explicación a un acto de principios, categorías, formulados en la teoría explicativa de que se trate.
            El término de adecuación de Morris tiene la acepción de que se trata de destacar para determinados actos locutivos si funcionan, si son válidos, si sirven.
            Para un enunciado (acto locutivo designativo) como “El actual rey de Francia es calvo”, lo anómalo es que contradice entidades del mundo real.
            Lo anómalo de un enunciado como “le ordeno que venga ahora mismo” formulado por un cabo a un superior tiene que ver con que este acto locutivo prescriptivo es inadecuado por las condiciones que rigen este tipo de enunciados.
            Carnap considera objetos propios de la pragmática algunos como los siguientes:
-         Análisis psicológico de las relaciones entre comportamientos verbales y no verbales.
-         Análisis de las variaciones de significado.
-         Análisis etnológico o sociológico de hábitos comunicativos propios de comunidades distintas.
-         Análisis fisiológico de los órganos del habla o del sistema nervioso de los hablantes.
            Con Wittgenstein adquiere importancia el concepto de juego lingüístico, que es una actividad lingüística sometida a reglas cuya ejecución es en sí misma el juego. Pone algunos ejemplos como narrar, dar las gracias o saludar.
            Van Dick o María Luisa Pratt hablan de la condición pragmática de la dimensión que llamamos género.
            Diferenciamos tipos comunicativos: narrativos, prescriptivos, poéticos,…
            Los producimos en virtud de una competencia, un saber intuitivo que permite a hablantes y oyentes decidir sobre cómo procesar una información.
            El procesar una obra literaria como tal no depende solo de propiedades inmanentes de la obra, sino de la convención compartida Emisor/Receptor para tratar, considerar remisibles a un código determinado determinados productos.
            Comunicar sería escoger entre juegos lingüísticos (códigos) distintos según las situaciones.
            Austin diferencia entre dos tipos de expresiones:
-         Las constativas están sujetas a la disyuntiva de ser verdaderas o falsas. Son expresiones de valor referencial, cuya significación representa entidades del mundo real.
-         Las performativas están caracterizadas por ser relevante para ellas la alternativa entre ser afortunadas o infortunadas. Tendrían la característica de sustituir acciones, aunque el planteamiento de Austin es el de que son acciones.
            En un trabajo de Lakoff se plantea la existencia de expresiones como “cogí más o menos de cinco”, “son sobre las cuatro y diez”, “te veré aproximadamente en una semana”, que contienen elementos que no dificultan la comunicación y, según la lógica tradicional, serán expresiones sin sentido.
            Verbos como matar, que expresa acción, tienen un causante y producen efectos sobre otro elemento o entidad.
            El análisis de las estructuras “Bruto mató a César”/”Bruto hizo que César muriera” ha dado origen a una considerable cantidad de trabajos que defendían dos tesis:
-         Bruto mató a César tiene una estructura profunda semejante a la superficial (sujeto, núcleo del predicado y complemento directo). Las dos frases poseen el mismo significado, lo que implica que tienen la misma estructura profunda más compleja. Se correspondería a la estructura compleja “Bruto hacer César muere”. Este problema afectaría a muchos verbos con sentido causativo (morir, subir, traer, llevar,…). Lakoff creía en la existencia de una relación de sinonimia de las dos estruturas: 1) causativo analítico, y 2) causativo sintético. Otros negaban la vinculación. Postal indicaba que “matar no significa hacer que alguien muera”.
-         Postal indicaba que en el causativo sintético se exigía una relación de simultaneidad entre causas y efectos, no necesaria en el causativo analítico (“Hizo que César muriera”).
            Lakoff señalaba que las dos estructuras pertenecerían a la misma categoría, siendo el prototipo el causativo-sintético y el causativo-analítico un miembro no prototípico de la categoría:
Causativo sintético: relación A-B

            A= causante                                           A-B son simultáneas
            B= afectado por la causa          
    
            En los analíticos no se daría la simultaneidad.
            Un enunciado como Pedro conduce el coche tiene una estructura de agente, mientras que en Este coche se conduce solo hay un agente definido como elemento que posee control, responsabilidad y del que es pertinente el aspecto valorativo en el proceso de una acción. Este coche no es un agente (solo cumple el parámetro de la responsabilidad).
            El principio de economía expuesto por A. Martinet, por otra parte, es la base de cualquier lengua.
            Linda Coleman y Paul Kay definen “mentir” o “mentira”. Estamos ante un acto de habla de funcionamiento prototípico. Podría establecerse un prototipo que respondería a los tipos de mentira que reflejarían las siguientes características:
A dice algo (X) a B
A no cree en (X)
A desea (o sabe) perjudicar a B
            Antropológicamente hacen notas que son actos de habla procesados como un tipo especial de mentiras (las piadosas).
            Austin propuso que toda expresión preformativa debía estar marcada por un verbo preformativo (en primera persona del singular y en presente).
            El aire acondicionado es para ponerse en verano puede equivaler a un ruego, una orden, etc. Solo aspectos conceptuales hacen equivalentes Hace frío y Le ruego que apague el aire acondicionado.
            Recordemos que los actos locutivos son actos de expresión. Su contenido se agota en la misma expresión (no son actos de habla ni acciones).
            Los actos ilocutivos son expresiones que equivalen a acciones no meramente expresivas.
            Los actos perlocutivos son actos que en su caracterización producen determinados efectos influyendo de determinada forma en los receptores o destinatarios.
            Los actos ilocutivos producen una acción real. Son convencionales, codificados, sistemáticos y se asocian a expresiones dotadas de significado.
            Berrendoner explicaba que todo enunciado lingüístico materializado en una estructura superficial, debe analizarse en un enunciado y una enunciación (lo que tiene de cosa dicha y lo que tiene de decir lo dicho). El plano de la enunciación es el específico de la pragmática.
            Una idea o un enunciado como Prohibido fumar/No fumar podrá manifestarse por medio materiales pertenecientes a otros niveles:
-         No fumar
-         Se ruega a ustedes que no fumen
-         Fumar es malo. Usted se pondrá enfermo.
-        
            La pragmática estudia las condiciones en las que tienen lugar las suplencias (sustituciones lingüísticas) en que consisten los actos de habla.
            En determinados momentos históricos “matar” tuvo importancia relevante socialmente y uno no hace algo diciendo “te mato” (nadie cae muerto).
            Ducrot explicaba que la condición que debe poseer una acción para ser codificada lingüísticamente es la de “actos jurídicos” (aquellos que crean derechos y deberes).
            Aparecería codificado el acto de “entregar” por su duración como acto real.
            La acción real no puede asociarse unívocamente a un significado, a menos que se acompañe de otro acto lingüístico (por ejemplo dar la mano a una persona diciendo ¡Enhorabuena!).
            Las razones que determinan la existencia o no de una determinada forma son mediatizadas por factores extralingüísticos.
            Berrendoner destacaba el carácter cooperativo de la relación comunicativa.
            El papel del emisor es básico en toda relación comunicativa, y esta tiende a garantizarlo en los mejores términos posibles. El receptor acepta un papel cooperativo de una forma predominantemente positiva.
            La figura del emisor llevaría a que actos de comunicación que podrían fracasar, se salvarían por la cooperación del receptor. Por ejemplo, si en un día de lluvia alguien dijera Hace un día maravilloso, el receptor interpretaría el enunciado como irónico.
            Grice señalaba que las relaciones comunicativas son bienintencionadas, basadas en el deseo de cooperación entre emisores y receptores, por lo que Grice estableció la máxima de cooperación que regiría cualquier relación comunicativa.
            La máxima de cantidad se referiría a que todo intercambio comunicativo aporta una cantidad moderada de información.
            La máxima de calidad establecería que toda relación comunicativa presupone (por la cooperación) la aceptación por parte de los interlocutores de su conocimiento y la verdad de lo que se aforma.
            La máxima de relación se refiere a que todo intercambio comunicativo responde a aspectos relevantes, incidiendo en detalles puestos en cuestión en la relación comunicativa de forma que se responda a lo tematizado en una pregunta y no otra cosa.
            La máxima de modo establece la cooperatividad en un intercambio comunicativo a través de intervenciones claras, no ambiguas, breves y ordenadas.
            Los textos constitucionales son voluntariamente ambiguos. Buscan elementos que puedan ser interpretados de diferente manera según las necesidades o convenciones del momento de que se trate. En términos comunicativos normales son textos mal construidos, ininterpretables, de los que ningún receptor estandarizado podrá entender a veces qué dicen realmente.
            Cuando se da la necesidad del principio de cortesía no prevalece la brevedad.
            En Searle encontramos los diferentes tipos de actos de habla:
            1º) Representativos: reflejan una determinada situación del mundo. Se ve o se describe una situación (decir, afirmar, constatar,…)
            2º) Directivos: Modifican actitudes o planteamientos del receptor (pedir, rogar,…)
            3º) Comisitos: denotan un compromiso futuro (prometer, contratar, amenazar,…)
            4º) Expresivos: denotan actitudes psíquicas del emisor (felicitar, dar las gracias, lamentar,…)
            5º) Declarativos: Específicamente crean un mundo posible nuevo (declarar la guerra, casar, admitir, …)
            Searle enuncia las reglas para definir un acto de habla:
            1º) de contenido proposicional: formalizan el significado.
            2º) introductorias: prepararían las condiciones para que se diese.
            3º) de sinceridad: afectan a emisores y receptores en sus actitudes o planteamientos en determinados comportamientos.
            4º) de componente esencial: las estrictamente pragmáticas.
            Según Searle una promesa como acto de habla existe cuando un emisor emite una cadena fónica dotada de contenido proposicional.
            Es imprescindible que se dé un comportamiento lingüístico, lo que supone una intencionalidad comunicativa que tiene en común cualquier acto de habla con cualquier comportamiento comunicativo.
            Debe existir una lengua común entre emisores y receptores.
            Debe darse una copresencia entre emisores y receptores, tanto espacial como temporal.
            El canal comunicativo debe quedar libre de ruidos informativos.
            Cuando el emisor produzca la cadena fónica, debe expresar su intención de realizar un acto futuro. El receptor debe desear que lo enunciado por el emisor se realice.
            Si no lo deseara, estaríamos ante una amenaza.
            Para que una promesa exista el emisor y el receptor han de saber que el primero realizará lo enunciado, y no solamente la secuencia “Te prometo que…”
            El emisor deberá realizar las acciones necesarias para el cumplimiento de lo dicho.
            El emisor debe querer que el receptor sepa que tiene intención de hacer algo, de tener un determinado comportamiento. Prometer no es solo tener la intención, es también un compromiso, una intención.

            Debe existir una expresión lingüística correcta.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Costumbrismo, realismo y naturalismo en Hispanoamérica




            Costumbrismo

            Es el reflejo que de la vida cotidiana y de los tipos humanos característicos de una época presenta la obra de algunos autores localizados en el tiempo entre 1830 y 1868 aproximadamente.
            Un rasgo característico del costumbrismo es el humor criollo.
            Como autores costumbristas podemos señalar a los autores venezolanos Daniel Mendoza (1823-1867), Nicanor Bolet Peraza (1838-1906) y, al más importante, Arístides Rojas (1826-1894). Rojas era, además de escritor, historiador y folclorista. Escribió Estudios indígenas (1878), además de realizar una recopilación de leyendas históricas venezolanas, editada en 1890.

            Realismo

            El realismo es un sistema estético que asigna como fin a las obras artísticas o literarias el describir o reflejar la realidad sin atenuación o idealización.
            El concepto crítico de realismo designa la intencionalidad representativa de cualquier forma artística y el grado de aproximación de la última a los términos de la realidad que intenta reproducir.
            Lo que se encuentra en la base del arte realista es el concepto aristotélico de mimesis o imitación, que proporciona al lector el placer de un reconocimiento de lo real en el producto artístico. A partir de ahí tiene que comenzar una sistemática relativización del término que se mueve ahora en el mundo de la expresión artística, que usará de la imitación en razón de su peculiar ideología y de su propio concepto de la realidad.
            El realismo define una constante del arte del siglo XIX, principalmente referida a la novela, género nacido como expresión y consumo de la burguesía triunfante.
            Se incorporó a la narrativa el lenguaje coloquial y el estilo directo, en algunos casos con gran acierto como en la Linterna mágica (1860-1890), serie novelística de José Tomás de Cuéllar (1830-1890).
            Entre 1875 y 1910 se gestó la madurez de la novela mexicana, gracias principalmente a Rafael Delgado, Emilio Rabasa y Ángel de Campo.
            La obra de mayor talla fue la de Emilio Rabasa (1856-1930), compuesta por un ciclo novelístico en cuatro partes: La bola, La gran ciencia, El cuarto poder y Moneda falsa. La corrupción del protagonista está narrada en primera persona, lo que hace que la novela sea uno de los textos más modernos de su tiempo.
            Además de Emilio Rabasa, encontramos otros autores realistas mexicanos como Ángel de Campo (1868-1908), José Tomás Cuéllar (1830-1894) y Rafael Delgado (1853-1914).
            Ángel de Campo era escritor y periodista. Para la prensa escribió con el seudónimo de Micrós. La mayor parte de su producción consistió en artículos de costumbres de tono satírico, a través de los cuales intentó una crítica de la vida nacional mexicana. Su obra periodística se recoge en tres volúmenes: Ocios y apuntes (1890), Cosas vistas (1894) y Cartones (1897). Su carácter sentimental le llevó a escribir Rumba, una historia dolorosa de los ambientes mexicanos en la que utilizó procedimientos naturalistas y que apareció como folletín en El nacional.
            José Tomás Cuéllar fue escritor y diplomático. Utilizó el seudónimo Facundo en muchas de sus obras. Su producción literaria se inscribe en una línea posromántica, en la que aparecen también elementos realistas y costumbristas. La colección de novelas que publicó entre 1869 y 1890 se denomina La linterna mágica. Entre esas novelas sobresalen Ensalada de pollos, Historia de Chucho el ninfo, Isolina la exfigurante, Las jamonas, Las gentes que “son así”, Gabriel el cerrajero, Baile y cochino, Los mariditos y Los fuereños y la nochebuena. En sus narraciones predomina el tono picaresco, la tendencia a la caricatura y la intención doctrinaria. Por otra parte se produce cierta aglomeración de personajes típicos por el afán de representar totalmente los ambientes costumbristas y pintorescos de las clases medias.
            Rafael Delgado vivió casi siempre en Orizaba, que era una ciudad aferrada a las tradiciones locales. Trabajó como profesor. Escribió poesía, teatro y crítica literaria, pero su principal producción se da en la novela. Entre sus obras podemos destacar La calandria (1891), Angelina (1895), Los parientes ricos (1903) e Historia vulgar (1904). Habría que añadir una recopilación de Cuentos y notas, de 1902. Delgado elegía historias sencillas en las que podía observarse el ritmo y el ambiente de la vida provinciana. En su narrativa también puede destacarse el cuidado con que el autor registra los pormenores, así como la maestría al realizar las descripciones. Se le ha criticado en cierto sentido un exceso de emotividad que le inclinaría a lugares comunes.

            Naturalismo

            Este movimiento literario se inició en Francia durante la segunda mitad del siglo XIX.
            El naturalismo hizo suya la filosofía del determinismo, que presentaba al individuo configurado por sus instintos y pasiones, por su situación económica y social.
            Dentro de este movimiento las novelas eran planteadas como documentos: querían ser una historia real del presente social o histórico, un testimonio literario de validez objetiva afín a las pruebas y demostraciones de las ciencias.
            En Hispanoamérica el movimiento tuvo una amplia resonancia, aunque no pareció cuajar en obras que superaran el programa estético de la intención revulsiva, por lo que produjo más bien novelas truculentas. Aún así, algunas de estas novelas conmovieron los medios sociales con cierto aire de escándalo. La escritora peruana Glorinda Matto de Turner fue incluso víctima del escarnio social y sufrió la persecución de sus obras.
            Los chilenos Augusto D’Halmar y Luis Orrego Luco, el mexicano Federico Gamboa y el argentino Eugenio Cambaceres son los autores más conocidos del naturalismo, aunque fue el argentino quien logró mayor identificación con esta escuela, con sus novelas estereotipadas.
            La importancia del naturalismo en Hispanoamérica estriba en que inició el ciclo nativista de la narrativa al llamar la atención sobre los problemas sociales y al revocar la narrativa de estirpe romántica. Por lo tanto, más que estrictamente creativa, la función del naturalismo fue crítica y gestadora.
            En cuanto a los autores más importantes y que ya hemos enumerado, señalaremos que la novelista peruana Glorinda Matto de Turner (1854-1909) se sitúa en su primera etapa literaria en la órbita del “tradicionismo” o tradicionalismo creado por Ricardo Palma con sus Tradiciones peruanas (1884-1886). Matto reflejaba el opresivo ambiente social de la sierra en su novela Aves sin nido (1889), dedicada a González Prada, y que anticipa los elementos de la narrativa indigenista de denuncia. Sobre temas similares escribió Índole (1890) y Herencia (1895).
            El escritor y diplomático chileno Augusto D’Halmar (1882-1950) se llamaba Augusto Goéminne Thomson. Fundó el periódico Luz y sombra con Alfredo Melossi. En 1904, bajo el estímulo ideológico del novelista ruso, fundó una colonia tolstoiana en el sur de Chile. Fue uno de los componentes del círculo artístico e intelectual de los Diez, fundado por Pedro Prado en 1915. En 1936 publicó el ensayo Lo que no se ha dicho sobre la actual revolución española e intervino en un comité de ayuda a la república en España. En sus últimos años colaboró asiduamente en la revista Atenea.
            D’Halmar fue el mejor exponente de la prosa chilena. Su primera novela, Juana Lucero (1902), fue un “experimento” realizado según la estética naturalista, que alcanzó en su tiempo una gran resonancia. Posteriormente se sintió atraído por temas y ambientes exóticos, captados con estilo impresionista y en prosa poética. A esta orientación responden las colecciones de cuentos La lámpara en el molino (1914), Los alucinados, Gatita (ambos de 1917) y Nirvana (1918), así como las novelas La sombra del humo en el espejo, relato de sus viajes por Oriente, y Pasión y muerte del cura Deusto, de ambiente andaluz (ambas publicadas en 1924). Cabe agregar obras ensayísticas como La Mancha de don Quijote (1934), el volumen de memorias Rubén Darío y los americanos en París (1941) y Los 21 (1948).
            El novelista mexicano Federico Gamboa (1864-1939) ejerció también como diplomático y fue director de la Academia Mexicana. Escribió varias novelas de corte naturalista, libros autobiográficos o de memorias y piezas teatrales (entre estas destaca La venganza de la gleba, de 1905). Lo más sobresaliente de su obra fue su producción novelística, de la que podemos citar Suprema ley (1896), Metamorfosis (1899), Santa (su novela más popular y conseguida, de 1903, que aborda el tema de la prostitución con propósitos edificantes), Reconquista (1908) y La llaga (1910). Recibió la influencia de Zola y Goncourt, a quienes admiraba, aunque esta influencia estaba matizada por sentimientos religiosos. Entre sus libros de memorias destacan Impresiones y recuerdos (1893) y Mi diario, compuesto por cinco volúmenes (de 1907 a 1938).
            El novelista chileno Luis Orreco Luco (1866-1948) era un narrador histórico y costumbrista, que se inspiró en el naturalismo francés. Un idilio nuevo (1900) y Casa grande (1908) son obras características, de ambiente burgués, en las que los conflictos y pasiones proceden de taras y complejos psíquicos. Es autor también de A través de la tempestad, de 1914.
            El novelista y periodista argentino Eugenio Cambaceres (1843-1890) fue diputado y propugnó la separación entre la iglesia y el Estado. Fue un gran admirador de Francia. Destacó como periodista por su prosa satírica y ágil, que utiliza el lenguaje coloquial porteño con la intención de dar un colorido local a sus crónicas. Estas se reúnen en dos libros breves: Potpurrí (1881) y Música sentimental (1884), publicados en París como obras anónimas bajo el subtítulo de Silbidos de un vago. Era un excelente narrador y asimiló en sus novelas los fundamentos de estilo y doctrina de Zola. Por ello se le considera el introductor del naturalismo en Hispanoamérica.
            En 1885 publicó Sin rumbo, y dos años más tarde En la sangre, dos novelas de prosa áspera y directa, desconocida en su tiempo, en las que alcanza las manifestaciones del ambiente porteño. Destaca por su intención social.


sábado, 2 de mayo de 2015

Máximas conversacionales de Grice




            El filósofo británico Herbert Paul Grice (1913-1988) ayudó a dar al lenguaje un enfoque pragmático y propuso algunos principios que permiten interpretar los enunciados y regular el intercambio comunicativo. Así señaló la existencia de unas máximas generales de conversación que dirigen toda comunicación y pueden explicar estilos indirectos y errores de comunicación.
            Esos principios o máximas se incluyen en lo que Grice llamó el principio de cooperación, por el cual hacemos nuestras contribuciones conversacionales tal como se requiere, en el estadio en que esto ocurre, por la proposición o dirección aceptada del intercambio en que estamos comprometidos.
            Este principio de cooperación, por tanto, se concreta en esas máximas conversacionales (cantidad, calidad, relación y clase), que describen dicha conversación y evitan que sea ambigua o imprecisa:
-         Máxima de cantidad: haz tu contribución tan informativa como se te requiere (no más informativa)
-         Máxima de calidad: intenta hacer una contribución verdadera.
-         Máxima de relación: sé relevante.

-         Máxima de clase: sé perspicaz, evita la oscuridad de las expresiones, evita la ambigüedad, sé breve y ordenado.