(resumen)
Hay
usos como quejarse, prohibir, ordenar
o pedir para los que lo más
importante no es su verdad o falsedad, sino su adecuación.
Tales
usos serían situaciones comunicativas en las que lo particular estaría asociado
al hecho de que con el empleo de tales enunciados hay una posibilidad de que se
realicen acciones.
Es
importante recordar la definición general inicial de signo que dio Peirce: “un signo o representamen es algo que tiene
lugar para alguien de algo bajo alguna relación o en virtud de algo. Se dirige
a alguien; es decir, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o
quizás un signo más desarrollado. A este signo que crea yo le llamo el
<>. Este signo ocupa el lugar de
algo: de su objeto”.
Estos
conceptos de Peirce reciben una interpretación a la luz de los conceptos de primeidad, secundidad y terceidad.
Peirce
define así: “La primeidad es el modo de
ser de lo que es tal y como es, positivamente y sin referencia a cualquier otra
cosa. La secundidad es el modo de ser de lo que es tal y como es en relación a
un segundo, pero sin consideración de un tercero sea quien sea. Y la terceidad
es el modo de ser de lo que es tal y como es, relacionando recíprocamente, un
segundo y un tercero. Por lo tanto el representamen es algo que es tal y como
es, independiente de cualquier entidad humana”.
El
interpretante es una categoría relacionada con la secundidad y que vendría a corresponder al significado del signo.
El
plano de la terceidad se relacionaría
con el objeto.
Peirce
define un icono como “signo determinado por su objeto dinámico en
virtud de su propia naturaleza interna” (por ejemplo, una representación
pictórica). Entiende por índice un “signo determinado por su objeto dinámico en
virtud de estar en una relación real con su objeto” (por ejemplo, el nombre
propio). Define un símbolo como “signo determinado por su objeto dinámico
solo en el sentido que así se lo interpretará” (lo que implica
arbitrariedad).
Dentro
de estos símbolos, el elemento que sirve para introducir problemas de
naturaleza pragmática es el interpretante.
Peirce
considera que un signo puede ser un rema
(todo aquello –signo- que no es verdadero ni falso, “como casi toda palabra considerada por separado, salvo sí y no”), un dicente
(una proposición “no una aseveración,
sino un signo capaz de ser aseverado”) o un argumento.
Un signo puede
relacionarse con su significado de tres maneras distintas:
-
De proposición: un argumento solo puede ser propuesto a
su interpretante como algo cuya razonabilidad puede ser reconocida.
-
De requerimiento: un argumento puede ser requerido al
interpretante por un acto de insistencia-orientación práctica.
-
De contemplación: un argumento puede ser mostrado al interpretante
para su contemplación.
Morris
define la pragmática diciendo que es “la
que debe ocuparse de los papeles de Emisor y Receptor de la comunicación
lingüística”.
Lo
esencialmente interesante de la tradición es que, gracias a la concepción de
organismo, es posible considerar el significado como tal organismo bajo la
perspectiva de sus comportamientos biológicos, psicológicos, etc. Morris
inventa una serie de áreas para la pragmática que se entienden atendiendo a lo
sociológico, antropológico, etc.
Morris
se refiere como problemas a la necesidad de explicar el uso de mensajes
exclamativos (¡Vaya allí!) en la
medida en que implican un determinado tipo de organización jerárquica de la
relación entre dos interlocutores, de forma que dicha relación se organiza de
forma que alguien considere que esa persona está en tal posición que puede
permitirse pretender influir sobre el comportamiento de otra persona que está
obligada a obedecer.
Este
tipo de conocimiento hace posible utilizar la forma imperativa de forma
adecuada.
Según
Morris, solo gracias a la existencia de signos, que tienen significado y
comportamiento sintáctico, es posible su uso, su funcionalidad pragmática.
Según
Morris, cualquier signo puede ser estudiado desde distintos puntos de vista y
considera objetivo de la pragmática “la
expresión de las condiciones en que se usan los términos, en la medida en que
no pueden formularse en términos de reglas sintácticas y semánticas,
constituyen lo que llamaremos reglas pragmáticas para los términos en cuestión”.
La
condición normativa afortunada de aconsejar implica que quien da el consejo
sabe que el que va a recibirlo querría ese consejo.
En
aconsejar puede indicarse la
necesidad para la producción del consejo de que el receptor debe tener
credibilidad en las facultades del emisor.
Dar
un consejo puede implicar creer en la bondad del mismo.
Dar
un consejo es “yo aconsejo”. Los
demás pronombres sirven para describir un enunciado, pero no dan un consejo.
Según
expresa Morris, “en una presentación
sistemática de la semiótica, la pragmática presupone tanto la sintaxis como la
semántica, así como esta presupone a su vez la anterior, puesto que tratar
adecuadamente la relación de los signos con sus intérpretes requiere tener
conocimiento de la relación de los signos entre sí, y con aquellas cosas a las
que remiten o refieren a sus intérpretes”.
La
cuestión, tal y como Morris la plantea, implica una jerarquía:
Primer
lugar àSintaxis
Segundo
lugar à
Semántica
Tercer
lugar à
Pragmática
Parece
lógico que antes de poder usarse un signo, tal signo exista, sea puesto en
relación con un objeto que denotaría y sea empleado con una funcionalidad
pragmática determinada.
Esta
jerarquización de Morris puede reflejar cierta consideración de lo lingüístico
desde la perspectiva del receptor.
La
pragmática está orientada hacia el discurso y se sirve del resto de los
componentes como sustancia o materia respecto de la cual se establece una
formalización.
La
sintaxis y la semántica funcionan como la sustancia a partir de la cual el
componente pragmático puede hacer que tales sustancias sean operativas.
Morris
diferencia dentro de las condiciones que afectan al acto locutivo entre dos
tipos distintos:
-
Condiciones de verdad/falsedad
-
Lo que él llama condición
de adecuación.
Los
aspectos de verdad/falsedad tienen importancia para lo que Morris llama el hablar designativo (tipo de acto
locutivo en virtud del cual se constituye lingüísticamente algo que tiene una
equivalencia en el mundo real o que no coincide, siendo así verdadero o falso).
Hay
actos prescriptivos que pretenden
modificar el comportamiento del receptor, actos locutivos caracterizados porque
su verdad y falsedad es irrelevante o porque su contenido locutivo no tiene que
ver con condiciones de adecuación o inadecuación. Adecuación es sinónimo de
validez.
Puede
entenderse la validez como la
adecuación de una determinada explicación a un acto de principios, categorías,
formulados en la teoría explicativa de que se trate.
El
término de adecuación de Morris
tiene la acepción de que se trata de destacar para determinados actos locutivos
si funcionan, si son válidos, si sirven.
Para
un enunciado (acto locutivo designativo) como “El actual rey de Francia es calvo”, lo anómalo es que contradice
entidades del mundo real.
Lo
anómalo de un enunciado como “le ordeno
que venga ahora mismo” formulado por un cabo a un superior tiene que ver
con que este acto locutivo prescriptivo es inadecuado por las condiciones que
rigen este tipo de enunciados.
Carnap
considera objetos propios de la pragmática algunos como los siguientes:
-
Análisis psicológico de las relaciones entre
comportamientos verbales y no verbales.
-
Análisis de las variaciones de significado.
-
Análisis etnológico o sociológico de hábitos
comunicativos propios de comunidades distintas.
-
Análisis fisiológico de los órganos del habla o del
sistema nervioso de los hablantes.
Con
Wittgenstein adquiere importancia el concepto de juego lingüístico, que es una actividad lingüística sometida a
reglas cuya ejecución es en sí misma el juego. Pone algunos ejemplos como
narrar, dar las gracias o saludar.
Van
Dick o María Luisa Pratt hablan de la condición pragmática de la dimensión que
llamamos género.
Diferenciamos
tipos comunicativos: narrativos, prescriptivos, poéticos,…
Los
producimos en virtud de una competencia,
un saber intuitivo que permite a hablantes y oyentes decidir sobre cómo
procesar una información.
El
procesar una obra literaria como tal no depende solo de propiedades inmanentes
de la obra, sino de la convención compartida Emisor/Receptor para tratar,
considerar remisibles a un código determinado determinados productos.
Comunicar
sería escoger entre juegos lingüísticos (códigos) distintos según las
situaciones.
Austin
diferencia entre dos tipos de expresiones:
-
Las constativas
están sujetas a la disyuntiva de ser verdaderas o falsas. Son expresiones de
valor referencial, cuya significación representa entidades del mundo real.
-
Las performativas
están caracterizadas por ser relevante para ellas la alternativa entre ser afortunadas
o infortunadas. Tendrían la característica de sustituir acciones, aunque el
planteamiento de Austin es el de que son acciones.
En
un trabajo de Lakoff se plantea la existencia de expresiones como “cogí más o menos de cinco”, “son sobre las
cuatro y diez”, “te veré aproximadamente en una semana”, que contienen
elementos que no dificultan la comunicación y, según la lógica tradicional,
serán expresiones sin sentido.
Verbos
como matar, que expresa acción, tienen un causante y producen efectos sobre otro
elemento o entidad.
El
análisis de las estructuras “Bruto mató a
César”/”Bruto hizo que César muriera”
ha dado origen a una considerable cantidad de trabajos que defendían dos tesis:
-
Bruto mató a
César tiene una estructura profunda semejante a la superficial (sujeto,
núcleo del predicado y complemento directo). Las dos frases poseen el mismo
significado, lo que implica que tienen la misma estructura profunda más
compleja. Se correspondería a la estructura compleja “Bruto hacer César muere”. Este problema afectaría a muchos verbos
con sentido causativo (morir, subir, traer, llevar,…). Lakoff creía en la
existencia de una relación de sinonimia de las dos estruturas: 1) causativo
analítico, y 2) causativo sintético. Otros negaban la vinculación. Postal indicaba
que “matar no significa hacer que alguien
muera”.
-
Postal indicaba que en el causativo sintético se exigía
una relación de simultaneidad entre causas y efectos, no necesaria en el
causativo analítico (“Hizo que César
muriera”).
Lakoff
señalaba que las dos estructuras pertenecerían a la misma categoría, siendo el
prototipo el causativo-sintético y el causativo-analítico un miembro no
prototípico de la categoría:
Causativo
sintético: relación A-B
A= causante A-B
son simultáneas
B= afectado por la causa
En
los analíticos no se daría la simultaneidad.
Un
enunciado como Pedro conduce el coche
tiene una estructura de agente, mientras que en Este coche se conduce solo hay un agente definido como elemento que
posee control, responsabilidad y del que es pertinente el aspecto valorativo en
el proceso de una acción. Este coche
no es un agente (solo cumple el parámetro de la responsabilidad).
El
principio de economía expuesto por A. Martinet, por otra parte, es la base de
cualquier lengua.
Linda
Coleman y Paul Kay definen “mentir” o “mentira”. Estamos ante un acto de habla
de funcionamiento prototípico. Podría establecerse un prototipo que respondería
a los tipos de mentira que reflejarían las siguientes características:
A dice algo (X) a B
A no cree en (X)
A desea (o sabe)
perjudicar a B
Antropológicamente
hacen notas que son actos de habla procesados como un tipo especial de mentiras
(las piadosas).
Austin
propuso que toda expresión preformativa debía estar marcada por un verbo
preformativo (en primera persona del singular y en presente).
El aire acondicionado es para ponerse en
verano puede equivaler a un ruego, una orden, etc. Solo aspectos
conceptuales hacen equivalentes Hace frío
y Le ruego que apague el aire
acondicionado.
Recordemos
que los actos locutivos son actos de expresión. Su contenido se agota en la
misma expresión (no son actos de habla ni acciones).
Los
actos ilocutivos son expresiones que equivalen a acciones no meramente expresivas.
Los
actos perlocutivos son actos que en su caracterización producen determinados
efectos influyendo de determinada forma en los receptores o destinatarios.
Los
actos ilocutivos producen una acción real. Son convencionales, codificados,
sistemáticos y se asocian a expresiones dotadas de significado.
Berrendoner
explicaba que todo enunciado lingüístico materializado en una estructura
superficial, debe analizarse en un enunciado y una enunciación (lo que tiene de
cosa dicha y lo que tiene de decir lo dicho). El plano de la enunciación es el
específico de la pragmática.
Una
idea o un enunciado como Prohibido
fumar/No fumar podrá manifestarse por medio materiales pertenecientes a
otros niveles:
-
No fumar
-
Se ruega a ustedes que no fumen
-
Fumar es malo. Usted se pondrá enfermo.
-
…
La
pragmática estudia las condiciones en las que tienen lugar las suplencias
(sustituciones lingüísticas) en que consisten los actos de habla.
En
determinados momentos históricos “matar”
tuvo importancia relevante socialmente y uno no hace algo diciendo “te mato” (nadie cae muerto).
Ducrot
explicaba que la condición que debe poseer una acción para ser codificada
lingüísticamente es la de “actos jurídicos” (aquellos que crean derechos y
deberes).
Aparecería
codificado el acto de “entregar” por su duración como acto real.
La
acción real no puede asociarse unívocamente a un significado, a menos que se
acompañe de otro acto lingüístico (por ejemplo dar la mano a una persona
diciendo ¡Enhorabuena!).
Las
razones que determinan la existencia o no de una determinada forma son
mediatizadas por factores extralingüísticos.
Berrendoner
destacaba el carácter cooperativo de la relación comunicativa.
El
papel del emisor es básico en toda relación comunicativa, y esta tiende a
garantizarlo en los mejores términos posibles. El receptor acepta un papel
cooperativo de una forma predominantemente positiva.
La
figura del emisor llevaría a que actos de comunicación que podrían fracasar, se
salvarían por la cooperación del receptor. Por ejemplo, si en un día de lluvia
alguien dijera Hace un día maravilloso,
el receptor interpretaría el enunciado como irónico.
Grice
señalaba que las relaciones comunicativas son bienintencionadas, basadas en el
deseo de cooperación entre emisores y receptores, por lo que Grice estableció
la máxima de cooperación que regiría
cualquier relación comunicativa.
La
máxima de cantidad se referiría a que todo intercambio comunicativo aporta una
cantidad moderada de información.
La
máxima de calidad establecería que toda relación comunicativa presupone (por la
cooperación) la aceptación por parte de los interlocutores de su conocimiento y
la verdad de lo que se aforma.
La
máxima de relación se refiere a que todo intercambio comunicativo responde a
aspectos relevantes, incidiendo en detalles puestos en cuestión en la relación
comunicativa de forma que se responda a lo tematizado en una pregunta y no otra
cosa.
La
máxima de modo establece la cooperatividad en un intercambio comunicativo a
través de intervenciones claras, no ambiguas, breves y ordenadas.
Los
textos constitucionales son voluntariamente ambiguos. Buscan elementos que
puedan ser interpretados de diferente manera según las necesidades o
convenciones del momento de que se trate. En términos comunicativos normales
son textos mal construidos, ininterpretables, de los que ningún receptor
estandarizado podrá entender a veces qué dicen realmente.
Cuando
se da la necesidad del principio de
cortesía no prevalece la brevedad.
En
Searle encontramos los diferentes tipos de actos de habla:
1º)
Representativos: reflejan una
determinada situación del mundo. Se ve o se describe una situación (decir,
afirmar, constatar,…)
2º)
Directivos: Modifican actitudes o
planteamientos del receptor (pedir, rogar,…)
3º)
Comisitos: denotan un compromiso
futuro (prometer, contratar, amenazar,…)
4º)
Expresivos: denotan actitudes
psíquicas del emisor (felicitar, dar las gracias, lamentar,…)
5º)
Declarativos: Específicamente crean
un mundo posible nuevo (declarar la guerra, casar, admitir, …)
Searle
enuncia las reglas para definir un acto de habla:
1º)
de contenido proposicional: formalizan el significado.
2º)
introductorias: prepararían las condiciones para que se diese.
3º)
de sinceridad: afectan a emisores y receptores en sus actitudes o planteamientos
en determinados comportamientos.
4º)
de componente esencial: las estrictamente pragmáticas.
Según
Searle una promesa como acto de habla existe cuando un emisor emite una cadena
fónica dotada de contenido proposicional.
Es
imprescindible que se dé un comportamiento lingüístico, lo que supone una
intencionalidad comunicativa que tiene en común cualquier acto de habla con cualquier
comportamiento comunicativo.
Debe
existir una lengua común entre emisores y receptores.
Debe
darse una copresencia entre emisores y receptores, tanto espacial como
temporal.
El
canal comunicativo debe quedar libre de ruidos informativos.
Cuando
el emisor produzca la cadena fónica, debe expresar su intención de realizar un
acto futuro. El receptor debe desear que lo enunciado por el emisor se realice.
Si
no lo deseara, estaríamos ante una amenaza.
Para
que una promesa exista el emisor y el receptor han de saber que el primero
realizará lo enunciado, y no solamente la secuencia “Te prometo que…”
El
emisor deberá realizar las acciones necesarias para el cumplimiento de lo
dicho.
El
emisor debe querer que el receptor sepa que tiene intención de hacer algo, de
tener un determinado comportamiento. Prometer
no es solo tener la intención, es también un compromiso, una intención.
Debe
existir una expresión lingüística correcta.
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