miércoles, 9 de abril de 2014

Trayectoria poética de Eloy Sánchez Rosillo



(Resumen de una conferencia de Gómez Espada en 2003)

          Eloy Sánchez Rosillo ganó el Premio Adonais de poesía de 1977 con Maneras de estar solo. Quemó toda su obra anterior porque pensaba que no servía.
            A partir de 1978 publica su primer poemario. Tiene treinta años. En 1981 publica Páginas de un diario, en 1984 Elegías, en 1989 Autorretratos y en 1996 La vida. Son cinco poemarios.
            En 1992, la editorial Pumares publica una edición completa: Las cosas como fueron. La segunda edición salió en 1995, con mínimas correcciones realizadas por el propio poeta.
            En relación con Rosillo, hay que recordar que en los años 70 reinan los “novísimos” (grupo de José Mª Castellet), los cuales plantean un cambio en la forma de ver la poesía, un panorama distinto en España. La crítica influyó en el reinado de los “novísimos”.
            Pero, a pesar de esto, hay en nuestro país otros poetas desconocidos entonces y con los que se va gestando un grupo, que recoge las enseñanzas de los poetas de los 50 y que hacen una poesía distinta a la de los “novísimos”. Se ha llamado “poesía de los disidentes”.
            En 1980 se publica Las voces y los ecos, una antología de novísimos reciclados y poetas jóvenes entre los que se encuentra Eloy Sánchez Rosillo.
            Se intenta crear una nueva generación (del 70), en la que se incluirían, además de Rosillo, Clara Janés o Villena. José Luis García Martín es el antólogo. Los poetas rechazan a los novísimos. Por ejemplo, Miquel D’Ors muestra un intento de marcar la diferencia entre su poesía y la que se estaba haciendo con anterioridad.
            Sin embargo Rosillo señala que “la voz de los poetas es siempre la misma, aunque se intente demostrar lo contrario (...). El ruiseñor cantaba igual en la época de Safo (.....) y en la nuestra”. Esto supone una bofetada a la crítica y la teoría.
            En la citada antología se incluyen poetas nacidos entre 1939 y 1963, todos los poetas que deberían ser novísimos pero no lo han sido por su concepción de la poesía. Es la poesía de la experiencia como movimiento. Se basa en un lenguaje conversacional, en un ambiente urbano y en un tiempo nocturno. La noche es especialmente importante.
            En este grupo los poetas se conocen y se dedican poemas entre sí.
            Se vuelve por otra parte a lo que hacía la generación del 50: intimismo, contenido anímico,....
            Recurren a las reflexiones, a las confidencias autobiográficas, como podemos comprobar a través de los títulos de Rosillo (Maneras de estar solo, La vida, Páginas de un diario).
            Las anécdotas traen consigo un distanciamiento mediante la ironía o la sustitución del Yo por la segunda y tercera persona. Esto proviene de Cernuda.
            Con esto se consigue un culturalismo, pero acorde con el lector de finales del siglo XX.
            Hay símbolos que se repiten, que son los de siempre. Se cantan las pérdidas (la juventud, por ejemplo). Se excluyen las metáforas y se cuentan historias en los poemas. Se muestra la poesía; por ejemplo, se muestra en el hecho mismo de componer un poema sobre París en verso dáctilo.
Rosillo compone poesía autobiográfica y cita a Montaigne en Autorretratos:
 “Por lo tanto, lector, yo mismo soy la materia de mis libros...”
            En el poema Confidencias da la imagen de sí mismo, aunque habla en tercera persona (bosteza, deja el libro que le aburre, refleja su estado anímico,...) Transmite las sensaciones a través de lo que hace.

            Maneras de estar solo es su ópera prima, su libro de juventud, y con él consigue el Premio Adonais. En él hay rasgos de la poesía de la experiencia y temas que Rosillo repetirá, aunque en algunos casos con variaciones (como la noche).
            Es el menos elegíaco de su producción, aunque el poeta dice no saber si es elegíaco, aunque sí el de la celebración y de la vida.
            Asombra la madurez del poemario por la sencillez y el lenguaje despegado de metáforas y símbolos difíciles.
            El libro está separado en apartados (“Acerca de la palabra”, “El mar y la sombra”, “Cuerpo recordado”,...).
            En Las cosas como fueron los apartados ya no tienen nombre (son I, II, III,...), quizás por la idea de la unidad del libro. Se estructura en un poemario. En los tres primeros libros comienza con un poema sobre la poesía y la función del poeta. Los cierra del mismo modo. “Acerca de la palabra” se compone de dos poemas: “El poema” y “El poeta”. En el segundo configura la imagen del que compone versos como un elegido de los dioses. Sería un dios minúsculo, con poder suficiente para igualar la palabra y la magnitud del mundo. Ello implica una búsqueda. Toda su vida se regirá por su oficio de poeta.
            Es un signo muy de juventud.
            La búsqueda de la palabra aparece en “El Poema”. Hay una visita de las musas. El momento álgido está en la ebullición que ha de romperse: “La noche se hace laberinto...”, “La voz es cárcel...”, “...me rodean las cosas...”, “...y esperan a que las nombre...”. Hay una recompensa tras la búsqueda.
            Los elementos se repiten: la noche, la ceguera, el camino,...
            En Rosillo no hay gozo, sino dolor que acecha. Antes de encontrar la palabra, todo es negativo.
            En la segunda parte hay un monólogo interior. El mar es símbolo del final de la búsqueda. Este final de viaje implica la soledad del poeta, del creador (de ahí el epígrafe de Maneras de estar solo, tomado como tal de Pessoa).
            “Cuerpo recordado” explica el porqué de la soledad. Son poemas amorosos, dedicados a un amor que se ha perdido. Rosillo toma conciencia de que su poesía sirve para revivir la vida que se ha perdido. Hay un juego de poemas amorosos.
            En “Palabras que regresan” la soledad es una elección del poeta. Es una vía escapatoria, una salida, que es la palabra.
            Sánchez Rosillo repite este tipo de apertura en Elegías. Trata sobre el regreso de la inspiración, como un canto del poeta: “Ten dispuesto el papel/ y que la pluma...”. Describe la ambientación para la escritura (el papel, la pluma, la música, los libros,...).
            El destino es más conciso que en la juventud. El lenguaje llega al prosaísmo poético, con un lenguaje más coloquial. Los poemas son demasiado narrativos.
            El leitmotiv del poeta es el siguiente: el poeta debe estar atento, provocando el momento y esperando. (El poeta debe ser paciente).
            En la forma de sentir la poesía hay una maduración. A excepción de Maneras de estar solo, hay en sus libros una muestra del gusto por el poema-epílogo.
            El poeta calla y deja paso al lector. Cuando el poeta termina el libro, nada de éste le pertenece.
            Con el paso del tiempo, el poeta madura su forma de ver el mundo y sus ideas ya no son las mismas: “Los días os harán diferentes...”, “dirás que son de otro....”.
            La poesía se ve marcada por el paso del tiempo. El tiempo te lo ha de quitar todo, pero la palabra y la poesía perdurarán tras la muerte del poeta.
            La forma de ver la ciudad en la poesía de la experiencia (en los 80) es, según la crítica, más urbana que nunca. Es un espacio en que viven poema y poeta.
            La ciudad es protagonista. Sus calles son uno de los decorados favoritos de estos poetas (por ejemplo, Felipe Benítez Reyes). Rosillo hace mención expresa de Murcia, pero su visión de la ciudad difiere de aquella a la que se refieren los críticos.
            En Maneras de estar solo la ciudad es el refugio natural de los amantes. El amor es vencido por el tiempo. El poeta se mantiene conectado al devenir de la ciudad por medio de la ventana, mientras espera que la inspiración lo visite.
            En “El Sur” oye “los rumores conocidos de la ciudad” y los mismos aspectos se repiten cuando visita otras ciudades (así, Roma en 1984).
            Para Sánchez Rosillo, la ciudad está presente a través de la ventana de su cuarto.
            El encuentro fortuito con alguien en la ciudad (la persona anónima que ve, por ejemplo, Baudelaire en Las flores del mal) se va reformando con el tiempo. Es un motivo de exaltación de la belleza anónima. Lo urbano sirve para exteriorizar los sentimientos del poeta. Ello supone una reflexión sobre el irremediable paso del tiempo.
            “Una muchacha” es la fugaz visión que le sirve para mostrar el paso del tiempo. Frente a la brevedad del momento, el encuentro supone un ejercicio de “voyeurismo”. No hay un cruce físico, hay un anonimato absoluto. El poeta está observando desde el balcón.

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