miércoles, 8 de mayo de 2013

El Cuento



(Artículo publicado en la revista JC1 Jotaceuno, nº 3, en junio de 2002)


Tradicionalmente, al hablar de este género literario se ha empezado distinguiendo entre el cuento popular y el cuento literario. El primero se desarrolla en medio de la tradición, se transmite oralmente de generación en generación y es anónimo. Claro está que posee un autor primero, pero a nadie se le ocurre preguntarse quién fue, ya que la comunidad llega a poseer el cuento como suyo, como patrimonio colectivo.
Cada uno de nosotros recuerda a algún familiar narrándole un cuento. Una madre puede relatar un cuento a su hijo para distraerlo o asombrarlo, pero al mismo tiempo le está haciendo participar de su cultura y con ello le incorpora a la comunidad a la que pertenece.
En el cuento se presenta una situación de “crisis” que se soluciona rápidamente y que actúa en las emociones del oyente o del lector. El cuento ahonda en una sola situación, de modo que los tres momentos de exposición, nudo y desenlace vienen a consistir en uno solo.
A lo largo de la historia, y en todos los países, diferentes autores han recogido esta tradición y han publicado colecciones de cuentos populares.
Los hermanos Grimm fueron los primeros, en Alemania en 1812. En España esta recolección comienza con Fernán Caballero, que aderezaba según su gusto los cuentos que oía por tierras andaluzas.
Pero quizás lo más interesante de los cuentos sea su aspecto mágico, relacionado con el misterio y la emoción que deben causar en el público. Los cuentos sirven para salir de la vida cotidiana, mediante personajes y episodios que muestran valentía, nobleza o que mueven el afán de aventura que todos llevamos dentro.
Para conseguirlo, el narrador debe conservar con el máximo cuidado todos los detalles de la historia que despliega. Quien narra un cuento dice unas frases estereotipadas, que abren y cierran la narración, y se rodea de elementos protectores. Parece ser una costumbre de tipo universal el hecho de narrar cerca del fuego o del agua. También resulta habitual que la narración se lleve a cabo a la caída de la tarde o cuando ya ha anochecido.
Hay que recordar que en los cuentos evocamos otros mundos, que se conectarían con lo religioso y lo mágico. En la narración maravillosa aparecen héroes con fuerzas y poderes extraordinarios, genios, duendes y otros seres semidivinos. Para evitar que puedan pasar de su mundo al nuestro, el narrador debe utilizar una fórmula de entrada (Érase una vez, Hace mucho tiempo, Érase que se era y otras similares) y una fórmula de salida (como fueron felices y comieron perdices y a mí no me dieron porque no quisieron o colorín, colorado, este cuento se ha acabado). Estas fórmulas servirían para cerrar completamente el universo de la narración, dejando sentado que el narrador ha abandonado ese mundo de fantasía sin haber sufrido ningún daño.
Por otra parte, podemos ampliar lo que hemos mencionado acerca del fuego y el agua como elementos también protectores. El fuego siempre ha sido considerado un elemento protector y purificador. Tradicionalmente se consideraba que preservaba frente a los demonios y a los espíritus, al igual que frente a los animales salvajes. El agua, por su parte, significa vida. Nos limpia de la enfermedad y de la suciedad y en muchas culturas se utiliza como remedio contra los fantasmas.
Finalmente, la narración se relaciona con la caída de la tarde y con la noche porque existe la creencia de que trae mala suerte contar historias durante el día. Podríamos mencionar como ejemplo el caso de Irlanda o el de Nueva Guinea, donde incluso se hablaba de que el narrador podía morir electrocutado por un rayo.
Todos estos detalles añaden leyendas y creencias mágicas a la religiosidad del cuento, uno de los géneros literarios tradicionales que parece remontarse a los orígenes de la humanidad como forma de conocimiento y entretenimiento.
Si te interesan los cuentos, si te gusta leerlos o quieres ampliar tus conocimientos sobre este tema, puedes leer algunas colecciones:
-          El Conde Lucanor, de don Juan Manuel, en la que podríamos destacar el cuento del medio amigo, o el del hombre que se casó con una mujer brava.
-          El Decamerón, de Boccaccio, donde se contienen cien narraciones contadas en diez días por diez personajes.
-          Los cuentos de Canterbury, de Chaucer, que incluyen una curiosa referencia a los vinos de Lepe.
-          Las mil y una noches, donde puedes redescubrir personajes como Simbad el marino o Aladino.
-          Cuentos infantiles y del hogar, de los hermanos Grimm, con historias tan conocidas como Hansel y Gretel.
-          Cuentos de Oscar Wilde, donde se encuentran relatos como El ruiseñor y la rosa o El príncipe feliz.
-          Y siempre puedes leer cuentos divertidos y sorprendentes en libros de relatos de Maupassant, Chéjov o Cortázar.

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