(Artículo publicado en la revista JC1 Jotaceuno, nº 3, en junio de 2002)
Tradicionalmente,
al hablar de este género literario se ha empezado distinguiendo entre el cuento
popular y el cuento literario. El primero se desarrolla en medio de la
tradición, se transmite oralmente de generación en generación y es anónimo.
Claro está que posee un autor primero, pero a nadie se le ocurre preguntarse
quién fue, ya que la comunidad llega a poseer el cuento como suyo, como
patrimonio colectivo.
Cada uno de
nosotros recuerda a algún familiar narrándole un cuento. Una madre puede
relatar un cuento a su hijo para distraerlo o asombrarlo, pero al mismo tiempo
le está haciendo participar de su cultura y con ello le incorpora a la
comunidad a la que pertenece.
En el cuento
se presenta una situación de “crisis” que se soluciona rápidamente y que actúa
en las emociones del oyente o del lector. El cuento ahonda en una sola
situación, de modo que los tres momentos de exposición, nudo y desenlace vienen
a consistir en uno solo.
A lo largo de
la historia, y en todos los países, diferentes autores han recogido esta
tradición y han publicado colecciones de cuentos populares.
Los hermanos
Grimm fueron los primeros, en Alemania en 1812. En España esta recolección
comienza con Fernán Caballero, que aderezaba según su gusto los cuentos que oía
por tierras andaluzas.
Pero quizás lo
más interesante de los cuentos sea su aspecto mágico, relacionado con el
misterio y la emoción que deben causar en el público. Los cuentos sirven para
salir de la vida cotidiana, mediante personajes y episodios que muestran valentía,
nobleza o que mueven el afán de aventura que todos llevamos dentro.
Para
conseguirlo, el narrador debe conservar con el máximo cuidado todos los
detalles de la historia que despliega. Quien narra un cuento dice unas frases
estereotipadas, que abren y cierran la narración, y se rodea de elementos
protectores. Parece ser una costumbre de tipo universal el hecho de narrar
cerca del fuego o del agua. También resulta habitual que la narración se lleve
a cabo a la caída de la tarde o cuando ya ha anochecido.
Hay que
recordar que en los cuentos evocamos otros mundos, que se conectarían con lo
religioso y lo mágico. En la narración maravillosa aparecen héroes con fuerzas
y poderes extraordinarios, genios, duendes y otros seres semidivinos. Para
evitar que puedan pasar de su mundo al nuestro, el narrador debe utilizar una
fórmula de entrada (Érase una vez, Hace
mucho tiempo, Érase que se era y otras similares) y una fórmula de salida
(como fueron felices y comieron perdices
y a mí no me dieron porque no quisieron o colorín, colorado, este cuento se ha acabado). Estas fórmulas
servirían para cerrar completamente el universo de la narración, dejando
sentado que el narrador ha abandonado ese mundo de fantasía sin haber sufrido
ningún daño.
Por otra
parte, podemos ampliar lo que hemos mencionado acerca del fuego y el agua como
elementos también protectores. El fuego siempre ha sido considerado un elemento
protector y purificador. Tradicionalmente se consideraba que preservaba frente
a los demonios y a los espíritus, al igual que frente a los animales salvajes.
El agua, por su parte, significa vida. Nos limpia de la enfermedad y de la
suciedad y en muchas culturas se utiliza como remedio contra los fantasmas.
Finalmente, la
narración se relaciona con la caída de la tarde y con la noche porque existe la
creencia de que trae mala suerte contar historias durante el día. Podríamos
mencionar como ejemplo el caso de Irlanda o el de Nueva Guinea, donde incluso se
hablaba de que el narrador podía morir electrocutado por un rayo.
Todos estos
detalles añaden leyendas y creencias mágicas a la religiosidad del cuento, uno
de los géneros literarios tradicionales que parece remontarse a los orígenes de
la humanidad como forma de conocimiento y entretenimiento.
Si te
interesan los cuentos, si te gusta leerlos o quieres ampliar tus conocimientos
sobre este tema, puedes leer algunas colecciones:
-
El Conde Lucanor,
de don Juan Manuel, en la que podríamos destacar el cuento del medio amigo, o el
del hombre que se casó con una mujer brava.
-
El Decamerón,
de Boccaccio, donde se contienen cien narraciones contadas en diez días por
diez personajes.
-
Los cuentos de
Canterbury, de Chaucer, que incluyen una curiosa referencia a los vinos de
Lepe.
-
Las mil y una
noches, donde puedes redescubrir personajes como Simbad el marino o
Aladino.
-
Cuentos
infantiles y del hogar, de los hermanos Grimm, con historias tan conocidas
como Hansel y Gretel.
-
Cuentos de
Oscar Wilde, donde se encuentran relatos como El ruiseñor y la rosa o El
príncipe feliz.
-
Y siempre puedes leer cuentos divertidos y
sorprendentes en libros de relatos de Maupassant, Chéjov o Cortázar.
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