(Colaboración de Gonzalo Fernández Díaz)
El
conocimiento de la estructura básica de una obra y las razones por las que el
dramaturgo la escribió tal como lo hizo puede ayudar al director a lograr una
mejor comprensión de lo que significa.
Construida
de cierto modo, la obra será una en la que la acción y el movimiento
predominen, y los problemas del director se limitarán en gran parte a controlar
el movimiento y afinar la mímica. Construida de otro modo, habrá poca acción y
el director trabajará fundamentalmente aspectos psicológicos y matices de
interpretación y vocalización.
La estructura
dramática
Estructura
indica que las partes constituyentes del sistema se organizan según un orden
que produce el sentido de totalidad. Hablar de una estructura dramática es
lícito si se examina el caso de la dramaturgia clásica, aristotélica, que
responde a los criterios de la Poética.
Es fácil caracterizar esta estructura por medio de rasgos pertinentes:
-
el acontecimiento sucede en el presente ante el
espectador, el suspense y la incertidumbre de su conclusión son adquiridos
teóricamente.
-
El texto se distribuye según sus locutores, cada actor
asume su papel y es el resultado de los discursos y de los roles lo que funda
el sentido.
-
La presentación de la acción es objetiva: el poeta no
habla en nombre propio, sino que da la palabra a sus personajes.
El
drama es siempre “una imitación de cierta amplitud”, para que “pueda recordarse
fácilmente”. La materia de los acontecimientos será concentrada, unificada y
organizada teleológicamente en función de una crisis, una evolución, un
desenlace o una catástrofe.
Todas
estas propiedades fueron objeto de artes poéticas que se preocupaban de la
configuración de la acción.
Forma
cerrada/ Forma abierta
Esta
oposición no es absoluta. Estos tipos de dramaturgia no existen en estado puro.
Se trata más bien de un recurso cómodo para comparar dos tendencias formales de
construcción de la obra y de su modo de representación. Esta distinción solo
coincide parcialmente con las parejas épico/dramático, aristotélico/no
aristotélico y dramaturgia clásica/teatro épico.
El
criterio de clausura/apertura proviene del estudio de las formas artísticas, en
particular de las artes de la representación. Según Los conceptos fundamentales de la historia del arte de
Wölfflin (1959), la forma cerrada es “una representación que, por medio de
técnicas más o menos tectónicas hace del cuadro un fenómeno cerrado en sí
mismo”, mientras que la forma abierta intenta “dar una impresión ilimitada”.
V.Klotz (1960) retomó esta distinción al aplicarla a la historia del teatro y
de este modo puso en evidencia, no dos escuelas dramatúrgicas, sino dos estilos
de construcción dramática, que podríamos hacer coincidir con dos modos de
representación escénica.
El
rasgo distintivo de la forma cerrada es la homogeneidad de las estructuras
espacio-temporales que proporcionan el marco adecuado a una fábula que forma
“un todo bien redondeado”, articulado en una serie de episodios de número
limitado, todos centrados en torno al conflicto principal. Cada tema o motivo
se subordina al esquema general, el cual obedece a una estricta lógica temporal
y causal. La progresión de la intriga se realiza dialécticamente a través de
“golpe y contragolpe”, las contradicciones resueltas conducen siempre a nuevas
contradicciones, hasta el punto final que resuelve definitivamente el conflicto
principal. Todas las acciones son integradas en la idea directriz, que coincide
con la búsqueda del sujeto principal.
La
forma cerrada es propia del género de la tragedia: la fábula se construye de
manera que todas las acciones parezcan converger hacia la catástrofe. Desde
Aristóteles se considera que el drama debe presentar una sola acción divisible
en partes orgánicamente enlazadas unas con otras, y así hay tres fases que son
imprescindibles:
-
Prótasis, exposición y puesta en marcha de los
elementos dramáticos.
-
Epítasis, complicación y enmarañamiento del nudo.
-
Catástrofe, resolución del conflicto y retorno a la
normalidad.
La
tragedia griega no conocía las subdivisiones en actos. Su ritmo venía dado por
las apariciones del coro, que separaba los episodios (en número de 2 a 6). Son
los autores latinos (Horacio, Donato en su comentario de Terencio,…) y sobre
todo los teóricos del Renacimiento quienes tienden a formalizar la
segmentación, añadiendo al esquema terenciano dos elementos intercalados,
cambiando el número de actos de tres a cinco:
-
El acto II se ocupa del desarrollo de la intriga,
asegurando el paso de la exposición al clímax.
-
El acto IV prepara el desenlace o incorpora un último
suspense, una esperanza de solución que se desvanece rápidamente.
En
Séneca ya encontramos los cinco actos, siguiendo aquí el precepto de Horacio.
La obra en cinco actos llegará a ser norma en el siglo XVIII francés: es el
resultado de una estructura dramática que se ha hecho uniforme.
La
palabra acto proviene del latín actus,
acción, y permite la división de la obra en partes más o menos iguales en
función del tiempo y del desarrollo de la acción. La distinción entre los actos
y el paso de uno a otro son señalados de diversas maneras en la historia del
teatro occidental. Lo mismo ocurre con los medios para señalar el cambio de
acto: intervención del coro, caída del telón (a partir del siglo XVII), cambio
de iluminación o “apagón”, estribillo musical, carteles,… Las rupturas entre
actos responden a necesidades diversas:
-
Rupturas temporales: el acto señala a veces la unidad
temporal, un momento de la jornada (clasicismo), una jornada completa (drama
español del siglo de oro), y a veces (aunque es menos común) un período más
extenso (Chejov, Ibsen).
-
Rupturas narratológicas: desde Aristóteles se considera
que el drama debe presentarse en una sola acción divisible en partes orgánicamente
enlazadas unas con otras. El acto se define como una unidad temporal narrativa,
en función de sus límites más que por sus contenidos: termina cuando salen
todos los personajes y cuando hay un cambio notable en la continuidad
espacio-temporal. Por lo tanto, su función es segmentar la fábula en grandes
momentos, permitiendo que los personajes se reencuentren bajo nuevos términos,
sin que resulten enlazados por un principio de vinculación equivalente al
existente entre las escenas.
La
escena es un segmento temporal del texto basado en un número estabilizado de
personajes que se encuentran presentes simultáneamente en el lugar de la
acción. Una escena comienza con la entrada o la salida de un personaje. No se
limita a la presentación de un tema único sino que puede contener varios, que
no tienen que estar forzosamente conectados entre sí. Puede contener distintos
tonos o uno solo, que tal vez variará de intensidad en el transcurso de la
escena. Una escena puede poseer una pequeña escala que le es propia, dentro de
su estructura: una introducción, un crescendo y un punto culminante o clímax,
seguido de un alivio de la tensión en su propio desenlace o gradación
descendente.
Si
la forma cerrada recibe la mayor parte de sus características del teatro
europeo, la forma abierta se define como reacción contra esa dramaturgia y
presenta multitud de variantes y subproductos. La apertura casi conduce a una
destrucción total del modelo precedente, aunque obras tan distantes como las de
Shakespeare, Büchner, Brecht o Beckett reciban a veces la etiqueta de obra
abierta.
El
libro de Eco sobre La obra abierta
(1965) inaugura un acercamiento parasemiótico del texto literario. Este se
concibe como depositario de una multiplicidad de sentidos, varios significados
que pueden coexistir en un significante. La apertura se realiza en el plano de
la interpretación y de la práctica significante que el crítico impone al objeto
de estudio.
Los
rasgos fundamentales de esta forma podemos apreciarlos en los siguientes
apartados:
-
La fábula es un montaje de motivos no estructurados en
un conjunto coherente, sino presentados de manera fragmentaria o discontinua.
La escena o el cuadro forman las unidades de base que, al sumarlas, producen
una serie épica de motivos. No se espera que el dramaturgo organice sus
materiales según una lógica y un orden que excluya la intervención del azar.
Alterna las escenas según un principio de contradicción, incluso de
distanciamiento (para Brecht, el cuadro es un fragmento típico pero incompleto,
sin la perspectiva crítica y reestructuradota del espectador: cada cuadro forma
un todo, no se proyecta en el siguiente, termina brutalmente cuando amenaza con
“cuajar” en una sustancia válida por sí misma y que no fuerza a compararla con
lo que sigue). No integra las diferentes intrigas en una acción principal, sino
que juega con las repeticiones o variaciones temáticas y con las acciones
paralelas. A veces estas últimas, al ser dispuestas libremente, se reúnen sin
embargo en un punto de integración.
-
La estructura espacio-temporal está fragmentada. El
tiempo no fluye de manera continua. Se extiende naturalmente sobre toda una
vida humana, incluso una época. El espacio escénico se abre en dirección al
público (con la demolición de la cuarta pared), permitiendo todas las rupturas
escenográficas imaginables, y estimulando las apelaciones directas al público.
El lugar y el sentido de los objetos escénicos varían sin cesar: el espectador
es invitado a hacer el esfuerzo de aceptar las convenciones.
-
Los personajes no son reductibles a una conciencia o a
un conjunto finito de caracteres. Son instrumentos dramatúrgicos utilizables de
diversas maneras, sin que haya que preocuparse por lo verosímil y el realismo.
La
estructura de la intriga
Nos
referimos a los episodios o sucesos empleados para contar el argumento,
considerados en relación con el orden que tiene la secuencia de episodios.
La
intriga se encuentra más próxima al término inglés plot que al de story.
Como el primero de esos términos, la intriga acentúa la causalidad de los
acontecimientos según su sucesión temporal.
Existen
básicamente dos formas de desarrollar la intriga:
-
Lineal: cuando el principio, el medio y el final de la
acción principal aparece en el mismo orden que los sucesos que se siguen en la
progresión lógica mediante la operación lógica de la ley de causa-efecto.
-
Algebraica: cuando el dramaturgo no comienza por el
principio de una acción, sino que comienza en cualquier otro lugar y avanza o
retrocede, o ambas cosas simultáneamente.
Una
de las diferencias principales entre la estructura clásica (en la que la
historia ya está dada y el héroe, atrapado, ya no puede huir ni decidir) y la
romántica (donde el héroe puede decidir, aunque cometa un error trágico) reside
precisamente en el punto de ataque, ese momento en la historia de la vida de
los personajes que escoge el dramaturgo para comenzar su narración. En la
escuela romántica el punto de partida aparece pronto y los sucesos principales
se muestran en la acción. En la escuela clásica el punto de partida se
encuentra hacia el final de una larga serie de acciones previas, por lo general
poco antes de la catástrofe, y los antecedentes no se muestran, sino que se
resumen en forma de relato.
La
estructura lineal ortodoxa se podría predecir con una certidumbre casi
mecánica:
-
Acto I: el comienzo, presenta la complicación, se
introducen los personajes, se describe la situación y se inicia el paso hacia
la acción siguiente, y en ese momento es precisamente cuando empieza el cambio
en la situación original, o cuando alguien comienza a cambiarla.
-
Acto II: la consumación, una continuación del cambio en
la situación original, mediante la tirantez de la tensión hasta la culminación
principal, ese instante explosivo en que algo se produce para impedir un
retorno a la situación original. En el momento de culminación llega la acción a
un punto decisivo, a una crisis irrevocable.
-
Acto III: las consecuencias, cuando la situación, que
ha sido llevada al punto decisivo por el clímax, se lleva más allá de ese
punto, y expone en la caída de la acción o desenlace los intentos de los
personajes para ajustarse a las situaciones que siguen al momento culminante.
El fin o catástrofe, el suceso terminal, es el resultado final del clímax y
muestra ya a los personajes dentro de relaciones nuevas e inalterables entre
ellos. Estas son distintas a las que prevalecían en la situación original o, si
son las mismas, son elevadas a un nuevo nivel de intensidad.
El
mismo principio se aplicaría a la forma en cinco actos, cuando se utiliza la
construcción lineal de la intriga, salvo que los dos actos suplementarios
permiten que la progresión avance más lentamente a través de la acción:
-
Acto I: el comienzo.
-
Acto II: el final del comienzo.
-
Acto III: el medio.
-
Acto IV: el comienzo del final.
-
Acto V: el final.
La intriga y la
acción
La
intriga, en oposición a la acción como lógica temporal y causal del sistema
actancial, es la sucesión detallada de los resurgimientos de la fábula (serie
concreta de discursos y peripecias), el entrelazamiento y la sucesión de
conflictos y obstáculos y de los medios puestos en marcha por los personajes
para superarlos. Describe el aspecto externo, visible, de la progresión
dramática, y no los movimientos de fondo de la acción interior. En palabras de
Simon (1970), “la intriga es el asunto de
la obra, el juego de circunstancias, el nudo de los acontecimientos. La acción
es el dinamismo profundo de este asunto”.
Si
reconstruimos el modelo actancial en un punto dado de una obra, estableciendo
la relación entre los personajes, determinando el sujeto y el objeto hacia el
cual tiende, así como los oponentes y los ayudantes, obtendremos un esquema que
se modificará cuando los actantes adquieran una posición y un valor nuevos en
el universo dramático (por ejemplo, si el motor de la acción pasa de un
personaje a otro, el objeto perseguido es eliminado y adquiere otra forma o se
modifican las estrategias de los oponentes/ayudantes). La acción se produce tan
pronto como los actantes toman la iniciativa de un cambio de posición en la
configuración actancial, alterando así el equilibrio de fuerzas del drama. La
acción es por lo tanto el elemento transformador y dinámico que permite pasar
lógica y temporalmente de una situación a otra.
El
análisis del relato permite articular toda la historia en torno al eje
equilibrio/desequilibrio o trasgresión/mediación, potencialidad/realización o
no realización. El paso de un estadio al otro, de una situación de partida a
una situación de llegada, describe exactamente el recorrido de cada acción.
Aristóteles no decía otra cosa cuando dividía toda fábula en principio, medio y
fin.
Gráfica tensional:
motivos, elementos de culminación y clímax principal
La
mayoría de las obras avanza con un movimiento palpitante con momentos de
tensión que se alternan con otros de alivio, en una sucesión de gradaciones ascendentes
y descendentes. La energía que impulsa a la acción hacia esos puntos
culminantes puede derivar de una fuente emocional, psicológica o física. Sea
cual sea su naturaleza, debe representar una reunión ascendente de presiones
crecientes que conduzcan a la explosión inevitable, la cual irá seguida por la
disipación o decadencia de esa energía en la gradación descendente. El punto
más elevado representa la culminación principal o clímax.
Si
representáramos visualmente esa escala en una gráfica, la evolución de la
acción de una obra a través de los sucesos que constituyen su intriga,
obtendríamos la denominada gráfica tensional, donde un eje vertical
representaría el nivel de tensión y uno horizontal, su progresión en el tiempo.
La
unidad indivisible de la intriga es el motivo. El tema de cada motivo
constituiría la unidad autónoma de la acción. Los motivos, según su integración
en la acción, se dividen en:
-
Dinámicos (el episodio), que hacen avanzar la acción.
-
Estáticos, que caracterizan a los personajes y
neutralizan provisionalmente la acción.
-
Retardadores, que impiden la realización de un
proyecto, procurando un cierto suspense. Para la tragedia clásica el
retardamiento es una etapa esencial antes de la catástrofe. Se trata de
procurar cierto suspense, de dar al héroe la última posibilidad de otra
decisión o de retroceder ante el obstáculo.
-
De regreso atrás (flash-back) o de anticipación de un
acontecimiento futuro (flash-forward).
-
De encuadramiento (marco), cuando se señala con un
mismo motivo el comienzo y el fin de una obra, dando la impresión de un círculo
que se cierra sobre sí mismo.
-
Central (leitmotiv), ciertos temas fundamentales,
repetitivos, que forman una cadena a la vez poética y narrativa.
Igualmente
se puede hablar de motivo de:
-
una obra
-
un autor (tema obsesivo)
-
una tradición literaria (por ejemplo, Fausto)
-
arquetípico o antropológico (propio del inconsciente
colectivo)
La unidad
motivacional
Cada
escena es susceptible de ser dividida en unidades más pequeñas denominadas
subescenas o unidades motivacionales, que son bloques homogéneos y coherentes
de la intriga contenida en cada escena, caracterizados por:
-
Un tema propio y donde el pensamiento se exprese en
forma continua.
-
Personajes relacionados entre sí en forma simple y
estabilizada.
-
Una emoción dominante que lo impregna todo y que puede
variar de intensidad pero no de naturaleza.
-
Los personajes están motivados por una serie de
estímulos, y responden solamente a estos, los cuales no son reemplazados ni
traspuestos en el curso de las cosas por nuevos factores que afecten a esa
motivación.
-
El diálogo se limitará a consideraciones sobre un solo
tema.
Estas
pueden expresarse en una gráfica tensional propia de cada escena, con su punto
culminante o clímax.
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