En
Dante se funden la edad vieja duecentesca
y la nueva del Trecento. Por una
parte, encontramos en él los motivos de la pureza de la fe, la contemplación de
la belleza y la participación política; por otra tiene una concepción del gusto
más moderna, un interés más directo por los clásicos y una visión más amplia de
la vida moral.
Dante
sobresale entre sus contemporáneos por su genialidad y la amplitud de su
experiencia poética, desde la lengua a la técnica del verso, la riqueza de motivos
y la creación de nuevas imágenes.
Su
obra maestra, la Divina Comedia
es un largo itinerario hacia Dios, aunque su intensa humanidad le lleva a
profundizar en el hombre y a describir la realidad.
Dante
(forma abreviada y familiar de Durante) Alighieri nació en Florencia entre mayo
y junio de 1265. Durante su juventud se dedicó al estudio de la gramática, la
filosofía y la retórica. Fue soldado y participó en la batalla de Campaldino en
1289. Participó activamente en las luchas políticas de su tiempo, por lo que
sufrió el destierro a partir de 1302. Tuvo una vida familiar corriente: se casó
con Gemma Donati en 1277 y tuvieron tres hijos.
En
lo que se refiere a su vida poético-amorosa, debemos recordar su obra Vida Nueva, donde el mismo Dante
habla de la figura de Beatriz. La conoció en 1274, volvió a verla en 1283 (es
el momento en que escribe el primer soneto de Vida Nueva) y ella murió en 1290. Beatriz se presenta como
la guía segura hacia Dios.
Dante
habla de un período de extravío, que se puede entender en un sentido filosófico
o amoroso.
Entre
1304 y 1307 escribió un tratado sobre la lengua, De vulgari eloquentia, y una vasta enciclopedia del saber,
el Convivio. Quizás es en 1309
cuando surge la idea de la Divina
Comedia, a la que se dedicó hasta sus últimos años. Dante elaboró
también una doctrina política que recogió en el tratado Monarchia, alrededor de 1310. Murió en Rávena en septiembre
de 1321.
El
llamado Dolce Stil novo es el
movimiento artístico que impregna la producción juvenil de Dante. Como tal
movimiento deriva de diversas fuentes:
-
La tradición trovadoresca, de la que toman las
convenciones del amor cortés: la gentileza, el trasfondo religioso de la
experiencia amorosa, la idealización de la mujer y la creencia de que el amor
ejerce un influjo beneficioso y ennoblecedor sobre el amante.
-
El franciscanismo, que valoraba la sinceridad y la
armonía entre el hombre y la naturaleza.
-
El pensamiento aristotélico
-
La escuela poética siciliana de la primera mitad del
siglo XIII, pionera en la utilización de la lengua vernácula vulgar y a la que
se deben composiciones como el soneto.
Dante
acepta todos los fundamentos filosóficos y culturales del “stilnovismo”: el
concepto del amor hacia la mujer como preparación y tránsito del espíritu
humano desde la vivencia terrenal a la contemplación sublime de Dios, el gusto
por formas poéticas agradables o la poesía como sutil razonamiento acerca del
amor.
El
motivo característico del stilnovismo de Dante es la alabanza de Beatriz, la
admiración por la mujer amada que logra la elevación espiritual del amante, el
temor a que el sueño se rompa y al mismo tiempo alcanzar altas meditaciones en
ese galanteo.
La Divina Comedia
Esta
obra es una epopeya alegórica en tercetos encadenados, escrita en toscano, y se
divide en tres partes: Infierno,
Purgatorio y Paraíso. Cada una de
sus partes está dividida en 33 cantos. La composición se ordena según el
simbolismo del número tres (la trinidad: padre, hijo y espíritu santo). Y en
ella hay tres personajes principales: Dante, que es la personificación del
hombre, Beatriz, que personifica a la fe, y Virgilio, que personifica a la
razón.
Dante
compuso la obra en los últimos quince años de su vida. Según testimonio de
Gemma Donati, el autor había dado forma a la primera cantiga ya en 1307. El Infierno estaba terminado en 1308,
aunque sufrió una revisión, y el Purgatorio
en 1312. Dante trabajó en el Paraíso
hasta el final de su vida, de forma que fue publicado póstumamente.
La
Divina Comedia encierra una
materia compleja y supone un formidable empeño de carácter científico,
filosófico, teológico e histórico. El conjunto corresponde a un elevado
propósito de alta poesía, condicionado por la profunda religiosidad de Dante.
La visión que presenta el autor sobre los reinos de ultratumba rompía la
frialdad de la literatura alegórica de épocas anteriores para convertirse en un
relato sentido y profundo sobre una experiencia ascética que arrastra al poeta
hasta la contemplación mística. Todo en la Comedia
está sometido a un impulso moral, investido de fe cristiana, pero al mismo
tiempo relacionado con los ideales humanos de la época, presentando diálogos y
hechos coetáneos, sin sustraerse de juzgar, pero con el empeño de comprender y
censurar el presente y lamentar el pasado.
Para
la composición de esta obra, Dante utiliza el estilo trágico, el medio y el
humilde, usa vocablos clasicistas, términos del lenguaje popular e incluso
expresiones descuidadas. Aprovechó los nuevos recursos de la lengua italiana en
cuanto al léxico, la sintaxis y la rima. Destaca en la expresión la variedad de
efectos y figuras retóricas.
Dante
utiliza tres tonos o estilos fundamentales, que corresponden a las tres
cantigas del poema: un tono realista, dramático y vulgar en el Infierno; un tono lírico y lleno de
citas bíblicas en el Purgatorio; y un
tono arrebatado, estático, musical, de himnos y cantos litúrgicos en el Paraíso.
Antes
de emprender el viaje, Dante despierta en una selva oscura sin saber por qué ha
llegado hasta ahí. Se describe un paisaje en el que se observa el sol (Dios) y
una colina (el camino que se debe seguir para llegar a Dios). En el camino,
Dante encuentra varias fieras (pecados) que lo obstaculizan. Se encuentra con
Virgilio y comienzan el viaje.
Infierno
El
infierno es una inmensa fosa cónica en forma de un gigantesco anfiteatro, que
se abre en el hemisferio boreal hasta el centro de la tierra. El eje vertical
del infierno une Jerusalén con el centro del globo. La entrada, por tanto, no
está lejos de la Ciudad Santa. De acuerdo con la concepción de Tolomeo, La
Tierra está inmóvil en el centro del universo. Solo el hemisferio austral está
habitado porque es el más próximo a Dios. Cuando los ángeles se rebelaron, Dios
los precipitó y la tierra que debía recibirlos retrocedió, quedando sepultada
por las aguas. Lucifer ocupó con la mitad de su cuerpo el fondo del abismo
infernal. Alrededor de este abismo se extiende una vasta llanura con un río. En
ella se coloca el Anteinfierno, donde se encuentran los ángeles neutrales, los
que cuando Lucifer se rebeló no tomaron partido. Mezclados con ellos están los
cobardes, los pusilánimes.
El
anfiteatro infernal está dividido en nueve círculos concéntricos, pero esas
circunferencias se van estrechando hasta el círculo donde está confinado Lucifer.
Hacia el centro aumenta la gravedad de la culpa. Los condenados están divididos
según el esquema aristotélico de los pecados, clasificados todos en tres malas
disposiciones: la incontinencia, la bestialidad y la malicia. Los pecadores por
incontinencia (los que no han sabido frenar los instintos naturales) se
encuentran entre el segundo y el quinto círculo. El primero comprende el Limbo,
donde están los niños muertos antes del bautismo y los que vivieron antes de
Cristo y no pecaron. Son científicos, filósofos, príncipes y héroes del mundo
pagano. Entre ellos se encuentra Virgilio.
Los
cuatro círculos de los incontinentes están habitados por los lujuriosos, los
glotones, los avaros y pródigos, y los iracundos y acidiosos.
La
segunda gran sección infernal es la de los heréticos (sexto círculo) y el de
los violentos (el séptimo). Esta última sección está dividida en tres recintos:
homicidas y ladrones (violentos contra el prójimo), suicidas y derrochadores
(violentos contra sí mismos), y blasfemos, sodomitas y usureros (violentos
contra Dios, contra la naturaleza y contra el arte).
El
octavo círculo comprende a los fraudulentos, que usan el engaño. Está dividido
en diez fosas, ocupadas por los seductores, aduladores, simoniacos, barateros,
hipócritas, ladrones, malos consejeros, sembradores de escándalo y discordia y
falsificadores. El noveno círculo comprende a los que usaron el engaño contra
quien se fía (traidores) y está dividido en cuatro zonas, según sean traidores
a los familiares (Caína), políticos (Antenora), a los huéspedes (Tolomeo) o a
la Iglesia y al Imperio (Judea).
La
construcción alegórica del Infierno y los símbolos que aparecen está
relacionada con la idea central del poema como viaje de un alma desde el
extravío a la salvación.
El
texto poético debe ser entendido según cuatro sentidos: el literal, el
alegórico (escondido en la fábula), el moral (según la utilidad) y el
anagórgico (el supra sentido, la explicación espiritual de un texto que está
ordenada hacia la vida eterna).
Purgatorio
El
Purgatorio es una montaña, antítesis del Infierno que era una cavidad
subterránea. Además están situados en hemisferios opuestos. El Purgatorio está en una gran isla que lo
contiene y que tiene forma de cono truncado, en un punto central respecto al
gran océano que cubre el hemisferio austral. La playa entre el mar y la ladera
del monte es breve. Los dos poetas salen a la luz del sol en un punto donde una
nave, guiada por un ángel, lleva a las almas enviadas a la expiación.
En
las primeras estribaciones de la montaña está el Antepurgatorio, donde las
almas de los que dejaron el arrepentimiento para el final esperan ser admitidos
a la purificación.
El
Antepurgatorio está dividido en cuatro repechos. En el primero esperan,
avanzando lentamente, las almas que murieron en estado de excomunión (o sea,
condenados por la iglesia), pero que se arrepintieron al final de su vida. En
el segundo repecho esperan las almas de los que fueron perezosos en vida y
tardaron en arrepentirse. En una zona posterior se encuentran los pecadores que
tuvieron una muerte violenta. Entre este tercer repecho y el cuarto tiene lugar
el encuentro con el trovador italiano Sordillo, que introduce a los dos poetas
en un valle florido (el cuarto repecho), donde esperan los príncipes negligentes, aquellos que en la vida no se preocuparon de la misión política que Dios les
había encomendado.
Durante
la fatigosa subida, Dante conoce gracias a Virgilio explicaciones sobre el
movimiento del sol y la constitución de la montaña.
Dante
cae en un sueño y es transportado por Santa Lucía (símbolo de la gracia
iluminante) ante la puerta del verdadero Purgatorio. El ángel custodio graba en
la frente de Dante con la espada siete P, que corresponden a los siete pecados
capitales. Las siete señales le serán borradas después por otros ángeles, ya
que Dante sufrirá un proceso de purificación.
En
las siete cornisas del Purgatorio el poeta se encuentra con los soberbios, que
avanzan lentamente cargados con grandes peñascos; luego con los envidiosos, que
llevan cilicio y tienen cosidos los ojos con un hilo de hierro; después con los
iracundos, sumergidos en humo y oscuridad; después con los acidiosos, que van
corriendo; con los avaros y pródigos, postrados en la tierra y atados de pies y
manos; con los glotones, enflaquecidos hasta ser solo piel y huesos, devorados
por un hambre y una sed insoportables; y por último, con los lujuriosos,
envueltos en un mar de fuego, y divididos en dos grupos que caminan en sentidos
opuestos (una fila es la de los pecadores según la naturaleza y otra, la de los
“contra natura”).
De
pronto, Dante llega al Paraíso terrenal, al que se asciende a través de una
escalera excavada en la montaña. El poeta cae en un sueño en el que aparece una
mujer joven y bella, Lía, que es símbolo de la vida activa. Cuando se
despierta, Dante está acompañado por Virgilio y por otro guía, el poeta latino
Estacio. Llega a las orillas del río Leteo, del que surge una bella mujer,
Matelda (Santa Matilde). La sigue y se interna en una floresta luminosa, donde
asiste a una procesión mística. La procesión se detiene y aparece Beatriz,
mientras Virgilio desaparece. La dama le reprende por los pecados que le han
llevado al extravío, por lo que Dante deberá mostrar su arrepentimiento.
Matelda
hará que el poeta beba de los ríos Leteo y Eunoé, que hacen olvidar las cosas
malas y recordar las buenas. Así Dante está preparado y en condiciones de
seguir a Beatriz y conocer la beatitud del Paraíso, el tercer y último reino.
El
sistema de penas del Purgatorio, a diferencia de lo que ocurría en el Infierno,
es doble: las almas no solo deben padecer, sino que también deben superar la
fase de sufrimiento, como forma de preparación para la dicha eterna. El
arrepentimiento está unido al ejemplo moral, opuesto al pecado que las almas
purgan. Así podrán ejercitar la virtud que no tuvieron en vida, meditando y
aspirando a conseguirla. Los ejemplos nacen de la historia sacra y profana
antigua, así como de narraciones devotas.
La
variedad de ejemplos morales es excepcional. En el primer repecho, los
soberbios deben contemplar varios altorrelieves esculpidos en la montaña (por
ejemplo, la Anunciación o la danza de David ante el Arca). En la segunda
cornisa hay ejemplos de caridad, la virtud opuesta a la envidia (unas voces pregonan
los ejemplos de, por ejemplo, la Virgen María). A los iracundos se les aparecen
visiones místicas de mansedumbre (como las palabras de San Esteban durante su
martirio). En la cuarta cornisa dos almas pregonan ejemplos de solicitud a los
perezosos. En el repecho de los avaros y pródigos, el rey Hugo Capeto pronuncia
ejemplos de pobreza y generosidad. En la cornisa de los glotones, una voz
pregona ejemplos de templanza. Los lujuriosos alternan ejemplos de castidad (la
Virgen María) con casos de lujuria especialmente graves (Sodoma y Gomorra).
Dentro
del Purgatorio hay que destacar el canto XVI. En él, Dante interroga a Marco
Lombardo acerca del libre albedrío humano. A causa del pecado original se
inicia la degeneración humana. Para llevar a la humanidad por el buen camino,
Dios ha querido que su hijo se encarnase y padeciera el suplicio, de forma que
el género humano se libre de ese pecado original. Pero esa liberación no ha
impedido la culpa, el continuo riesgo de pecar. La clemencia de Dios ha querido
proporcionar a los hombres los medios para huir de la tentación, evitar el
pecado, practicar la virtud y aspirar a la dicha eterna.
Dante
pone en evidencia el hecho de que el hombre intenta alcanzar la felicidad en la
vida terrena para poder aspirar a alcanzar el cielo después de la muerte.
Dios
creó dos instrumentos para lograr esa felicidad: el Imperio y la Iglesia. Pero
la codicia y la avaricia han hecho que abandonen su misión y se preocupen solo
del poder temporal.
En
la concepción política de Dante se inserta un elemento de esperanza: la
regeneración del mundo. Esta se apoyará en dos fuerzas, la Filosofía
(representada por Beatriz, a la que se llega obrando virtudes) y la Revelación
(simbolizada por Virgilio y a la que se llega mediante la fe, la esperanza y la
caridad, verdades que trascienden la razón humana).
Llegará
la hora del triunfo del Espíritu Santo y tanto la Iglesia como el Imperio
volverán a ejercer sus misiones.
Paraíso
Todos
los bienaventurados se reúnen en el Empíreo, donde están invitados a gozar
eternamente de la visión y el conocimiento de Dios. La fuente esencial de esta
dicha es la Gracia. Ella es la que otorga el premio de la visión de Dios.
Los
bienaventurados descienden del Empíreo a los cielos de los planetas, revelan su
individualidad a Dante, hablan de sí mismos y le cuentan detalles de su vida
futura, lo interrogan, le aclaran lo esencial de la ciencia divina, responden a
sus preguntas (o las que Beatriz hace por él) y preparan su espíritu para
acoger la visión del Empíreo y la de Dios.
La
topografía del Paraíso responde a fines didácticos. Aparecen nueve cielos,
además de uno, el décimo, que es el cielo inmóvil o Empíreo. A cada cielo le
corresponde uno de los nueve coros angélicos, y en cada uno de ellos hay una
disposición para el bien. En cada uno, los espíritus bienaventurados se
presentan de diversas formas. Existe también una subdivisión entre los cielos.
En los tres primeros (Luna, Mercurio y Venus) se presentan espíritus que en
vida supieron mitigar los apetitos por medio de la razón, y que ejercitaron la
virtud de la templanza. En los siguientes tres cielos (Sol, Marte y Júpiter)
descienden los espíritus que observaron prudencia, fortaleza o justicia. En el
séptimo cielo (Saturno) se presentan los espíritus que practican la vida
contemplativa y están más cerca de Dios. El cielo estrellado o de estrellas
fijas es el octavo, que está poblado por bienaventurados en forma de luces
ardientes. El cielo noveno o cristalino encierra movimientos circulares
sencillos. Por último, el décimo cielo es la sede del Paraíso celeste y es la
morada de los ángeles y los bienaventurados:
-
El primer cielo es el de la Luna y está movido por los
ángeles del primer coro de la jerarquía celeste. A él llegan volando Beatriz y
Dante desde el Paraíso terrenal. En este cielo se encuentran los espíritus de
los que en vida faltaron a sus votos por culpa de la violencia de otros. Los
espíritus se dejan ver como imágenes reflejadas.
-
El segundo cielo, Mercurio, está movido por el coro de
los arcángeles, que se aparecen a Dante como luces que cantan y bailan. Son los
espíritus que en vida actuaron para conquistar fama y honor. Destaca el
espíritu de Justiniano, que describe las fases triunfantes del Imperio de Roma.
-
Los que estuvieron sujetos al amor se presentan en el
cielo de Venus, movido por la jerarquía angélica de los Principados. Son luces
que dan vueltas velozmente.
-
El cuarto cielo es el del Sol, movido por las
Potestades. En él se encuentran los espíritus sabios, danzando y cantando en
tres coronas. En la primera de ellas está Santo Tomás de Aquino. La tercera
corona es la más luminosa, aunque Dante no puede identificar a los sabios que
se encuentran en ella.
-
Los motores del cielo de Marte son las virtudes. Allí
Dante conoce a los espíritus militantes, aquellos que han combatido por la fe.
Se presentan como luces en forma de cruz, en la que brilla la imagen de Cristo.
Allí se encuentra Dante a su tatarabuelo Cacciaguida, que le profetiza el
exilio y le muestra a otras almas combatientes, como Carlomagno.
-
El sexto cielo, de Júpiter, muestra las almas de los
justos y los piadosos. Este cielo está regido por las Dominaciones. Allí Dante
aprende que la fe no es suficiente para obtener la salvación. Debe ir
acompañada de buenas obras. Se nombran algunos gobernantes justos, como
Trajano, Constantino o el héroe troyano Rifeo.
-
El séptimo cielo, el de Saturno, es movido por los
tronos. Dante encuentra ahí a los espíritus contemplativos, en diferentes
grados (unos suben, otros permanecen quietos, otros bajan,…). Dos almas (San
Pedro Damián y San Benito) se dirigen a él.
-
El octavo cielo es el estrellado, que está movido por
los querubines. Aquí se le aparece al poeta el triunfo de Cristo, rodeado de
bienaventurados que se presentan como luces ardientes. También se aparece a
Dante la Virgen, coronada por una luminosidad angélica. Los apóstoles San
Pedro, Santiago y San Juan interrogan al poeta acerca de la fe, la esperanza y
la caridad. Una vez superado el examen, aparece Adán que le explica la
naturaleza del primer pecado, el tiempo transcurrido desde la Creación y el
tiempo que permaneció en el Paraíso Terrenal.
-
El noveno cielo se llama Primer Móvil y está a cargo de
los serafines. Dios se aparece a Dante como un punto de luz y los nueve
círculos giran en torno suyo. La belleza de Beatriz le parece a Dante superior
a la de los ángeles.
-
El décimo cielo es el Empíreo, la sede del Paraíso
celeste. Allí habitan los ángeles y los bienaventurados en forma de una esfera
que recubre el Primer Móvil. Un río luminoso se transforma en un amplio
anfiteatro, en cuyas gradas están los bienaventurados. Allí recuerda Dante los
desengaños del hombre. Espera que Beatriz le explique cómo está hecho el
Empíreo, pero ella ya no está a su lado, sino en la tercera grada. Junto al poeta
ahora está San Bernardo, que le explica la distribución de los bienaventurados
(la Virgen, Eva, las mujeres hebreas,…). Todos dirigen a la Virgen una plegaria
y así Dante puede ver a Dios. El sueño místico llega al final del cántico
trigésimo tercero.
La
tercera cantiga está concebida como visión mística y mensaje profético. Dios
revela su mensaje al místico para que haga partícipe de él a toda la humanidad.
La
Comedia es un sueño místico que, como
el de Eneas y el de San Pablo, ha permitido a Dante visitar en vivo el reino de
los muertos y transmitir a los vivientes un mensaje de purificación interior,
con la finalidad de que se conviertan.
El
clima religioso de la época en que está escrita la Divina Comedia y la costumbre de la lectura de textos místicos,
pudieron inducir a los lectores y glosadores a tener la certeza de que Dante
Alighieri hubiera sido sujeto de un verdadero éxtasis místico, un sueño donde
se le apareció la visión del mundo del más allá.
En
un momento de la historia se pasó de una interpretación literaria (de
experiencia mística) a una alegórica. Esto fue para poder salvar a Dante de la
acusación de herejía.
Para
componer su obra, Dante utilizó los textos más importantes de la mística
medieval. Intentó producir una contribución personal para dilucidar importantes
cuestiones de la ciencia divina y humana.
La
estructura general del poema es la de una visión mística, pero reconstruyendo
el mundo del más allá. Por otra parte, el autor se refiere a acontecimientos de
su propia vida y de su época, pero no tanto a las propias experiencias
personales. Personajes dispares hablan de sí mismos y de sus vidas. La
estructura del Paraíso está concebida como la tercera fase del proceso de
expiación. El esquema ascético por el que el alma puede purificarse no acaba en
el Paraíso. Hay un continuo proceso de redención y de aprendizaje, para no
volver a caer en el pecado.
Los
diferentes sentimientos que muestra el poeta son auténticos, fruto de
experiencias vitales, pero en el poema se vierten de acuerdo con una estructura
razonadora del autor.
En
la Divina Comedia hay
reminiscencias de grandes obras de pensamiento del Duecento, abundantes
reminiscencias clásicas, similitudes, metáforas y la invención de colores,
sonidos y luces.
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