Esta
extraña pendiente por la que voy bajando
discurre entre la niebla. Ya no recuerdo bien
si hubo sol matinal en el ascenso,
ni si era aquella cima en la que luego estuve
5 el centro mismo de la luz. Ahora
doy pasos con cuidado; todo es aquí confuso.
Me he perdido en el tiempo. Avanzo y retrocedo,
y no consigo asir las formas puras
del existir en las que me apoyaba
10 cuando era firme el mundo y las cosas tenían
principio y fin, definición, contornos.
No hay ayer, ni presente, ni mañana.
¿En qué lugar del tiempo va extendiéndose
la bruma que me envuelve? El antes es después,
15 lo que pasó no ha sido, lo que aún
ha de venir acaso está ocurriendo.
¿Quién soy? ¿Quién desde dentro de mí me desconoce?
¿Fui niño un día, o fabulé una historia
que en los malos momentos a vivir me ayudara?
20 Entreveo a lo lejos un verano
que no tuvo comienzo, y no termina
(siempre es verano cuando rememoro
desde la oscuridad la luz primera):
una casa en el campo; estoy jugando
25 junto a la acacia que da sombra a la puerta;
mi madre cose o lee cerca de mí y me mira
con los ojos más dulces y más limpios
yo haya visto nunca. Y de pronto no existen
aquella casa blanca, los almendros, la viña,
30 las galeras cargadas con costales de trigo
bajo el fulgor de agosto, y no está ya mi madre
mirándome. Un muchacho escribe en un cuaderno
sus primeros poemas; es de noche; la luna
entra por la ventana de su cuarto;
35 miradle trabajar: qué emoción en su pecho,
cómo en sus manos arde la vida que quisiera
decir en el papel. Mas va llegando
poco a poco la aurora a la ciudad,
y el cuarto que hemos visto está vacío;
40 parece que jamás se hubiera hallado
en esta habitación aquel adolescente
que en la noche escribía. Una muchacha pasa
junto a mí, y se detiene; de ilusión están llenos
sus ojos tan azules, su sonrisa. Empezamos
45 a andar por un camino. ¿A qué sitio nos lleva?
De súbito, transcurren muchos años.
¿Dónde surge el amor? ¿Cuándo se extingue?
Un niño está sentado sobre esa alfombra; juega
con sus juguetes; grita y hace palmas
50 al contemplar la innumerable tropa
de fieros monigotes que ha dispuesto
ante sí en rigurosa formación de combate.
Y yo asisto al milagro de su infancia; reímos
con la risa más neta, y, abrazados,
55 hijo y padre rodamos por el suelo
mientras sucede lenta, lentamente,
una mañana de la primavera.
Pero en un solo instante se ha cerrado la noche;
crecen las sombras, y es invierno, y llueve,
60 y no hay nadie en mi casa. ¿Qué ha pasado?
¿Qué fue del niño aquel que con su risa
me unía a una verdad tan verdadera?
¿Y qué ha sido de mí, de los seguros
convencimientos que me sostenían?
65 Un extraño me habita. En los espejos veo
la mirada perpleja, interrogante,
de un rostro ajeno, de alguien que en nada se parece
al que fui alguna vez. No sé si estoy soñando,
no sé si estoy despierto, si imagino o recuerdo.
70 Quizás siempre soñamos. Vivo en la incertidumbre.
Me he perdido en el tiempo. Doy pasos en la niebla
y a tientas voy bajando la pendiente insegura.
Todo acontece ahora deprisa, muy deprisa;
imágenes, sucesos entelequias,
75 se apagan, se iluminan, van y vienen.
¿Qué es antes? ¿Qué es después? ¿Quién entrelaza,
ordena y desordena las horas de mi vida?
La realidad y el sueño y la memoria,
¿dónde empiezan y acaban? (25 de julio de 1995)
discurre entre la niebla. Ya no recuerdo bien
si hubo sol matinal en el ascenso,
ni si era aquella cima en la que luego estuve
5 el centro mismo de la luz. Ahora
doy pasos con cuidado; todo es aquí confuso.
Me he perdido en el tiempo. Avanzo y retrocedo,
y no consigo asir las formas puras
del existir en las que me apoyaba
10 cuando era firme el mundo y las cosas tenían
principio y fin, definición, contornos.
No hay ayer, ni presente, ni mañana.
¿En qué lugar del tiempo va extendiéndose
la bruma que me envuelve? El antes es después,
15 lo que pasó no ha sido, lo que aún
ha de venir acaso está ocurriendo.
¿Quién soy? ¿Quién desde dentro de mí me desconoce?
¿Fui niño un día, o fabulé una historia
que en los malos momentos a vivir me ayudara?
20 Entreveo a lo lejos un verano
que no tuvo comienzo, y no termina
(siempre es verano cuando rememoro
desde la oscuridad la luz primera):
una casa en el campo; estoy jugando
25 junto a la acacia que da sombra a la puerta;
mi madre cose o lee cerca de mí y me mira
con los ojos más dulces y más limpios
yo haya visto nunca. Y de pronto no existen
aquella casa blanca, los almendros, la viña,
30 las galeras cargadas con costales de trigo
bajo el fulgor de agosto, y no está ya mi madre
mirándome. Un muchacho escribe en un cuaderno
sus primeros poemas; es de noche; la luna
entra por la ventana de su cuarto;
35 miradle trabajar: qué emoción en su pecho,
cómo en sus manos arde la vida que quisiera
decir en el papel. Mas va llegando
poco a poco la aurora a la ciudad,
y el cuarto que hemos visto está vacío;
40 parece que jamás se hubiera hallado
en esta habitación aquel adolescente
que en la noche escribía. Una muchacha pasa
junto a mí, y se detiene; de ilusión están llenos
sus ojos tan azules, su sonrisa. Empezamos
45 a andar por un camino. ¿A qué sitio nos lleva?
De súbito, transcurren muchos años.
¿Dónde surge el amor? ¿Cuándo se extingue?
Un niño está sentado sobre esa alfombra; juega
con sus juguetes; grita y hace palmas
50 al contemplar la innumerable tropa
de fieros monigotes que ha dispuesto
ante sí en rigurosa formación de combate.
Y yo asisto al milagro de su infancia; reímos
con la risa más neta, y, abrazados,
55 hijo y padre rodamos por el suelo
mientras sucede lenta, lentamente,
una mañana de la primavera.
Pero en un solo instante se ha cerrado la noche;
crecen las sombras, y es invierno, y llueve,
60 y no hay nadie en mi casa. ¿Qué ha pasado?
¿Qué fue del niño aquel que con su risa
me unía a una verdad tan verdadera?
¿Y qué ha sido de mí, de los seguros
convencimientos que me sostenían?
65 Un extraño me habita. En los espejos veo
la mirada perpleja, interrogante,
de un rostro ajeno, de alguien que en nada se parece
al que fui alguna vez. No sé si estoy soñando,
no sé si estoy despierto, si imagino o recuerdo.
70 Quizás siempre soñamos. Vivo en la incertidumbre.
Me he perdido en el tiempo. Doy pasos en la niebla
y a tientas voy bajando la pendiente insegura.
Todo acontece ahora deprisa, muy deprisa;
imágenes, sucesos entelequias,
75 se apagan, se iluminan, van y vienen.
¿Qué es antes? ¿Qué es después? ¿Quién entrelaza,
ordena y desordena las horas de mi vida?
La realidad y el sueño y la memoria,
¿dónde empiezan y acaban? (25 de julio de 1995)
Se trata de
un poema narrativo, que funciona como prólogo del poemario La vida (1996) de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948). En este
texto se definen muchas claves de ese libro: los tópicos del tempus fugit y del ubi sunt?, el carácter autobiográfico a través de la presencia del
“yo” poético y el simbolismo basado en la antítesis luz-sombra y en las
estaciones del año, que representan el ciclo vital.
Elpoema está
escrito en presente histórico, en el que el “yo” poético recorre y recuerda su
vida en una rápida sucesión de instantes. La vida es vista desde una cima (“El centro mismo de la luz”, que es
juventud). Desde esa cima va descendiendo al recuerdo (“Esta extraña pendiente por la que voy bajando discurre entre la niebla”).
La antítesis luz, amanecer (infancia y juventud) frente a niebla, sombra
(madurez) es un símbolo en todo el poemario. La niebla anuncia que ve “a lo
lejos” en su memoria la infancia rural, su adolescencia, su llegada a la
ciudad, su encuentro con el amor y la experiencia de la paternidad. Entonces
toma conciencia del paso del tiempo (tempus
fugit):
-
La
niñez se asocia al verano en una casa de campo, donde un niño juega bajo la
sombra de una acacia y bajo la atenta mirada de su madre.
-
La
adolescencia hace desaparecer la imagen vigilante de la madre y presenta a un
joven escritor que le dedica sus primeros versos a la luna.
-
La
llegada a la ciudad y la llegada del amor son recordadas con mayor rapidez que
los momentos anteriores. Después da un salto en el tiempo (“De súbito transcurren muchos años”) para llegar a la imagen de la
paternidad, en la que de nuevo aparece un niño jugando y el papel de la madre
vigilante lo ejerce ahora el “yo”.
Con el fin
del recuerdo se acaba la luz (“Pero en un
solo instante se ha cerrado la noche/crecen las sombras”). Es entonces
cuando aparece el tópico del ubi sunt?,
que también aparece en “Una fotografía” y “Envejecer”: “¿Qué fue de aquel niño que con su risa/ me unía a una realidad tan
verdadera?”
El otro
símbolo presente es el del ciclo vital basado en las estaciones del año, los
momentos del día y las luces o sombras:
Luz, amanecer
|
-
Infancia
(primavera, verano
-
Juventud
(verano)
|
Sombra, noche
|
-
Madurez
(otoño)
-
Vejez
(invierno)
|
El poema se
cierra con el anuncio de lo que serán los poemas restantes:
Me he perdido en el tiempo.
Doy pasos en la niebla,
Y a tientas voy bajando la
pendiente insegura.
Todo acontece ahora deprisa, muy deprisa.
donde
“ahora” es “recordar”.
En cuanto a
los rasgos de estilo, podemos enumerar los siguientes:
1)
Autobiografismo:
presencia del “yo” poético
2)
Tiempos
verbales: verbos en presente histórico para acercar el pasado (como “entreveo”, “juega”, “grita”) y
perífrasis verbales de aspecto durativo (“estoy
jugando”).
3)
Poesía
antirretórica, que puede verse en:
-
Sintaxis
sencilla con predominio de oraciones simples (“me he perdido en el tiempo”) y coordinadas (“se apagan, se iluminan, van y vienen”).
-
Uso
de conectores adversativos para marcar la fugacidad (“Pero en un solo instante se
ha cerrado la noche”).
-
Locuciones
adverbiales para marcar la fugacidad: “De súbito transcurren muchos años”.
-
Paréntesis
explicativos que ralentizan el ritmo del poema y le dan un tono cotidiano: “siempre es verano cuando rememoro/ desde la
oscuridad la luz primera”.
-
Figuras
del plano morfosintáctico, como la repetición sintáctica (“¿Qué es antes? ¿qué es después?”), enumeraciones (“imágenes, sucesos, entelequias”),
polisíndeton (“la realidad y el sueño y
la memoria”), interrogaciones retóricas (“¿Qué fue del niño aquel?”), hipérbaton (“de ilusión están llenos sus ojos tan azules”) y derivación (“lenta”-“lentamente”).
4)
Versos
alejandrinos blancos, sin rima, en los que la musicalidad se consigue mediante
las figuras del plano morfosintáctico anteriores y los abundantes encabalgamientos
(“Ahora/doy pasos”, “junto/a la acacia”, por
ejemplo).
5)
Lenguaje
poético claro y sencillo de tono cotidiano. Escasez de figuras semánticas: hay
personificación en, por ejemplo, “La
luna/entra por la ventana de su cuarto”.
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