lunes, 2 de noviembre de 2015

Notas para comentar “Desde aquí” de Eloy Sánchez Rosillo




   Esta extraña pendiente por la que voy bajando 
          discurre entre la niebla. Ya no recuerdo bien
          si hubo sol matinal en el ascenso, 
          ni si era aquella cima en la que luego estuve 
5        el centro mismo de la luz. Ahora 
          doy pasos con cuidado; todo es aquí confuso. 
          Me he perdido en el tiempo. Avanzo y retrocedo, 
          y no consigo asir las formas puras 
          del existir en las que me apoyaba 
10      cuando era firme el mundo y las cosas tenían 
          principio y fin, definición, contornos. 
          No hay ayer, ni presente, ni mañana. 
          ¿En qué lugar del tiempo va extendiéndose 
          la bruma que me envuelve? El antes es después, 
15      lo que pasó no ha sido, lo que aún 
          ha de venir acaso está ocurriendo. 
          ¿Quién soy? ¿Quién desde dentro de mí me desconoce? 
          ¿Fui niño un día, o fabulé una historia 
          que en los malos momentos a vivir me ayudara? 
20      Entreveo a lo lejos un verano 
          que no tuvo comienzo, y no termina 
          (siempre es verano cuando rememoro
          desde la oscuridad la luz primera): 
          una casa en el campo; estoy jugando 
25      junto a la acacia que da sombra a la puerta; 
          mi madre cose o lee cerca de mí y me mira 
          con los ojos más dulces y más limpios 
          yo haya visto nunca. Y de pronto no existen 
          aquella casa blanca, los almendros, la viña, 
30      las galeras cargadas con costales de trigo 
          bajo el fulgor de agosto, y no está ya mi madre 
          mirándome. Un muchacho escribe en un cuaderno 
          sus primeros poemas; es de noche; la luna 
          entra por la ventana de su cuarto; 
35      miradle trabajar: qué emoción en su pecho, 
          cómo en sus manos arde la vida que quisiera 
          decir en el papel. Mas va llegando 
          poco a poco la aurora a la ciudad, 
          y el cuarto que hemos visto está vacío; 
40      parece que jamás se hubiera hallado 
          en esta habitación aquel adolescente 
          que en la noche escribía. Una muchacha pasa 
          junto a mí, y se detiene; de ilusión están llenos 
          sus ojos tan azules, su sonrisa. Empezamos 
45      a andar por un camino. ¿A qué sitio nos lleva? 
          De súbito, transcurren muchos años. 
          ¿Dónde surge el amor? ¿Cuándo se extingue? 
          Un niño está sentado sobre esa alfombra; juega 
          con sus juguetes; grita y hace palmas 
50      al contemplar la innumerable tropa 
          de fieros monigotes que ha dispuesto 
          ante sí en rigurosa formación de combate. 
          Y yo asisto al milagro de su infancia; reímos 
          con la risa más neta, y, abrazados, 
55      hijo y padre rodamos por el suelo 
          mientras sucede lenta, lentamente, 
          una mañana de la primavera. 
          Pero en un solo instante se ha cerrado la noche; 
          crecen las sombras, y es invierno, y llueve, 
60      y no hay nadie en mi casa. ¿Qué ha pasado? 
          ¿Qué fue del niño aquel que con su risa 
          me unía a una verdad tan verdadera? 
          ¿Y qué ha sido de mí, de los seguros 
          convencimientos que me sostenían? 
65      Un extraño me habita. En los espejos veo 
          la mirada perpleja, interrogante, 
          de un rostro ajeno, de alguien que en nada se parece 
          al que fui alguna vez. No sé si estoy soñando, 
          no sé si estoy despierto, si imagino o recuerdo. 
70      Quizás siempre soñamos. Vivo en la incertidumbre. 
          Me he perdido en el tiempo. Doy pasos en la niebla 
          y a tientas voy bajando la pendiente insegura. 
          Todo acontece ahora deprisa, muy deprisa; 
          imágenes, sucesos entelequias, 
75      se apagan, se iluminan, van y vienen.
          ¿Qué es antes? ¿Qué es después? ¿Quién entrelaza,
          ordena y desordena las horas de mi vida?
          La realidad y el sueño y la memoria,
          ¿dónde empiezan y acaban?  (25 de julio de 1995)

            Se trata de un poema narrativo, que funciona como prólogo del poemario La vida (1996) de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948). En este texto se definen muchas claves de ese libro: los tópicos del tempus fugit y del ubi sunt?, el carácter autobiográfico a través de la presencia del “yo” poético y el simbolismo basado en la antítesis luz-sombra y en las estaciones del año, que representan el ciclo vital.
            Elpoema está escrito en presente histórico, en el que el “yo” poético recorre y recuerda su vida en una rápida sucesión de instantes. La vida es vista desde una cima (“El centro mismo de la luz”, que es juventud). Desde esa cima va descendiendo al recuerdo (“Esta extraña pendiente por la que voy bajando discurre entre la niebla”). La antítesis luz, amanecer (infancia y juventud) frente a niebla, sombra (madurez) es un símbolo en todo el poemario. La niebla anuncia que ve “a lo lejos” en su memoria la infancia rural, su adolescencia, su llegada a la ciudad, su encuentro con el amor y la experiencia de la paternidad. Entonces toma conciencia del paso del tiempo (tempus fugit):
-         La niñez se asocia al verano en una casa de campo, donde un niño juega bajo la sombra de una acacia y bajo la atenta mirada de su madre.
-         La adolescencia hace desaparecer la imagen vigilante de la madre y presenta a un joven escritor que le dedica sus primeros versos a la luna.
-         La llegada a la ciudad y la llegada del amor son recordadas con mayor rapidez que los momentos anteriores. Después da un salto en el tiempo (“De súbito transcurren muchos años”) para llegar a la imagen de la paternidad, en la que de nuevo aparece un niño jugando y el papel de la madre vigilante lo ejerce ahora el “yo”.
            Con el fin del recuerdo se acaba la luz (“Pero en un solo instante se ha cerrado la noche/crecen las sombras”). Es entonces cuando aparece el tópico del ubi sunt?, que también aparece en “Una fotografía” y “Envejecer”: “¿Qué fue de aquel niño que con su risa/ me unía a una realidad tan verdadera?”
            El otro símbolo presente es el del ciclo vital basado en las estaciones del año, los momentos del día y las luces o sombras:
           
Luz, amanecer
-         Infancia (primavera, verano
-         Juventud (verano)
Sombra, noche
-         Madurez (otoño)
-         Vejez (invierno)

            El poema se cierra con el anuncio de lo que serán los poemas restantes:

Me he perdido en el tiempo. Doy pasos en la niebla,
Y a tientas voy bajando la pendiente insegura.
Todo acontece ahora deprisa, muy deprisa.
            donde “ahora” es “recordar”.
           
            En cuanto a los rasgos de estilo, podemos enumerar los siguientes:

1)      Autobiografismo: presencia del “yo” poético
2)      Tiempos verbales: verbos en presente histórico para acercar el pasado (como “entreveo”, “juega”, “grita”) y perífrasis verbales de aspecto durativo (“estoy jugando”).
3)      Poesía antirretórica, que puede verse en:
-         Sintaxis sencilla con predominio de oraciones simples (“me he perdido en el tiempo”) y coordinadas (“se apagan, se iluminan, van y vienen”).
-         Uso de conectores adversativos para marcar la fugacidad (Pero en un solo instante se ha cerrado la noche”).
-         Locuciones adverbiales para marcar la fugacidad: “De súbito transcurren muchos años”.
-         Paréntesis explicativos que ralentizan el ritmo del poema y le dan un tono cotidiano: “siempre es verano cuando rememoro/ desde la oscuridad la luz primera”.
-         Figuras del plano morfosintáctico, como la repetición sintáctica (“¿Qué es antes? ¿qué es después?”), enumeraciones (“imágenes, sucesos, entelequias”), polisíndeton (“la realidad y el sueño y la memoria”), interrogaciones retóricas (“¿Qué fue del niño aquel?”), hipérbaton (“de ilusión están llenos sus ojos tan azules”) y derivación (“lenta”-“lentamente”).
4)      Versos alejandrinos blancos, sin rima, en los que la musicalidad se consigue mediante las figuras del plano morfosintáctico anteriores y los abundantes encabalgamientos (“Ahora/doy pasos”, “junto/a la acacia”, por ejemplo).

5)      Lenguaje poético claro y sencillo de tono cotidiano. Escasez de figuras semánticas: hay personificación en, por ejemplo, “La luna/entra por la ventana de su cuarto”.

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