No sé si se me otorga nuevamente
el don de hacer poemas —no se sabe
nunca si es la verdad o si es tan sólo
nuestro deseo de encontrarla lo que
nos despierta la voz y nos remueve
en lo profundo del corazón—, mas dejo
sobre el papel estas palabras que hoy
vienen de no sé dónde y me aproximan
a las cosas del mundo, a los afanes
de mi antigua persona. Tanto tiempo
de sombras en mi vida, y de repente
llega otra vez la luz que me redime,
la misericordiosa claridad
que me salva por dentro y da a mi pecho
libertad y consuelo. Abro los ojos
y miro. ¿Rompe el alba? Se diría
que acaba la tiniebla. Y que amanece.
En el poemario La vida
de Eloy Sánchez Rosillo, aparece en segundo lugar un poema lírico sobre el acto
poético creador, que se titula Acaso.
En él el autor recupera de su propia poesía la consideración de ese acto como
un don que le puede ser concedido o no al poeta. Recupera igualmente la imagen
del papel sobre el que se escribe, aunque incorpora nuevas interpretaciones de
ese momento único, sobre todo en lo que se refiere a la misión del poeta, a la
ignorancia sobre la procedencia de la inspiración y a las funciones de la
poesía, que recibe un interesante componente de consolatio, acorde con el concepto atribuido tradicionalmente a la
filosofía y como síntoma de libertad, pero también como medio de redención y
misericordia, conceptos innovadores que otorgan a la poesía cierto tono misional.
También aparece la habitual alegoría de oscuridad frente a luz, pero esta vez
la atribución a la propia realidad personal le concede un tono más íntimo y
propio: las sombras de la vida (de su vida) son interrumpidas repentinamente
cuando el poeta es redimido por la luz y la misericordiosa claridad. El símbolo
de la luz aparece asociado a la escritura, que salva y consuela al poeta del
paso del tiempo. La luz es un amanecer que lo rescata de la sombra (tiniebla), porque el poema es una forma
de retar al tiempo, ya que queda en la memoria (lo que recuerda a Jorge
Manrique).
El poema Acaso, dentro de la obra a la que pertenece, es un pórtico a la
metapoesía, ya que supone un intento de definir la concepción poética del
propio Rosillo a través de sus poemas.
En cierto sentido, el autor nos
presenta un concepto romántico de la poesía como “don de hacer poemas” y al poeta como un elegido al que se le “ha despertado la voz” para conmover.
Los principales rasgos de estilo que pueden señalarse en este poema son, en primer
lugar, el autobiografismo, con la
presencia del “yo” poético. Los tiempos verbales que utiliza son el presente, lo que indica el momento en
que suceden los acontecimientos descritos pero también en que se contemplan y
analizan dichos acontecimientos, así como la pasiva refleja (no se sabe nunca). Estamos ante una poesía antirretórica, como podemos observar
por el uso de una sintaxis sencilla con predominio de oraciones simples y
coordinadas, el final sentencioso (Y que
amanece) que lo convierte en uno de los pocos poemas en la obra que acaban
con la luz, las locuciones adverbiales que marcan fugacidad (de repente), los paréntesis explicativos
que ralentizan el ritmo del poema y le dan un tono cotidiano (-No se sabe nunca…-), y la interrogación
retórica (¿Rompe el alba?) y el hipérbaton
(Llega otra vez la luz) como figuras
del plano morfosintáctico. Los versos son endecasílabos sin rima con abundantes
encabalgamientos (Tiempo/de sombras).
Finalmente estamos ante un lenguaje poético
claro y sencillo, con un carácter más lírico en un poemario en el que
predomina el tono narrativo.
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