lunes, 16 de noviembre de 2015

Temas principales y secundarios en “Los santos inocentes” de Miguel Delibes




            El tema principal es la injusticia social que se acentúa por la sumisión con que es aceptada. La distancia entre amos y siervos se refleja en sus diferentes modos de vida, en el desprecio por los semejantes  de los amos y en los abusos cometidos por estos. No es fácil acabar con esta ideología inmovilista (“El que más y el que menos todos tenemos que actar una jerarquía, unos debajo y otros arriba, es ley de vida”, dice el señorito Iván), y más cuando vemos cómo es aceptada con sumisión por los inocentes. Solo Quirce, con su silencio y displicencia, tiene un principio de rebeldía. Ante esta situación solo queda la rebelión trágica, la venganza individual. El Azarías llega al crimen porque la pasión cinegética del señorito Iván choca con la suya, su amor por la milana. El hecho de ser un retrasado mental y constituir su venganza el resarcimiento de los humildes por las injusticias lo dejan exento de culpabilidad.
            Entre los temas secundarios encontramos cuatro claves temáticas en la narrativa de Delibes: la infancia, la naturaleza, el prójimo y la muerte.
            En el Libro I podemos hablar de la necesidad de afecto (Azarías busca el cariño que le falta en la grajeta y en la Niña Chica, a la que trata como un animal), el amor a la naturaleza (que suple la falta de amor anterior, ya que si antes se había producido un proceso de animalización en la Niña Chica, después se da uno de personificación en la milana), el miedo (Azarías percibe el miedo del búho cuando oye gritar al cárabo y lo desafía hasta huir) y la muerte (Azarías dignifica la muerte del búho, al que entierra, motivo recurrente en la novelística de Delibes).
            En el Libro II vemos el fracaso de los inocentes. En la inteligencia de Nieves y en el trabajo de sus hijos cifra Paco el Bajo sus esperanzas de redención, esperanzas frustradas cuando don Pedro pone a Nieves a servir en su casa. La vuelta al cortijo supone para Paco y su mujer la posibilidad de volver a ser jóvenes (relaciones sexuales), pero los bramidos de la Niña Chica acaban con el deseo. El ansia de Nieves por hacer la comunión cuando ve a Carlitos se desvanece cuando los señoritos se ríen de ella, pues no están dispuestos a dar oportunidades a sus siervos.
            En el Libro III encontramos el amor al prójimo entre los humildes. Azarías es expulsado de la Jara porque el señorito no soporta sus costumbres. Régula intenta corregir su suciedad y le compra una camisa para que se mude, Rogelio le ofrece una grajeta y Paco recoge los excrementos y aprovecha su fascinación por el cárabo para que defeque en el monte. Frente a estas actitudes compasivas, vemos las de otros personajes que no se portan bien con él: los sirvientes se ríen de sus alucinaciones y Quirce se burla de su pasión desmedida por la grajeta.
            En el Libro IV hallamos la pasión cinegética del señorito Iván. Es una pasión que tiene desde niño y su mayor preocupación es tener un buen secretario, que le haga cazar más que sus compañeros aristócratas de cacería. Las cacerías en batida o cazas aristocráticas no son para él caza, sino un juego, pues cogen perdices fáciles de cazar, que son previamente echadas en bandas, y luego lo celebran con güisqui. Esta caza es opuesta a la del hombre libre sobre una naturaleza libre y contra una pieza libre.
            El Libro V nos presenta la insumisión frente a la sumisión, en las figuras de Quirce y Paco respectivamente. Los accidentes de Paco demuestran la sumisión de este y el egoísmo del señorito Iván. El episodio en el que el señorito ordena cegar los palomos de reclamo es un desprecio feroz a la naturaleza. Lo novedoso del fragmento es la actitud de Quirce, único personaje humilde que desafía al señorito: no le acompaña en sus comentarios sobre las incidencias de la caza, no lo adula y no acepta su limosna al acabar la cacería, actitudes que provocan la indignación e incomprensión del señorito Iván y que provocan que este se vengue humillando a Nieves.
            Finalmente, en el Libro VI se reiteran los abusos del señorito Iván con la fuga-rapto de doña Purita, que demuestran el cinismo del personaje y que convierten a don Pedro en un personaje oprimido.

            La venganza es personal e irracional, a pesar de que Azarías prepara el instrumento trágico de la soga. Tras el crimen babea satisfecho porque ha vengado su afrenta personal, la muerte de la milana, aunque debe entenderse como una venganza colectiva de los oprimidos por las injusticias recibidas a manos de los opresores.

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