El
tema principal es la injusticia social
que se acentúa por la sumisión con que es aceptada. La distancia entre amos y
siervos se refleja en sus diferentes modos de vida, en el desprecio por los
semejantes de los amos y en los abusos
cometidos por estos. No es fácil acabar con esta ideología inmovilista (“El que más y el que menos todos tenemos que
actar una jerarquía, unos debajo y otros arriba, es ley de vida”, dice el
señorito Iván), y más cuando vemos cómo es aceptada con sumisión por los
inocentes. Solo Quirce, con su silencio y displicencia, tiene un principio de
rebeldía. Ante esta situación solo queda la rebelión trágica, la venganza
individual. El Azarías llega al crimen porque la pasión cinegética del señorito
Iván choca con la suya, su amor por la milana. El hecho de ser un retrasado
mental y constituir su venganza el resarcimiento de los humildes por las
injusticias lo dejan exento de culpabilidad.
Entre
los temas secundarios encontramos cuatro claves temáticas en la narrativa de
Delibes: la infancia, la naturaleza, el prójimo y la muerte.
En
el Libro I podemos hablar de la necesidad
de afecto (Azarías busca el cariño que le falta en la grajeta y en la Niña
Chica, a la que trata como un animal), el amor
a la naturaleza (que suple la falta de amor anterior, ya que si antes se
había producido un proceso de animalización en la Niña Chica, después se da uno
de personificación en la milana), el miedo
(Azarías percibe el miedo del búho cuando oye gritar al cárabo y lo desafía
hasta huir) y la muerte (Azarías
dignifica la muerte del búho, al que entierra, motivo recurrente en la
novelística de Delibes).
En
el Libro II vemos el fracaso de los
inocentes. En la inteligencia de Nieves y en el trabajo de sus hijos cifra
Paco el Bajo sus esperanzas de redención, esperanzas frustradas cuando don
Pedro pone a Nieves a servir en su casa. La vuelta al cortijo supone para Paco
y su mujer la posibilidad de volver a ser jóvenes (relaciones sexuales), pero
los bramidos de la Niña Chica acaban con el deseo. El ansia de Nieves por hacer
la comunión cuando ve a Carlitos se desvanece cuando los señoritos se ríen de
ella, pues no están dispuestos a dar oportunidades a sus siervos.
En
el Libro III encontramos el amor al
prójimo entre los humildes. Azarías es expulsado de la Jara porque el
señorito no soporta sus costumbres. Régula intenta corregir su suciedad y le
compra una camisa para que se mude, Rogelio le ofrece una grajeta y Paco recoge
los excrementos y aprovecha su fascinación por el cárabo para que defeque en el
monte. Frente a estas actitudes compasivas, vemos las de otros personajes que
no se portan bien con él: los sirvientes se ríen de sus alucinaciones y Quirce
se burla de su pasión desmedida por la grajeta.
En
el Libro IV hallamos la pasión
cinegética del señorito Iván. Es una pasión que tiene desde niño y su mayor
preocupación es tener un buen secretario, que le haga cazar más que sus
compañeros aristócratas de cacería. Las cacerías en batida o cazas
aristocráticas no son para él caza, sino un juego, pues cogen perdices fáciles
de cazar, que son previamente echadas en bandas, y luego lo celebran con
güisqui. Esta caza es opuesta a la del hombre libre sobre una naturaleza libre
y contra una pieza libre.
El
Libro V nos presenta la insumisión
frente a la sumisión, en las figuras de Quirce y Paco respectivamente. Los
accidentes de Paco demuestran la sumisión de este y el egoísmo del señorito
Iván. El episodio en el que el señorito ordena cegar los palomos de reclamo es
un desprecio feroz a la naturaleza. Lo novedoso del fragmento es la actitud de
Quirce, único personaje humilde que desafía al señorito: no le acompaña en sus
comentarios sobre las incidencias de la caza, no lo adula y no acepta su
limosna al acabar la cacería, actitudes que provocan la indignación e
incomprensión del señorito Iván y que provocan que este se vengue humillando a
Nieves.
Finalmente,
en el Libro VI se reiteran los abusos del señorito Iván con la fuga-rapto de doña
Purita, que demuestran el cinismo del personaje y que convierten a don Pedro en
un personaje oprimido.
La
venganza es personal e irracional, a
pesar de que Azarías prepara el instrumento trágico de la soga. Tras el crimen
babea satisfecho porque ha vengado su afrenta personal, la muerte de la milana,
aunque debe entenderse como una venganza colectiva de los oprimidos por las
injusticias recibidas a manos de los opresores.
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