jueves, 22 de mayo de 2014

Notas para un comentario lingüístico




La palabra, como el mito del nacimiento de Venus, es potente como el mar y tenue y delicada como la espuma. Por eso con las palabras podemos hacer cosas sensiblemente diferentes, desde una declaración de amor a pronunciar una sentencia de muerte.
            También se puede jugar con las palabras, cosa que no se aconseja. Si juego de mano son juegos de villano, juegos de palabra son juegos de inconsciente porque pueden banalizar el lenguaje o encontrar contradicciones difícilmente soportables en nuestro uso verbal cotidiano.
            Un uso esencial de la palabra es su empleo para persuadir. Los griegos creyeron en la palabra hablada. El discurso público tenía una finalidad: convencer a los oyentes de un contenido determinado y luego hacer que sus voluntades se inclinaran, no sólo a aceptarlo como verdadero, sino a poner en práctica las consecuencias de esa verdad manifestada.
            Cuando desaparece la democracia griega y luego, cuando en Roma se la sustituye por el poder personal de un emperador, la palabra pierde esa función. Los discursos se repiten por inercia, pero el ejercicio de la palabra se entretiene en casos hipotéticos, en defensas artificiales. El más cordobés de los Sénecas, posiblemente el único verdadero cordobés, Séneca el Viejo o el Retórico, en plena falta de libertad política nos recuerda, gracias a su memoria privilegiada, lo que fue la oratoria romana auténtica, cuando la palabra se pronunciaba con intención de doblegar a los oyentes.
            La palabra hablada está siempre en el reino de la libertad y cuando ésta falta cae en el silencio.


            Estamos ante un texto sencillo, en prosa, escrito en el siglo XX, de carácter humanístico y en el que el autor nos habla del poder de la palabra. Conforme avanza el fragmento se va exponiendo ese poder que ya se afirma en las primeras líneas de forma cronológica. Por esto diremos que se trata de un texto expositivo-argumentativo, de carácter humanístico. En las dos primeras líneas se plantea la tesis del poder de la palabra, idea que se desarrolla hasta la línea 21, con la presencia de sus cualidades (múltiples usos, jugar con la palabra, persuadir a otros, pilar básico de la democracia). Las dos últimas líneas presentan la conclusión de que la democracia está abocada al uso de la palabra. Si no hay palabra, no hay libertad, la más importante de sus cualidades.
            El texto como objeto de comunicación tiene un emisor que es el autor, los receptores que somos los lectores, en el que se da a conocer el mensaje del poder de la palabra, utilizando como código la lengua escrita y se refiere a esa realidad que hace que, como hablantes, nos demos cuenta del valor de la palabra. Las funciones del lenguaje que predominan son la estética (que podemos observar, por ejemplo, en la comparación con el cuadro de Botticelli), la referencial (alude a hechos que conocemos) y la metalingüística (usa la palabra para hablar de ella misma). El texto nos da información y trata de convencernos de la tesis planteada.
            El emisor persigue expresar su idea y que el lector la comprenda, pero de una forma más o menos objetiva, ya que utiliza ejemplos, citas de autoridad y alude a la realidad.
            Los lectores por su parte, al enfrentarse al texto, lo desgranan y reflexionan sobre él.  El léxico sencillo y la organización clara del texto tienden a asegurar esa benevolencia en el receptor.
            En el nivel fonético, podemos destacar en primer lugar un ritmo pausado, que otorga equilibrio entre las frases largas y las cortas. Esto es propio de la tonalidad enunciativa. Se hace más lento por la abundancia de incisos y aclaraciones (como el mito del nacimiento de Venus, cosa que no se aconseja). El fragmento, obviando la conclusión, está dividido en cuatro párrafos, que van agrandándose con mayor información, en una progresión temática lineal. El ritmo aumenta de forma gradual hasta llegar al momento culminante de intensidad, con la mención a Séneca (en las líneas 18 y 19), que nos recuerda lo que significa la palabra o su poder a través del arte de la oratoria (lo que fue la oratoria romana auténtica, cuando la palabra se pronunciaba con intención de doblegar a los oyentes).
            El predominio de la tonalidad enunciativa indica objetividad. Los incisos responden al deseo de claridad, al igual que el orden creciente de los párrafos.
            En el nivel morfosintáctico, encontramos en primer lugar un equilibrio entre sintagmas nominales y verbales, lo que otorga ese ritmo medio o pausado. La mayoría de los sustantivos son abstractos (nacimiento, mito, declaración, amor, muerte, lenguaje) que dota al texto de un carácter culto y universal, al igual que los tecnicismos lo dotan de precisión. El artículo aparece con valor generalizador (la democracia, la palabra, el más cordobés de los Sénecas) o no aparece para resaltar ese valor (Si juegos de mano son juegos de villano). Podríamos destacar el artículo indeterminado en una finalidad, donde no posee valor de presentación, puesto que la idea ya aparece en las primeras líneas (la finalidad para convencer).
            En lo que se refiere a los adjetivos, no aparecen demasiados y los que hay están pospuestos al sustantivo (democracia griega, casos hipotéticos, memoria privilegiada). Sí debemos señalar la acumulación de adjetivos con valor estético en la línea 19 (oratoria romana auténtica), así como en las primeras líneas cuando dice de la palabra que es potente, tenue y delicada, atributos con los que se expresa algo esencial. Esto responde a la idea de objetividad y claridad, para que no se desvíe la atención de lo principal, que es la palabra. A esta idea ayuda también la aparición de antropónimos como Wittgenstein y Séneca.
            Debemos señalar algunas estructuras bimembres como en casos hipotéticos, en defensas artificiales (línea 17) o el Viejo o el Retórico (en la línea 19).
            Por lo que respecta a los verbos, aparecen en tercera persona del singular y en presente de indicativo. Esto indica que el autor busca la objetividad, escondiéndose tras ella. Por otra parte, esas formas suponen un uso atemporal, que busca la universalidad. La palabra siempre ha tenido la misma función y, aunque en algunos períodos se haya prescindido de ella, su finalidad es la de convencer a otros.
            Aparece el pretérito imperfecto (tenía, se pronunciaba) y el pretérito perfecto simple de indicativo para la narración del pasado (fue, creyeron). Hay abundantes pasivas reflejas e impersonales (se pueden hacer cosas, se puede jugar, no se aconseja, se inclinaran, se sustituye, se repiten, se entretiene, se pronunciaba), lo que obedece a ese deseo de objetividad y también a que el objeto, la palabra, gane en importancia respecto a las personas que realizan la acción. Esto se refuerza con la presencia de formas no personales del verbo.
            Con respecto a la sintaxis, observamos que las oraciones más cortas aparecen normalmente intercaladas con oraciones explicativas (La palabra, como el mito del nacimiento de Venus, es potente…). Sigue el ritmo del pensamiento con numerosos incisos y abundancia tanto de coordinadas copulativas o de aditamento (está siempre en el reino de la libertad y cuando esta cae…), adversativas (se repiten por inercia, pero el ejercicio) o disyuntivas (banalizar el lenguaje o encontrar antinomias), como de subordinadas de distinto tipo, fundamentalmente adverbiales (Por eso con las palabras…). También hay yuxtaposición. Todo ello indica riqueza expresiva. Estamos ante un autor culto y un texto elaborado con una intención estética.
            El último párrafo, que funciona como conclusión, presenta una estructura paralelística. Podría pensarse entonces que estamos ante un esquema analizante, donde la tensión inicial se reafirma y queda como una estructura circular cerrada. La idea central está presente en cada uno de los párrafos. En el primero se presenta la potencia de la palabra, en el segundo aparece la idea de que no se puede jugar con la palabra por el poder que tiene, en el tercero expone que la palabra puede persuadir, en el cuarto repite esa idea, presentándola cronológicamente, y en el quinto y último presenta la palabra como símbolo de la democracia.
            En el nivel léxico-semántico, destaca el uso de tecnicismos, palabras relacionadas con el lenguaje, así como el uso de comparaciones, metalenguaje (palabra, declaración, sentencia, juegos de palabras…).
            La cohesión léxica se logra a través de la repetición de palabras que buscan la claridad. “Palabra” aparece diez veces y en torno a ese vocablo se tejen los ejes temáticos del fragmento. Aparece sinonimia referencial en casos como declaración, pronunciar una sentencia, discurso público, discursos… En trono a la palabra clave (“palabra”) aparecen ligadas diferentes connotaciones positivas (potente, delicada, persuasión, democracia, libertad) y negativas (juegos de palabra, inclinar voluntades, defensas artificiales). Este equilibrio entre ideas positivas y negativas es propio del poder ilimitado de la palabra.
            Otro núcleo importante está en la palabra “oratoria”, hiperónimo que incluye lógicamente a los cohipónimos palabra, juegos de palabras, lenguaje, antinomias, uso verbal cotidiano y lo que persigue (doblegar oyentes, convencer, persuadir, inclinar voluntades…). Por otro lado, la falta de palabra implica cosas tales como no democracia, silencio, poder personal de un emperador o falta de libertad.
            Podemos concluir señalando que se trata de un texto humanístico, de tipo expositivo-argumentativo. Podría ser un artículo ensayístico, por lo que se explicaría la utilización de los recursos literarios. El autor no aparece en el texto (salvo en ese nos recuerda). Busca la objetividad ofreciendo una perspectiva histórica, desde los griegos y romanos a épocas actuales.


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