La palabra, como el mito del
nacimiento de Venus, es potente como el mar y tenue y delicada como la espuma.
Por eso con las palabras podemos hacer cosas sensiblemente diferentes, desde
una declaración de amor a pronunciar una sentencia de muerte.
También se
puede jugar con las palabras, cosa que no se aconseja. Si juego de mano son
juegos de villano, juegos de palabra son juegos de inconsciente porque pueden
banalizar el lenguaje o encontrar contradicciones difícilmente soportables en
nuestro uso verbal cotidiano.
Un uso
esencial de la palabra es su empleo para persuadir. Los griegos creyeron en la
palabra hablada. El discurso público tenía una finalidad: convencer a los
oyentes de un contenido determinado y luego hacer que sus voluntades se
inclinaran, no sólo a aceptarlo como verdadero, sino a poner en práctica las
consecuencias de esa verdad manifestada.
Cuando
desaparece la democracia griega y luego, cuando en Roma se la sustituye por el
poder personal de un emperador, la palabra pierde esa función. Los discursos se
repiten por inercia, pero el ejercicio de la palabra se entretiene en casos
hipotéticos, en defensas artificiales. El más cordobés de los Sénecas,
posiblemente el único verdadero cordobés, Séneca el Viejo o el Retórico, en
plena falta de libertad política nos recuerda, gracias a su memoria
privilegiada, lo que fue la oratoria romana auténtica, cuando la palabra se
pronunciaba con intención de doblegar a los oyentes.
La
palabra hablada está siempre en el reino de la libertad y cuando ésta falta cae
en el silencio.
Estamos ante un texto
sencillo, en prosa, escrito en el siglo XX, de carácter humanístico y en el que
el autor nos habla del poder de la palabra. Conforme avanza el fragmento se va
exponiendo ese poder que ya se afirma en las primeras líneas de forma
cronológica. Por esto diremos que se trata de un texto
expositivo-argumentativo, de carácter humanístico. En las dos primeras líneas
se plantea la tesis del poder de la palabra, idea que se desarrolla hasta la
línea 21, con la presencia de sus cualidades (múltiples usos, jugar con la palabra, persuadir a otros, pilar básico
de la democracia). Las dos últimas líneas presentan la conclusión de que la
democracia está abocada al uso de la palabra. Si no hay palabra, no hay
libertad, la más importante de sus cualidades.
El texto como objeto de
comunicación tiene un emisor que es el autor, los receptores que somos los
lectores, en el que se da a conocer el mensaje del poder de la palabra,
utilizando como código la lengua escrita y se refiere a esa realidad que hace
que, como hablantes, nos demos cuenta del valor de la palabra. Las funciones
del lenguaje que predominan son la estética (que podemos observar, por ejemplo,
en la comparación con el cuadro de Botticelli), la referencial (alude a hechos
que conocemos) y la metalingüística (usa la palabra para hablar de ella misma).
El texto nos da información y trata de convencernos de la tesis planteada.
El emisor persigue
expresar su idea y que el lector la comprenda, pero de una forma más o menos objetiva,
ya que utiliza ejemplos, citas de autoridad y alude a la realidad.
Los lectores por su parte,
al enfrentarse al texto, lo desgranan y reflexionan sobre él. El léxico sencillo y la organización clara
del texto tienden a asegurar esa benevolencia en el receptor.
En el nivel fonético,
podemos destacar en primer lugar un ritmo pausado, que otorga equilibrio entre
las frases largas y las cortas. Esto es propio de la tonalidad enunciativa. Se
hace más lento por la abundancia de incisos y aclaraciones (como el mito del nacimiento de Venus, cosa
que no se aconseja). El fragmento, obviando la conclusión, está dividido en
cuatro párrafos, que van agrandándose con mayor información, en una progresión
temática lineal. El ritmo aumenta de forma gradual hasta llegar al momento
culminante de intensidad, con la mención a Séneca (en las líneas 18 y 19), que
nos recuerda lo que significa la palabra o su poder a través del arte de la
oratoria (lo que fue la oratoria romana
auténtica, cuando la palabra se pronunciaba con intención de doblegar a los
oyentes).
El predominio de la
tonalidad enunciativa indica objetividad. Los incisos responden al deseo de
claridad, al igual que el orden creciente de los párrafos.
En el nivel
morfosintáctico, encontramos en primer lugar un equilibrio entre sintagmas
nominales y verbales, lo que otorga ese ritmo medio o pausado. La mayoría de
los sustantivos son abstractos (nacimiento,
mito, declaración, amor, muerte, lenguaje) que dota al texto de un carácter
culto y universal, al igual que los tecnicismos lo dotan de precisión. El
artículo aparece con valor generalizador (la
democracia, la palabra, el más cordobés de los Sénecas) o no aparece para
resaltar ese valor (Si juegos de mano son
juegos de villano). Podríamos destacar el artículo indeterminado en una finalidad, donde no posee valor de
presentación, puesto que la idea ya aparece en las primeras líneas (la finalidad para convencer).
En lo que se refiere a los
adjetivos, no aparecen demasiados y los que hay están pospuestos al sustantivo
(democracia griega, casos hipotéticos,
memoria privilegiada). Sí debemos señalar la acumulación de adjetivos con
valor estético en la línea 19 (oratoria
romana auténtica), así como en las primeras líneas cuando dice de la
palabra que es potente, tenue y delicada,
atributos con los que se expresa algo esencial. Esto responde a la idea de
objetividad y claridad, para que no se desvíe la atención de lo principal, que
es la palabra. A esta idea ayuda también la aparición de antropónimos como
Wittgenstein y Séneca.
Debemos señalar algunas
estructuras bimembres como en casos
hipotéticos, en defensas artificiales (línea 17) o el Viejo o el Retórico (en la línea 19).
Por lo que respecta a los
verbos, aparecen en tercera persona del singular y en presente de indicativo.
Esto indica que el autor busca la objetividad, escondiéndose tras ella. Por
otra parte, esas formas suponen un uso atemporal, que busca la universalidad.
La palabra siempre ha tenido la misma función y, aunque en algunos períodos se
haya prescindido de ella, su finalidad es la de convencer a otros.
Aparece el pretérito
imperfecto (tenía, se pronunciaba) y
el pretérito perfecto simple de indicativo para la narración del pasado (fue, creyeron). Hay abundantes pasivas
reflejas e impersonales (se pueden hacer
cosas, se puede jugar, no se aconseja, se inclinaran, se sustituye, se repiten,
se entretiene, se pronunciaba), lo que obedece a ese deseo de objetividad y
también a que el objeto, la palabra, gane en importancia respecto a las
personas que realizan la acción. Esto se refuerza con la presencia de formas no
personales del verbo.
Con respecto a la
sintaxis, observamos que las oraciones más cortas aparecen normalmente
intercaladas con oraciones explicativas (La
palabra, como el mito del nacimiento de Venus, es potente…). Sigue el ritmo
del pensamiento con numerosos incisos y abundancia tanto de coordinadas
copulativas o de aditamento (está siempre
en el reino de la libertad y cuando esta cae…), adversativas (se repiten por inercia, pero el ejercicio)
o disyuntivas (banalizar el lenguaje o
encontrar antinomias), como de subordinadas de distinto tipo,
fundamentalmente adverbiales (Por eso con
las palabras…). También hay yuxtaposición. Todo ello indica riqueza
expresiva. Estamos ante un autor culto y un texto elaborado con una intención
estética.
El último párrafo, que
funciona como conclusión, presenta una estructura paralelística. Podría
pensarse entonces que estamos ante un esquema analizante, donde la tensión
inicial se reafirma y queda como una estructura circular cerrada. La idea
central está presente en cada uno de los párrafos. En el primero se presenta la
potencia de la palabra, en el segundo aparece la idea de que no se puede jugar
con la palabra por el poder que tiene, en el tercero expone que la palabra
puede persuadir, en el cuarto repite esa idea, presentándola cronológicamente,
y en el quinto y último presenta la palabra como símbolo de la democracia.
En el nivel
léxico-semántico, destaca el uso de tecnicismos, palabras relacionadas con el
lenguaje, así como el uso de comparaciones, metalenguaje (palabra, declaración, sentencia, juegos de palabras…).
La cohesión léxica se
logra a través de la repetición de palabras que buscan la claridad. “Palabra” aparece diez veces y en torno
a ese vocablo se tejen los ejes temáticos del fragmento. Aparece sinonimia
referencial en casos como declaración,
pronunciar una sentencia, discurso público, discursos… En trono a la
palabra clave (“palabra”) aparecen ligadas diferentes connotaciones positivas (potente, delicada, persuasión, democracia,
libertad) y negativas (juegos de
palabra, inclinar voluntades, defensas artificiales). Este equilibrio entre
ideas positivas y negativas es propio del poder ilimitado de la palabra.
Otro núcleo importante
está en la palabra “oratoria”,
hiperónimo que incluye lógicamente a los cohipónimos palabra, juegos de palabras, lenguaje, antinomias, uso verbal cotidiano
y lo que persigue (doblegar oyentes,
convencer, persuadir, inclinar voluntades…). Por otro lado, la falta de
palabra implica cosas tales como no
democracia, silencio, poder personal de un emperador o falta de libertad.
Podemos concluir señalando
que se trata de un texto humanístico, de tipo expositivo-argumentativo. Podría
ser un artículo ensayístico, por lo que se explicaría la utilización de los
recursos literarios. El autor no aparece en el texto (salvo en ese nos recuerda). Busca la objetividad
ofreciendo una perspectiva histórica, desde los griegos y romanos a épocas
actuales.
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