Al
comenzar el siglo XX las teorías de los neogramáticos disfrutaban de un gran
prestigio dentro de la Lingüística, aunque al mismo tiempo la aparición de
nuevas visiones del lenguaje y nuevos descubrimientos preparaban el camino a un
nuevo acceso al lenguaje.
En
1902 el italiano Benedetto Croce (1866-1952) publicó su obra La estética como ciencia de la expresión y
lingüística general, que representaba un punto de vista completamente nuevo
con respecto a sus contemporáneos y que se vinculaba en parte a Humboldt. Croce
identifica Lingüística y Estética, lo que le conduce a identificar lenguaje y
poesía. Para el italiano, es el acto puramente individual de expresión el que
ocupa el lugar central del interés lingüístico. Dejará de lado el problema
esencial de la comunicación porque no considera el lenguaje como medio de
comunicación entre los hombres, sino únicamente como medio de expresión. El que
usa el lenguaje puede ser comparado con un artista creador. El lenguaje debe
verse en su relación con el individuo hablante. Esto representa una ruptura con
la noción neogramática del lenguaje como organismo autónomo que vive una vida
autónoma regida por sus propias leyes. Indirectamente, Croce rechaza el
concepto de langue de Saussure, ya
que para él la única realidad lingüística es el acto concreto e individual del
habla, la parole.
La
filosofía del lenguaje de Croce desempeñaría un papel importante en la
lingüística europea gracias a su influencia sobre el alemán Kart Vossler (1872-1949)
y los neolingüistas italianos.
Mediante
lo que Vossler denominó “idealismo” las nociones estéticas de Croce se
constituyeron en una teoría sistemática del lenguaje. La obra Positivismo e idealismo en la ciencia del
lenguaje, publicada por Vossler en 1904 se convirtió en el manifiesto de la
escuela idealista. El hispanista alemán, igual que Croce, ve el lenguaje como
creación del individuo, así que el estudio del lenguaje forma parte de la
historia del arte.
Vossler
buscó una explicación del cambio fonético en el hablante individual. Esta idea
se oponía a la idea neogramática de ley fonética, fuerza automática
independiente del individuo, de la que este no podía eximirse.
Por
otra parte, inspirado en Croce, Vossler veía el lenguaje como la expresión de
cierta forma de cultura. La conexión entre el lenguaje y la forma de vida y
hábitos de quienes lo hablan es el tema fundamental de varias de sus obras,
entre las que destaca Civilización y
lengua de Francia, de 1929. El cambio lingüístico es analizado no como un
proceso natural, sino como el reflejo de un cambio en la forma de la cultura de
la comunidad lingüística.
El
Idealismo y la Geografía Lingüística se fundirán en una entidad en la escuela
italiana de la Neolingüística.
El
pensamiento teórico del siglo XX se apartará de las bases idealistas. Frente a
la importancia del individuo y de la psicología personal en la creación del
lenguaje (principio fundamental del idealismo), los lingüistas se inclinarán
por concebir el lenguaje como una institución social. Tratarán de analizarlo
con métodos que permitan sistematizar e interpretar los datos.
La
Lingüística pasará a partir de la segunda guerra mundial a ser una ciencia que
dirija las investigaciones sociales. A partir de 1957, los lingüistas se
integrarán en posturas que ayuden a construir una teoría del lenguaje adecuada
al objeto de estudio.
Las
polémicas entre el idealismo y el positivismo lingüísticos quedaron oscurecidas
por la aparición de las ideas estructurales. Estas teorías consideran la no
intervención de criterios extralingüísticos para el análisis del lenguaje.
Conciben la lengua como un conjunto de elementos solidario, dotado de una
estructura de carácter abstracto.
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