El
período entre 1940 y 1960 en España está marcado en todos los órdenes de la
vida por la guerra civil y sus consecuencias: la tragedia de la contienda y el
régimen dictatorial que llevó a muchos intelectuales al exilio o al silencio,
también llamado “exilio interior”.
En
la literatura española se pueden distinguir dos tendencias:
-
La conservadora
que comparte los ideales de los vencedores tratan temas heroicos o intemporales
(amor, religión, familia, etc.), evadiéndose de la realidad.
-
La rehumanizadora,
que expresa en los 40 la angustia y desesperanza provocada por la guerra (literatura existencial) y en los 50, la
necesidad de denunciar las injusticias y de comprometerse, social y
políticamente, para modificar la realidad (literatura
social).
La
novela existencial de los años 40
nos ofrece una visión pesimista de la realidad a través de unos personajes
solitarios, frustrados, inadaptados e incluso violentos a causa de la situación
en la que viven. Son frecuentes el uso de la primera persona narrativa y del
monólogo. Podemos destacar La familia de
Pascual Duarte de Camilo José Cela por ser la obra más representativa,
calificada de tremendista por los brutales hechos que se relatan, y Nada de Carmen Laforet, precursora del
realismo social de los 50. En estos años inicia Miguel Delibes su carrera como
escritor con la novela existencial La
sombra del ciprés es alargada (1948).
Las
novelas del realismo social de los 50
denuncian los problemas de la sociedad española del momento con un lenguaje
sencillo, en el que abunda el registro coloquial y la utilización de un
narrador objetivo, que observa lo que dicen y hacen sus personajes. Esta
tendencia se inaugura con La colmena de
Camilo José Cela, en la que sus múltiples personajes muestran la mediocridad de
sus vidas y sus miserias físicas y morales en el Madrid de la posguerra. Junto
a ella encontramos El Jarama de
Rafael Sánchez Ferlosio. Próximas a este realismo objetivo son las obras de
ambiente rural de Delibes El camino
(1950) y Las ratas (1962).
La
década de los 60 se caracteriza por
un distanciamiento del realismo social, sin abandonar la actitud crítica, y por
el interés por la renovación formal de la novela, tanto en el lenguaje como en
las técnicas narrativas utilizadas por los grandes autores europeos y
americanos. Los principales rasgos de esta novela llamada novela estructural
son la aparición de protagonistas problemáticos que indagan en su conciencia,
la ruptura de la acción y del orden cronológico (con técnicas como la del flash-back), el monólogo interior, la
utilización de registros lingüísticos diferentes (culto, coloquial, etc.), la
ruptura de la sintaxis y la omisión o alteración de los signos de puntuación.
Este nuevo rumbo narrativo lo inicia Luis Martín Santos con Tiempo de silencio. Delibes se apunta a
esta nueva forma de narrar con Cinco
horas con Mario (1966), el largo monólogo que Carmen mantiene mientras vela
el cadáver de su marido, en el que se expresan verbalmente sus pensamientos.
Desde
1975 conviven varias generaciones de novelistas que aportan estilos propios y,
por tanto, una pluralidad de tendencias.
A partir de esa fecha publican autores consagrados como Delibes, quien en 1981
publica Los santos inocentes. En esta
novela, con la ausencia de signos ortográficos (algo propio de la novela
estructuralista) denuncia la injusta situación de los campesinos en la España
franquista. Otros autores retornan a la narración tradicional basada en el
relato trabado de una serie de sucesos reconocibles por el autor. Sin renunciar
a la novela moderna intentan recuperar el interés por la narración y el placer
por la lectura.
Aparecen
diferentes tendencias posteriores a 1975 y hasta 2000: el realismo intimista, en el que la acción se combina con la
exploración del recuerdo y del mundo interior de los personajes (como en
Almudena Grandes, Juan José Millás o Antonio Muñoz Molina); la fantasía irónica, en la que se crea un
mundo deformado que muestra lo insatisfactorio o absurdo de la realidad humana (en
Luis Landero o Javier Tomeo, por ejemplo); de intriga, acción o aventura (como en Pérez Reverte); la novela autobiográfica (que encontramos
en Francisco Umbral); la novela
histórica (de Matilde Asensi o Julia Navarro), que es en la que se inscribe
la última novela de Delibes, El hereje
(de 1998); y de realismo urbano o
testimonio del modo de vivir de algunos sectores de la juventud (como en Lucía
Etxebarría).
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