El
diálogo es fundamentalmente la conversación entre dos o más personas que toman
la palabra alternativamente, intercambiando sus roles.
Si
lo oponemos al monólogo, el diálogo es un discurso que pone énfasis en el
destinatario, se refiere abundantemente a la situación alocutiva, remite simultáneamente
a varios marcos de referencias, se caracteriza por la presencia de elementos
metalingüísticos y por la frecuencia de formas interrogativas.
El
diálogo es una sucesión de intervenciones lingüísticas organizadas en
progresivo presente, con los interlocutores cara a cara, en situación
compartida, y con dos o más en funciones alternativas de emisor y receptor.
La
conversación se define por una serie de rasgos: oralidad, intercambio de roles
(de emisor y receptor), no institucionalizada, puede acercarse a la divagación,
tiene un principio y un fin determinado por las circunstancias y se basa en
unos principios lógicos (informar, decir la verdad, ser pertinente, claro y
ordenado).
En
cuanto a los rasgos lingüísticos del diálogo, predominan los tiempos verbales
relacionados con el presente (presente, pretérito imperfecto, futuro y
pretérito perfecto de indicativo), abundan los índices de dirección hacia el
receptor (interrogaciones, exhortaciones, exclamaciones) y de señales de
actuación (imperativos), aparecen destacados los términos valorativos, se usa el
metalenguaje, abundan los deícticos y las partículas conectivas.
El
diálogo literario, por otra parte, aparece en el género dramático, en el
narrativo y como género dialogístico.
En
el teatro, el diálogo es el vehículo comunicativo esencial. Se presenta como
forma expresiva única de la obra dramática. Como la acción se representa
exclusivamente a través del diálogo, aparecen estrategias de construcción narrativa
como el acecho o la aparición de mensajeros.
A
menudo en las obras narrativas se incluye el diálogo de los personajes, pero es
un elemento secundario, subordinado jerárquicamente al discurso del narrador
principal.
En
cuanto al género dialogístico, debemos recordar que el diálogo constituye el
elemento fundamental del género didáctico-ensayístico del mismo nombre. Se ha
cultivado desde la antigüedad asociado a la exposición de conocimientos e
ideas. Las épocas más importantes para este género han sido la grecolatina y la
renacentista. La forma básica del género clásico fue la acuñada por Platón en
sus trabajos filosóficos, donde el uso moderado de elementos de ficción se
ponía al servicio de la investigación filosófica. El llamado diálogo lucianesco
tuvo su origen en los pensadores cínicos que lo usaron contra el idealismo
platónico, y aparece en el Renacimiento en obras dialogadas próximas a lo
novelesco (por ejemplo, en el Crotalón,
de Cristóbal de Villalón). El modo ciceroniano se vincula a la exposición de
problemas intelectuales.
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