martes, 19 de marzo de 2013

El Mester de Clerecía




           En el siglo XIII nace una corriente culta de poesía denominada mester de clerecía, integrada por clérigos (sacerdotes, hombres de letras, intelectuales). Sus obras eran de carácter didáctico, y se dedicaban a extender los conocimientos adquiridos en los textos latinos.
            Desde el principio esta escuela tiene un deseo de perfección formal, cuya principal característica es el empleo de la cuaderna vía (estrofa de cuatro versos de catorce sílabas o alejandrinos, con cesura y rima asonante, también denominada tetrástrofo monorrimo). Estas obras se componían para ser recitadas, pero se diferencian de las obras de juglaría en que se escribían. Había tal respeto a los textos escritos que los autores inventaban fuentes para arropar sus narraciones con una autoridad.
            Por razones de eficacia en la comunicación con los feligreses, los clérigos usaron la lengua vulgar, por lo que el romance adquirió mayor dignidad. La primera declaración a este respecto de este grupo culto se encuentra en la segunda estrofa del Libro de Alexandre:

Mester traigo fermoso, non es de juglaría
mester es sin pecado, ca es de clerezía,
fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas cuntadas, ca es grant maestría.

            La obra de los autores del mester de clerecía se desarrolló sobre todo en los siglos XIII y XIV. Los asuntos que trataban eran variados, los argumentos de gran extensión y se desarrollan como relatos continuados. Algunas obras importantes son el Libro de Alexandre, que introduce en la literatura española la leyenda de Alejandro (paradigma del caballero medieval) y el Libro de Apolonio, que presenta como relato de aventuras la historia del rey de Tiro.

GONZALO DE BERCEO

            Es el autor más importante del mester de clerecía en el siglo XIII y el primer poeta castellano cuyo nombre conocemos. Era un clérigo nacido en Berceo (Rioja Alta) y que estuvo al servicio del monasterio de San Millán de la Cogolla. Sus obras buscan una intención didáctica, pero también conseguir que acudiesen peregrinos a su monasterio. Fue el único autor de esta escuela cuyas obras son enteramente de asunto religioso, aunque variadas (litúrgicas, leyendas piadosas, marianas,…).
            Su obra más importante es Milagros de Nuestra Señora, veinticinco relatos breves en la que se narra la salvación de diferentes pecadores devotos de la Virgen María. La Virgen aparece en la obra como un personaje sencillo y cercano, con la que podrían identificarse los oyentes de Berceo. Los veinticinco relatos están precedidos por una introducción alegórica, con los motivos típicos del locus amoenus, donde el hombre, un peregrino, encuentra albergue, descanso y ayuda en el prado verde que representa a la Virgen.
            En lo referente al estilo, Berceo se vale de recursos como la amplificación y la paráfrasis. Algunos estudiosos hablan de cierto primitivismo en la forma de hacer del autor y recordemos que el mismo Berceo expresa su voluntad de hacer una prosa “en roman paladino/ el cual suele el pueblo fablar con so vecino”.
            Gonzalo de Berceo escribió también varias vidas de Santos, como Vida de Santo Domingo de Silos o Vida de Santa Oria, y otras obras como De los signos que aparecerán antes del Juicio.
           
EL LIBRO DE BUEN AMOR

            Es la obra más importante del mester de clerecía en el siglo XIV. En esa época el ascenso de la burguesía en las ciudades introduce nuevos valores, además de los estrictamente religiosos, que se reflejan en la literatura: el goce de los placeres de la vida, las relaciones amorosas,…
            La obra de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, refleja ese mundo burgués. Valiéndose de la forma autobiográfica, concibió una obra en la que declara su intención de enseñar a las gentes. El Libro de Buen Amor es una obra deliberadamente ambigua en su interpretación moral y llena de vitalidad. En ella tienen cabida lo serio, lo cómico y lo burlón, lo religioso y lo profano.
            Del autor no sabemos más que lo que él mismo dice en su obra: que se llamaba Juan Ruiz y que era Arcipreste de Hita.
            El Libro de Buen Amor va precedido de un prólogo en el que se explica la intención de la obra: avisar sobre los peligros del amor. Se estructura como una novela amorosa autobiográfica que es el hilo argumental. Las aventuras del protagonista están provocadas por el deseo de conquistar a una mujer. En la novela se intercalan elementos de diverso tipo:

-          Una colección de ejemplos (cuentos y fábulas), intercalados como ilustración o conclusión de la aventura o como un elemento de enseñanza.
-          Una serie de sátiras contra el dinero, contra los vicios de los clérigos,…
-          Un conjunto de disquisiciones de tipo didáctico sobre derecho civil y canónico.
-          Una colección de poesías líricas que comprende canciones profanas (como las de serrana) y piadosas (Gozos y Loores de la Virgen).
-          Un relato alegórico y paródico, la batalla de don Carnal y doña Cuaresma.
-      Una recreación del Pamphilus de amore, una comedia latina del siglo XII que narra la seducción de una muchacha, y que acaba en matrimonio.
-          Un prólogo en prosa donde expone la intención de su obra.

            La supuesta intención didáctica y moralizante que el autor proclama en el prólogo se pierde a veces por el canto a los placeres del amor y de los goces de la vida. La mezcla de lo serio y lo burlesco hace difícil identificar la verdadera intención de la obra.
            El estilo es uno de los aspectos más destacables de la obra, ya que el autor adapta el lenguaje popular y culto, da cabida al refranero, usa los diminutivos y utiliza un vocabulario de extraordinaria riqueza, buscando constantemente la expresión concreta. Se preocupa de las enumeraciones y usa la ironía, la paradoja y la parodia en los distintos pasajes de la obra. Métricamente, Juan Ruiz es original, ya que rompe la monotonía del mester, usando variados tipos de versos y distintas combinaciones métricas.
            El Libro de Buen Amor resume las notas distintivas de su tiempo, caracterizado por el contraste que coloca al ser humano en un continuo debate entre el sentimiento religioso y el sentimiento profano.

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