Se
denomina petrarquismo, dentro del género lírico,
a la corriente estética que imita el estilo, las estructuras de
composición, los tópicos y la imaginería del poeta lírico
del humanismo Francesco Petrarca. Fue una corriente que se
desarrolló en Europa con el Renacimiento tras la lírica del amor cortés de los
trovadores provenzales.
El primer
movimiento que prepara el desarrollo de la lírica occidental hasta nuestros
tiempos es el de esos trovadores de los siglos XII y XIII. La vida poética ya
no se centraba en lo clerical ni en lo popular, sino en un nuevo ambiente, el
de la “caballería”. La nueva clase de los caballeros quiere contraponer su
estilo y su código de honor al dinero de la incipiente burguesía. Se toma como
nuevo motivo central para la poesía el de la “señora”. Hasta entonces la lírica
amorosa había consistido en que la muchacha suspiraba por el hombre que vendría
o no vendría. Pero ahora es el hombre el que se arrodilla ante la mujer (la
“señora”) pidiéndole su amor, como un vasallo ante su señor. A esta lírica se
superpone una nueva filosofía amatoria influida por el platonismo.
El impulso
poético introducido por los trovadores cambia de sentido al ser recogido por
las “ciudades-Estado” italianas, de las que Florencia es la más típica y la que
marca el tono literario y artístico. Allí es la incipiente burguesía la que se
hace cargo de la lírica (los primeros poetas del llamado Dolce Stil Novo son abogados y notarios).
El tema
amoroso sigue siendo central, pero ahora la “señora” se eleva y se idealiza,
hasta volverse una figura abstracta y simbólica, tal vez inexistente en la
realidad (y en todo caso, añorada sin esperanza, porque ha desdeñado al poeta
para casarse con otro, o porque ha muerto). La capacidad para ese amor de
alcance ideal, metafísico y religioso, es lo que distingue a la nueva clase
ascendente, basada en la excelencia del individuo, frente a la nobleza y sus
caballeros, apoyados en la herencia y en la estima.
Así aparece en
Al Cor Gentil, de Guido Guinizelli
(1230-1276), un manifiesto bajo la forma de una disertación sobre el amor. En
él el “corazón gentil” es lo que sitúa al nuevo hombre por encima del “hombre
altanero” que presume solo de su linaje. Ese corazón gentil se expresa amando
absoluta y casi místicamente a la señora, a la madonna, a la que el poeta ve situada incluso por encima de los
ángeles del paraíso, y a la cual no es pecado amar.
Dante
Alighieri (1265-1321) reúne este sentir (el amor a Beatriz, muerta muy joven,
pero ya transformada en una sublime entidad que iluminaba el mundo entero) con
la visión del mundo acorde con la teología y la cosmología de la escolástica
medieval.
El tema de la
mujer idealizada (la madonna) seguirá
siendo central en la evolución de esta corriente literaria que va tomando un
nuevo cariz (al abandonar esa teología escolástica) para empaparse y dejarse
influir por los clásicos paganos, sobre todo los latinos, y esforzándose por
usar un latín puro y más exquisito que la nueva lengua románica (el toscano o
italiano).
Estamos
entrando así en el humanismo, cuyo arquetipo es Petrarca (1304-1374). Sus
versos en italiano se recogen principalmente en el Canzoniere, que reúne alrededor de cuatrocientos poemas con un solo
tema en dos variantes: Laura, amada en vano durante veinte años, y Laura
después de su muerte.
Petrarca
establece el lenguaje y el sistema formal a que se atiene la poesía europea
sucesiva, sobre todo hasta el siglo XVII (aunque no desaparece): fina
psicología en el análisis de los sentimientos, fuerte carga de conceptos
teóricos, secularización de ideas religiosas para su uso amoroso o lenguaje
selecto pero sin alejarse de la lengua hablada por el nivel social burgués.
Dentro del
humanismo (hasta 1500, aproximadamente), la poesía lírica viene a ser una
derivación del mundo del pensamiento, de la cultura intelectual, que vuelve la
mirada a la antigüedad clásica como un punto ideal de partida. Es una época en
que el platonismo se ha mezclado con el cristianismo para prevalecer
intelectualmente sobre este.
Señalaremos
que los poetas del Petrarquismo se dedican a cultivar fundamentalmente el soneto amoroso
y a reunirlo en colecciones estructuradas como cancioneros petrarquistas: una serie de
poemas documenta la historia de su amor por la dama en evolución desde lo
sensual a lo espiritual por influjo de las teorías amorosas del platonismo,
que considera el amor como algo abstracto.
Petrarca influye
tanto en los aspectos formales como en los temáticos. En estos destaca el culto
a la belleza, el protagonismo de la naturaleza (bucolismo)
y del amor, de la mano del cual está la mujer como eje en torno al que gira la
filosofía del amor petrarquista, a la manera del amor cortés.
Formalmente,
el petrarquismo introduce en la literatura en español el soneto, que será la
forma más usada en los siglos de oro, así como el verso endecasílabo.
En Italia el
petrarquismo tuvo continuadores entre los que destacan Pietro Bembo
(1470-1547) y Jacopo Sannazaro (1456-1530); en Portugal
fueron poetas petrarquistas Luis de
Camoens (1524-1580) y Sa de Miranda
(1481-1558).
En España
introdujeron el petrarquismo Garcilaso de la Vega (hacia
1500-1536) y Juan Boscán (1492-1542), y lo siguieron Gutierre de Cetina o Hernando de Acuña en la primera mitad del
siglo XVI y Fernando de Herrera (por ejemplo) en la
segunda mitad; Lope de Vega y Francisco de Quevedo son los ejemplos
más representativos en el siglo XVII, a veces con rasgos paródicos que son
patentes por ejemplo en Baltasar del Alcázar.
En Francia implantó
el petrarquismo el movimiento poético conocido como La Pléyade, un grupo de siete poetas cuya
figura más importante es Pierre de
Ronsard (1524-1585). Destaca su obra Amores y los Sonetos
para Helena; en Inglaterra encontramos figuras como Thomas Wyatt y Henry Howard. En el caso de William Shakespeare no podemos hablar
de fidelidad plena al modelo petrarquista, aunque en sus sonetos de amor se adivina
la huella del poeta italiano bajo un afán de ruptura. En la época de
Shakespeare se produce la progresiva disolución del petrarquismo como esencia
de la expresión lírica del sentimiento amoroso. Hay un aspecto esencial que
condiciona el significado de los Sonnets
y los coloca como algo autónomo en la evolución del petrarquismo. 126 poemas
están dedicados a un hombre (el “lovely
boy”), lo que constituye una alteración básica de la norma poética
convencional.
El
petrarquismo llegó a convertirse en algo artificial, científico y frío, de
forma que en el siglo XVII, ya en el barroco,
empezó a usarse el mecanismo de la parodia y se crearon numerosos cancioneros
burlescos. El idealismo platónico se mezcló con el materialismo y la referencia
al detalle marginal o costumbrista. Cultivadores de este estilo podemos
encontrar en España a Baltasar del Alcázar y Luis de
Góngora. Lope de Vega compuso también un cancionero
petrarquista burlesco y humorístico, las Rimas humanas y divinas de Tomé Burguillos. Quevedo, autor de otro cancionero
petrarquista en torno a Lisi, ensaya también la parodia petrarquista en poemas
sueltos. Sin embargo, los temas y el tono de este tipo de poesía renacen una y
otra vez, de forma que su huella siempre está presente en mayor o menor medida
en la lírica occidental.
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