Francesco Petrarca nació en 1304 en Arezzo, donde
permaneció hasta los siete años junto a su madre. Su padre vivía exiliado en
Pisa y terminaron viajando todos a Aviñón. Petrarca estudió gramática y leyes en Montpellier, y más tarde en Bolonia. Huérfano a
los veinte años regresó a Aviñón, donde, libre de la presión de sus padres para que se dedicara a las leyes, comenzó a estudiar a los clásicos griegos y latinos. Según su
autobiografía en latín Epístola a la posteridad, Petrarca conoció a la
inspiradora de su obra, Laura, el 6 de abril de 1327 (viernes santo), en la iglesia de Santa Clara de Aviñón.
Se sabe poco de Laura, aunque sí que el autor sintió por ella una pasión pura y
constante.
Petrarca murió en 1374, un año antes que Boccaccio. Entre sus obras
encontramos Africa, Cancioneros y Triunfo: el primero parecía dirigido
a ser una especie de nueva Eneida. Entre los Cancioneros se encuentran
las Rimas (Rime in vita e rime in morte
de Madonna Laura), dedicadas a su amada.
Petrarca es el inaugurador del Humanismo. Se encontraba en medio
de una cosmovisión medieval de siglos de trayectoria, inamovible, y era fiel a
ella. Pero, según expresa él mismo en unacarta a Colono, Mis deseos
entran en conflicto y su lucha me
desgarra. Petrarca se encuentra en una época de crisis cosmovisional, sus pasiones
hacia las cosas de este mundo lo atormentan en una época en donde esta clase de afinidades eran una
herejía, ya que se debe amar a las cosas que van más allá de este mundo lleno
de pecados. La lectura de los clásicos
probablemente se le había vuelto en contra. En ellos no se encuentra el peso de
la iglesia y se dedicaban a cuestiones espirituales y terrenales por igual. La
agonía del fanatismo cristiano en su interior lo tentaba a desecharlo para
dedicarse de lleno a sus pasiones. Pero Petrarca nunca pudo matarlo del todo,
aunque abriría la puerta para que otros humanistas no sintieran remordimientos.
Podemos encontrar algún ejemplo de su desconcertado
espíritu en la primera parte del Cancionero:
Los que, en mis rimas sueltas, el sonido
oís del suspirar que alimentaba
al joven corazón que desvariaba
cuando era otro hombre del que luego he sido:
del vario estilo con que me he dolido
cuando a esperanzas vanas me entregaba,
si alguno de saber de amor se alaba,
tanta piedad como perdón le pido.
Que anduve en boca de la gente siento
mucho tiempo y, así,
frecuentemente
me advierto avergonzado y me confundo;
y que es vergüenza, y loco sentimiento,
el fruto de mi amor sé claramente,
y breve sueño cuanto place al mundo.
En los últimas dos estrofas se observa la vergüenza
del yo lírico por su amor terrenal. Los tópicos que después se podrán ver en
poetas renacentistas como Ronsard todavía no se habían formado en Petrarca. Se
observa en el último verso la comparación que se realiza entre el mundo y el
sueño. Posteriormente, la idea del "mundo como sueño" se convertirá en
tópico y Calderón de la Barca, ya en el barroco, escribirá La vida es sueño ("porque la vida
es un sueño; y los sueños, sueños son").
Si nos centramos en la imagen de la mujer en Petrarca,
debemos recordar que Laura fue el motor de toda su obra
amorosa. En el siguiente soneto puede verse la manera de tratar sus pasiones
respecto de aquella musa:
"Mi loco afán está tan extraviado
de seguir a la que huye tan resuelta,
y de lazos de Amor ligera y suelta
vuela ante mi correr desalentado,
que menos me oye cuanto más airado
busco hacia el buen camino la revuelta:
no me vale espolearlo, o darle vuelta,
que, por su índole, Amor le hace obstinado.
Y cuando ya el bocado ha sacudido,
yo quedo a su merced y, a mi pesar,
hacia un trance de muerte me transporta:
Por llegar al laurel donde es cogido
fruto amargo que, dándolo a probar,
la llaga ajena aflige y no conforta."
Petrarca parece referirse a las vicisitudes y
desencuentros amorosos que debe pasar en su amor hacia Laura, similar en algún
sentido al de Dante con Beatriz (idealización, inaccesibilidad terrenal). La
visión de Laura tiene características similares a las del amor cortés, ya que
puede vislumbrarse un correr constante e incansable del yo lírico hacia ese
amor inaccesible que parece siempre lejano, pero que le mueve a escribir los
sonetos. Petrarca camina hacia Laura: si la consiguiera, dejaría de caminar.
Necesita la meta, que sirve de motor de
sus pasiones y de sus obras.
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