Vicente
García Huidobro Fernández (1893-1948), conocido como Vicente Huidobro, fue un
poeta chileno y uno de los más tempranos ejemplos en la búsqueda por hallar
sustitución al Modernismo, aunque desde su propia superación, ya que el poeta
consideraba ejemplar el movimiento que capitaneaba Rubén Darío.
Huidobro
pretendía innovar, pero a la vez recoge aspectos de un profundo clasicismo.
En
un texto de Vientos contrarios
(1926) expone que “los señores que creen
representar España moderna han tomado la moda de reírse de Rubén Darío, como si
fuera Góngora el único poeta hasta nosotros y hubiera otro fuera de Rubén
Darío. Los que conocemos las bases del arte y de la poesía moderna, los que
podemos contarnos entre sus engendradores como Picasso, Juan Gris, yo, Pablo
Gargallo, sabemos lo que significa el poeta y por eso hablamos de él en otra
forma. Los falsos modernos lo denigran. Pobre Rubén Darío, puedes dormir
tranquilo, cuando todos ellos hayan desaparecido, aún tu nombre seguirá escrito
entre dos estrellas”.
En
Adán (1916), junto a la
admiración por Emerson, quedaba en evidencia también la que sentía por la
ciencia. Para Huidobro no es posible concebir el proceso poético sino en
concordancia con el desarrollo de la ciencia: “Mi Adán no es el Adán bíblico, aquel mono de barro al cual infunden
vida soplándole por la nariz. Es el primero de los seres que comprende la
naturaleza, el primero en el cual se despierta la inteligencia y florece la
admiración”.
Rafael
Cansinos Asséns fue testigo y cronista de los breves meses que Huidobro pasó en
Madrid (realizaba una serie de viajes anuales a esa ciudad), donde era portador
de la rica experiencia vanguardista que se daba en París y que fue conocida a
través de él por los jóvenes poetas españoles. Se calificaba la llegada a
España de Vicente Huidobro como “el único
acontecimiento literario del año, porque con él pasaron por nuestro meridiano
las últimas tendencias literarias del extranjero”.
En
París consiguió “alcanzar las últimas evoluciones literarias”. Antes de
abandonar América ya tenía ideas muy concretas sobre su poética. De todos
modos, los aspectos capitales del chileno eran muy valorados, tal y como podemos
observar en las palabras de Cansinos: “De
igual modo, el paso de Huidobro por entre nuestros jóvenes poetas ha sido una
lección de modernidad y un acicate para trasponer las puertas que nunca deben
cerrarse. Porque si Rubén vino a acabar con el Romanticismo, Huidobro ha venido
a descubrir la senectud del ciclo novecentista y de sus arquetipos, en cuya
imitación se adiestra hoy, por desgracia, a los jóvenes, semejantes a los
alumnos de dibujo que se ejercitan copiando manos y pies de estatuas clásicas.”
El
Creacionismo se gesta temprano (hacia 1916) y se vinculó con las corrientes
vanguardistas y experimentales europeas de comienzos del siglo XX. Muchas de
sus composiciones experimentales, integrantes después de Horizon Carré, se
escribieron en francés.
Cuando
se estudia la esencia del Creacionismo se cita el poema Arte poética, publicado inicialmente en Buenos Aires,
incluido en El espejo de agua
(1916):
Que el verso sea como
una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo, en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh, poetas!
hacedla florecer en el poema.
Sólo para nosotros
viven todas las cosas bajo el sol.
El poeta es un pequeño Dios.
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo, en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh, poetas!
hacedla florecer en el poema.
Sólo para nosotros
viven todas las cosas bajo el sol.
El poeta es un pequeño Dios.
Desde el
principio Huidobro considera esencial que el poema tenga entidad por sí mismo,
que no se limite a ser una simple copia de la realidad. De ahí el “inventa nuevos mundos y cuida tu palabra”.
Al publicar Canciones en la noche (1913) el
autor ofreció un procedimiento topográfico que imponía un efecto plástico al
poema y que por entonces, todavía, no era conocido por los poetas. Nos
referimos a los caligramas, cuya utilización se haría cada vez más frecuente en
el poeta chileno, hasta el extremo de montar una exposición de los mismos en el
teatro parisino de Edouard VII en la primavera de 1922.
Triángulo Armónico
Thesa
La bella
Gentil princesa
Es una blanca estrella
Es una estrella japonesa.
Thesa es la más divina flor de Kioto
Y cuando pasa triunfante en su palanquín
Parece un tierno lirio, parece un pálido loto
Arrancado una tarde de estío del imperial jardín.
Todos la adoran como a una diosa, todos hasta el Mikado
Pero ella cruza por entre todos indiferente
De nadie se sabe que haya su amor logrado
Y siempre está risueña, está sonriente.
Es una Ofelia japonesa
Que a las flores amante
Loca y traviesa
Triunfante
Besa.
A esta
circunstancia expresiva que pretendía enriquecer las posibilidades sugeridas de
la poesía hay que añadir la insistencia en la consideración de la creación como
única condición del poeta.
En la revista L’Esprit nouveau matizará: “La época que comienza será eminentemente
creadora. El hombre sacude su esclavitud, se rebela contra la naturaleza como
otrora Lucifer contra Dios: pero tal rebelión es solo aparente: pues nunca el
hombre ha estado más cerca de la naturaleza que ahora, en que no trata ya de
imitarla en sus apariencias, sino de proceder como ella, imitándola en el fondo
de sus leyes constructivas, en la realidad de un todo, en su mecanismo de
producción de formas nuevas”.
Tras sucesivos
viajes entre América y Europa, Huidobro ve afianzarse su Creacionismo y así en
1929 publica en Madrid su obra en prosa Mío
Cid Campeador. En 1931 publica sus poemas extensos Altazor y Temblor
de cielo, este último en prosa. Supone una clara muestra de la ruptura
con los límites impuestos por la razón, a la vez que de la exaltación de la
libertad imaginativa o de la prosa como la de la novela Mío Cid Campeador.
A la
preocupación estética con los años se le fue uniendo e imponiendo la
preocupación por el hombre que lo llevó a escribir Finis Britannie (1923) contra el imperialismo inglés, o a
colaborar a favor de la república española durante la guerra civil (1936-39),
así como a imprimir cada vez mayor contenido humano en sus obras.
Tras una etapa
en que escribe varias novelas (La
próxima, en 1934, Papá o el
diario de Alicia Mir, también de 1934, y sus Tres inmensas novelas, de 1935) vuelve a la poesía en 1941 con
Ver y palpar y con El ciudadano del olvido.
El lenguaje le
preocupó hasta el extremo de que de él se ocupó en una conferencia pronunciada
en 1921 en el Ateneo de Madrid, en la que entre otras cosas dijo: “Aparte de la significación gramatical del
lenguaje hay otra, una significación mágica, que es la única que nos interesa.
Uno es el lenguaje objetivo, que sirve para nombrar las cosas del mundo sin sacarlas
fuera de su calidad de inventario; el otro rompe esa norma convencional y en él
las palabras pierden su representación estricta para adquirir otra más profunda
y como rodeada de un aura luminosa que debe elevar al lector del plano habitual
y envolverlo en una atmósfera encantada”.
La lengua está
sometida a su utilización imaginaria y no racional ya que tiene que estar al
servicio de la evocación a través de la imagen, elemento fundamental en la
poesía de Huidobro, hasta el extremo de que el autor llega a afirmar que “el valor del lenguaje de la poesía está en
razón directa de su alejamiento del lenguaje que se habla. Esto es lo que el
vulgo no puede comprender porque no quiere aceptar que el poeta trate de
expresar solo lo inexpresable. Lo otro queda para los vecinos de la ciudad”.
Y si reacciona
contra la lengua como producto social que le ha sido impuesto es porque la
realidad que ve el poeta y que quiere plasmar en el poema no se ajusta a la
realidad que ve la comunidad de hablantes.
De este modo la
poesía resulta escrita en simple idiolecto, ya que la oposición poeta/hombre de
la ciudad se corresponde con la del lenguaje poético/lengua local.
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