Clases
de morfemas
Frente al
lexema, los morfemas se presentan con un número limitado de sustituciones.
Dentro de cada uno de los grupos de morfemas las posibilidades de elementos
combinatorios son también escasas.
Si
vemos, por ejemplo, los prefijos que se pueden aplicar al adjetivo bueno, vemos que son muy pocos
(re-bueno, requete-bueno, etc.). Igual nos ocurre con los infijos (cas-it-a,
cas-uch-a, etc.) y los sufijos (caz-a-dor, cac-e-ría). Y ello sin aludir a morfemas
que, por naturaleza, tienen un número limitado de posibilidades, como el género
(gato/a) o el número (gato/os).
Estructura
morfémica nominal
Los
morfemas nominales o intensos afectan a las palabras, no a las frases. El mayor
número de tales morfemas que pueden aparecer en un sustantivo lo encontramos en
palabras como “destornilladorcitos”, cuya descomposición formal sería la
siguiente:
Prefijo
|
Lexema primario
|
Infijo primario
|
Sufijos aspectivos
|
Infijos secundarios
|
Género
|
Número
|
Des-
|
torn-
|
ill-
|
ad-or-
|
c-it-
|
o-
|
s
|
Las
posibilidades morfémicas nominales serían: prefijo, lexema, infijo, sufijo,
género, número e incidencias.
Lexemas
nominales
El
lexema es el elemento más significativo de la palabra, que pertenece a una
clase abierta y no finita. Se pueden distinguir morfológicamente varias clases:
1)
Lexemas
arbitrarios fijos: cuando están constituidos por elementos aislados, que ni
enlazan con otros, ni están motivados por otras normas que las de la evolución
de la lengua. Son las palabras que encierran los elementos primarios, los que
son entendidos por el hablante en su propia individualidad (árbol o pan, por
ejemplo).
2)
Lexemas
arbitrarios polimorfos: cuando en la estructura del lexema se producen
alteraciones motivadas por causas externas al propio lexema, motivados por
hechos diacrónicos o sincrónicos. El lexema de “ciert-o” se opone a “cert-eza”
porque la alternancia /ie/-/e/ está condicionada por el hecho de la historia
lingüística: la ĕ breve latina, al
pasar al español, diptongaba si sobre ella recaía el acento, pero no si quedaba
en posición inacentuada. Esta sería una causa diacrónica que hace que se
produzca alternancia en el lexema.
3)
Lexemas
diferenciados sintagmáticamente: son los que se oponen por constituir con
otras palabras sintagmas unitarios: gran(de)
libro/ libro grande. Estas formas se producen en el tipo normal de habla y
en la lengua escrita, sobre todo cuando se pretende conseguir unos determinados
efectos: “el Quijote es un grande libro”.
Este tipo de
diferenciación sintagmática de los lexemas se cumple también en los pronombres
demostrativos.
Los
casos y la suerte de la declinación latina
El
sistema latino nominal tenía cinco casos: nominativo, acusativo, genitivo,
dativo y ablativo. Los morfemas utilizados se repartían en cinco tipos o grupos
de declinación.
El
latín hablado dio preferencia al acusativo sobre los demás casos y no solo por
la pérdida de la –m final y la
desaparición de la cantidad, sino porque la propia sintaxis latina distaba de
haber llegado a expresar cada función con una sola forma. En latín clásico el
nominativo era sujeto, pero en las oraciones de infinitivo tal función era
propia del acusativo. El acusativo de tiempo podía sustituir al ablativo, el
acusativo de dirección compartía sus oficios con el ablativo, había un genitivo
y un ablativo de cualidad, también había un genitivo y un dativo posesivos.
Toda esta confusión, unida a la confusión fonética, obligó al desarrollo del
sistema proposicional, con lo que las desinencias causales perdieron eficacia.
Así, de+sustantivo reemplaza a los muchos finales distintos del genitivo latino
(rosae, domini, etc.).
Desarrollado
el sistema preposicional y caracterizados los casos por la preposición en vez
de por la desinencia, la declinación latina quedó así:
Se
redujo a un caso de sujeto
(nominativo) y a otro regido que si
no llevaba preposición era el acusativo y si llevaba la preposición, era
cualquier forma de dativo, ablativo o acusativo.
Restos
de la declinación latina en español
Nominativo
Se
ha conservado en algunos nombres propios destinados a ser agentes de verbos.
Los más significativos son los de origen eclesiástico o francés: Dios, Pilatos,
Marcos, Longinos, etc. Se le añaden a estos nombres otros venidos del catalán y
términos dialectales. Hay nominativos en muchos cultismos (pubis, detritus,
virus, etc.) que no afectan a la estructura de la lengua.
Muchos
de estos nominativos son galicismos, otros podrían ser tecnicismos. Es el caso
de “juez” que se explica desde un acusativo. En toponimia quedan algunos
fósiles en nominativo, como Santocildes
Vocativo
Los
herederos en español son escasos. En latín sus funciones eran usurpadas por el
nominativo.
Menéndez
Pidal señalaba la persistencia de Yagüe, Sixte y Iessucriste: Yagüe>Jacobe,
en el siglo XIII “Sancti Yagüe” que es el moderno Santiago. En un refrán
andaluz aparece “San Sixte, busca las uvas donde las viste”. Otros estudiosos
añaden la forma “maese”, inspirada en un vocativo.
Genitivo
La
sustitución del genitivo por el acusativo con de acarreó la pérdida de este caso. En español quedan algunos
restos, como los días de la semana (martescondestable), algún
extranjerismo (capuz scholae>capiscol) o algún dialectalismo
(candelorum>candelor).
En
cuanto a los topónimos son
frecuentes los restos de genitivo en las formaciones de nombre común+nombre
propio en genitivo, que se usaron para indicar el poseedor de una villa, como
Villa Valerii>Villavaler. El genitivo plural se emplea para designar
poseedores colectivos, como en Gothorum>Toro. Los hagiotopónimos abundan en construcciones de nombre común+nombre
propio en genitivo y en ellas se elide el sustantivo (ermita, monasterio) y
queda el nombre del santo: Sancti victoris>Sanchechores. Otras veces en
toponimia el genitivo sirve para describir los exteriores del lugar, como en
rivi angulu>Riaño, Rianjo. También quedan restos en la antroponimia, ya que un modo de formar el apellido del individuo
era poner el nombre del padre en genitivo precedido del nombre del individuo
(Sancia Poncii>Pontius, Ponce). El genitivo –ici es el antecedente de los
apellidos en –ez.
Ablativo
El
acusativo ocupó sus puestos. En cuanto a las pervivencias del ablativo, se
encuentran en algunos sintagmas de carácter adverbial (hoc anno>hogaño). En
la toponimia de la península Ibérica queda algún rastro de construcciones en
ablativo, como Somonte o Solago, que se explican por el uso de in o sub+acusativo.
Evolución
de las declinaciones latinas
La
primera declinación (nombre en –a) se conservó porque tenía la característica
del género femenino. Quedó reducida a un singular en –a y un plural en –as.
Nombres
de la quinta declinación (-ies, -es) pasaron a la primera. Esto favoreció los
hechos analógicos: caria en vez de
caries, o saniam y sanies (moderno saña). La primera declinación se enriqueció
con algunos nombres de la tercera, así cinis
se convirtió en cinera, de donde el castellano cendra y el asturiano cerna.
Algunos nombres en –x crean femeninos de esta declinación (tenax>tenaza).
La
aparición de –a en las voces que mantienen género femenino se aplica por la
pretensión de cohonestar el género gramatical y la forma que lo expresa. En
otros casos, la dualidad latina de género se ha mantenido y las voces son unas
veces masculinas y otras femeninas. Se incorporaron a esta declinación algunas
voces griegas que, o no eran femeninas, o no tenían la terminación de tales (anphora, por ejemplo).
La
segunda declinación latina se mantuvo como heredera del género masculino. En
ella se vació íntegramente la cuarta (temas en –u), ya que se confundió fonéticamente
con la segunda (marum-dominum). Muchos sustantivos de la tercera pasaron a la
segunda: los femeninos abies>abeto, los neutros que adoptaron forma
masculina (vas>vasum>vaso). También se incorporaron a esta declinación
algunos sustantivos de la quinta (scabies>escazo). Pertenecen a esta
declinación todos los neutros en –o y los falsos nominativos.
Las
declinaciones tercera y quinta se confundieron en sus formas de acusativo
(legem, leges; rabiem, rabies). Hasta los temas en –i hicieron un acusativo
plural en –es, que eliminó al de –is.
Dieron
forma a los sustantivos que terminaban en consonante. Se enriqueció con los
casos de apócope final (apóstol), con los galicismos en –e o con las voces
patrimoniales que han cambiado la –o latina en –e (colpu>golpe).
Los
tipos morfológicos en español que resultan de la evolución latina se pueden
agrupar en:
1)
–a/-as
2)
–o/-os
3)
–e/-es, consonante/-es.
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