Los santos inocentes es una novela de
Miguel Delibes (1920-2010) publicada en 1981 y ambientada en la Extremadura de
1960. En ella una familia vive en una humilde casa al servicio de los señores
de un cortijo.
Entre
los principales temas que aparecen en la novela, aparecen la opresión y el
desprecio por parte de los señores hacia los criados, la incultura de las
clases bajas de la sociedad y su resignación al aceptar su inferioridad.
En
la novela podemos observar el concepto negativo del autor acerca de la sociedad
humana, que se presenta como una institucionalización del egoísmo y la
desigualdad. El ser humano ha establecido un esquema para su organización
social, pero este sistema está viciado, porque parte de un error grave: que se
puede ascender socialmente gracias a la falta de escrúpulos. Los elementos
externos al ser humano, como el dinero o los títulos de nobleza, pueden
encumbrar a un hombre por encima de otros, cuyas virtudes morales deberían
darles la posibilidad de ascender.
En
Los santos inocentes Delibes presenta
un ejemplo de esta sociedad, donde los buenos viven en armonía con el medio que
habitan y son ejemplo del amor al prójimo, y donde los malos acuden a ese medio
en que habitan con fines espurios. Así, por ejemplo, el señorito Iván caza por
el puro placer de matar animales y la señora marquesa es adorada como ser
superior por los subordinados.
Delibes
critica en esta novela el estatus y su modo de progresar. Paco el Bajo es una
persona maravillosa, servicial, amante de su familia y respetuoso con todos,
pero tiene que estar a las órdenes de alguien que se dedica a humillarlo, el
señorito Iván. Este personaje desprecia todo lo que no sea satisfacer sus
caprichos, es arrogante e insensible, y hace ostentación de la hegemonía
social, defendiendo una organización férreamente estamental. Iván, igual que la
señora marquesa, goza de una situación de privilegio por culpa del sistema
social que lleva siglos manteniéndolo en la cumbre. Y estos personajes vegetan
en esa zona privilegiada. Iván recuerda en una de sus intervenciones que todos
debemos acatar una jerarquía, pero para él ese sistema es perfecto porque
siempre ha estado en la parte superior de la pirámide social.
Las
grandes diferencias sociales en la novela nos llevan a una dicotomía.
Por un lado
están los poderosos, los de arriba, que tienen el dinero y el poder (Iván, la
marquesa, Míriam), ordenados en tres bloques. Unos encarnan el poder
ideológico-mítico (la señora marquesa), que se apoya en la fidelidad
supersticiosa de los de abajo (esa posición privilegiada provoca una actitud
sumisa ante los que los creen investidos de un poder superior); otros encarnan
el poder fáctico, como Iván, que abusa de su control, comportándose como un tirano;
y otros se alinean en una zona de conciliación (Míriam se compadece de los
inferiores y busca un acercamiento más humano a ellos).
Por otro lado
están los humildes, que forman una masa opaca y sin voluntad, obediente y
temerosa. Una sutil frontera separa a estos humildes en dos grupos: los que se
han resignado a su suerte y los que buscan una forma de salir de la pobreza,
como por ejemplo Paco y Régula, que quieren para sus hijos una salida.
En medio de
los dos grupos anteriores, como personajes-bisagra, están don Pedro y doña
Purita, un matrimonio anómalo que ni es aceptado por los poderosos ni encaja
entre los humildes. Esta pareja actúa como una conexión entre los dos mundos
antagónicos de la obra.
También
podríamos considerar como representantes de una clase media a personajes que
aparecen en segundo plano, como Manolo el médico (que actúa casi como un
servidor del señorito Iván).
Miguel Delibes
aparenta darnos estas imágenes sin ofrecer respuesta. Pero los lectores somos
quienes debemos reflexionar con los datos que el autor nos suministra. El
lector es un elemento activo en el proceso de creación.
Los santos inocentes es una novela que
nos obliga a reaccionar ante las injusticias que Delibes pone ante nuestros
ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario