lunes, 13 de abril de 2015

El lenguaje de los personajes de “La casa de Bernarda Alba”



            Para tratar esta cuestión, debemos hablar de los mecanismos de mandato en el personaje de Bernarda, el lenguaje de los demás personajes y la caracterización de los mismos, ya sea indirecta, mediante su autodefinición, a través de la acción y el diálogo, mediante los movimientos escénicos y por los objetos.
            De esta manera, observamos que en Bernarda predominan las intervenciones rápidas, secas y cortantes. Sus parlamentos son autoritarios, bruscos y agresivos. Por ello es lógico que se sirva constantemente de la modalidad oracional imperativa y que, en segundo lugar, use la interrogativa. Se trata en ambos casos de una manifestación de la función apelativa.
            En consecuencia, caracterizamos a Bernarda por el uso constante y continuo del mandato a través de:
-         Imperativos verbales: ¡Vete!, ¡Contesta!, ¡matadla!,…
-         Sustantivos con valor interjectivo: ¡Silencio!, ¡a la cama!,…
-         Uso de fórmulas del tipo “adverbio de negación+presente de subjuntivo”: Magdalena, no llores
-         Uso de fórmulas del tipo “que+presente de subjuntivo”: que no te vea llorar
-         Preguntas inquisitivas, que deben entenderse como un mandato y no se formulan en demanda de una respuesta: ¿Hay que decir las cosas dos veces?
-         Empleo del infinitivo en lugar del imperativo (que es un vulgarismo): Sentarse, ayudarla vosotras,…
-         Locuciones adverbiales que carecen de verbo: ¡Fuera de aquí todas!
-         Presente de indicativo con valor de mandato: ¡Aquí no se vuelve a dar un paso que yo no sienta!
-         Futuro imperfecto de indicativo con valor de mandato: ¡Nadie dirá nada!

            Por lo que respecta al lenguaje de los demás personajes, podemos señalar que Angustias, Magdalena y Amelia se caracterizan por la monotonía y el tedio de sus palabras. Martirio por su parte abusa de las amenazas e insinuaciones.
            Frente a ellas, Adela se caracteriza por la fuerza y la violencia verbal, con el empleo de imperativos y frases cortantes y enérgicas.
            El lenguaje de la Poncia es extremadamente rico y variado. Posee la gracia del lenguaje popular, con coloquialismos, expresiones populares y rurales, vulgarismos, etc. Es maestra en las insinuaciones, provocativa, tentadora, tiene sentido del humor y, a la vez, su lenguaje está dotado de cierto encanto poético.
            El lenguaje de María Josefa es una mezcla de lenguaje infantil y de habla perturbada. Junto a disparates y a juegos lingüísticos absurdos, utiliza expresiones infantiles (diminutivos como “ovejita” y “hormiguita”), onomatopeyas (como “meeee”) y sentencias graves.
            Por otra parte, para caracterizar a las protagonistas, el autor emplea diversas técnicas, como señalábamos al comienzo: la caracterización indirecta a través del diálogo y la opinión de otros personajes, la caracterización por su autodefinición, la caracterización por su actuación y sus palabras o lenguaje, la caracterización por sus movimientos escénicos y la caracterización por los objetos que poseen.
            Así, a través del diálogo, un personaje nos informa del comportamiento, la actitud o la ideología de un tercero, de manera que nos adelanta información sobre dicho personaje (si no ha aparecido antes en escena) o nos ayuda a completar el juicio que nos habíamos formado acerca del personaje aludido. Así, por ejemplo, conocemos a Bernarda antes de que salga a escena. El diálogo inicial de las criadas nos la presenta como autoritaria y “dominanta”. Pero también los apartes de las vecinas y las conversaciones de las hijas sirven para caracterizar a Bernarda. La Poncia dice de ella que es “autoritaria, mandona, dominanta, violenta, falsa e hipócrita, clasista y orgullosa, odiada por todos, cotilla, mezquina, sarmentosa por calentura de varón,…”
            La caracterización indirecta se aplica también a otros personajes. Así se nos dice que Martirio “es un pozo de veneno”, que Adela “es la más joven de nosotras”, que Angustias “está vieja, enfermiza” y “habla con la nariz”, etc.
            En otras ocasiones Lorca se sirve del recurso de la autodefinición y el personaje habla de sí mismo. Por ejemplo, Martirio se reconoce “débil y fea”, mientras que Adela presume de juventud y belleza.
            Poncia se considera una criada fiel y ejemplar: “Soy buena perra: ladro cuando me lo dice y muerdo los talones de los que piden limosna cuando ella me azuza…”
            También conocemos a los personajes por su actuación y comportamiento en la obra y por sus palabras.
            La actuación inflexible y rígida de Bernarda contrasta con la actitud sumisa de sus hijas y de las criadas. Magdalena y Amelia prácticamente se resignan a su suerte. Angustias vive ficticiamente feliz por su proyecto matrimonial. Adela se mueve por su impulso amoroso y expresa su deseo de liberarse del yugo materno. Martirio, acomplejada, se debate hipócritamente entre su pasión amorosa y su aparente moralidad.
            Poncia, ambigua y esquiva, va de su papel de “tentadora”, ya que habla de los hombres a las hijas, al juego de sus alusiones a Bernarda. Quiere descubrir la situación de la casa para no mancharse, para no ver afectada su honra, pero teme a Bernarda. Sus temores y su odio le impiden hablar con claridad.
            María Josefa actúa dentro de una “locura lúcida”, ya que “ve” la realidad y habla verazmente, pero no es escuchada.
            El lenguaje se emplea también con intención caracterizadora e identificadora. Podemos recordar en este sentido los insultos y vulgarismos de Poncia, el lenguaje conminativo de Bernarda o el uso de un lenguaje surrealista y simbólico en las intervenciones de María Josefa.
            Por otra parte, resulta clarificador analizar el movimiento de los personajes en escena.
            Un dramaturgo como Lorca, que domina la técnica teatral y conoce los entresijos del escenario, mueve a sus personajes de manera que sus movimientos correspondan a su personalidad y función dramática. De esta manera, la coordinación entre gestos, movimientos, tonos de voz, contenido y expresión de las palabras, y actitud del personaje es absoluta.
            Los movimientos de Bernarda son, en efecto, vigorosos y violentos:
-         da golpes en el suelo con su bastón para imponer su autoridad.
-         Arroja al suelo un abanico de Adela.
-         Golpea a Angustias con el bastón por haber mirado a los hombres,
-         Borra violentamente el maquillaje de Angustias
-         Golpea a Martirio con el bastón por haber escondido el retrato
-         Intenta golpear a Adela, pero esta le hace frente.
            El dinamismo de Bernarda se ve contrarrestado por el estatismo de sus hijas que permanecen casi siempre sentadas, en actitud de espera. Ello nos remite nuevamente a la sensación de monotonía. Permanecen sentadas al comenzar el segundo acto, también en el tercero. En la escena de los segadores van sentándose al mismo tiempo que se lamentan resignadas.
            Este estatismo y los movimientos delicados de las mujeres contribuyen a dotar a la obra de un ritmo lento, que provoca la sensación de que presenciamos unas vidas apagadas, sombrías y mortecinas.
            La última forma de caracterización, la realizada a través de los objetos, revela que Lorca ha aprovechado al máximo todas las posibilidades que tenía a su alcance. Cuatro de sus personajes poseen objetos propios significativos: Bernarda, su bastón; Adela, un abanico de colores y un traje verde; Angustias, el retrato de Pepe el Romano; María Josefa, las flores en el pelo y la oveja.
            El bastón de Bernarda simboliza el poder, la autoridad. Se sirve de él para imponer su silencio y para golpear a sus hijas. Por eso, cuando Adela se enfrenta a su madre y rompe el bastón, proclama su victoria sobre la autoridad materna.
            El abanico redondo con flores y el vestido verde de Adela son signos de su rebeldía, de su oposición a las normas emanadas del poder autoritario.
            El retrato de Pepe el Romano simboliza el deseo y la frustración de las hermanas. Pertenece a Angustias, que en realidad “ha perdido” ya al Romano. Martirio lo esconde porque ella no puede aspirar a conseguir el original.
            Las flores en la cabeza y en el pecho con que aparece ataviada María Josefa en el primer acto son también signos de rebeldía, de libertad y de amor.

            La oveja que lleva en sus brazos en el tercer acto admite interpretaciones variadas. Puede entenderse como un signo de su locura. También puede aludir al instinto maternal frustrado de las mujeres por la imposibilidad de conocer varón.

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