domingo, 5 de abril de 2015

Notas para un comentario de "El sí de las niñas"




DOÑA FRANCISCA.-Haré lo que mi madre me manda, y me casaré con usted.
DON DIEGO.- ¿Y después, Paquita?
DOÑA FRANCISCA.-Después... y mientras me dure la vida, seré mujer de bien.
DON DIEGO.-Eso no lo puedo yo dudar... Pero si usted me considera como el que ha de ser hasta la muerte su compañero y su amigo, dígame usted, estos títulos ¿no me dan algún derecho para merecer de usted mayor confianza? ¿No he de lograr que usted me diga la causa de su dolor? Y no para satisfacer una impertinente curiosidad, sino para emplear método en su consuelo, en mejorar su suerte, en hacerla dichosa, si mi conato y mis diligencias pudiesen tanto.
DOÑA FRANCISCA.- ¡Dichas para mí!... Ya se acabaron.
DON DIEGO.- ¿Por qué?                              
DOÑA FRANCISCA.-Nunca diré por qué.
DON DIEGO.-Pero ¡qué obstinado, qué imprudente silencio!... Cuando usted misma debe presumir que no estoy ignorante de lo que hay.
DOÑA FRANCISCA.-Si usted lo ignora, señor don Diego, por Dios no finja que lo sabe; y si, en efecto, lo sabe usted, no me lo pregunte.
DON DIEGO.-Bien está. Una vez que no hay nada que decir, que esa aflicción y esas lágrimas son voluntarias, hoy llegaremos a Madrid, y dentro de ocho días será usted mi mujer.
DOÑA FRANCISCA.-Y daré gusto a mi madre.
DON DIEGO.-Y vivirá usted infeliz.
DOÑA FRANCISCA.-Ya lo sé.
DON DIEGO.-Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo.
                                                     

El texto anterior es un fragmento perteneciente a la Escena VIII del Acto III de El sí de las niñas, la obra de teatro más conocida de Leandro Fernández de Moratín (1760-1828), uno de los más importantes escritores españoles el siglo XVIII y el representante por excelencia del teatro neoclásico. Recordemos que este autor utilizaba el teatro como forma de diversión, pero también como forma de instrucción moral, al mismo tiempo que consideraba que la acción debía imitar de forma verosímil la realidad.
Esta obra fue estrenada el 24 de enero de 1806 en Madrid y se representó hasta la cuaresma del mismo año. Tuvo un enorme éxito. Es una comedia en prosa que se estructura en tres actos.
Se trata de un texto literario, y concretamente de un fragmento que pertenece al género dramático. El sí de las niñas trata sobre doña Paquita, una joven de dieciséis años que será obligada por su madre doña Irene a casarse con don Diego, un rico caballero de cincuenta y nueve años. Este caballero ignora que en realidad doña Paquita está enamorada de un tal “don Félix”, un joven llamado en realidad don Carlos y que es sobrino de don Diego. Con este triángulo amoroso se desarrolla el argumento de la obra de Moratín. El tema principal de la obra es la opresión que sufren las muchachas, la educación de las mujeres (la mala educación), que les lleva a contraer matrimonios sin amor por no contradecir los deseos de las familias, ya que han sido forzadas en esa educación para obedecer y no ejercer la libertad de elegir.
En este fragmento don Diego intenta que doña Francisca le explique la causa de su tristeza, pero esta se niega y don Diego lo achaca a la perversa educación impartida a las jóvenes de la época.
Asistimos a la aceptación por parte de doña Francisca del matrimonio con el anciano don Diego, a pesar de estar enamorada de su sobrino Carlos. Respetar la voluntad materna le hace reprimir sus sentimientos.
En cuanto a la estructura, recordemos que tradicionalmente hay tres partes en un texto dramático: exposición, nudo y desenlace. Este fragmento expone el conflicto en el que se debate la protagonista: la imposibilidad de decir la verdad y la necesidad de acatar decisiones ajenas.
La obra de El sí de las niñas respeta la regla de las tres unidades (lugar, tiempo y acción), aunque en este fragmento no puede apreciarse. Está escrito en forma de diálogo, que es la forma de expresión característica del texto teatral. La intervención de cada personaje viene precedida por su nombre. En el fragmento aparecen conversando los dos protagonistas de la obra, don Diego y doña Francisca. No aparece ninguna acotación. A través de la conversación don Diego trata de llegar a la verdad, a la sinceridad de los sentimientos de Paquita.
El fragmento puede dividirse en tres partes: la presentación del conflicto (matrimonio por obediencia materna), búsqueda de la verdad a través del diálogo y una reflexión concluyente.
Con respecto al contenido y la forma, desde el comienzo quedan contrastadas dos posturas: la de Paquita, obediente y conservadora y la de don Diego, dialogante y racional: “Haré lo que mi madre me manda, y me casaré con usted.” Con sucesivas preguntas trata de convencerla para que sea sincera. Domina, como suele ser frecuente en la conversación, la función apelativa, tal como podemos observar en la presencia de los vocativos (Paquita; señor don Diego), en el uso del modo imperativo (Ve aquí los frutos de la educación), en el futuro de mandato (será usted mi mujer) y en las oraciones interrogativas (¿Y después, Paquita?; ¿Por qué?).
También podemos encontrar elementos emotivos propios de la función expresiva, como lo demuestran los diminutivos (Paquita), las oraciones exclamativas (¡Dichas para mí!... ¡qué obstinado, qué imprudente silencio!...) los adjetivos valorativos (obstinado, imprudente perjuro) y un vocabulario de gran valor connotativo (esclavo, pérfida, sacrílego).
Como es frecuente en el teatro neoclásico, esta obra tiene una función didáctica, especialmente evidente en el último parlamento de don Diego, dedicado más al público de la sala que a doña Francisca, para avisarle sobre los resultados de una mala educación.
Para concluir podemos señalar que este fragmento es un buen ejemplo del teatro neoclásico, un periodo llamado así por la vuelta a los valores clásicos, presentes en la aceptación de la regla de las tres unidades. En este fragmento dominan más los aspectos racionales y argumentativos que líricos. Con ellos se pretende educar no solo al personaje, sino también al espectador. Hay una fuerte crítica hacia la sociedad conservadora, que prefiere reprimir los sentimientos de las jóvenes con tal de seguir las convenciones y tradiciones. Don Diego, el único personaje sensato, hará posible el desenlace feliz.


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