En
primer lugar, al hablar del teatro español en la segunda mitad del siglo XX,
debemos tener en cuenta que estuvo condicionado por cuestiones sociales y
políticas como la censura.
En
general, la censura siempre tuvo muy presente al teatro por ser un medio de
masas. A partir de 1940 se crearon organismos específicos que supervisaban los
textos y las intenciones del montaje.
La
censura llegó a prohibir, por ejemplo, ser autor y crítico al mismo tiempo. Esa
estricta fiscalización y un deseo escapista por parte del público, que quería
olvidar la tragedia de la guerra civil, llevó a que los autores buscaran los
conflictos que desarrollaban las obras en aspectos externos, fuera de la
realidad que los circundaba.
El
nuevo orden orientó la temática teatral hacia los acontecimientos históricos o
legendarios de los Reyes Católicos y los Austrias. Además proliferó un teatro
de evasión con comedias de teléfono blanco, exóticas o melodramáticas, y un
teatro popular y conformista, a la manera de los Quintero. Por otra parte, el
compromiso político llevó a la reposición del teatro clásico de la mano del
Teatro Nacional de la Falange.
A
finales de los 40, se dejó notar una necesidad de cambio cuando se concedió el
Premio Lope de Vega a Historia de una
escalera de Buero Vallejo, una obra que provoca la eclosión del teatro
social en los escenarios.
Al
amparo de esta apertura, ya en 1951, surge la generación realista. Proliferan
los montajes del teatro americano, que influirá en los autores españoles,
aunque estos no tendrán las mismas facilidades con la censura. El teatro
realista no podrá competir en el ámbito comercial, por lo que se representará
en los teatros de Cámara y Ensayo. Los teatros nacionales, por su parte, darán
cabida a las corrientes extranjeras de mayor interés y seguirán con los
clásicos.
En
los años 50 el existencialismo francés derivará hacia el teatro del absurdo,
que fue introducido en España por grupos de Cámara y que encontró pronto varios
seguidores. Se trataba de una posibilidad de analizar problemas básicos a
través de una complicada simbología. Esto favorecía pasar la censura por ser un
teatro para minorías, autorizado solo para sesiones únicas. Era un teatro
crítico e intelectual, en el que había que recurrir a procedimientos
criptoanalíticos para descifrar su verdadero sentido. Aún así, tuvo muchas
dificultades. Frecuentemente, montajes que habían sido autorizados por las
direcciones generales, fueron al final prohibidos por delegados provinciales, ya que la censura
central no eliminaba el derecho censor de las autoridades locales.
A
partir de la campaña de los “25 años de paz” y, especialmente, a partir de la
Ley de Prensa de 1966, con la que se suprimía la censura previa (aunque solo
afectaba a la impresión de las obras), se dejó notar cierta apertura.
En
salas comerciales y Teatros Nacionales se representaron obras de Brecht y se
llevó a cabo el montaje de la obra de Meter Weiss Marat-Sade. Al sobrevenir uno de los estados de excepción de la
época, la obra de Weiss se interrumpió a los pocos días de su estreno en
Barcelona. Por otra parte, llegaron también a los escenarios obras como la
versión completa de Luces de Bohemia
de Valle Inclán, que hasta entonces había estado prohibida. Adolfo Marsillach
montó Tartufo y en Madrid se celebró
el I Festival Internacional de Teatro.
La
censura no había desaparecido, y los autores y directores deberán utilizar el
ingenio para evitar prohibiciones sin renunciar a la crítica.
Tras
la muerte de Franco en 1975, eliminada la censura, la temática crítica se
centrará en los privilegios de clase y la injusticia social, lo que saturó al
público e hizo que resultaran exitosas las obras que criticaban la nueva
situación democrática.
Para
desarrollar este tema, deberemos hacer un recorrido por las estructuras
teatrales, la producción innovadora de autores como Casona o Max Aub, el teatro
del humor de Poncela o Mihura, el llamado teatro convencional, las generaciones
realistas de los 50 y los 60, y la generación simbolista hasta llegar a los
autores de los años 80 y a los últimos dramaturgos de finales del siglo XX.
Con
respecto a las estructuras teatrales,
debemos mencionar las producciones en los teatros nacionales, en los circuitos
comerciales y el llamado teatro “off-off”.
Los
teatros nacionales se caracterizaron
por el intento de compendiar la cultura dramática universal del momento, dando
un lugar relevante a la comedia española de los Siglos de Oro.
Aunque
en 1940 se crea el Teatro Nacional de la Falange que desarrolla sus actividades
en el Teatro Español, este local y el María Guerrero se destinaron también a
ser sede de Teatros Nacionales dependientes del Ministerio de Educación. El
Español se caracterizó por su especialización en los clásicos (Calderón,
Shakespeare, Molière, Faulkner y Miller).
El
María Guerrero asumió la parcela moderna bajo la dirección de Luis Escobar y
José Luis Alonso. Se representaron obras de autores españoles como Valle
Inclán, y extranjeros como O’Neill, Chejov, Gorki y Prietsley.
También
se creó un teatro de Cámara y Ensayo. En 1968, Marsillach montó el Marat-Sade en El Español.
A
partir de 1968 se creó el Teatro Nacional de la ciudad de Barcelona (más tarde,
Teatro Nacional Ángel Guimerá), bajo la dirección de Ricard Salvat. Se
alternaron las representaciones en castellano y en catalán.
El
Ministerio de Cultura creó el Centro Dramático Nacional, que contó con cierta
amplitud de medios para sus montajes y organizó otras actividades, como
coloquios o lecturas dramatizadas.
Los
organismos oficiales intentaron la descentralización del teatro con los
Festivales de España, a partir de 1951, y las Campañas Nacionales de Teatro, a
partir de 1968. Así llevaron espectáculos dramáticos seleccionados por concurso
y obras de teatro internacional a las diferentes provincias.
Los
circuitos comerciales, por otra
parte, se mantuvieron como empresas que se nutrían de un teatro de evasión. Los
autores pretendían divertir, aunque incluían en su temática problemas sociales,
cuyo planteamiento no ponía en entredicho los principios morales fundamentales.
A
veces se intentó en estos circuitos comerciales realizar montajes interesantes
fuera del gusto habitual del público: Las
criadas de Genet, Tartufo de
Molière o La casa de Bernarda Alba de
García Lorca son ejemplos de estos montajes. Estos espectáculos fueron de gira
por provincias.
En
los años 60 surgió el café teatro, que
en un principio permitió a los autores de vanguardia alguna salida comercial,
aunque el teatro de evasión invadió rápidamente los espacios escénicos.
En
cuanto al surgimiento del teatro “off-off”, debemos señalar que
durante mucho tiempo los grupos de teatro de cámara y ensayo no tuvieron
locales propios, por lo que desarrollaban sus actividades en salones de actos y
en salas comerciales con representaciones únicas en los días en que descansaban
las compañías titulares.
Los
grupos de teatro independiente buscaron organizar sus propios circuitos y, a
partir de los años 70, crearon una infraestructura que les permitiría programar
ciclos y festivales fuera de los circuitos comerciales.
En
Madrid, el Pequeño Teatro Magallanes fue uno de los que cumplieron este
cometido. La Sala Cadalso o el Gayo Vallecano diversificaron sus actividades,
con cursillos de expresión corporal, maquillaje, etc. En Barcelona y en
Valencia surgieron también grupos como el Teatro CAPSA y Quart-23.
Centrándonos
en los autores, recordemos que los del teatro “elitista” anterior a la guerra
se despegaron de los modelos temáticos y formales de las corrientes
tradicionales y llevaron a la escena una nueva savia que se vio cortada por las
circunstancias históricas.
A
partir de 1940 destacan dos autores fieles a las directrices del teatro renovador-innovador que resultó muy
fecundo, sobre todo acabada la guerra civil. Y aunque los dos se encuentran
entre los españoles del éxodo, Casona y Max Aub se vieron afectados de forma
distinta por el conflicto bélico.
Lo
que caracteriza el teatro de Alejandro
Casona es el conflicto entre realidad y fantasía de su teatro mayor (La sirena varada, Otra vez el diablo,
Nuestra Natacha). La guerra no fue obstáculo para que este tema fuera una
constante. En febrero de 1937, Casona sale de España. Cuatro meses después se
estrena en México Prohibido suicidarse en
primavera, y seguirá estrenando en diferentes ciudades del continente
americano hasta 1941, en que fija su residencia en Argentina.
Buenos
Aires será la ciudad de sus estrenos más significativos (La dama del alba, La barca sin pescador, La molinera de Arcos, La casa
de los siete balcones, etc.). En 1962 vuelve a Madrid y ahí firma su última
obra, El caballero de las espuelas de oro,
de 1964.
Algunos
consideraban el teatro de Casona como “escapista”, aunque contó con el aplauso
del público y el beneplácito de una gran parte de la crítica. Parecía haberse
inhibido de la realidad política y social, pero él se justificaba por su
condición de exiliado: “Tenía que escribir el teatro del amor, del odio, de la
venganza… Se me puede acusar de estar desligado del dato contingente, pero no
del hombre”.
Max Aub, por otra parte, no pudo evitar
que el trauma de los acontecimientos condicionara su producción.
En
Morir por cerrar los ojos, de 1944,
los problemas individuales son representativos de un drama colectivo. El título
señala que no se pueden cerrar los ojos ante el avance de un régimen injusto y
dictatorial por temos, ya que acabará aniquilándonos.
Aub
concibe su teatro testimonial sin reparar en su extensión. Escribe obras en
varios actos, pero también varias piezas breves que reunió en 1960 bajo el
título de Obras en un acto, dividido
en apartados: Los transterrados, Teatro
de la España de Franco, Teatro policíaco, Teatrillo y Diversiones.
La
idea de “transterrado” sin posibilidad de retornar a la propia tierra ofrecía
muchas posibilidades. En El puerto,
un oficial francés tiene que exiliarse al ser descubierto por la imprudencia de
un amigo, el cual sintiéndose culpable ocupa su lugar cuando va a ser detenido
por la policía, que lo asesina.
El
problema de los transterrados afecta a las piezas de El teatro de la España de Franco, que reflejan las vicisitudes,
esperanzas y frustraciones de los españoles
que esperaban el final de la segunda guerra mundial. La cárcel plantea una situación límite en la que los protagonistas
se disponen al suicidio por un imperativo heroico.
En
1968 Aub da a conocer dos piezas: El
cerco es una elegía a Ernesto Che Guevara, y Retrato de un general es un diálogo entre un general americano y un
prisionero vietnamita, los cuales se encuentran ahora en campos enemigos, después
de haber luchado juntos en la guerra civil española.
El
teatro de humor, por otra parte,
había iniciado su renovación antes de 1936. Había sido llevada a cabo por
Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Apoyándose en la dislocación de la
realidad y el choque de mundos irreconciliables que provocaban el absurdo,
rompieron con los procedimientos usuales de la comicidad.
Es
un teatro intelectualizado que, a través de los inverosímil y la aparición de
mundos dispares, pone en tela de juicio las razones de la lógica o de las
estructuras sociales.
Lo
exacerbado de las ideologías durante la guerra civil no influyó en sus
directrices dramáticas. Buscaron los motivos en la irrealidad, en lo
inverosímil. Su afán de novedad les lleva a nuevas fórmulas para conseguir la
comicidad. Las acciones y situaciones inverosímiles que reunían en los actos de
sus comedias creaban una aparente confusión que cobraba coherencia en el
desenlace.
Jardiel Poncela tuvo una preocupación
obsesiva en explicar la razón dramática de esas acciones. La técnica se
asemejaba a las novelas policíacas. La ausencia de elementos pasionales en las
soluciones producía una fórmula intelectualizada, en la que parece que lo
inverosímil encuentra su lógica.
Eloísa está debajo de un almendro (1940)
o Los ladrones somos gente honrada
(1941) alcanzaron gran popularidad.
La
irrealidad y la ternura de los personajes de Poncela llenan de ironía el
ambiente en que se mueven, en el que se acepta con naturalidad la mayor de las
excentricidades.
Miguel Mihura inició su obra dramática
antes de la guerra. Tres sombreros de
copa data de 1932, aunque fue estrenada veinte años más tarde.
En
1943, el estreno de Ni pobre, ni rico,
sino todo lo contrario descubre una serie de recursos hilarantes que se
conocieron como “humor codornicesco” (Mihura dirigió La codorniz, “la revista más audaz para el lector más inteligente”),
un humor ilógico, absurdo, lleno de tópicos y palabras muertas, que se impondrá
al público.
Algunos
de los procedimientos que Mihura utiliza son las asociaciones de elementos
insólitos o inverosímiles, la hipérbole, la distorsión de la causalidad lógica
y la aparición de otra lógica imaginaria.
La
trama de Tres sombreros de copa es
muy simple. Busca a través del humor la crítica de dos mundos distintos que
chocan en apariencia. El tiempo se reduce a una noche, la víspera de la boda de
Dionisio. Este y Paula se encuentran y entre ellos surge el idilio. El
conflicto se produce porque sus respectivos mundos tiran de ellos para impedir
su unión. La acción transcurre en el hotel que regenta don Rosario, en la
habitación de Dionisio.
A
partir de El caso de la señora estupenda,
de 1953, la obra de Mihura está dominada por la intención escapista, que
aparece también en Ninette y un señor de
Murcia, de 1964.
En
sus obras los contrastes se suavizan. Por ejemplo, el revolucionario exiliado
de Ninette acepta el sombrero de su
mujer como símbolo de una aspiración de clase, las prostitutas como Maribel
resultan ser unas modosas amas de casa.
Frente
a los autores y formas mencionadas, aparece el teatro convencional o público. La mayor parte de los que cultivaron
este tipo de teatro comenzaron su actividad antes de la guerra civil y sus
principios y objetivos no se vieron alterados.
Esta
dramaturgia convencional tiene una serie de elementos definitorios:
-
Es un teatro que da mucha importancia a la “pieza bien
hecha”, con un diálogo sólidamente construido, fórmulas y recetas artesanales
para la construcción de la acción, valores literarios, etc.
-
Se dosifica la intención crítica, centrada en la
burguesía media o alta, sin atacar con profundidad problemas graves. Tiende a
la llamada “pieza rosa”.
-
Tendencia al teatro cómico, de diversión, para pasar
bien un par de horas.
-
Hay una tendencia al drama de tesis que plantea
problemas morales y sociales, pero restringidos a una sola clase social.
-
Aparece el drama histórico, que se utiliza para hacer
propaganda de principios espirituales y nacionales.
-
Los personajes que aparecen viven sin problemas
económicos. La acción se sitúa en interiores cómodos y lujosos.
-
La acción es rápida. Del cine se recogen técnicas,
argumentos, situaciones y diálogos.
-
Se presenta un sistema de valores ideales: lo
espiritual sobre lo material, la moralidad, honradez, fidelidad, el amor
ordenado,…
-
Los autores hacen variaciones de unos pocos temas.
Algunos
de los autores representativos de esta tendencia pueden dividirse en dos grupos.
Por una parte encontraríamos a Pemán, Luca de Tena y Calvo Sotelo. En otro
grupo aparecerían López Rubio, Ruiz de Iriarte y otros.
La
producción dramática de José María Pemán se inicia en 1940 con Por la Virgen Capitana, con un tono de
propaganda ideológica que aprovechaba las figuras históricas y la idea imperial
que inspiraba la política de posguerra. Pemán tocó otros géneros: la crítica de
costumbres se mezclaba en sus obras de tesis, las farsas y las comedias de
salón, como podemos ver en Los tres
etcéteras de don Simón.
La
comedia de salón es una constante en la producción de Juan Ignacio Luca de
Tena. El estreno en 1949 de Dos mujeres a
las nueve supuso un éxito de público y crítica, pero sus grandes éxitos
fueron ¿Dónde vas, Alfonso XII?, en
1957, y su continuación ¿Dónde vas,
triste de ti?, de 1959.
Joaquín
Calvo Sotelo intentó conjugar su tradicionalismo con ciertas ideas críticas.
Aparecen en su obra tres modalidades temáticas: la comedia intrascendente, en
la trilogía Cuerpo diplomático, una
comedia de intención crítica algo irreal, como Garrote vil a un director de banco, y dramas en que aparecen
política y moral, por ejemplo en Criminal
de guerra.
Desde
1949, López Rubio estrenó regularmente adaptó teatro extranjero, especialmente
anglosajón. Entre sus obras destacan algunas dedicadas al amor, como Celos del aire. También cultivó el
drama. En 1958 estrenó Las manos son
inocentes, en el que muestra el proceso de culpabilidad interior de los
protagonistas, un matrimonio que cometió un crimen, no realmente, pero sí
intencionalmente.
La
obra de Ruiz Iriarte pertenece enteramente al período después de la guerra
civil. Estrenó su primera comedia en 1943. Algunos de sus títulos son El landó de seis caballos o Un paraguas bajo la lluvia. En su teatro
hay habilidad, agilidad, diálogos brillantes e ingeniosos, ternura y sátira.
Otros
autores dentro de este teatro convencional con hábiles constructores de piezas
bonitas con diálogos ingeniosos, como Edgar Neville con Prohibido en otoño y El baile.
También podríamos incluir algunas de las obras de Juan José Alonso Millán, como
El cianuro ¿solo o con leche?, de
1963.
Recordemos
en otro sentido que uno de los fenómenos más interesantes para la escena
española tuvo su origen en 1949 con el estreno de Historia de una escalera, obra con la que saltó a la fama Antonio
Buero Vallejo, y con la que surge la llamada generación realista, cuya técnica suponía una toma de conciencia de
la realidad circundante.
Estos
autores tendrán en común estéticamente el inconformismo.
El
sentido de este nuevo “realismo” fue explicado por Alfonso Sastre en 1950 con
el manifiesto del TAS (Teatro de Agitación Social). En él se manifestaba una
voluntad de adscripción al social-realismo de los movimientos surgidos en
algunos países tras grandes convulsiones sociales. Suponiendo al teatro como un
arte social, estiman superior lo social a lo artístico y estiman el teatro como
un medio de agitación. En 1960 se creó el GTR (Grupo de Teatro Realista), en
cuya declaración fundacional insisten en ser una convocatoria para renovar la
escena.
En
este grupo influyen varios movimientos. Además de los sainetes de Arniches,
encontramos la influencia del realismo ruso de Chejov, el realismo americano de
los años 40 y 50 con Williams y algunos autores del 98, como Valle Inclán.
La
producción de estos autores se desarrolla en dos etapas, la de los realistas
propiamente dichos y la de los realistas en evolución.
A
la generación realista de los 50 pertenecen Buero Vallejo, Sastre y Paso.
El
éxito que alcanzó Historia de una
escalera en 1949 era desconcertante. La problemática social aparecía en un
drama después de mucho tiempo y ello planteando la imposibilidad de
mejoramiento.
Se
pueden observar diferentes etapas en el proceso creador de Buero. Desde 1958 en
que se estrena Un soñador para un pueblo,
la técnica dramática y los temas históricos supusieron un cambio. Hasta ese
momento imperaba en su técnica el concepto de la obra bien hecha, con una
intencionada verosimilitud en la caracterización de lugares y personajes. Pero
a partir de 1958 su técnica se aproxima a la del teatro épico de Brecht, y
rompe con las formas realistas tradicionales (un ejemplo sería la utilización
de momentos oscuros en la escena para experimentar la vivencia del ciego en El concierto de san Ovidio).
Ahora
aparecen nuevas formas escénicas, como el escenario múltiple, los personajes
puente entre la escena y el espectador, rupturas de la temporalizad o una mayor
complejidad en los símbolos. Podemos señalar el ejemplo de El tragaluz que es presentado como un experimento.
Los
temas fundamentales del teatro de Buero Vallejo son el paso del tiempo, su
acción corruptora, la frustración, la búsqueda de la verdad y la rebeldía.
Todo
se plantea como un enfrentamiento entre
dos maneras de concebir la vida. Se sirvió de personajes históricos para
presentar los problemas que en el hombre son intemporales.
Son
también numerosos los personajes de Buero que sufren alguna tara, la cual tiene
un valor simbólico, y quizá sea la ceguera el aspecto físico más extendido en
sus personajes. El autor hará participar al espectador de las sensaciones de
los personajes a través de “efectos de inmersión”. Por ejemplo, cuando Goya
está en escena en El sueño de la razón,
no se oye a los demás personajes. Comprendemos lo que dicen por la
interpretación que de sus gestos hace Goya.
En
1986 Buero Vallejo recibió el Premio Cervantes y estrenó Lázaro en su laberinto, en la que se aprecian las constantes
temáticas y las preocupaciones formales del autor. Muestra a través de Lázaro
la necesidad del ser humano de enfrentarse a la verdad.
De
1994 es Las trampas del azar, en la
que se observa cómo los errores se repiten generación tras generación.
La
última obra de Buero fue Misión al pueblo
desierto, estrenada en 1999, que se situaba en la guerra civil y planteaba
la legitimidad de un conflicto bélico a través de los personajes de un
republicano idealista y un miliciano violento.
De
Alfonso Sastre es conocida toda su actividad desde sus primeros artículos,
publicados en los años 40. Fue promotor del llamado “arte nuevo” que, desde
1945, se propuso luchar contra el teatro al uso.
La
historia dramática de Sastre es una serie de montajes y prohibiciones. Ya Escuadra hacia la muerte fue prohibida
en la tercera representación en 1953. Pero a través de sus montajes se puede
observar la medida del compromiso arte/política. En sus teorías aboga por la
independencia de la creación escénica, de manera que militando Sastre en el
partido comunista, la obra El pan de
todos fue enjuiciada como anticomunista.
Se
prohibió también Prólogo patético,
una investigación moral sobre la legitimidad del acto terrorista. En 1955 la
censura prohibió Muerte en el barrio
y Guillermo Tell tiene los ojos tristes.
La primera planteaba la responsabilidad y culpabilidad de la sociedad entera.
Con la segunda quiso dar un nuevo sentido a la leyenda del héroe suizo,
convirtiéndolo en sujeto de una tragedia.
Pero
la obra más importante de Sastre es La
taberna fantástica, de 1966, una tragedia de quinquis, en la que las
criaturas se desgarran en escena, víctimas de un sistema que les ha extirpado
la conciencia de su dignidad.
Alfonso
Paso, por otra parte, inició su afición teatral formando parte del grupo “arte
nuevo” que pretendía una renovación teatral. Pero en 1953, con Veneno para mi marido, se convirtió en
un autor comercial.
La corbata y La oficina presentan alegatos a favor de la clase media, en
detrimento de pobres y ricos. En obras como Cena
de matrimonios intenta fustigar a la alta sociedad, que rompe los valores morales.
En
los años 60 encontramos otros autores pertenecientes a la generación realista.
Ricardo Buded obtuvo un premio en 1960 por La
madriguera. En esa obra aborda el tema de los desheredados de la fortuna
que debían aceptar un régimen de “habitación con derecho a cocina”. Plantea las
causas de la hipocresía y la violencia de los que se ven forzados a convivir en
la miseria. Quizá la obra de Buded que más trascendencia tuvo fue El charlatán, de 1962, en la que
aparecen la explotación, la venganza, el amor y el fingido amor, la ilusión y
desilusión de unos personajes que podríamos encontrar cotidianamente.
Martín
Recuerda se dio a conocer con El teatrito
de don Ramón, premio Lope de Vega en 1959. A partir de 1960 hay en este
autor una nueva forma de entender el teatro, por lo que tiene de ejemplo y
vitalidad. Aparecen ahora personajes cuya frustración les empuja a la rebelión,
como la maestra lapidada de cómo Las
secas cañas del camino.
Hay
dos obras aunadas en la producción de Martín Recuerda: Las salvajes en Puente San Gil y Las arrecogías del beaterio de santa María Egipciaca. Esa unión
estriba en el personaje coral, dividido y enfrentado en su tragedia individual
y unido colectivamente frente al medio hostil que lo acosa.
Los
contactos del autor con el teatro estadounidense y con las escuelas teatrales
europeas le inducen a concebir la obra como un espectáculo total, rompiendo con
el esquema tradicional de la escena e incorporando canciones, pintadas o
bailes.
Con
La camisa, de 1962, Lauro Olmo se
centra en una misión testimonial y crítica. En esta obra aparecen varios
contrastes: junto al mísero anciano de los globos aparece la realidad de los
satélites artificiales; junto a las chabolas, la lejana realidad del diario
hablado de Radio Nacional; junto al hambre, la opulencia y el derroche.
English spoken es una continuación de La camisa, en la que retornan los
emigrantes al ambiente castizo de Madrid.
Técnicamente
los ensayos más avanzados los realizó Olmo en El cuarto poder, una serie de piezas breves escritas entre 1963 y
1967. En ellas el poder de la prensa es el factor común.
Carlos
Muñiz por su parte critica la injusticia social y los convencionalismos que nos
empujan a aparentar lo que no somos. A partir de 1961 con El tintero, con un humilde funcionario como protagonista, Muñiz
incorpora rasgos expresionistas a su técnica dramática.
José María Rodríguez Méndez
es autor, director y teórico teatral. En dos de sus primeras obras, Vagones de madera (1958) y Los inocentes de la Moncloa (1960), los
protagonistas son víctimas de la alienación que producen la guerra y las
oposiciones. La influencia de Brecht puede observarse en alguno de sus títulos,
como El círculo de tiza de Cartagena.
En la ciudad de Barcelona
se sitúa la acción de una de sus obras más importantes, Flor de otoño: una historia del barrio chino, de 1973, con el tema
del travestido de doble vida.
Los grupos no integrados en
los circuitos comerciales aglutinaron a varios hombres de teatro. El candil acogió a Juan Antonio Castro,
autor de Tiempo del 98 y Ejercicios en la noche, una pieza
compleja de corte shakespeariano.
El premio Calderón de la
Barca de 1963 dio a conocer a Antonio Gala, al que se premió por Los verdes campos del edén, una pieza
con una intención crítica, que parece desprender la tesis de que la paz no se
logra.
Durante un tiempo, las
obras de Gala no se sostuvieron mucho tiempo en cartel, hasta que volvieron los
aplausos en 1974 y 1975 con Las cítaras
colgadas de los árboles y ¿Por qué
corres, Ulises?
Muñoz Hidalgo es el autor de, por ejemplo, Verso blanco, en la que los personajes
asexuados eliminan del habla las referencias que puedan descubrirle género al
que pertenecen.
La generación simbolista es un grupo de autores que desde los años 60
eludieron las formas realistas, influidos por el teatro del absurdo y las
técnicas experimentales de los grupos europeos y americanos.
Es un teatro alimentado por
el ansia de originalidad y animado por el deseo de “asombrar a los burgueses”.
La provocación, la desintegración del lenguaje, el ataque a la lógica serán los
modos de las nuevas formas escénicas. Estas formas serían un vehículo idóneo
para la protesta, la investigación existencial del hombre, la denuncia
reivindicativa de las injusticias y la puesta en tela de juicio de los valores
morales o institucionales establecidos.
Dentro de la generación simbolista
veremos el teatro de autor, el absurdo, el “underground”, el llamado “off the
reccord” y el tatro colectivo.
Como teatro de autor se conocen las creaciones teatrales basadas en el
texto de un autor reconocido, que prevalece esencialmente identificable pese a
las posibles adaptaciones e independientemente de sus condiciones estilísticas,
ideológicas o transformaciones escenográficas.
Martin Esslin, en su ensayo
El teatro del absurdo, incluía
autores españoles afines al teatro desarrollado por Ionesco, Genet, Beckett y
Adamov, que asumía los principios existencialistas expresados en términos
absurdos.
En estas coordenadas se
inscribe el “teatro pánico” de
Fernando Arrabal, que inició en los 50 su actividad escénica con Los hombres del triciclo, que fue
montada por “Dido, pequeño teatro” y que fracasó, por lo que acabó
representándose en la calle Pergolese de París y Arrabal engrosando la nómina
de autores franceses. De hecho, su teatro apareció en francés, editado por
Juillard. Algunas piezas fueron traducidas al español, pero pocas veces se
autorizaron sus montajes.
Ya en la transición, tanto
en Barcelona como en Madrid se realizaron ambiciosos montajes de obras de
Arrabal, pero cosecharon un fracaso de público.
El único éxito escénico en
España en teatros comerciales fue Oigo
patria tu aflicción, interpretada por Aurora Bautista y con un montaje
deslumbrante.
El teatro de Arrabal
provocaba escándalo por las referencias sexuales, políticas, sadomasoquistas y
morales, producidas como provocación y con naturalidad.
Por otra parte, el estudio
de George Wellmarth Spanish underground
drama se hizo eco de una realidad circunstancial española. El teatro “underground” surge reprimido
por la censura en un triple aspecto (político, moral y económico), a lo que
habría que añadir la autocensura.
El principio de sugerir
como forma de arte, defendido por Mallarmé, es aceptado por estos escritores
que aprovecharon los movimientos de ruptura y las formas complejas de
simbolización que permitían diferentes niveles de lectura. La intensificación
de relaciones internacionales, la celebración de festivales y seminarios a
cargo de hombres claves en la renovación teatral permitió que los autores
españoles no fueran ajenos a las nuevas técnicas y a la revolución estética de
las artes plásticas que tuvieron repercusión en escena.
Los
temas adquieren una universalidad crítica que permite que las obras despierten
interés fuera de España.
Su Majestad, la sota de José Rubial es
una obra escrita pensando en las circunstancias específicas de España, pero la
abstracción permite ver un mensaje universal. Expone que los gobernantes
totalitarios tienen dos métodos para sobrevivir encaramados en el poder: la
represión directa y el adormecimiento del pueblo que pierde la conciencia de sí
mismo.
Igual
ocurre en El hombre y la mosca. El
hombre, que ha gobernado un anónimo país durante 70 años “de paz” y bajo una
gran cúpula de cristal, está preparando un doble suyo que continúe su obra,
pero esta especie de robot se destruye y queda como chatarra hueca. Una mosca
ha derrumbado el antiguo régimen al faltar el hombre que organizó la pirámide
del poder.
La
alegoría fantástica es común a todo el teatro de vanguardia, susceptible de
variadas y contrapuestas interpretaciones.
Pero
a veces la referencia es tan concreta que pierde el carácter de parábola,
aproximándose al realismo. Así ocurre en, por ejemplo, Guernica de López Mozo, en donde cobran vida los personajes del
cuadro de Picasso.
Quizá
sean los temas de la represión y la alienación los que mayor número de obras
han inspirado, especialmente si esa represión se ha ejercido sobre un hombre
honesto. Este es un “leit motiv” en Antonio Martínez Ballesteros. En su obra En el país de Jauja nos cuenta la
experiencia que Juan Pobre propone al jefe de policía de una brutal dictadura
represiva. No debe pegar al hambriento revolucionario, sino darle de comer.
Juan Pobre acaba en la cárcel, ya que para una sociedad corrompida un hombre
honesto es una anomalía intolerable.
También
José María Bellido extrae de la represión y la alienación la temática de sus
obras, que suelen adoptar una forma parabólica, característica del teatro del
absurdo. Así ocurre en Fútbol, en la
que la guerra civil se presenta metafóricamente en un partido de fútbol
celebrado años atrás.
Quizá
sea Manuel Martínez Mediero el autor “underground” que más estrenos consiguió
en circuitos comerciales desde 1969, en que logró el premio Sitges por El último gallinero, que presenta la
trama en un mundo de animales, un microcosmos que resulta ser una
interpretación de situaciones históricas de actualidad.
Las hermanas de Búfalo Bill arguye
elucubraciones acerca del enclaustramiento y poder que Búfalo, un hermano
autoritario, ejerce sobre sus hermanas. Cuando él muere, ellas no saben qué
hacer con su libertad.
Luis
Matilla es un autor con capacidad de sorprender sin renunciar a las referencias
a los sentimientos colectivos en un proceso de deshumanización. El montaje de Ejercicios para equilibristas daba
ejemplos de ello. El primer “ejercicio” lo constituía El observador, que presentaba el tópico de que nos sentimos
observados, inmersos en una sociedad fiscalizada.
En
otras ocasiones Matilla adopta la farsa como modelo de creación, como por
ejemplo en El adiós del mariscal.
El
polifacetismo escénico será una necesidad para el teatro de vanguardia. Se
institucionaliza el trabajo en equipo, aunque se concentran en el autor varias
funciones, lo que permite prever mejor los resultados de un montaje.
Jesús
Campos logró montajes profesionales como Blancanieves
y los siete enanitos gigantes.
En
el grupo llamado “off the reccord”
encontramos a Francisco Nieva y Miguel Romero Esteo.
La
búsqueda de renovación teatral en Europa era muy conocida por Nieva, que
trabajó en el Centro Nacional de Búsquedas Científicas francés y en la Europa
del telón de acero como escenógrafo. Cuando regresó a España se dedicó
especialmente a la escenografía y la dirección. Pero como autor se había
iniciado antes de 1952, con la obra Malditas
sean Coronada y su hija.
El
propio Nieva clasificó su teatro en dos apartados: el de “farsa y calamidad” y
el teatro “furioso”. En el segundo apartado se incluyen La carroza de plomo candente y Es
bueno no tener cabeza, que incluía sombras chinescas y textos en play-back. Obras del teatro de “farsa y
calamidad” son La señora Tártara y El rayo colgado.
El
teatro de Nieva es culto, con un lenguaje que integra arcaísmos populares.
Entre sus temas recoge nuestra cultura ocultista ligada a la imaginación y la
picaresca.
El
teatro de Esteo se ha considerado puramente literario, sin posibilidades
escénicas, debido a la gran extensión de sus textos.
Toma
sus temas de la condición humana, aportando una visión distorsionada de la
realidad.
Las
rupturas formales llevan a Esteo a anular la dicotomía entre el texto recitado
por los actores y el texto secundario, de las acotaciones. Este autor intenta
dramatizar con las acotaciones incluso el pensamiento, de manera que se produce
una fusión entre el lenguaje de los personajes y el del autor.
Una
de las obras de Esteo que fue estrenada fue Pasodoble.
Por
lo que respecta al teatro colectivo,
recordaremos que los grupos de teatro independiente optaron por esa creación
colectiva para el montaje de obras previamente escritas o para creaciones propias,
en donde ese colectivo logra una unidad dramática. La improvisación va
generando material que luego cristalizará en el espectáculo.
Estas
experiencias de teatro colectivo en España se producen a partir de los años 60.
Quizá
el grupo más apto para este tipo de creaciones en España sea Els Joglars,
creado en 1962, y que fue adquiriendo su formación en el mimo clásico de
Marceau.
Desde
1967 hasta 2012, la dirección del grupo fue llevada a cabo por Albert Boadella.
El grupo siempre se ha caracterizado por un espíritu crítico. Para ellos el
teatro tiene una función social y política, por lo que realizan esa crítica que
mencionábamos mediante la ironía y la fabulación. Entre sus montajes destacan
por ejemplo Laetius y Daaalí.
Por
otra parte, Tábano tuvo un gran éxito con Castañuela
70, un espectáculo colectivo.
También
hubo una colectivización en la fase de
creación. Así, por ejemplo, el TEU de Murcia realizó un montaje, El Fernando, con ocho autores.
Els
Comediants nació en 1972 con el espectáculo Non
plus plis, con la mímica como principal componente. En sus montajes salen
del escenario y crean un sistema de relación entre actores y público algo
atípico.
Dagoll-Dagom
proviene del teatro independiente de los años 70, aunque abandonó el compromiso
político y de denuncia para crear fantásticos espectáculos, como Antaviana. Con Mar i ciel se centraron en la comedia musical.
La
Cubana es exponente del teatro en la calle. Sus primeros espectáculos en los
años 80 ocupaban varios espacios de la ciudad. Cómeme el coco, negro, de 1989, se define como teatro dentro del
teatro.
La
fura dels baus se constituye de forma estable con Accions, un espectáculo que se presenta en la estación del tren de
Sitges.
En
la década de los 80 aparecen varios
autores fundamentales.
Domingo
Miras es un admirador de los clásicos, por lo que realizaba adaptaciones de los
mismos y tomaba de ellos influencias gramaticales y juegos dramáticos.
La Saturna se construye sobre la breve
cita del Buscón sobre su madre. Y en De
san Pascual a san Gil hay un recuerdo permanente de Valle Inclán.
José
Sanchís Sinisterra ha sido autor y director. Su trabajo en el “Teatro
fronterizo” le proporcionó conocimientos sobre autores como Brecht, Joyce,
Kafka o Beckett.
Ñaque, o de piojos y actores, de 1980,
supone una reflexión sobre el mundo del teatro, inspirada en Beckett y con
elementos tomados de El viaje entretenido
de Agustín de Rojas.
Su
mayor éxito quizá sea la obra de 1986 ¡Ay,
Carmela! (Elegía de una guerra civil), que supone una reflexión sobre esta
etapa histórica a través de la tragedia de unos cómicos de la legua.
El
teatro de José Luis Alonso de Santos se mueve en la recuperación de tonos y
estilos que se sitúan entre el sainetismo y el costumbrismo con referencias a
la realidad.
Una
de sus obras más famosas es La estanquera
de Vallecas, de 1981, que recoge formas del sainete y el comportamiento de
grupos marginales. El éxito de público le llegaría en 1985 con Bajarse al moro, un retrato costumbrista
con factores de reflexión.
Durante
la década de los 80 encontramos también obras de actores y directores como
Fernando Fernán Gómez, con Las bicicletas
son para el verano, y Adolfo Marsillach, con Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, ambas de 1981.
También
podemos mencionar una obra de Ana Diosdado, Los
80 son nuestros.
Fermín
Cabal destaca con obras como Esta noche,
gran velada. La obra trata las miserias del boxeo.
Su teatro se
caracteriza por el dominio de los mecanismos y recursos del drama, hablando de
gente próxima y sus preocupaciones. La anécdota queda trascendida y se
constituye en reflejo de actitudes sociales generales y de una problemática
humana también general.
El
teatro de la última década del siglo XX
estuvo constituido por autores nacidos en los 50 y que no habían conocido las
circunstancias que habían motivado aquel “nuevo teatro español”, por lo que no
se sentían ligados a grupos como el simbolismo o el realismo. El panorama quedó
conformado por ediciones y estrenos efectivamente realizados y por proyectos de
futuro.
Eduardo
Ladrón de Guevara, por ejemplo, deseaba restaurar el género cómico de situación
en Cosa de dos, sobre la renuncia a
los ideales juveniles.
Manuel
Gómez García traduce al catalán textos europeos y adapta obras clásicas.
Paloma
Pedrero, actriz y directora, extraía sus temas de lo cotidiano. Entre sus obras
destaca La llamada de Lauren y Noches de amor efímero, formada por tres
piezas cortas.
María
Manuela Reina es la autora de La libertad
esclava, un diálogo imposible entre Erasmo y Lutero, con la que ganó el
premio Calderón de la Barca. Por otra parte, se adentró en el terreno de la
alta comedia con títulos como Alta
seducción.
Ignacio
García May por su parte es un gran conocedor del teatro de los Siglos de Oro y
esto se refleja en obras como Alesio, una
comedia de tiempos pasados, galardonada con el premio Lope de Vega. En 1999
estrenó Los vivos y los muertos, que
refleja la violencia entre adolescentes.
Todos
los autores nombrados apuestan por un nuevo teatro de autor, sin militancia
política y sin renunciar al humor como medio de expresión de ideas y
situaciones. Los temas que plantean son muy variados y se centran en los
problemas de la juventud sin adoptar posturas de denuncia o ruptura.
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